La biografía
del licenciado Francisco Pacheco (1539/40-1599) ha sido certeramente
restablecida por el prof. Pozuelo Calero, a cuyos documentados
estudios es preciso remitirse1.
Referiré aquí, con todo, los hitos más importantes de su
existencia y de su producción literaria, necesarios para
contextualizar el poema objeto de estudio.
Es posible
apuntar, a partir de las propias declaraciones del autor, que nació
entre 1539 y 1540 en Jerez de la Frontera (Cádiz) en el seno de una
familia humilde2.
Debieron de ser sus dones naturales la razón de que se marchara sin
su familia a Sevilla, en cuya Universidad realizó, entre los 12 y
los 15 años, los tres cursos que le permitieron graduarse como
Bachiller en Artes hacia 1555. Tras cuatro años en blanco (de los
cuales señala el prof. Pozuelo3
que es probable que dos fueran empleados en la realización de los
cursos necesarios para la obtención del título del licenciado en
Artes [o su equivalente en la impartición de docencia durante tres
años en “Universidad aprovada” según los Estatutos de la
Universidad de Sevilla], ya que es llamado “licenciado” en el
acuerdo del Cabildo eclesiástico hispalense que le otorga en 1565 la
capellanía de San Pedro en la Catedral), realiza entre 1559 y 1563
los cuatro cursos que, junto a la lectura de las diez lecciones de
teología preceptivas (que, al parecer, no pudo impartir antes de
1565), le habilitaron para obtener el grado de Bachiller en Teología
en 1570.
La obtención
de la capellanía en 1565 otorgaba al joven clérigo, como señala el
prof. Pozuelo4,
un estatus y una fuente de ingresos estable que le permite dedicarse
con desahogo a las dos actividades por las que será reconocido: la
erudición y la poesía.
Desarrolló,
por entonces, una intensa relación con los grupos poéticos
coetáneos de Mal Lara y Herrera, y con Arias Motano y su entorno,
combinada con su dedicación a las Letras y a la erudición “que
serían a la postre la palanca para su ascenso social”5,
aunque prefirió no marchar a estudiar a otras universidades, y
quedarse en Sevilla para consolidar su carrera eclesiástica, que
sería de desigual fortuna. Así, en 1571 fue elevado por la Corona a
la dignidad de capellán de la Capilla Real. Al año siguiente, en
cambio, se vio desposeído de la capellanía de San Pedro y de la
facultad de decir misa en la Catedral, por un turbio asunto de
desaparición de libros durante su gestión como “comisario” en
la Biblioteca Capitular. Su rehabilitación por parte del Cabildo
eclesiástico se produce en 1578, fecha a partir de la que se le
encarga a Pacheco la mayoría de los importantes programas
iconográficos de la Iglesia sevillana. Desde la comienzos de la
siguiente década se encontró bajo la protección del nuevo
arzobispo, Rodrigo de Castro (1581-1600), lo que le permitió
alcanzar mayores dignidades eclesiásticas. Culminó su carrera
eclesiástica al ser aceptado como canónigo miembro del Cabildo en
1592, y en 1597, al ser nombrado por el rey Capellán mayor de la
Capilla Real.
Su producción
literaria en este período está, como señala el prof. Pozuelo6,
al servicio de su posición en la Iglesia sevillana, y es reconocido
públicamente, sobre todo, como una de las mayores autoridades en el
terreno de las antigüedades.
Murió en 1599. Sus
contemporáneos alabaron su calidad literaria, su erudición, y su
integridad moral.
____________________________
1Bartolomé
Pozuelo Calero, El licenciado Francisco Pacheco. Sermones sobre
la instauración de la libertad del espíritu y lírica amorosa.
Estudio introductorio, edición crítica, traducción, notas e
índice de nombres, Universidad de Sevilla-Universidad de Cádiz,
1993; Id., El licenciado Francisco Pacheco. El túmulo de la
reina doña Ana de Austria, Instituto de Estudios
Humanisticos-CSIC, Alcañiz-Madrid, 2004.
2Sobre
las controversias en torno a la fecha de su nacimiento cf. B.
Pozuelo, (1993), pp. 22-23, e Id., (2004), pp. XXV-XXVI.
3cf.
Id, (2004), pp. XXVI-XXIX.
4
Cf. Id., (2004), p. XXIX.
5
Cf. Id., (2004), p. XLII.
6
Cf. Id., (2004), p. LXIII.
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