Mientras,
Cíngar ordena a Berta seguir la comedia;
ésta al
punto de muselina blanca se viste,
por
engalanarse, la cara se empolva con albayalde,
y las
trenzas se peina triple moño formando, 205
y hácese
rizos con hierro puesto al fuego al efecto.
Su pelo
cubre con cofia llena de trémulas cintas,
y de la
frente en el medio una banda muy bella se pone;
tras esto,
un chal traslúcido de color amarillo
coloca en
los hombros, y sobre sus níveos pechos extiende, 210
y en medio
del pecho lo sostiene gracias a un broche.
Ya era la
fiesta, en que los campesinos bajo el olmo
bailan, y
brincan al armonioso son de la gaita.
Aquí vino
Cíngar, que a Berta aposta había seguido,
y al tiempo
estaban mirando a los paisanos danzantes, 215
con tanto
estrépito que toda la tierra temblaba.
Éste da un
salto en el aire frente a su chica querida,
aquél con
triunfal giramiento una cabriola ejecuta,
y uno se
lanza al aire dando un giro en redondo,
y otro da
vueltas en torno de sí mismo tres, cuatro veces. 220
Hay quien da
tantos giros por fatigar a la chica,
hay quien de
gritar no descansa: "¡toca, gaita, pavanas,
haz
spingardò,
una strazza,
y un matarello,
o bien
mazzacrocca,
o una España,
o una gallarda".
Muchos, de
tanto sudar fatigados, se acumulan 225
en las
tabernas vecinas, y vasos trasiegan sin cuento.
Redoblan a
fuerza de copas su soplar los gaiteros,
que oyes
desmenuzar el sonido con lengua vibrante.
Mientras,
como es costumbre, había acabado un baile:
esperan las
gaitas que alguien encargue alguna otra danza. 230
La mujeril
compañía había vuelto a sentarse,
y se
enjugaban los hombres los rostros muy sudorosos.
Cíngar
lleva alabarda y puñal de hoja anchurosa,
y de
bravucón se las da ondeando un largo penacho,
y lanza
miradas atravesadas que espanto levantan. 235
De
improviso, planta en la tierra el pie de la lanza,
al tiempo
que de encima se quita la cota de malla;
se saca de
la bragueta una bolsa llena de cuartos,
y a los
músicos da no sé cuántos falsos dineros,
(nunca en
verdad su bolsillo tuvo buena moneda) 240
Luego se
quita la gorra, y se inclina doblando rodilla,
a una
mozuela invitando, la más bonita que había,
y entonces
la gente agarra al resto de las muchachas.
Libre
quedando Cíngar de su pesada coraza,
ágil en su
jubón se encuentra, y salta ligero, 245
y, bailarín,
obtiene siempre los premios de bailes.
De las
pifánicas danzas ni una iota se olvida,
y manda con
voz estentórea que los bailes comiencen.
Como el
cabrito, cuando el sol de mañana se yergue,
salta del
establo el primero, y dejando a su madre, 250
brinca por
aquí y por allá, se solaza, y salta muy alto,
tal era
Cíngar, quien, quitándose el jaco
de encima,
de un solo
salto llegaba a subir tres brazos de altura,
ya sobre sí
girando derecho, encogido, o enhiesto;
mirábanlo
todos estupefactos por gato teniéndolo; 255
Y ya
aparece Tognazzo, que ambas manos apoya
firmes en la
cintura, sin que cheposo parezca,
tiesas lleva
las piernas, mientras muy estirado
camina, y
apenas deja sus huellas de pies en la arena.
Luego frente
a Berta se planta abriendo las piernas, 260
el viejo
decrépito mira a la joven con concupiscencia.
Al punto el
burlón de Cíngar en esta cosa repara,
por lo que,
guiñando el ojo, clava en Berta la vista,
y hácele
una señal, como suelen hacer los bribones.
La
despabilada Berta, del plan de Cíngar al tanto, 265
actúa igual
que doncella que del altar va en camino.
Mas de tanto
en tanto alzaba sus ojos -¡ay!- pícaros,
y de su
rostro risueño lanzaba miradas ardientes.
¡oh!
imaginar puedes qué llamaradas dentro del pecho,
o qué
flechazos sentía entonces tío Tognazzo! 270
Suspira el
viejo, y suspirando ¡puaf! de gargajos
escupe
algunos grandes como monedas y cuartos.
Se alza ya
sobre el pie derecho, ya sobre el izquierdo.
Se rasca
asaz la cabeza, y quieto en ninguna postura
se queda,
sin que se mueva miles y miles de veces. 275
"¡Ay,
carajo!, -hablaba consigo-, ¡olé, mis cojones!
¿así tú,
zorra de Berta, me sacas los higadillos?"
Cíngar
había avisado antes a algunos bribones,
por que
vigilaran los movimientos del viejo tronado.
Todos sopa
de risa haber parecían tomado, 280
así a tal
punto, entretanto, revientan sus pechos de risa,
pero no
piensa Tognazzo que éstos de él se choteen,
sino que más
guiña a Berta, y ésta a él le responde:
Berta
berzotas lo vuelve, en medio de befas y bufas.
Cíngar
bailando, pasa delante de tío Tognazzo, 285
y haciéndose
el compadre, así le habla a la oreja:
¿Qué
esperas? Ella quiere bailar tres horas contigo".
Tal dice, y
pasa como si nada hubiérale dicho.
El viejo no
hácese decir la cosa dos veces,
a Berta se
apresura, si quiere bailar le pregunta. 290
Ella al
poner de piñón boquita y haciendo caritas,
se inclina,
y, presurosa, le tiende la mano izquierda.
Unidas,
pues, al punto las palmas, el baile comienzan.
Entonces, de
pronto, estalló la gente en gran risotada;
mas Cíngar
se afana en cortar las risas por dondequiera, 295
pues así
riendo podrían romper la tramoya.
Se
encuentran allí boneteros
cinco, compadres de Cíngar,
llamados
Brunello, Gambone, Guercio,
Schiavina, y Lanfranco,
siempre
dispuestos a zaherir a la gente con pullas;
se
cachondeaban, pues, de Tognazzo bajando la voz, 300
pero no
tanto que el viejo no se entere de todo.
Guercio
dice: "¡qué ágil se muestra en todo su cuerpo!"
añade
Schiavina: "¡mira con qué energía da saltos!"
Responde
Gambone: "Es ligero y ágil a tope,
juro por
Dios que bailando no rompería ni un huevo!" 305
Habla
Brunello: "Sorprende cuánto salta a lo alto,
más alto
andar, empero, podría sin la casaca."
A lo que
responde Lafranco: "Es verdad lo que dices,
pues así
mostraría a su amada su bella figura."
Oye Tognazzo
todo aquello que éstos comentan, 310
por lo que
más salta, y con más gallardía sus altos
jarretes
eleva, y tocar el cielo parécele verse.
Cree como
Evangelio lo dicho por los bribones.
Al punto de
la giornea
se libra, y se desciñe,
y el brazo
tendiendo a Berta, manda a ésta que tire, 315
como tirar
solemos cuando a otro ayudamos.
Aquélla la
manga del gabán y de la camisa
coge de mil
amores, tira y todo lo saca,
todo a la
vez, sin que Tognazzo advierta la cosa.
Pero al fin
se da cuenta de que la camisa le quita, 320
y el pobre
hombracho, queriendo arreglar el desaguisado,
en mil
jirones ya la cabeza envuelta tenía.
Pero más
ella tira, y más aquél la sigue en su tiro,
y fuerte
gritaba: "¡deja, carajo, ya la camisa!,
para sacarme
el gabán basta con tirar de la manga". 325
Mientras
tiran de él, no ve ni un pijo de nada,
pues todo el
molondro envuelto lo tiene en toda esa ropa;
casi en
pelotas estaba, el culo en parte mostrando.
Viéndolo
Cíngar, se acerca, y de calzoncillos el lazo
suelta, y
todo desnudo quedose aquél a la postre, 330
y le cayeron
hasta las corvas los paños menores.
Tan gran
risotada se dio en la gente desprevenida,
que cien
Marguttes
habrías pensado que allí se encontraban.
Queriendo
Tognazzo escapar así sin los calzoncillos,
y algún
escondite buscar do disimular su bochorno, 335
hete que
echando a correr, se dio una tal costalada,
que igual
que un tambor su barriga sonara dando en el suelo:
tenía, en
verdad, los calzones liados en los tobillos,
tal que los
pollos que llevan atadas las patas de estopa.
Acuden los
pueblerinos a ver al viejo desnudo. 340
"¡Ay,
ay! -gritaban-, "¡oh, oh, esto es pa' morirse de risa!",
y las
mujeres vuelven a otro lado su rostro,
porque sólo
de noche prescinden de la vergüenza.
Aquél, de
Cipada cónsul y líder de los senadores,
delante
tenía las manos sobre la bolsa y dineros, 345
detrás el
pandero muestra listo para azotainas.
Con el arder
del amor acaba así la vergüenza,
todo lo
vence el amor,
mas a amor el oprobio lo vence.
Puesto ya en
pie, de allí se escapa rapidamente,
no menos
dejando a su paso los trapos que lo cubrían, 350
que al
cazador que lo sigue abandona el castor sus pelotas.
Nunca he
visto correr con tanta presteza una gata,
después de
haberse caído de las techumbres abajo.
Llegando a
la postre a donde podía tenerse a resguardo,
bajó la
cabeza angustiado por un oprobio tan grande, 355
no osa alzar
la frente, sino que mudo estas cosas
piensa, y se
habla a sí mismo como si fuera a un otro:
"¡Oh,
viejo Tognazzo, qué desgracia te ha sucedido!,
¿no daste
cuenta, tan pobrecito, de tu ludibrio?
Ha poco
chismorreaba que toda mujer es bellaca, 360
que
deberíamos crédito dar al ladrón de Mahoma,
más que a
las lenguas falsilocuentes de las mujeres,
¿y veo que
ahora la puta de Berta me ha dado coba?.
¡ay, que
pensaba que era yo más feliz que cualquiera,
y, en
cambio, ahora la gente, pobre de mí, se chotea! 365
Aconsejar a
otros yo sé, pero a mí mismo hacerlo
no sé; de
mi necedad la culpa es solamente.
De nada vale
el consejo, si de seguirlo se pasa.
Da malamente
consejo, quien bien usarlo no sabe.
Vergüenza
siento de haberme engañado, y de amor arrastrado,
370
la trampa no
vi, hasta que la vergüenza la venda de ojos
quitó, y
cayose la máscara que mi cara cubría.
Sobre la
leche esparcida llorar no vale de nada."
Mientras
así se humilla a sí mismo, Zambello acude,
le entrega a
Tognazzo sus trapos, y ambos de allí se retiran.
375
Tres días
estuvo aquél por entero escondido de todo
contacto
humano; no obstante, en lo hondo del pecho la ira
le
reconcome, dispuesto a vengarse; y aquella injuriosa
burla de
Cíngar y Berta no sale de su cabeza.
Así
perdiose por siempre el respeto a tío Tognazzo, 380
quien fuera
tenido en aquella ciudad en el más alto grado,
para que
fueran mejor las maquinaciones de Cíngar.
_________________________________________________________