1. Panorama de la poesía
macarrónica en la primera mitad del siglo XVII.
Aparte del emblema macarrónico "otiositas vitanda", la producción macarrónica de este período
que se conoce en la actualidad se reduce a tres pequeñas
composiciones. A esta limitación numérica hay que añadir otra
geográfica, pues el poema del bachiller Pero Miguel y el de puño y
letra de Rodrigo Caro fueron escritos en Sevilla, importante foco de
producción macarrónica. Las dos primeras
macarroneas figuran como motivos de orden anecdótico en obras
impresas de significación más amplia, y la tercera nos ha llegado
en forma de borrador manuscrito. Esta escasez de testimonios, así
como su brevedad, es una prueba del carácter efímero y preterible
que se daba a estas composiciones, cuyo cultivo fue, no obstante,
mucho más abundante de lo que podría deducirse de lo salido a la
luz hasta la fecha. En el terreno formal y estilístico, estos poemas
reflejan la regularidad prosódico-métrica que se manifestaba ya
claramente en las macarroneas lepantinas de 1571, y su incipiente
refinamiento en la creación y manipulación estilística de
macarronismos, ante todo en la composición de López de Úbeda.
Estas dos tendencias no harán sino afinarse en la centuria
siguiente. Es, asimismo, notable la ausencia de calcos folenguianos,
de cierto peso todavía en el contemporáneo emblema macarrónico de
1606 (otios.). El rasgo más llamativo desde el punto
de vista métrico es el empleo, por segunda vez desde la macarronea de Juan Méndez Nieto en la
historia de la macarronea española conocida, del dístico elegíaco
clásico compuesto de hexámetro y pentámetro, que es el patrón
métrico usado por Pero Miguel en su obra. En esta última, aunque no
falte en las otras dos, destaca la influencia del conceptismo que
triunfa en la literatura vulgar contemporánea.
2. La macarronea inserta en La
pícara Justina
de Francisco López de Úbeda.
2.
1. Autoría, datación y contenido del conjunto de la obra.
El
médico toledano Francisco López de Úbeda
publica en 1605 el Libro
de entretenimiento de la pícara Justina,
primera novela picaresca que tiene un protagonista femenino. Señala
Rey Hazas que fue escrita en los primeros años del siglo XVII por un
médico de los llamados “chocarreros”, con el fin de “entretener”
y divertir a los cortesanos de Valladolid con sus chanzas,
jeroglíficos, adivinanzas y alusiones satíricas y veladas a
personas y hechos concretos.
La novela constituye las memorias ficticias, narradas en primera
persona, de la ya vieja Justina, desde su nacimiento hasta su boda.
La obra se divide en cuatro libros, con un título bastante explícito
sobre su contenido. El libro primero lleva por título “La pícara
montañesa”, en alusión a su origen astur-leonés y las
connotaciones de hidalguía –burlescas en este caso- que se le
suponen a sus naturales. En él se narra la educación y crianza de
Justina en el mesón de su padre, modelo de mesonero desalmado. El
segundo, “La pícara romera”, cuenta las salidas de Justina de
Mansilla, su pueblo natal, tras la muerte de su padre, llevada por su
afán de ver mundo y divertirse en fiestas y romerías. Gracias a su
ingenio y desenvoltura consigue salir con bien de todos los peligros
–sobre todo para su doncellez-, y volver ufana y entera a su
pueblo. En el tercero, “de la pícara pleitista”, Justina se ve
obligada a salir de su terruño ante las intrigas y violencias de sus
hermanos, que pretenden arrebatarle su herencia, pero gracias, de
nuevo, a su picardía consigue salir con bien del lance y del pleito,
y volver victoriosa a sus lares. El libro cuarto se denomina “de la
pícara novia”, pues en él Justina tiene como único propósito el
hacer un casamiento adecuado. En medio de algunos desplantes
antológicos, Justina pasa revista a sus pretendientes, hasta su
elección definitiva y boda, con la que concluye la novela.
2.
2. Estructura de la obra.
Cada uno de los libros
aparece dividido en capítulos con título ilustrativo del contenido.
Los capítulos de los dos primeros libros se encuentran subdivididos,
en su mayoría, en “números”, con su propio título también. El
libro segundo se compone de tres partes, con sus respectivos
capítulos y números. Los capítulos o números de cada libro
cuentan, bajo el título, con una pequeña composición poética, en
un esquema métrico siempre distinto y explicitado,
que resume el contenido del capítulo o número, y de un así llamado
“aprovechamiento” en prosa al final del capítulo o número. En
estos textos breves se recoge una lección moral, partiendo del
ejemplo negativo ofrecido sistemáticamente por las palabras y obras
de Justina.
Rey
Hazas, tras resaltar la utilización constante de adivinanzas oscuras
y jeroglíficos en la obra,
apunta la influencia de la literatura emblemática en este esquema
compositivo:
La técnica de composición de
nuestro “Libro de entretenimiento” parece estar relacionada
también con la literatura emblemática: un mote, unos versos que
explican el mote y un desarrollo en prosa que explica los versos, es
una técnica que puede proceder de libros de emblemas como los de
Horozco, Soto y Borja.
El
efecto paródico que pudiera tener la estructura depende obviamente
de la familiaridad de los lectores con los libros de empresas y
emblemas, con lo que se demuestra indirectamente la popularidad de
esta literatura entre los aristócratas a los que Úbeda dirige su
“Pícara Justina”.
Como se comentó aquí, el emblema prototípico es
tripartito: lema o mote, imagen, y epigrama o poema. Este esquema se
ve ampliado en autores españoles como los Horozco y Soto citados por
Rey Hazas con un comentario en prosa. Por otra parte, el epigrama,
tal como se forja en la tradición alciatiana, consta de dos partes:
una primera en la que se describe el motivo pictórico, y otra en la
que se expone la moralidad de tal figura. Horozco modificó este
modelo, eliminando la descripción del cuadrito, aunque subsiste la
explicación moralizante.
Ciertamente,
en algunos capítulos o números de La
Pícara Justina
pueden distinguirse algunos de estos elementos. De tal suerte, en el
número primero “De la castañeta repentina” del capítulo
primero “De la romera bailona” de la primera parte del libro
segundo “La pícara romera” la composición poética rubricada
como ‘canción de a ocho’ recoge la descripción de una figura y
un mote de tipo claramente emblemático:
El
gusto y libertad determinaron
Pintar una bandera
Con sus triumphos, motes y
corona,
Y, aunque varios, en esto
concordaron:
Libertad saque a Justina por
romera,
El gusto saque a la misma por
bailona.
Sea el mote: En Justina,
De
gusto y libertad hay una mina.
Dicho
número cuenta las diversiones y bailes que tuvo Justina en una
romería, cerrada con la asistencia poco devota a una misa. El
“aprovechamiento” del fin del número critica, como de costumbre,
la actuación de la pícara:
Muchos
y muchas de las que en nuestros tiempos van a romerías, que van a
ellas con solo espíritu de curiosidad y ociosidad, son justamente
reprensibles y comparados a aquellos peregrinos israelitas que,
caminando por el desierto a donde Dios les guiaba, dieron en ser
idólatras. Y nota el modo de oír misa desta mujer libre y olvidada
de Dios.
De
modo similar, en el número tercero “De los beodos burlados” del
capítulo segundo “La Bigornia burlada” de la primera parte del
libro segundo, el poema introductorio, notado como ‘octava de
consonantes hinchados y difíciles’, habla de una “picaresca
estampa” y añade un mote al final:
La
fama, con sonora y clara trompa,
Publique por princesa de la
trampa
La gran Justina Díez, que
con gran pompa
Vuelve su rebenque en sceptro
y le estampa.
La que usa del rebenque como
trompa,
La que llueve azotes y no
escampa,
La que de su carreta hace
palenque,
Y sceptro, lanza y trompa del
rebenque.
¡Oh fama, cuyo acento el
orbe encampa!
Tu sombrío clarín no se
interrompa
Hasta ver la picaresca
estampa,
No digo en papel puesta, do
se rompa,
O en letra de escribano, que
haga trampa,
Sino en peña, en quien no se
corrompa
Memoria de un triunfo tan
ilustre,
Con el siguiente mote por más
lustre:
MOTE
Justina triunfó de ocho
beodos,
Echándolos del carro a
azotes todos.
En
el número Justina cuenta el final de la burla que tramó contra los
estudiantes que la raptaron de una romería en un carro para intentar
violarla. Justina consiguió emborrachar a éstos, y llevó el carro
a su propio pueblo, donde los echa de él casi desnudos y a azotes.
El “aprovechamiento” es como de costumbre ajeno al espíritu del
poema, y del texto en primera persona de Justina:
La
beodez no sólo impide los buenos intentos y daña a la vida de la
razón, pero hace que el que se embriaga peque más y guste menos. En
especial, note el lector en qué paran romerías de gente
inconsiderada, libre, ociosa e indevota, cuyo fin es sólo su gusto y
no otra cosa.
En
estos poemas se ofrece verdaderamente un mote y una descripción que
puede plasmarse en una imagen, pero falta la lección provechosa que
puede extraerse de ésta. La razón de esto está en la intención
con que el autor maneja la tradición emblemática según Rey Hazas:
El
vivero del médico toledano es casi siempre su propia invención,
pues no usa apenas material que proceda directamente de autoridades
como Valeriano o Alciato. El motivo de esta originalidad radica,
sobre todo, en el fundamental carácter satírico de nuestra obra, ya
que los emblematistas españoles (“relatores de la jiroblera” los
llama Justina), que vulgarizaron la erudición de Alciato, eran
escritores políticos, religiosos y moralizantes que ofrecían un
perfecto modelo de imitación o parodia –en este segundo sentido
actuará la imaginación creadora de López de Úbeda-, ya que sus
técnicas eran tan tópicas, que parecían ser todas iguales, y,
además, pergeñaban extrañas y fantásticas historias basándose en
los detalles más triviales.
El
mismo crítico señala incluso cómo la finalidad edificante de la
que pueden dar cuenta, por ejemplo, los “aprovechamientos”, es
irónica y falsa: “No hay moralidad en este Libro
de entretenimiento,
sino parodia de ciertas obras con propósito moral, como el Guzmán
de Alfarache”.
Por otra parte, en el resto de cuarenta y ocho composiciones poéticas
que aparecen en la obra, no pueden distinguirse los elementos de
descripción y moralización propios del emblema, sino que tienen un
carácter eminentemente ilustrativo sobre el contenido del capítulo
o número que encabezan.
2.
3. Localización y contexto argumental del poema macarrónico.
Entre
tales poemas se encuentra uno calificado como ‘versos heroicos
macarrónicos’. Aparece abriendo el capítulo segundo, titulado “La
Marquesa de las Motas”
del libro tercero, “De la pícara pleitista”. Rey Hazas reproduce
la apostilla marginal de la ed. príncipe: “Suma
del número.
Usa oficio de hilandera y en él raros enredos por los cuales, le dan
nombre de Marquesa de las Motas”. Cuenta el capítulo algunas de
las andanzas de Justina en Rioseco -Madrid- mientras espera la
resolución de su pleito en la Audiencia. Para hacer algún dinero,
decide hacerse aparentemente hilandera siguiendo el ejemplo de tres
viejas hilanderas vecinas. En compañía de una de éstas va en un
par de ocasiones a pedir lana para hilar a casa de un cardador
morisco, barbado y aficionado al aceite. Cuando se hace ya conocida
de todos, propone a las viejas, que, dada su mala salud, la autoricen
a ir por lana en su nombre a cambio de tres cuartos. Éstas aceptan,
y entonces Justina, que hace que otras hilen para ella, trama un
enredo, por el que obtiene el apodo de Marquesa de las Motas:
Al punto que yo llegaba en
casa del maeso, los cardadores, desvalidos y a porfía, se levantaban
a tomar el peso y pesas para pesarme las libras de lana que se me
habían de dar para llevar, como colectora y agente de mis viejas,
para que hilasen. Y entonces, ora por descuido del que pesaba –que
atendía más a verme que a poner el peso y pesas en razón-, ora por
hacerme placer y obligarme, ora por mi ruego, ora porque yo daba al
peso un pasagonzalo a lo disimulado, me solían dar dos o tres onzas
y a veces un cuarterón de más. Vean, pues, en treinta o cuarenta
libras, otros tantos cuarterones de más que me daban y otros tantos
de menos que yo tornaba, confiada en que las mismas diligencias me
habían de valer, si era una mina, ¡y sin hilar una mota! Demás
desto, yo ponía la lana hilada en parte húmeda, y como la lana
cogía humedad, pesaba mucho más, que la lana coge cuantos licores
se le juntan, y por eso fue jeroglíphico de la niñez y del mal
acompañado.
¡Hola amigo avisón!, que por
eso te hago avanzo de mis pasadas travesuras, que para sólo
decirlas, bien excusado fuera el hacerme yo escriptora.
Vino,
pues, a ser que no había día en el cual con faltas y sobras no me
quedasen horras tres, cuatro, cinco libras de lana hilada en mi casa,
porque la cuenta que yo pedía a las viejas era estrecha, más que
pulgarejo de liebre, y la que yo daba más ancha que calle de corte.
Vendía cada libra de lana por tres, cuatro o cinco reales, y a veces
por siete, según era, y para abonar más mi hecho y mi persona y
asegurar mi juego, di en una cosa, y fue que compré a una moza de un
tejedor gran cantidad de tamo y motas de jerga, y no me costó muy
caro, que por un pedazo de pan me lo dio la triste, que diz que en su
casa rodaba tanto el pan, que no lo podía alcanzar, si no era con
las alas del corazón. Deste tamo y motas llevaba con cada libra de
hilaza un poquito, mostrándome tan fiel que hasta el tamo y motas
tornaba, y este punto fue el que me acreditó tanto, que por la
fidelidad de las motas,
me llamaban en todos los obradores la Marquesa de las Motas.
El
“aprovechamiento” que cierra el capítulo critica de modo
extemporáneo e hipócrita la actitud de Justina:
En
las hilanderas hay muchas marañas y embustes para hurtar lo que se
les encarga, y deben restituirlo, porque en tanta cantidad de
menudos, vienen a defraudar notablemente.
2.
4. Estructura literaria del poema macarrónico.
Como se ha comentado,
López de Úbeda siempre explicita el nombre de los esquemas métricos
que emplea en los encabezamientos de los capítulos o números. En
nuestro caso, usa la calificación de “versos heroicos
macarrónicos”.
La expresión “versos heroicos” es una referencia evidente a los
hexámetros latinos que sirven de vehículo métrico y lingüístico
a la gran tradición de la épica culta que mira a Virgilio como hito
fundamental. El poeta elige conscientemente este contexto áureo para
cantar las hazañas de Justina, que por sus hazañas de insuperable
picardía es presentada como una heroína de corte aristocrático. No
obstante, es forzoso reconocer la imposibilidad de homologar al
personaje con un héroe épico, y de ahí la intervención
desmitificadora del macarroneo.
El
poemita aparece, pues, dividido en dos partes. En los vv. 1-6 el
poeta se presenta, burlescamente, como un poeta clásico cansado de
la elevada materia épica. Se retoman de forma paródica los tres
primeros versos del prólogo de Persio a sus sátiras y uno atribuido
a Virgilio (cf. ap. de fuentes) para señalar esta filiación
clásica. El vate dice que ya no quiere cantar (cf. Marq.
4: “iam cantare nolo”), en clara parodia del arma
uirumque cano
virgiliano, “porrazos atque cachetes”, es decir, las gestas
bélicas de los héroes épicos, ejemplificados aquí con Hércules y
Roldán, que encarnan respectivamente la tradición épica clásica y
la medieval (cf. Marq.
5-6).
Los
citados arma
uirumque
que el poeta sí quiere cantar (cf. Marq.
7: “nunc cantare volo”) en la segunda parte de la macarronea (vv.
6-14) son ciertamente distintos: el huso, torno y mazorca (cf. Marq.
7: “fusum, tornum atque mazorcam”) son comparadas a espadas –sus
ocasionales arma-
con las que obtiene el triunfo, en el sentido antiguo del término,
la picaña Justina (cf. Marq.
8: “his quasi gladiis
Justina picaña triumphat”). Sigue hasta el final una enumeración
de epítetos ensalzadores de la heroína delincuente, paródicos por
su asimilación a los épicos.
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