3.
2. 1. 4. Ars macaronica en el emblema anónimo
gaditano.
La macarronea que se emplea en
otios. resulta distinta de la configurada por Folengo, que
sirve de modelo a los macarrónicos españoles. El autor tiene
conciencia de ello y lo advierte en su “preambulum” (otios.
1-14). Como se señaló arriba, se sirve de comparaciones y metáforas
para señalar estas diferencias, que tienen origen en su
idiosincrasia de escritor emblemático, que le lleva a no someterse a
los preceptos técnicos de los géneros literarios, sino a buscar la
mixtificación en aras de la expresión más efectiva de sus fines
pedagógicos. La que llama “común macarronea” la compara a un
extranjero que pronuncia mal las palabras de nuestro idioma,
guardando las reglas del suyo propio (otios. 5-7), y en glosa
explica que “la común macharronea se forma a semejança del
estrangero que, queriendo pronunciar nuestro idioma, guarda los
acentos y tono del suyo, como el lenguaje de Ganassa, que mezcla
nuestra lengua con la italiana o bergamasca”. Lo que está
describiendo el emblemista es algo totalmente opuesto al macarroneo,
pues plantea un caso de hibridismo lingüístico producto del
fenómeno de interferencia descrito por Uriel Weinreich en zonas de
bilingüísmo1.
Es lo que llama Torres-Alcalá hibridismo dinámico e involuntario,
caso del creôle, el jiddish y el papamientu2.
Prescinde, pues, básicamente en su definición, del carácter de
voluntaria parodia de la insuficiencia lingüística que denota todo
hibridismo voluntario, y que se sitúa en el origen del macarroneo, y
del carácter de progresiva perfección formal que va configurando
desde el principio Folengo en la elaboración del macarroneo como
medio personal de expresión. En la negación de este segundo aspecto
hace hincapié el emblemista cuando atribuye erróneamente a Merlín
Cocayo sus propias libertades e imperfecciones prosódicas (“[...]
imitando a la macarronea de Merlin, que no repara en guardar la
medida precisamente, contentandosse con el verso Modelo (cf. glosa a
otios. 4)”). El autor de otios. malinterpreta
radicalmente el ars macaronica, para poder adaptar con total
libertad el instrumento lingüístico empleado a un fin práctico de
expresión.
Esta libre interpretación de la
macarronea se evidencia con la comparación que hace de su propio
poema macarrónico con un enfermo (otios. 8-11); comparación
que en glosa da el salto a metáfora “de un enfermo que tiene a
vezes lucidos interuallos, y en ellos habla cuerdamente, y al mejor
tiempo comiença a desuariar, diziendo algunos dichos graciosos
(otios. 9)”. El ‘hablar cuerdamente’ del enfermo nos
coloca ante un predominio de lo conceptual transmisible sobre el puro
juego lingüístico, inútil y hasta extraño a los intereses del
emblemista, y la referencia a intervalos ante una preferida
separación de los lenguajes presentes en la macarronea, en vez de la
preceptiva fusión de éstos en un lenguaje aparentemente homogéneo,
como ocurre en el macarroneo. La macarronea de otios. pretende
basar su efectividad cómica no en la alta calidad formal de
presentación, según las reglas del discurso poético latino, de un
disparate lingüístico concebido como un continuum
inextricable, sino en la imperfección prosódico-métrica y en la
separación evidente y periódica de los constituyentes lingüísticos
de la macarronea, plasmada en una deleitosa –según el autor-
variedad de versos (latinos, propiamente macarrónicos, mixtos y
españoles) (otios. 12-14).
La inspiración inmediata de esta
inusitada concepción de la macarronea puede estar en la misma fuente
clásica que proporciona la imagen del enfermo. El proferenti
verba corrupte de otios. 6 es calco de la expresión uerba
corrupte pronuntiabat, recogida en el cap. 31 (30), 9 del libro
XIII de las Noctes Atticae de Aulo Gelio. En este capítulo se
indagaba el sentido de la expresión ‘caninum prandium’ en la
sátira de Varrón. El autor nos sitúa para ello en una librería
ante un pedante comentador de las sátiras de Varrón, al que pide
que lea los versos en que aparece esta expresión, y dé una
explicación de ella3:
Laudabat
venditabatque se nuper quispiam in libraria sedens homo inepte
gloriosus, tamquam unus esset in omni caelo saturarum M. Varronis
enarrator, quas partim Cynicas,
alii Menippeas
appellant. Et iaciebat inde quaedam non admodum difficilia, ad quae
conicienda adspirare posse neminem dicebat. Tum forte ego eum librum
ex isdem saturis ferebam, qui ʿΥδροκύων
inscriptus est. Propius igitur accessi et; ‘nosti’, inquam
‘magister, verbum illud scilicet e Graecia vetus musicam, quae sit
abscondita, eam esse nulli rei? Oro ergo te, legas hos versus
pauculos et proverbii istius, quod in his versibus est, sententiam
dicas mihi’ (1-4).
El pretendido erudito le pide a su
vez que le lea el texto, pero éste le responde que no puede leer
bien lo que no entiende bien, y ante la expectación creciente de los
circunstantes, el pedante toma con evidente desagrado el libro, y
comienza una lectura francamente defectuosa, cortando las frases y
demostrando una pronunciación viciada:
‘lege’
inquit ‘tu mihi potius, quae non intellegis, ut ea tibi ego
enarrem’. ‘Quonam’ inquam ‘pacto legere ego possum, quae non
adsequor? Indistincta namque et confusa fient, quae legero, et tuam
quoque impedient intentionem’. Tunc aliis etiam, qui ibi aderant,
compluribus idem comprobantibus desiderantibusque accipit a me librum
fidei veterem spectatae luculente scriptum. Accipit autem
inconstantissimo vultu et maestissimo. Sed quid deinde dicam? Non
audeo hercle postulare, ut id credatur mihi. Pueri in ludo rudes, si
eum librum accepissent, non hi magis in legendo deridiculi fuissent;
ita et sententias
intercidebat et verba corrupte pronuntiabat
(4-10).
Ante las primeras risas, devuelve,
abochornado, el libro, y se excusa hablando de sus ojos enfermos. Le
pide al protagonista que vuelva cuando se haya curado, y ante su
reiterada pregunta, se escabulle afirmando que no da gratis esa clase
de enseñanzas:
Reddit
igitur mihi librum multis
iam ridentibus et:
‘vides’
inquit ‘oculos
meos aegros
adsiduisque lucubrationibus prope iam perditos; vix ipsos litterarum
apices potui comprehendere; cum
valebo ad oculos,
revise ad me et librum istum tibi totum legam’. ‘Recte’ inquam
‘sit oculis, magister, tuis; sed, in illis nihil opus est, id, rogo
te, dicas mihi; caninum
prandium in hoc loco,
quem legisti, quid significat?’ Atque ille egregius nebulo quasi
difficili quaestione proterritus exurgit statim et abiens: ‘non’
inquit ‘parvam rem quaeris; talia ego gratis non doceo’ (10-13).
El
enfermo de otios. también provoca la risa con su intermitente
desvarío lingüístico entre los que le oyen (cf. otios.
10-11: “Qui tum bene loquitur, tum autem desvariando / dicit
sententias cuilibet audienti facetas”). El concepto de ‘error’
lingüístico subsiste, pues, de alguna manera, pero no asociado a lo
voluntario macarrónico que busca efectos cómicos en el hibridismo
consciente, sino a la involuntariedad identificada con la enfermedad
y los intervalos de recuperación física y mental. La macarronea de
otios. no se presenta –aunque lo sea- como un logro
artístico consciente basado en la manipulación lingüística, sino
como el producto de una enfermedad transitoria, que hace disculpables
y comprensibles los ataques del “virus” macarrónico, pero que
aspira siempre a la restauración de la normalidad. Estamos, por
tanto, ante la definición perfecta de una “antimacarronea”
folenguiana, condicionada por los preceptos didácticos del ars
emblematica (cf. glosa a otios. 35: “La macharronea
demanda que aya tambien algunos versos ridiculos, y estos dos passen
por tales, pero no sin prouecho”).
La reflexión lingüística de
otios. carece, empero, de precedentes y consecuentes –hasta
la Pepinada del gramático y poeta Sánchez Barbero (1812)- en
la historia de la poesía macarrónica española, que se limita a
poner en práctica, a su manera, la fórmula artística aprendida de
Folengo.
____________
3
citamos por el texto fijado por C. Hosius para la Bibliotheca
Teubneriana de GELLIVS, Noctes Atticae, B. G. Teubner,
Stuttgart 1981, vol. II pp. 99-100. Las cursivas son nuestras.