CARMINA MACARONICA SELECTA

"Quid contentandum nisi contentamus amigos? / Hoc mihi servitium facias, tu deinde comanda, / nam, giandussa mihi veniat in culmine nasi, / ni pro te posthac Paradisos mille refudem", Baldus, V, 9, 295-298

sábado, 30 de junio de 2012

LA FUNCIÓN DEL LATÍN EN EL HÍBRIDO MACARRÓNICO (I)


En cuanto a la función que desempeña el elemento latino en el híbrido macarrónico las opiniones han sido de lo más dispares. La idea de que la tradición latina entra con otras en la elaboración de un nuevo lenguaje artificial y literario con fines expresivos y contrapuntísticos unió, por ejemplo, a estudiosos tan notorios y con planteamientos de base tan diferentes como Bonora y Paoli. Pero la intención paródica al menos inicial que la mayoría de folenguistas1 ve en tal lenguaje ha dividido a la crítica en dos grupos antagónicos y excluyentes: por un lado, los que sostienen que el macarróneo es parodia del latín clásico y/o humanista (entre otros Momigliano, Bonora, y Paccagnella más recientemente) marcada por la deliberada inserción de elementos vulgares y dialectales, y llevada a término por autores cultos que se colocan, no obstante, en una línea antihumanista de defensa de lo dialectal; y por otro, los que sitúan (Paoli y Curti en solitario) en el origen de este lenguaje la parodia de la insuficiencia lingüística y literaria real que delatan las interferencias del vulgar y del dialecto, tal como era sentida en círculos imbuidos de la nueva cultura humanística.

Dentro del primer grupo la elaboración teórica más importante de los últimos años ha sido la de Ivano Paccagnella, que se sirve del concepto bakhtiniano de “abajamiento”, principio artístico esencial del llamado “realismo grotesco”, entendido como sistema de imágenes que Bakhtin atribuye a lo que llama “cultura cómica popular”. El abajamiento es definido como “la transferencia de todo lo que es elevado, espiritual, ideal y abstracto al plano material y corporal”, lo que implica una metáfora espacial y jerárquica y una bipolaridad extrema de los elementos a que se aplica. Paccagnella señala en la raíz del fenómeno macarrónico un intencional juego irónico contra ciertas expresiones del Humanismo, como la esclerosis académica de la cultura. Esta crítica es tanto más significativa desde el momento en que es dirigida desde el interior del mismo ambiente que es puesto en caricatura, y tanto más sutilmente destructiva cuanto más rebaja en el uso paródico el instrumento lingüístico mayormente perfeccionado por los humanistas3. La persecución de una línea de realismo corporal y grotesco con la apertura a elementos culturales y lingüísticos popularizantes y de extracción rústica, lleva a los macarrónicos paduanos a buscar un constante abajamiento por medio de la copresencia de niveles diversos y contradictorios, conseguida con el contacto estridente de elementos de patente origen dialectal con otros (lexemas, hemistiquios enteros o secuencias más amplias) de derivación clásica. Se crea, dice Paccagnella, una polaridad múltiple que comprende la oposición entre latín y vulgar (la persistencia de tradiciones medievales de baja cultura) de una parte, y de la otra, entre lengua y dialecto, dialecto y latín, latín clásico y latín macarronizado, en cuya polaridad el término latín “viene desnaturalizado por la extensión a zonas expresivas que le son extrañas y por la correlativa contaminación de sus materiales hereditarios”, en palabras de Segre. El macarrónico nace de esta ilícita expansión, y la oposición de dos registros distintos (latín y dialecto) pero intersecantes constituye su técnica peculiar, de la que proviene a su vez su vis comica. En la superposición que deriva de esta interferencia el latín viene a sufrir un redimensionamiento sustancial de su peso lingüístico, estilístico y cultural, quedando relegado al fondo con la función de elemento secundario de contrapunto paródico4. El filón académico-virgiliano es profanado por el contraste violento e inmediato con la realidad cotidiana, sobre todo en sus aspectos obscenos y escatológicos, y por la superposición del hexámetro al fondo lexical véneto5. Es, pues, el juego de contraste y contrapunto entre latín y vulgar lo que crea el declive estilístico y caracteriza la poesía macarrónica misma como hipérbole en negativo o hipóbole6.

Desde el otro lado, Luca Curti retoma y desarrolla las ideas que Paoli bocetó en su obra principal, Il latino maccheronico. Frente a la conocida visión de un macarrónico contestatario de Segre y Paccagnella, que lo lleva, según Mario Pozzi7, a ser uno de los máximos representantes de la oposición a la normalización toscana de Bembo, y que hace de Folengo un poeta dialectal según Ernesto Giacomo Parodi y Gianfranco Contini8, Curti llama la atención sobre el hecho de que ningún autor macarrónico, excepto Alione, ha escrito jamás en dialecto. Muy al contrario, todos, excepto el citado Alione9, escriben en latín humanísticamente “correcto”, y algunos en vulgar ‘toscano’. Este último hecho, junto a la inclinación de los macarrónicos a presentarse en público como autores de textos en latín “correcto”, hace a Curti dudar de las conclusiones de la tradición crítica que hace del macarrónico la otra vertiente del “desafío” antihumanista y antitoscano que representa la poesía dialectal de un Ruzzante10. Su incoherencia fundamental para Curti estriba en presentarnos unos autores “opuestos a la imposición del latín ‘correcto’ y del vulgar ‘toscano’, pero dispuestos a desarrollar en estas lenguas una parte importante (cuando no gran parte) de su obra; animosos defensores de los derechos de los dialectos, pero incapaces de escribir en ellos, entre todos, un solo texto autónomo”11.

Es el juego de personas literarias lo que permite a Curti explicar la función del latín en la mezcolanza macarrónica. El sustancial respeto por la prosodia y la métrica latina, y la presencia de calcos y guiños clásicos destinados a un público culto aseguran la firmeza de un cuadro formal “alto”, que es la huella distintiva de la primera persona macarrónica, el autor humanista que se duplica voluntariamente en una segunda persona, que representa a un latinista grossus y presuntuoso que su autor (el autor de la macarronea), expone a la burla de lectores virtualmente tan agudos como él. Así, el procedimiento de corrección progresivo de las macarroneas folenguianas no se realiza en el sentido de una caracterización dialectal más marcada, sino en el sentido contrario: “cuanto más firme es el cuadro formal ‘alto’ (cuanto más perceptible es la ‘primera persona’) tanto más sutil puede hacerse la desviación puesta en acto por la ‘segunda’”12.


1 Fuera de tal interpretación paródica quedan personalidades aisladas como la de Lucia Lazzerini, quien, como hemos visto, sitúa el origen del macarroneo en la tradición ininterrumpida del sermo humilis cristiano y relega a un papel secundario el elemento paródico, y como la de Cesare Federico Goffis. El veterano folenguista, que dedicó a Folengo su tesis de doctorado en 1935, defiende la heterodoxia religiosa de Teófilo y de su hermano carnal y en religión, Giambattista, a través del análisis de la obra de ambos en estudios como La poesia del Baldus, Genova 1950, L’eterodossia dei fratelli Folengo, Genova, s. a. pero 1950, respuesta a G. Billanovich en su biografía Tra don Teofilo Folengo e Merlin Cocaio, Napoli 1948, donde señalaba la sustancial adscripción de Folengo a la ortodoxia de la orden benedictina, y en los últimos años: “La contestazione religiosa e linguistica nei testi folenghiani”, Atti Convegno 1977, pp. 84-129; “Il macaronico folenghiano fra arte e contestazione”, Maia, XLIV, 1992, pp. 131-145; “Il dantismo eterodosso del “Baldus”, AA.VV., Miscellanea di studi danteschi in memoria di Silvio Pasquazi, 2 voll., Federico & Ardia, Napoli 1993, vol. I, pp. 407-422. Para Goffis la solución del problema religioso, aportando plena luz sobre sus motivos y pasiones, contribuye propiamente a la definición de la poética y de la poesía folenguiana. La parodia es, por tanto, una justificación insuficiente, y puede decirse que latín y dialecto son puestos en conflicto por motivos ideológicos. Folengo, que es un heterodoxo que pasa del erasmismo al luteranismo precozmente, eleva a dignidad literaria una lengua hablada en cierto modo, pues se remonta ésta al filón del hibridismo lingüístico espontáneo, tal como puede verse recogido en innumerables documentos del tardomedievo (crónicas, estatutos, los inventarios eclesiásticos que reproducen el lenguaje de las sacristías y de los monasterios). Goffis quiere mostrar la realidad de la base macarrónica en el lenguaje del vulgo ignorante vivida en los lugares de cultura. La obra de Folengo expresa: “una visión de la cultura como renuncia a lo abstracto, al platonismo y al aristotelismo, a la teología; reducción al pragmatismo de la vida evangélica, esto es, del vivir y actuar con fe sin intelectualismos, que se concretan en la constitución y acción de la Iglesia condenada” (cf. “Il macaronico...”, p. 144). El poeta no recurre al latín y al dialecto con fines paródicos o expresivos, sino para expresar su propia tensión innovadora y restauradora al tiempo: “[...] Folengo siente en el latín el rigor de la espiritualidad sublime, en el lenguaje más rústico la depresión de la inteligencia, la vida reducida a los instintos y a la picaresca, a lo soez” (cf. “La contestazione...”, p. 122).
3 Cf. I. PACCAGNELLA, Le Macaronee..., pp. 11-12
4 Cf. I. PACCAGNELLA, o.c., pp. 68-69.
5 Cf. ib., p. 70.
6 Cf. ib., o.c., p. 71.
7 Cf. M. POZZI, “Teofilo Folengo e le resistenze alla toscanizzazione letteraria”, Atti Convegno 1977, pp. 209-224.
8 Cf. E. G. PARODI, “Merlin Cocai e le ‘Maccheronee’ (1911), Poeti antichi e moderni, Firenze 1923, pp. 193-201 y G. CONTINI, “Introduzione alla ‘Cognizione del dolore’ (1963), Varianti e altra linguistica. Una raccolta di saggi (1938-1968), Torino 1970, pp. 601-619 cit. por L.CURTI, o.c., p.145 nn. 12-13
9 Alione es un macarrónico ‘de circunstancias’, que escribe su Macarronea “para responder adecuadamente (pudiendo, lo habría hecho “per le rime”) a la macarronea de Bassano Mantovano” (cf. L. CURTI, o.c., p. 147). A juicio de Momigliano, Alione “ignora, casi , el latín, y por eso se encuentra naturalmente bajo su pluma la expresión vulgar sin saber travestirla en latina, y fundirla en un lenguaje que no sea un embrollado batiburrillo de retales” (cf. A. MOMIGLIANO, “Le quattro redazioni della “Zanitonella””, GSLI, LXXIII, 1919, p. 8 cit. por M. CHIESA en GIOVAN GIORGIO ALIONE, Macarronea contra Macarroneam Bassani, Centro Studi Piemontesi, Torino 1982 (“Collana di testi e studi piemontesi”, n. s., 2) p. 23). A Alione le falta la experiencia humanista adecuada, y eso hace que su macarroneo sea “el menos creativo desde el punto de vista lingüístico; es, por el contrario, el de más difícil comprensión, especialmente porque es el que toca más directa y continuamente a tradiciones orales y marginales” (cf. M. CHIESA, o.c., p. 24).
10 Cf. I. PACCAGNELLA, Plurilinguismo..., pp. 80, 82-83
11 Cf. L. CURTI, o.c., p. 148
12 Cf. ib., p. 164

Imagen: Portada de la reproducción facsímil (1974) de Maccheronee di cinque poeti italiani del secolo XV (1864)

sábado, 16 de junio de 2012

MARIO CHIESA Y LA PRESENCIA DEL LATÍN MEDIEVAL EN EL MACARRONEO FOLENGUIANO



El latín manejado por los escritores macarrónicos depende básicamente de su competencia lingüística: así, para Paoli el “mísero” latín de los prefolenguianos “crecido sobre los bancos de la escuela y esclavo, a pesar de su extravagancia, del ciceronianismo y del virgilianismo enojosamente imperante en el más tardío Humanismo” se contrapone al de Folengo “gran creador de palabras latinas nuevas, el más atrevido continuador de la técnica de Plauto y de Apuleyo”1. En su afán de agotar las posibilidades expresivas de los sistemas lingüísticos que emplea en la construcción de su macarroneo, Folengo lleva al extremo todas las posibilidades de neologismos latinamente correctos, y en esta labor ha aprendido de Plauto, de Lucrecio, de Horacio, de Tertuliano, de San Agustín, en particular de los escritores tardíos del clasicismo, estudiosos también ellos de los poetas arcaicos y audaces en forjar un léxico nuevo, y más tarde de los humanistas, que, con su habilidad en derivar con señorial cautela el latín del latín, enriquecían continuamente la vieja lengua de formas no atestiguadas, pero dignas de la más austera latinidad. Tales neologismos correctos y formaciones nuevas, aunque regulares, se encuentran en Folengo más que en cualquier otro humanista2.

Anteriormente, Bonora había señalado la influencia capital de la tradición latina medieval en Folengo, debida a su formación monástica3:

[...] Folengo, más que sus contemporáneos de formación laica, tuvo presente el latín de los textos sagrados, de los predicadores, de las disputas de teología, en general el latín medieval, en el que seguramente, merced a atentas exploraciones, se podrán encontrar, en mayor número que ahora, modelos de formas lingüísticas introducidas por el poeta en su léxico.

Años más tarde, Mario Chiesa retomará en un celebrado artículo el estudio del latín medieval en el macarroneo folenguiano4. Para Chiesa resulta evidente que no son motivos religioso-devocionales ( ni siquiera polémicos) los que llevan a Folengo a abordar también esta tradición lingüística, sino una necesidad expresiva que pretende servirse de cualquier material lingüístico que sienta idóneo. Esta necesidad expresiva no se adapta a los límites de una escuela, sino que complica en una nueva unidad a diversas tradiciones5.

Paoli y Bonora habían observado cómo el macarrónico folenguiano, incluso en algunas formaciones suyas que parecen más innovadoras, retoma y lleva a su máximo desarrollo algunos hábitos lingüísticos de los humanistas, de los autores latinos arcaicos y de los arcaizantes. Pero señala Chiesa que los mismos usos lingüísticos están presentes en la tradición lingüística de la literatura cristiana –en el llamado “latín cristiano”- que en el siglo XVI era al menos conocida, si no familiar, a las personas de cultura. Así, los usos lingüísticos que los arcaizantes habían tomado de los arcaicos deben su difusión también a haber sido adoptados por la tradición del latín cristiano, que se caracteriza sobre todo por la formación de innumerables neologismos6.

Efectivamente, gran cantidad de neoformaciones y vulgarismos ya consagrados pasaron de la Biblia Itala a la Vulgata, a pesar del esfuerzo literario de san Jerónimo7; y a la renovación del latín medieval contribuyeron también los traductores escolásticos, que, optando por una traducción literal, recurrían a menudo a la transposición de vocablos, forjando nuevos términos abstractos y cargando de un significado nuevo puramente técnico a otros ya existentes8.

Resulta para Chiesa característico del latín cristiano preferir en general las tendencias de la lengua popular. Y todo esto, acentuado en el latín medieval, ha pasado a la lengua romance. De tal suerte, latín de la decadencia, latín cristiano y medieval, latín humanista, vulgar y dialecto, no obstante sus caracteres diferenciales, constituyen una fundamental unidad lingüística. Este hecho hace igualmente muy difícil, a veces imposible, distinguir cuál ha sido la influencia que ha determinado ciertas elecciones de Folengo; pero de otra parte, es una confirmación de cuánta ha sido la sagacidad filológica por la que, a pesar de beber en tradiciones diversas, no buscó conciliar sistemas excluyentes entre sí9.

Folengo se sirve de la libertad de la tradición medieval y humanística, llevándolas a su extremo desarrollo según “una idea de los medios y de los fines de la lengua opuesta a la idea de los clásicos latinos, no por una preconcebida intención caricaturesca, sino por una personal búsqueda de expresividad”, a decir de Bonora10.

Chiesa toma en consideración algunas típicos esquemas folenguianos de nuevas formaciones ya individualizados por Bonora11, y documenta su presencia y productividad en el latín cristiano y medieval12:

PALABRAS COMPUESTAS13. En el latín medieval son numerosos las nuevas palabras compuestas, que comienzan sobre todo por alm- (almificus, almipotens), alti-, celsi-, cuncti-, docti-, dulci-, etc. Por otra parte, compuestos con los prefijos con- y super- son frecuentes en la Vulgata, sobre todo en san Pablo (conregno, consenior, consepulti, superabundanter, superimpendor, supersubstantialis, etc.), y en San Agustín, ciu. (coapostolus, coaeternus, congaudere): y además numerosos compuestos en –ficare: deificare, clarificare, glorificare, iustificare, candificare. Folengo hace un amplio uso de compuestos incluso en sus textos no macarrónicos.

SUSTANTIVOS EN –atio.14 Este tipo de formaciones no es extraño al latín clásico, pero resulta novedosa la gran libertad y frecuencia con que lo emplea el latín cristiano y medieval. Numerosos ejemplos de ellos se encuentran en las antiguas versiones de la Biblia, en Tertuliano, en la Vulgata, en la Summa, en San Agustín, en los sermones de Barletta, etc.

SUSTANTIVOS EN –mentum y –men.15 El sufijo –mentum se había vuelto en latín tardío un simple sufijo nominal carente de sentido preciso. Abundan estas formaciones en las antiguas versiones de la Biblia, donde se emplean con frecuencia como equivalentes latinos de sustantivos neutros griegos. Se encuentran estas formaciones junto a sustantivos tradicionales con otros sufijos nominales, como coronamentum junto a corona, y odoramenta junto a odores. También el sufijo –men había resultado fecundo en la formaciones de nuevas palabras derivadas en el latín cristiano y medieval.

ADVERBIOS16. Aparecen nuevos adverbios en –ter en el latín medieval (como amariter, pleniter), además de formas adverbiales compuestas con preposiciones: alonge, deforis, deintus, depost, abante. En el siglo cuarto se había registrado un crecimiento particular de adverbios en –biliter (formación evitada hasta entonces) como: incomparabiliter, infatigabiliter, ineffabiliter, inseparabiliter.

SUFIJOS DE COMPARACIÓN APLICADOS A NOMBRES. Paoli17 había señalado que la extravagante invención macarrónica de formar el comparativo de un nombre propio: Hectorior, Orlandior, Sansonior, (Baldus V XI 20-21) o de un nombre común: manigoldior (ib. XVII 136), paladinior (ib. II 345), cortellior (ib. IX 211), se encuentra ya en Plauto y en el latín medieval. En el latín del Medievo aparecen también sufijos superlativos aplicados a nombres comunes con resultados como magistrissimus y discipulissimus; junto a formas comparativas como Nerone neronior, Codro codrior.

EL ADJETIVO POR EL COMPLEMENTO DEL NOMBRE18. El adjetivo calificativo ha sido empleado frecuentemente con este valor en el latín cristiano y medieval, inicialmente para sustituir al genitivus nominalis, y luego al genitivus obiecti. En la Vulgata, por ejemplo, junto a formas como triticeus panis, hordaceus panis, nerviceis funibus, baculus harundineus, mensura harundinea se encuentran formas aún más atrevidas como subcinericius panis (“pan cocido bajo las cenizas”), que reclama el folenguiano panescum cortellum)19.

LOS DIMINUTIVOS20. Los diminutivos, ya vivos en el sermo cotidianus (Plauto, Terencio) y explotados estilísticamente por los neoteroi, habían sido retomados por los poetas arcaizantes del periodo postclásico y posteriormente por el latín cristiano; en la Vulgata, Cantico, se encuentran: adolescentula, areola, fasciculus, lectulus, rivulus. En el latín medieval, y luego en las lenguas romances continúa la creación de diminutivos, aunque –dice Chiesa- tienden a perder su valor expresivo para sustituir simplemente al vocablo correspondiente. Folengo, insertándose en esta tradición, la renueva, escogiendo los diminutivos por su valor expresivo. Chiesa señala el uso obsesionante que hace de ellos una “meretricula” para seducir a Baldo:

-Mecum (si sapias) –dicebat- splendide barro,
mecum balneolos venies intrare paratos.
Vtere me liber, formosula, respice, quam sum.
Candidulas habeo genulas, rubeosque labrettos.
Fessulus es, nec ego minus exto lassula, mecum
Languidulos foveat tibi lectulus artus.
(Baldus V XXIII 676-81).

“Conmigo, si no eres tonto –decía-, soberbio guerrero,
Conmigo vas a entrar en bañitos ya preparados.
Haz de mí lo que quieras; ves que estoy buenecita.
Blanquitas mis mejillitas, y rojos mis labiecitos.
Estás cansadito, y yo no menos flojita; conmigo
Que una camita repare tus miembros agotaditos”.

Y en la T continuaba:

Est ibi floridulus vagulum prope flumen agellus,
In quo molliculus de fronde grabatulus extat.
Illic somniculus corpuscula nostra fovebit,
Illic blandidulos manus hos palpabit ocellos,
Illic dulciculas potes has pressare mamillas.
(Baldus XXI 775-79).

“Hay allí floridito campito do un río vivito,
en el que se encuentra blandito de frondas un camastrito.
Allí cuerpecitos nuestros repararán sueñecitos,
Allí palpará tu mano estos linditos ojitos,
Allí podrás coger estas mis sabrositas tetitas”.

A Chiesa aquí le parece evidente también el eco de la poesía humanista que, especialmente con Pontano, había como redescubierto el valor expresivo del diminutivo. En los Carmina pontanianos se encuentran casi todos los diminutivos usados por Folengo (salvo, naturalmente, los de extracción dialectal): balneola, basiolum, bellulus, blandulus, crudulus, dulciculus, fessulus, floridulus, hortulus, languidulus, lectulus, molliculus, somniculus, turgidulus, etc. Grabatulus, atestiguado en Apuleyo, es empleado por Petrarca, y estaba en la lengua culta del tiempo en la forma vulgar grabatolo.

Dentro de la tradición literaria cristiana la Vulgata se configura, pues, como la fuente principal para la mezcla lingüística y el juego de alusiones que es propio de la poesía culta de las Macaronee de Folengo21. También entra en ella la tradición de la Escolástica, las escuelas de Teología22, junto con la jerga monástica, y, desde luego, las ‘chanzas clericales’. Todas estas alusiones –concluye Chiesa-, reminiscencias, calcos y citas están perfectamente insertas en la mezcolanza macarrónica23.









1 Cf. U. E. PAOLI, o.c., p. 137
2 Cf. U. E. PAOLI, o.c., pp. 60-61
3 Cf. E. BONORA, “L’incontro di tradizioni linguistiche nel maccheronico folenghiano”, o.c., p. 87
4 Cf. M. CHIESA, “La tradizione linguistica e letteraria cristiano-medievale nell “Macaronee””, Teofilo Folengo tra la cella e la piazza, Dell’Orso, Alessandria 1988, pp. 7-35. Publicada anteriormente como “La tradizione linguistica e letteraria cristiano-medievale nella “Maccheronee” del Folengo”, GSLI, CXLIX, 1972, pp. 48-86.
5 Cf. M. CHIESA, o.c., p.7
6 Cf. ib., p.8
7 Cf. ib., pp. 8-9
8 Cf. ib., p. 9
9 Cf. ib., p. 9
10 Cf. E. BONORA, Le Maccheronee..., p. 65 cit. por M. CHIESA, o.c., p. 9
11 Cf. E. BONORA, Le Maccheronee..., esp. cap. II: “Struttura e stile del maccheronico”.
12 Cf. M. CHIESA, o.c., pp. 9-14
13 Cf. E. BONORA, o.c., pp. 63-67
14 Cf. ib., pp. 56 ss.
15 Cf. ib., pp. 54 ss.
16 Cf. E. BONORA, o.c., pp. 59 ss.
17 Cf. U. E. PAOLI, o.c., p. 144
18 Cf. E. BONORA, o.c., pp. 58 ss.
19 Cf. B. MIGLIORINI, o.c., p. 87
20 Cf. E. BONORA, o.c., pp. 60 ss.
21 Cf. M. CHIESA, o.c., pp. 15-18. Por ejemplo, “l’ espressione di umilità di S. Giovanni Battista –“ego non sum dignus ut solvam eius corrigiam calceamenti” [Ioann. I 27] – viene sfruttata a più riprese, ogni volta con diversa carica allusiva: “nonne es bastevolus mihi descalzare stivallos” (Zanitonella 991), “si non basto tibi frustos sgambare stivallos” (Zanitonella 995); Merlino stesso nella T si professava: “nec dignus sibi (cioè: “Tiphi Caroloque”) descalzare stivallos” (T Baldus XXV 591)”.
22 Dice Chiesa (pp. 18-20) que la costumbre monástica y de las escuelas de teología de citar frecuentemente la Biblia había dado origen a un uso jocoso, consistente en citar inoportunamente la Sagrada Escritura como sostén de afirmaciones chistosas. Por ejemplo, en el Baldus T XXI 460-462 se cuenta cómo llega un viejo prelado al paraíso, y llama a la puerta, pero “Nemo respondet, quia Nemo est ianitor illic. / Denique post longas batituras, ecce canutus / ianitor alter erat, quem Petrum nomine dicunt.” Y una glosa explicaba: “Nemo fuit vir portinator paradisi ut: “Ego claudo et nemo aperit””, que es referencia a Apoc. III 7: “Haec dicit Sanctus et Verus qui habet clavem David: qui aperit, et nemo claudit, claudit et nemo aperit”. Muchos juegos similares cayeron con la desaparición de las glosas en las redd. C y V, donde el juego lingüístico y un poco intelectual tenían mayor espacio.
23 Cf. M. CHIESA, o.c., p. 35

sábado, 9 de junio de 2012

ANTONIO TORRES-ALCALÁ Y SU DEFINICIÓN DEL MACARRONEO


Ya en nuestro país, Antonio Torres-Alcalá publica en 1984 Verbi gratia: los escritores macarrónicos de España, única monografía existente en España sobre la poesía macarrónica, aparte del imprescindible trabajo de Francisco Márquez Villanueva. Ajeno a las líneas de investigación italianas de los últimos tiempos, Torres-Alcalá elabora una caracterización del híbrido macarrónico por oposición a otros híbridos lingüísticos.

Distingue nuestro autor entre hibridismo lingüístico e hibridismo textual. Se diferencian por el objeto del hibridismo y por su carácter voluntario o involuntario. Así, en el hibridismo lingüístico, lo que resulta afectado es la “lengua”, al nivel de la morfología de la palabra; mientras que en el textual, no es la lengua, sino el texto el que resulta híbrido por el uso alternado, aunque correcto de diversas lenguas (bilingüísmo o poliglotismo textual). En cuanto a la segunda distinción, se dice que los textuales son voluntarios y obedecen a razones literarias, en tanto que los lingüísticos –exceptuando el latín macarrónico- son siempre involuntarios y nacen de un proceso de interferencia1.

Por otra parte, dentro de los hibridismos lingüísticos hace una diferenciación entre lo que convencionalmente llama hibridismo histórico o latente, e hibridismo dinámico o patente. El primer tipo es el que resulta del fenómeno evolutivo implícito en cada lengua, que cambia por influencia de sustratos lingüísticos preexistentes, como ha sucedido y, en cierto modo, sigue sucediendo en las lenguas formales conocidas; el segundo tipo está representado por las lenguas que están aún hoy en proceso de evolución acelerada por la influencia activa y constante de diferentes elementos lingüísticos, como el crêole del Caribe, el caló, el papiamentu de las Antillas, el jiddish, etc2.

Centrándose en la peculiaridad del híbrido que se llama “latín macarrónico” señala Torres-Alcalá que, siendo un híbrido lingüístico, no es ni latente ni patente, y, a diferencia de éstos es voluntario, como el textual3.

Tras estas precisiones términológicas, pasa a un tratamiento más extenso de los dos tipos de hibridismos, para abordar finalmente una caracterización formal del macarroneo. Para él, el hibridismo textual consiste en el uso correcto y yuxtapositivo de varios idiomas formales en la composición de un texto (sintagma, período o párrafo). El hibridismo textual –bilingüísmo o poliglotismo- es el resultado de una necesidad lingüística (glosas Silense y Emilianense) o de una convención estilística, como el que se encuentra en textos de la baja Edad Media y el temprano Renacimiento, debidos a un prurito de virtuosismo lingüístico, y en los que una de las lenguas asume la función de glosa o parodia de la otra u otras (carmina Burana)4.

Por otro lado, insiste en el carácter involuntario del hibridismo lingüístico por oposición al textual. Nace, por tanto, espontáneamente del contacto de una lengua con otra afín o distante. En ese contacto, una de las lenguas se encuentra en desventaja frente a la otra, que es dominante por razones histórico-políticas y / o socio-económicas. Se llama, además, hibridismo lingüístico porque lo que resulta contaminado es el vocabulario, es decir, la morfología, la semántica, el léxico y la sintaxis de una lengua por influencia de otra, en un proceso que Torres-Alcalá llama osmótico5. Pero frente a estos híbridos lingüísticos espontáneos y naturales hay otro, el latín macarrónico, que no se origina como lengua popular en pugna, sino como creación voluntaria de una fórmula literaria por parte de personas cultas en un momento histórico muy determinado: el Renacimiento. Se precisa así que para que un latín sea macarrónico tenga que ajustarse a las siguientes convenciones6:

  1. Tiene que ser un híbrido lingüístico.

  1. Tiene que basarse en errores morfológicos, léxicos, semánticos y / o sintácticos consistentes.

  1. Tiene que ser voluntario, que es la condición esencial para Torres-Alcalá.

  1. Debe ejercer una función paródica, que es lo que permite distinguirlo de otro macarrónico, formal y no latino: el esperanto. Para Torres-Alcalá esta parodia va dirigida al esclerotizado latín humanista, en lo que se aparta diametralmente de su fuente principal, que es Paoli y su idea del “error voluntario” macarrónico como parodia del involuntario propio del latinus grossus.7


En la misma línea, pues, del filólogo florentino, Torres-Alcalá cierra su exposición con un comentario sobre la aparente facilidad del macarroneo8:

[...] Que no se atrevan los neófitos, porque este latín es elitista: sólo los humanistas y filólogos pueden macarronizar con elegancia. De ahí que exista una clase de macarrónico de baja estirpe, cuyas únicas posibilidades son el humor chusco, la prosa en vez de la poesía, y cuya genealogía se ve más claramente emparentada con el “latinus grossus” que con el clásico macarrónico. Todo depende del uso que se haga de los elementos constitutivos de este nuevo híbrido sin “carnet”.




1 Cf. A. TORRES-ALCALÁ, o.c., p. 22
2 Cf. ib., p. 22
3 Cf. ib., p. 23
4 Cf. A. TORRES-ALCALÁ, o.c., pp. 23-24
5 Cf. ib., p. 31
6 Cf. ib., pp. 33-34
7 Cf. A. TORRES-ALCALÁ, o.c., p. 8: “[...] Lo que el escritor macarrónico hace es imitar la lengua tosca de los notarios ignorantes y parodiar con ella la archiusada y ya hastiada de los humanistas; de ahí que el siguiente paralelismo sea válido: si, como la crítica ha apuntado, los humanistas asestaron un golpe mortal al latín de los clásicos, los macarrónicos lo hicieron con el de los humanistas”.
8 Cf. A. TORRES-ALCALÁ, o.c., p. 37

sábado, 2 de junio de 2012

LUCA CURTI Y LA DUALIDAD DE PERSONAS MACARRÓNICAS



En las actas del congreso folenguiano de 1991 se publica un estudio de Luca Curti, Sul macaronico,1 donde se pasa revista al estado de varias ‘cuestiones’ macarrónicas, entre ellas la lingüística. Considera Curti que la propuesta de definición de Paccagnella basada en el concepto de “interferencia lingüística” de Weinreich no define la sustancia del fenómeno, a pesar de que lo describa con exactitud2. Prueba de ello sería para Curti el hecho de que Lazzerini, a pesar de sostener la tesis opuesta, pueda sin dificultar aceptar, y hasta englobar en su discurso la opinión de Paccagnella y Segre. Lazzerini, aceptando el hecho de que el macarroneo se sitúa “sobre un plano diferente respecto al hibridismo de los sermones, pasando de la mezcolanza salvaje a una siempre más rigurosa codificación de la interferencia lingüística”, rechaza una diferencia radical entre los dos fenómenos tanto en sus conclusiones de 1982, ya reproducidas, como en las de 1988: “pero insistir sobre las diferencias parece francamente excesivo, cuando las analogías se revelan, por decir poco, clamorosas; y sería quizás oportuno evitar los distinguo demasiado sutiles, también por conjurar el riesgo, siempre presente, de volverse más realistas que el rey; en este caso, más macarrónico-puristas que Folengo, visto que los macaronica verba atribuidos al nodarus no son ciertamente fragmentos de la Zanitonella y ni siquiera de la Tosontea, sino modestos especímenes de latín pedestre”3.

En opinión de Curti la conclusión de Lazzerini resulta impecable, pues no resulta lícito asignar, en una descripción realizada en términos de “interferencia lingüística” un puesto diferente a Tifi o a fray Valeriano da Soncino, al latín del nodarus o al de Tognazzo (personaje de la Zanitonella folenguiana), o incluso al de Pomponazzi: “se podrá, a lo más, distinguir entre diferentes grados de complejidad, o entre el relieve (mayor o menor) de los componentes [de] la mezcla lingüística; pero no hay razón para excluir una u otra expresión mixtilingüe del canon de la “interferencia””4. La diferencia va a buscarla Curti en argumentos extralingüísticos.

Curti empieza por tomar el recurrente ejemplo del nodarus, cuyas palabras son interpretadas por Lazzerini como macarrónicas5. Para Curti la clave del problema radica, precisamente, en el autor de la definición, único hecho que explica que la lengua del notario, “instrumento de honradísimo oficio”, sea definida de tal modo, pues este definidor, que observa desde fuera este lenguaje manejado con seriedad, lo ‘bautiza’ y se ríe de él. Este tal es el poeta macarrónico, cuyo blanco es el nodarus. Y no cree Curti que sea útil distinguir entre macarrónico consciente (el de Folengo) e inconsciente (el del nodarus): en su opinión sólo existe el macarrónico consciente6.

Curti entiende, pues, el macarrónico en un sentido mucho más restringido que Lazzerini, es decir, limitado a los textos de los poetas que se definen y se presentan como ‘macarrónicos’. Para establecer claramente la diferencia, le es preciso definir el “carácter distintivo” del macarroneo. Lazzerini, por su parte, lo había situado “en las cosas ‘da rider’ [...]; en la disonancia lingüística variamente perseguida, y, sobre todo, en la materia obscena, escatológica o rústica vertida en los crudos idiotismos que sobresalen dentro de la austera estructura del verso clásico”7, y este carácter cómico puede sin duda encontrarse en fragmentos de los sermones híbridos e incluso en textos más antiguos.

Curti afirma que es ciertamente indiscutible que se produce comicidad sirviéndose de un lenguaje híbrido, pero que “lo que aparece como exclusivo del macarrónico es [...] la producción de comicidad a través de la mera presencia de la mezcolanza (así como, entiéndase, de la interferencia)”8. Ilustra su idea con dos textos; el primero, tomado de un sermón de Bernardino da Feltre:

Costume et consuetudo est de grandi dicitori et oratori, nel suo parlar far gran mostra in principio, et ostendere ciò che sanno. Ita quod graeci, latini, antiqui et moderni sono accordati a non sermonizare sine magnis exordiis et prohemiis.

Y el segundo, es un verso de la Macaronea de Tifi:

Ad finem misse oculis guardate la terra.

Señala Curti que en ambos textos existe ‘contraste’ (en el caso en cuestión, simple yuxtaposición ) entre latín y vulgar; que en ambos casos no hay vocabulazzi, es decir, macarronismos, que para Curti son “expediente principal y fácil de todo tipo de creación de comicidad, y que podrían, pues, ayudar a cancelar distinciones importantes”9, y que no obstante resulta claro que el primer texto es serio y el segundo por contra cómico, a pesar de usar los mismos materiales lingüísticos.

Curti no pretende decir que el texto de Bernardino no haga reír mientras que el de Tifi sí, sino que en el primero el paso de un idioma a otro es concebido como mero instrumento de comunicación, mientras que en el segundo el mismo procedimiento es visto como cómico10.

Tal restricción significativa en el macarroneo debe basarse, según Curti, en una clave extralingüística basada en una relación unívoca entre autor y lector. El autor se duplica en una ‘primera persona’, el propio autor de la macarronea, cuyo retrato corresponde en líneas generales al de un humanista típico, y en una ‘segunda persona’, el autor “macarrónico”, escritor ficticio que parece pensar que la lengua del nodarus y de los predicadores sirve para escribir hexámetros de cuño clásico. La solidez de este juego literario queda asegurada por los rasgos de maestría métrica y erudita propios de la primera persona, mientras que la segunda queda en evidencia (y expuesta así a la risa) mediante el intencionado empleo del latinus grossus, los disparates sintácticos, las intrusiones del dialecto y la cultura que encarna11. El lector, por su parte, si posee un bagaje cultural similar al de la primera persona macarrónica, podrá apreciar el juego literario sin confundir las personas, sancionando así el acto comunicativo macarrónico, que constituye la razón sine qua non de la macarronea.





1 Cf. L. CURTI, “Sul macaronico”, Atti Convegno 1991, pp. 141-182
2 Cf. ib., p. 155
3 Cf. L. LAZZERINI, Il testo..., pp. 114-115 cit. por L. CURTI, o.c., p. 156
4 Cf. L. CURTI, o.c., p. 156
5 Cf. en este blog las entradas bajo la etiqueta "Lucia Lazzerini" donde se dan la cita, concretamente en las nn. 11 y 4 de las dos últimas entradas respectivamente.
6 Cf. L. CURTI, o.c., p. 157
7 Cf. L. LAZZERINI, o.c., pp. 116-117 cit. por L. CURTI, o.c., p. 159-160
8 Cf. L. CURTI, o.c., p. 161
9 Cf. L. CURTI, o.c., p. 160
10 Cf. ib., p. 161
11 Cf. ib., pp. 161-165