El pícaro Cíngar continúa con sus burlas contra Zambello, adoptando la personalidad de un judío.
Ya de la
cárcel salido Zambello, su óptima esposa
Lena lo
había acogido usando de extrañas caricias.
¿Cómo?,
¿con besos?, ¿con ledos abrazos, como es costumbre
de la mujer
al manosear juguetona al marido?
¡Qué va!,
en cambio, con grueso bastón al pobre lo acoge, 5
dejándole a
éste sin ninguna arruga en la ropa.
Tal reposo
obtiene Zambello después de la cárcel.
Pero pasados
tres días, Lena a su marido
quiere
ponerlo en marcha sobre varios asuntos,
porque la
pobre pueda recuperar lo perdido; 10
Cíngar, de
hecho, le había vaciado toda la bolsa,
y los
infelices habían sin pan encontrado el cesto.
Por tanto,
la sabia Lena manda al patán de Zambello
que, andando
a la ciudad, vender consiga su vaca.
Ésta era
sin duda la mejor de las vacas, 15
sin que
hubiera en el orbe ninguna más digna de elogio;
de ella
obtuvo Cipada no pequeños quesitos,
de ella
todos los días enorme cántaro lleno
de leche
tenían; toda la urbe su mantequilla
y requesones
probaba en todas las estaciones; 20
y (así lo
contaron a sus nietos antaño los viejos)
y Berto
Pannada a ésta el nombre le dio de Chiarina.
Su hijo
Zambello, pues, empuñó un bastón puntiagudo,
al que,
Calepino, estímulo llamas; Comina, aguijada,
y, aguijando
a la vaca, decía: "¡Arre, Chiarina!" 25
y luego algo
pronuncia que nadie escribir lograría,
mas porque
no había aprendido del comerciar los principios,
y no sabe
escribir las cuentas
sobre varillas,
por este
motivo manda Lena a su marido
vender la
vaca, mas sin coger todavía dinero, 30
sino al
fiado, y, si alguno quiere dar algo,
que esto lo
tome en prenda; y así que todo suceda
ante
testigos; y aquella persona que hágale compra,
déle un
billete por él escrito en garantía;
porque ella
misma quiere el sábado cobrar el dinero. 35
"Así
lo haré -Zambello dice-, estate tranquila".
Luego
azuzando a la vaca, "¡so -dice-, gira, arreando!"
y luego
silba, como el boyero llevando su carro.
Cíngar lo
supo de boca de Berta. ¿Qué hizo entonces?
No quedose
sentado, corre, y corriendo murmura: 40
"Quien
mucho remolonea, no come la sopa caliente;
y mal se
aloja, quien demasiado tarde se viene,
y el caracol
perdió el buen bocado tardando".
Mientras
esto medita, camina rápidamente,
y, a la
ciudad llegando, espera tomar a Chiarina. 45
Entra en una
tienda de mercancía variada,
cuyo dueño
era un hebreo, llamado Sadocco;
este tal
circunciso por un triple don destacaba,
y señalado
por Dios hubo sido, por ser renombrado:
era tuerto,
además de cojo, y jorobado. 50
A cien
desgraciados había arruinado usando de usura.
Gran
cantidad poseía de vestidos colgados:
capas,
jubones, calzas, y variedad de hopalandas,
chaquetas,
sayas, enaguas, además de sotanas.
Cíngar,
dejando una fianza, como es costumbre, 55
se viste con
una saya gastada y muy cochambrosa.
Hace despúes
que el judío le dé su gorra amarilla,
y luce
nuestro bribón ropajes tan semejantes,
que tomado
lo habrían por el circunciso Sadocco.
Entonces se
allega a la plaza, do lo dan por judío; 60
en
lontananza se ve a Chiarina, y a su boyero.
Cíngar
presto a andar se pone a cojetadas,
cierra el
ojo derecho, por parecer que es un tuerto,
con la
cadera torcida camina, fingiendo joroba,
y de paso en
paso susurra palabras judías. 65
Baladra
Zambello con cuanto baladro soltar alcanzaba:
"¡Eh!
¿quién hay que quiera comprar esta bella ternera?"
Cíngar,
oyendo, apenas aguanta la risa en el pecho.
Marchando,
empero, en su busca, le sale el primero al encuentro,
con los ojos
revueltos, y las piernas torcidas, 70
dice así:
"labriego, yo compraré tu ternera.
¿cuánto
quieres?¿su precio?, pide, te ruego, lo justo."
Zambello a
éste le dice: "Si quieres comprar mi Chiarina,
yo
vendértela acepto; cerremos nuestro contrato.
Por ahora,
coger dineros por ella no quiero, 75
mas dame
cual credencial aquello que te parezca,
y de tu
propia mano sírvete hacerme un recibo,
pues vendrá
el sábado a cobrar el dinero
Lena,
trayendo el papel que escribiste en garantía."
Responde
Cíngar: "¡Ven!, ahora mismo te pago, 80
mas trae la
vaca contigo, ¿estás así, pues, tan majara,
que vienes,
y, olvidadizo, dejas detrás a Chiarina?"
"¡Oh!
-Zambello dice- no soy; ¡so, venga, camina!"
Así
entraron juntos de un carpintero en la tienda,
a quien
Cíngar le compra una credencia
en madera, 85
en la que
esconde terna de peces que barbos se llaman;
los tales
barbos llevan en su interior tales huevos,
que si los
comes, ya cagarás todos los intestinos.
Luego toma
tinta, y ante una gran concurrencia
escribe de
esta guisa, al revés como hacen judíos: 90
"Zambello,
hijo del ya difunto Berto Panada,
vende una
vaca al judío que se llama Sadocco,
quien darle
promete al susodicho el sábado próximo
ocho
florines renanos,
siendo testigos Catoio,
junto con
Bergnacca, Mengo y el cura Giarone, 95
a fe de los
cuales suscribo yo de Sadocco el nombre".
Dicho y
hecho, pliega el papel, y estampa un sello,
al tiempo
que la fianza envía ya a Zambello,
y mándalo
de vuelta a casa, y retiene a Chiarina.
Zambello
suda, pues la fianza harto pesaba. 100
Vase
contento, y piensa gran negocio haber hecho.
Cíngar
regresa al judío, y la hopalanda devuelve;
y luego bajo
la forma de Cíngar a ese le vende
la vaca
Chiarina, por la que obtiene ocho ducados,
pues por
parir estaba ya un ternero formado. 105
No había
apenas siquiera cogido aquellas monedas,
que, a
Zambello, lento del peso de la fianza,
se adelanta
corriendo, cogiendo por un atajo.
Tornando
luego a la ciudad, distingue de cerca
viniendo de
frente a Zambello, bajo un peso tamaño 110
harto
cansado y resoplante en sudor abundoso.
Mas esta
fatiga no es fastidiosa para un ánimo alegre.
Cíngar,
pasando de largo, finge no conocerlo,
pero
Zambello, viéndolo, con su carga se para,
y grita:
"¡eh, Cíngar!, ¿a dónde vas?, espérate un poco!"
115
Cíngar se
vuelve: "¿Quién me requiere? -dice- ¡oh, de cierto
no te
conociera, mi buen Zambello, bajo tamaño
peso de la
credencia, ¿qué cosa llevas en ella?"
Responde
Zambello: "la mercancía es preciso moverla,
soy
comerciante; géneros compro, igual que los vendo;
120
tú
recordar, no obstante, debes teniendo en mente
cuando me
prometiste cuatro barriles de mierda."
"No
temas -dijo Cíngar-, darete lo prometido.
Pronto no
habrá ninguno más rico que tú en tal cosa.
No te
engañaré yo a ti, mi querido Zambello Panada, 125
lo que
prometite una vez, que será cumplido recuerda.
¿De la
prisión siendo carne de horca te habría sacado,
Zambello, si
Cíngar amigo tuyo de veras no fuera?
Ten por
seguro que tienes y siempre tendrás un amigo.
Mas éstas
son palabras, la prueba has podido tenerla. 130
Mas dime,
¿qué llevas?, ¿qué mercancía has encontrado?"
Responde
Zambello: "una credencia que peces contiene,
que comerá
mi, como le agrada mucho comerlos,
mujer, que
encinta está, y un niño tiene en el vientre,
pues todo lo
que precisa no dejo que le escasee; 135
si yo no le
diera todo aquello que pide su gusto,
preñada
como está, se despreñaría en el acto."
Cíngar le
dice: "¡Qué buena obra haces, hermano!;
de cierto a
tu esposa encinta debes tenerla contenta.
De las
faenas de la cocina debe estar libre, 140
porque,
reseca, al mundo daría un niño abortado."
Entonces por
"reseca" piensa que ha dicho "manteca",
por lo que
Zambello dice: "Lena manteca
ya no hará,
pues la vaca Chiarina vendila poco hace,
el tuerto
Sadocco la ha comprado ahora mismito. 145
Mas queda en
paz, amigo Cíngar, hasta la vista."
Dice así, y
a la postre llega cansado a Cipada.
Pero cuando
llega a casa, no encuentra a su Lena:
fuera a la
iglesia a confesarse, o a otra cosa;
llevando la
llave consigo, había cerrado las puertas, 150
y los
balcones todos por protección de ladrones.
Suda
Zambello, y la carga se quita de las espaldas,
y quiere
freir los peces para comerlos de plato.
Mas ni por
la puerta ni por la ventana podría
entrar allí;
la cabeza se rasca, impaciente se enfada. 155
Tanto se
rasca, empero, su discurridora cabeza,
que
encuentra un modo nuevo, y un expediente ingenioso
de entrar,
subiendo con una escalera al techo casero.
Y entonces
se arremangó los dos brazos de la camisa,
y empieza a
apartar a un lado las tejas de la techumbre,
160
para hacerse
un pasaje anchuroso por dicho boquete.
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