En
el ms. 3662 de la B.N., f. 18, copiado en el siglo XVIII, se lee
sobre el título del poema una anotación que reza: “Poema Latino
Macarronico sacado de copia del origin.l
de Juan de Vergara”. Este es el argumento de orden externo que
permite atribuir la epístola macarrónica al humanista toledano,
aparte del hecho secundario de que vaya colocada por el copista tras
la Callioperria
(ff. 3-15), que presenta como explicit
otra anotación del mismo tenor y de la misma mano: “Sacose esta
Copia por otra hecha por el origin.l
que es todo de mano de Juan de Vergara”. Curiosamente, esta
anotación no aparece en el otro manuscrito en que fue copiada la
Callioperria,
el ms. 18668-53 (s. XVII), que sin duda pertenece a la misma familia.
El primero en basar la
autoría de Vergara en estas anotaciones es Adolfo Bonilla y San
Martín, primero en “Clarorum Hispaniensium Epistolae ineditae”,
Rev. Hisp., VIII, Paris 1901, pp. 187-188, y luego en “Un
manuscrito de la Biblioteca Nacional Matritense con versos de Juan de
Vergara”, Anales de la literatura española (años 1900-1904),
Madrid 1904, pp. 172-174. Su fijación es aceptada sucesivamente por
Eugenio Mele,
José López de Toro,
Juan Gil,
Antonio Torres-Alcalá
y Juan Francisco Alcina.
No obstante, el primer editor de la epístola macarrónica, Antonio
Paz y Melia, Sales Españolas ó Agudezas del Ingenio Nacional,
(segunda serie), Madrid, 1902, pp. 391-394, hace el siguiente
comentario: “La primera [composición del género llamado
macarrónico]se escribió después de las Comunidades, probablemente
por algún flamenco de la Casa del Emperador, á juzgar por el
altanero desdén con que pinta á los desgarrapizados capitanes y
soldados españoles”. Torres-Alcalá, que es el único que da
muestras de conocer esta edición, considera esta afirmación como un
error de Paz.
Pero ante este hecho sólo cabe exponer dos explicaciones: o bien Paz
despreció sin más la anotación que indicaba la autoría de
Vergara, lo que resulta harto difícil de entender, o bien su
atribución de autoría y otras divergencias textuales respecto al
ms. 3662 tienen su razón de ser en que Paz realiza su edición sobre
una copia anónima distinta a la de dicho ms., que procede así de un
arquetipo independiente.
Ciertamente
de un arquetipo distinto procede la versión recogida en la
miscelánea de Alvar Gómez, B.N. 8625, f. 35-37. La primera noticia
sobre esta versión, anterior en el tiempo a la del ms. 3662, se debe
a Antonio Alvar Esquerra.
Su título añade un nuevo elemento de confusión en la fijación de
la autoría del poema: “Incerti authoris macarronea / Ad Dominum
Baldum Zingar suus capellanus”. Pero el mismo carácter del texto,
plagado de emendationes
arbitrarias respecto al del ms. 3662 y cerrado por un añadido de 32
versos claramente espúreos, puede colocarlo al final de una cadena
de circulación (y “evolución”) manuscrita, donde algunos
eslabones han alterado libremente el texto y perdido conciencia de su
origen. La reducción del título respecto al del ms. 3662 es un
síntoma evidente de esta transformación despreocupada de un poema
que parece haber circulado con cierta amplitud en su forma
manuscrita. El hecho de que figure en una miscelánea de Alvar Gómez
de Castro, gran amigo de Juan de Vergara,
no es argumento decisivo en contra, ya que este ms., según Antonio
Alvar: “no parece, en su mayor parte, escrito por Alvar Gómez; la
letra es muy clara y muy limpia con poquísimas correcciones”.
Sea
como fuere, debe señalarse que el único argumento objetivo que
existe para atribuir la Callioperria
y el Bald.
a Juan de Vergara son las anotaciones del ms. 3662, ya que hemos
constatado para la Callioperria
la existencia de un ms. de la misma familia carente de la anotación,
y para Bald.
la existencia de dos arquetipos que no dan atribución de autor. No
son estos, empero, argumentos de peso para rechazar la autoría de
Juan de Vergara, dada la calidad del ms. 3662, y lo aventurado que
sería atribuir al copista la invención caprichosa -e injustificada-
de tal autoría.
El
primero en adelantar una datación cronológica más o menos concreta
de Bald.
fue López de Toro: “La cronología, en su punto de arranque, no
puede ser anterior a 1517 porque en el poema se nos habla de la
sangre que corrió en Castilla a causa del levantamiento de los
Comuneros. Si se tienen en cuenta las angustias que, como un cerco de
hierro, rodearon a Vergara, durante su proceso y después de él, no
hay posibilidad moral de admitir le quedaran arrestos para
entretenimientos de esta naturaleza. Hay, por tanto, que suponer
fuera compuesto el poema entre los años 1517 y aproximadamente 1532,
que es precisamente el período de mayor agitación contra las
rapiñas de los extranjeros residentes en España y los desmanes de
los españoles extranjerizados que pretendían recoger pesca
abundante en aquel río revuelto de la nación”.
Juan Gil reduce considerablemente la
cronología de López de Toro: “[...] queda fuera de toda duda, no
obstante, que la composición nació al calor de la derrota de las
Comunidades, y no en ese vago plazo (1517-1532) que proponía el
primer editor, por no haber advertido que Vergara apostrofa a la
Junta en v. 91-92:
Sed
si non illam perdisses, Juncta, batallam,
O quot señores pro seruis, Juncta, teneres!
Este
amargo desahogo sólo se comprende a raíz de la guerra civil
[...]”.
Por
la mismas fechas, Antonio Torres-Alcalá ofrece una interpretación
harto diferente. Afirma que en el período anterior a su tragedia
Vergara, intelectual, serio y erudito, protegidos por los poderosos,
no deja traslucir en sus escritos “el amargo estado de ánimo en
que este poema fue compuesto”.
Por tanto, “lo último que de él se podía esperar es la amarga
sátira de este poema, o la parodia de una lengua (el latín
humanista) de la que él era el más genuino cultivador en España”.
Se aparta así de la propuesta cronológica de López de Toro dando
un giro sorprendente:
“En primer lugar, no creo, como López de Toro, que sea respuesta a
una supuesta carta (in
responsione cujusdam epigrammatis nuper ad se missi a predicto
circunspecto domino),
porque el remitente de tal carta, que es, naturalmente, el mismo al
que va dirigido el poema, es “Dominus Baldus”, también conocido
como “Zingar” en las islas de “California” y expertísimo en
el “arte de la Macarronea”, es decir, una convención paródica
al estilo de el Baldus
de Folengo, cuyo compañero en dicha obra es Zingar y en unas islas
que son también paródicas, es decir, la California del Amadís.
No existe, por lo tanto, tal carta, y hay que fijarse bien en este
título, porque es, a mi juicio, lo único de intencionalidad
estrictamente paródica que hay en el poema. El resto es más sátira
que parodia. Tal carta a Vergara es, por lo tanto, un recurso
literario (como más tarde sería “Cide Hamete” para Cervantes)
para desahogar su espíritu amargado y desilusionado con los viciosos
embates de la Inquisición, en cuyas cárceles (1533-1535) fue
escrita. Y, así, una vez más, difiero con la opinión de López de
Toro, según el cual:
Si se tiene en cuenta las angustias que, como cerco de
hierro, rodearon a Vergara durante su proceso y después de él, no
hay posibilidad moral de admitir le quedaran arrestos para
entretenimientos de esa naturaleza.
Precisamente
por tales premisas es por lo que me inclino a pensar que este poema
fue escrito en la prisión o como consecuencia de ella, pero no
antes. Sería plausible la opinión de este crítico si Vergara
hubiera escrito dicho poema como entretenimiento o diversión, más
que como desahogo de un alma torturada por la injusticia. Nada, sin
embargo, hay en el poema que indique lo primero, porque todo él
rebosa de una visión amarga de la vida del imperio. Hay, además, un
factor en todo esto que es necesario ponderar y que constituye la
clave del poema. La lóbrega visión de intriga política, miseria
social e hipocresía que el poema presenta, puede muy bien ser el
resultado de la condición de converso
de Vergara, que sale a relucir durante su juicio, cuya sentencia
contra él de que “hereticó y apostató”, a pesar de estar en
nombre e posesion de christiano,
adquiría matiz especial [...]”.
La
negación que hace Torres-Alcalá del carácter epistolar del poema
resulta injustificada y está basada en una mala lectura de la
dedicatoria. El crítico confunde destinatario y remitente en una
sola persona. Evidentemente, “dominus Baldus” no puede ser
“Zingar” al mismo tiempo, como una mínima observación
gramatical de texto deja ver. “Zingar” (nom.) es el remitente de
la epístola dirigida “al señor Baldo” (ad
Dominum Baldum).
“Dominus Baldus” no es conocido como “Zingar” en las islas de
“California” sino Baldo. He aquí una traducción más correcta:
“Al señor Baldo Caxconinacio / “maestro del arte macarrónica”
/ nombrado en las islas californias / Zingar, su capellán y
picapedrero, / en respuesta de cierto epigrama / recién recibido de
dicho circunspecto señor”. El título corresponde, pues, al menos
desde el punto de vista formal, a una respuesta epistolar. Por otra
parte, Torres-Alcalá afirma que el título responde a una convención
paródica, aunque no explica qué es lo que se pretende parodiar.
Su afirmación de que el poema fue
escrito durante su prisión o después de ella, choca con el carácter
de actualidad que asumen los sucesos relacionados con las Comunidades
que se refieren en el poema. Prueba de ello, aparte de la invocación
a la Junta que menciona Juan Gil, es el constante empleo del pte. de
indicativo –no ciertamente histórico- en el poema ¿Por qué
además remitirse con tanta precisión a hechos ya tan alejados de
las angustias carcelarias de Vergara? Según Torres-Alcalá es la
condición de converso del autor lo que determina su visión negativa
de la situación social y política. Es esta interpretación
“progresista” la que lleva al crítico a construirse una imagen
simplificadora del humanista “intelectual, serio y erudito”, del
que lo último que se podía esperar era una parodia del latín
humanista en forma de composición macarrónica. Aparte del hecho de
que sea muy discutible el hecho de que el macarroneo sea una tal
parodia, como se ha visto, tal imagen de
humanista está en flagrante contradicción con la personalidad del
mayor cultivador de la macarronea, el monje benedictino Teófilo
Folengo, refinado humanista autor, como sabemos, de obras latinas y
vulgares.
Si
se acepta la atribución tradicional del poema a Juan de Vergara, se
puede establecer con Márquez Villanueva y Juan Gil un término post
quem en febrero de
1522, coincidente con el aplastamiento definitivo de la revuelta de
las Comunidades. Más problemático resulta el problema del término
ante quem.
Sabemos
que Vergara estuvo fuera de España entre 1520 y 1522, precisamente
el período de efervescencia de las Comunidades. Sabemos también
que, apenas desembarcado en la Península con la Corte el 16 de julio
de 1522, había venido a buscar en Alcalá un poco de descanso. Allí
los complutenses le sondearon sobre la posibilidad de ocupar alguna
de las cátedras dejadas vacantes por la muerte de Nebrija (2 de
julio de 1522), tras fracasar las negociaciones para traer de
Salamanca al Comendador Griego y a Hernando Alonso de Herrera.
Esto ocurrió a partir de la segunda quincena de julio, como se
deduce de A. H. N., Universidad
de Alcalá, lib. 3
f, fol. 112 rº, 14 de julio de 1522: poder al rector y consiliarios
para asignar salario al Comendador Hernán Núñez y al Maestro
Hernando de Herrera. En el verso del mismo folio se precisa que estos
dos maestros residen en Salamanca y que se trata de hacerlos regresar
a Alcalá.
Vergara no aceptó; sugirió, en cambio, para la cátedra de retórica
el nombre de Luis Vives, encargándose él de transmitirle las
ofertas de la Universidad. Estas gestiones las realiza ya Vergara en
la Corte, en Valladolid, en septiembre de 1522, como se plasma en A.
Bonilla, Clarorum...,
pp. 73-74 (carta de Vergara a Vives, Valladolid, 6 de septiembre de
1522) y pp. 86-87 (mensaje de la Universidad a Vives).
Vergara regresa a Alcalá durante el otoño de 1523, y puede pasar el
invierno en estudioso retiro. El nuevo Arzobispo de Toledo, Don
Alonso de Fonseca (31 de diciembre de 1523), reclama al humanista
Vergara como secretario. Éste se resiste, pero una carta del rey lo
llama a Burgos donde reside la Corte desde la primavera. Vergara
parte para Burgos el 10 de marzo de 1524, y allí queda cogido.
Es lógico pensar que, dado el
carácter de contemporaneidad y actualidad con que se presentan los
hechos expuestos en el poema (las reivindicaciones de méritos
supuestos ante Carlos V por parte de ciertos grandes personajes en la
sofocación de la revuelta de los comuneros), éste fuera compuesto
en la fecha más cercana posible al fin del conflicto (3 de febrero
de 1522), y sobre todo de la fecha del desembarco de la Corte de
Carlos V en España (16 de julio de 1522), ya que a partir de este
momento las demandas ante el rey debieron arreciar.
La actuación favorable de la mayor
parte de la nobleza al partido real en el levantamiento comunero no
fue desinteresada, como señala Joseph Pérez. Los Grandes no
entraron en la lucha para defender el poder real, sino para salvar
sus dominios, y tener una nueva oportunidad de enriquecerse. El rey,
consciente del peligro de una posible alianza entre los Grandes y la
Junta, movidos aquéllos por sus deseos de garantizar la integridad
de sus dominios, “garantizó a la alta nobleza, indecisa a tomar
partido por las posibles represalias de los rebeldes, la reparación
de todos los gastos y quebrantos sufridos en sus propiedades, promesa
que seguía siendo válida en caso de que se produjera un acuerdo
entre la corona y los comuneros. Esta actitud sirvió para afirmar
los lazos entre los nobles y el rey. Contribuyeron con el dinero
necesario y aportaron soldados y armas para formar un ejército que
finalmente se puso en marcha el 5 de diciembre [de 1520], después de
haber retrasado el momento durante el mayor tiempo
posible”.Efectivamente,
El Perdón otorgado por el Rey el 1 de noviembre de 1522 reservaba
los derechos de la corona y de los particulares a obtener reparación
e indemnización de los daños sufridos durante la revolución.
Hubo cientos de procesos de este tipo, lo cual significaba cantidades
enormes.
Fueron, pues, proféticas las palabras de la Comunidad de Valladolid
en carta al cardenal Adriano el 30 de enero de 1521: “[...] Verán
vuestras señorías al presente por experiencia que los Grandes que
ahora ajuntan gente en este disimulado servicio le contarán (sic)
tanta suma de dineros que casi no basta a pagarlo con el resto de su
reino, y verán que los pueblos, sirviendo lealmente, procurando
acrecentamiento de su estado y corona real, se contentarán con que
sus majestades conocerán que no quisieron sus propios intereses sino
sólo el servicio común de su reino y rey”.
Resulta,
entonces, plausible situar la composición del poema entre el
otoño-invierno de 1523 o en los dos primeros meses de 1524, antes de
que agobiaran a Vergara sus múltiples ocupaciones como secretario
del Primado, en una etapa de ociosidad que coincide con la plena
actualidad de los sucesos aludidos en el poema. Existe otro argumento
complementario de índole textual que puede reforzar esta tesis. En
la composición de Vergara aparece, con relativa frecuencia, una
serie de préstamos lingüísticos de las macarroneas folenguianas,
que está practicamente ausente de las posteriores composiciones del
género en España. Casi todos estos calcos textuales se encuentran,
lo que resulta más sorprendente, en coincidencia de sede métrica
con el original. Además, ciertos calcos con coincidencia de sede
métrica aparecen una
sola vez en las
macarroneas folenguianas. Todo esto evidencia en Vergara un
conocimiento directo de la obra de Folengo e inmediatamente anterior,
sino simultáneo, a la composición del poema. Tales calcos podían
proceder de la primera redacción de las macarróneas folenguianas,
la llamada redacción Paganini (red. P), cuya editio
princeps data de
1517, o bien de la segunda, la red. Toscolanense (red. T), cuya
editio princeps
está fechada el 5 de enero de 1521. Una serie de argumentos que
ilustraremos en nuestro estudio del macarroneo y glosario nos
demuestra que la redacción empleada por Vergara fue la T. Así,
podemos afirmar que Vergara deja prácticamente la lectura de su tomo
folenguiano para escribir su poema, o bien lo tiene delante para
rebuscar en él los macarronismos que le han parecido más expresivos
en su reciente lectura.
Ilustración: supuesto retrato de Juan de Vergara, vía internet.