Mientras
Baldo llegó del palacio a la parte más alta,
cuya espada
sangre y sesos ya chorreaba;
y, aunque
potencia posea por don de la naturaleza,
el odio,
empero, le da una fuerza aún más intensa.
Quiere dar
muerte a toda costa al tirano Gaioffo, 450
no tanto por
haber sido de éste con trampa cogido,
sino por que
era de los ciudadanos honrados azote.
No se
enfrentan a Baldo las dos veces cinco familias
que de
Sordello en el tiempo solían darse a la guerra:
Agnelli,
Abbati, Capriani, la estirpe de los Folengo, 455
Gorni y
Alebrandí, Tosabezzi, y luego Copini
y Conegrani,
Cappi; estos linajes de siempre
han
sostenido la noble ciudad de Mantua con gestas.
Mientras
Baldo va a matar un monstruo tan feo,
a él entre
gritos ininterrumpidos le tiran encima 460
piedras,
trabes, brasas ardientes, calducho sobrante.
Tal bravo,
no obstante, sale de bajo tales derrumbes,
sin que la
suciedad la más mínina mancha le deje.
Llegando a
la postre donde ya ninguna de escape
hay vía a
Gaioffo, a menos que de una ventana se tire, 465
y de mil
cavezzi
dé un salto en el aire,
dale un
tremendo revés manejando su espada estridente,
pero no le
dió; ¿por qué?, no lo sé; basta que ese
golpe falló;
sin embargo no siempre será de tal modo.
Mas fue de
la fuerte espada tocada una enorme columna, 470
que, en tres
trozos rota, se desmorona por tierra,
y cae con
ella una amplia porción de la gruesa muralla,
y hombres
innumerables murieron entre ladrillos.
No por esto,
empero, ceja en correr nuestro héroe,
pisa los
pies a Gaioffo, quien pide, grita socorro. 475
Vuélvese a
Baldo de tanto en tanto, y pide entre súplicas
que lo
perdone, y le promete darle un tesoro,
si a un
desgraciado se digna otorgarle salva la vida.
Se indigna
el paladín, y rehúsa darle respuesta.
Cuanto más
le ruega, más hace sordos oídos. 480
Si entonces
quisiese en regalo dar de Génova bancos,
y cuantos
ducados trafican los de la ciudad de Florencia,
la probidad
gentil del guerrero no habría aceptado.
Cualquiera
se caga en el oro, si al propio honor pone estima.
Finalmente
de un rincón consigue que salga. 485
Inútil el
grito de hombres, las armas y bravuconadas;
pasa por
medio de las espadas, empero, llevando
al vil bajo
el fuerte brazo; su otra mano a espada
miembros
siega, mientras se apresta a bajar la escalera.
La baja, y a
viva fuerza se arrima a su caballo, 490
salta sobre
el arzón, ¡y su pie no tocó el estribo!
No de otro
modo he visto a veces por entre los campos
a un lobo
llevar un cordero, o zorra una gallina,
que ni los
mastines ladrando, ni del lugar habitantes
pueden
recuperar ni con hechos ni con palabras; 495
así lleva
Baldo al rey indigno a fuerza de brazo.
Pero
entretanto Cíngar cejó de blandir la su espada:
el puente ya
había sido bajado, y de escape expedita
hay vía;
viéndolo Baldo, primero llama a Leonardo,
y escapan
los tres a la vez, pues del escuadrón de Leonardo 500
nadie estaba
en pie, ninguno quedaba con vida;
tres son,
digo, los que se escapan, y toman las de Villadiego.
De
perseguirlos no se preocupan, cansados, los necios,
y a Dios
agradecen de tres diablos haberse librado.
Cada cual
regresa a su casa, y a muchos los llevan 505
a pulso en
parihuelas, ya muertos, ya malheridos:
quién
privado de un brazo, quién de una pierna, del cuello;
quién sin
rodilla cojea, quién de cadera carece,
uno, en
búsqueda de su nariz, no la encuentra, y un otro
no se
rascará nunca más la cabeza a falta de uñas. 510
Entonces los
herbolarios Scardaffo, Aquario, y aqueste
Rigo
que usaba de agua bendita hacer lavativas
acumularon
de aquellos pocos sin duda curados
mil cequíes
y de no pocos por ellos matados.
Así se
desvela el por qué, y la cuestión queda clara, 515
por la cual
esos tres el mundo de laudes de Baldo
llenaron, y
al par escribieron libros de gracia pujantes;
pues si se
da de ganar la ocasión, de cantar asimismo,
y de Marón
la boca no ensalzaría a Augusto,
si de Marón
en la bolsa no hubiera de Augusto florines. 520
Mas a la
postre Baldo, Cíngar y el joven Leonardo,
después de
trece millas entre trote y galope,
de Verona
llegan hasta aquella campaña,
donde
durante tres días sin pausa piedras llovieron.
Aquí
desmontan de sus caballos, ya fatigados, 525
y luego al
podestà atando sin miramientos,
lo azotaron
entero con flagelos de mimbre.
Cíngar
solo, con arte suprema, cumple el oficio;
Baldo camina
ocioso, y con Leonardo conversa,
pues, aunque
no lo mereciera, podrían haberse apiadado, 530
si visto
hubieran las penas sufridas del cuerpo malvado.
Cíngar es
diferente: él mismo al mísero ata,
y las
pelotas le corta junto al miembro perverso,
que tantas
veces entró en boquetes por ley prohibidos.
Le hace a la
fuerza comerlos como si fuera higadillos. 535
Aquel
desdichado devora sus genitales del mismo
modo que una
gata, maullando, una cebolla.
Luego, sin
tijeras usar, la nariz le arranca,
y las
orejas, ojos y dientes con una tenaza:
y dejáronlo
tan malparado y tan maltratado, 540
que, vuelto
a la postre alimento de tábanos implacables,
el
desdichado alma y espíritu dio al diablo.
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