Zambello
entretanto ya era un hombre hecho y derecho. 160
Zambello,
nacido de Berto y de su madre Tontina1,
que era
tenido como sangre y hermano de Baldo.
Él también
mujer desposara, Lena de nombre,
y tío
Tognazzo fue el instigador de tal casamiento.
Este
Zambello más que una bocha2
era redondo, 165
y agudo como
la mano de almirez de la ajada;
todo cuanto
ganaba con la azada y arado,
gastábalo
Baldo en ventorros, y cuentas de la taberna.
Sin gastos
mirar en la mesa, Baldo quiere cabritos,
coallas3,
faisanes, presas de gavilanes y azores; 170
Zambello, en
cambio, ajo y fuertes cebollas apenas
come, y
conténtase con lamer rara vez la escudilla.
Si fuera por
Baldo, no dormiría siquiera de noche,
tras
obligarlo a deslomarse de día en el campo.
Aquél,
trabajando, de qué comer apenas tenía, 175
Baldo,
remoloneando, la bolsa y dineros tenía.
El pobre
hombre a alguien querría contar sus desdichas,
mas teme que
el acostumbrado bastón las espaldas le mida,
que cada
tarde su chepa probaba camino de casa.
Así pues,
cierto día solo solito en el campo 180
él
trabajaba con gran esfuerzo sobre sus judías.
Febo
apuntaba apenas por las vicentinas montañas4,
y de comer
el deseo ya atormentaba a Zambello,
que en su
barriga ruido hacer a sus tripas vacías
siente, y
por el estómago fuertes rugidos de hambre. 185
Mas dado que
ninguna alforja cuelga del olmo,
do haya al
menos un cacho de pan mohoso o de queso,
mas dado que
ninguna bota de vino aguado,
con el que
pueda al menos mojar su boca reseca,
tira lejos
la azada, y, desesperado, del hondo 190
del pecho
suelta un suspiro por detrás y delante.
Rascando
después la cabeza con diestra, y el culo con zurda
(el vientre
saciar no pudiendo, sus uñas quiere ahítas),
farfulla
entre dientes, en baja voz masculla palabras,
y barbotea
igual que una olla de nabos hirviendo. 195
Blasfema, su
boca maldice, y dedica denuestos a Baldo;
de hecho,
tiene el ombligo hundido hacia la espalda.
Sin ya poder
más, al fin gritó tal a grandes voces:
"¡ay,
a ver si revientas!, ¡ay, que el diablo te lleve!,
¡ay de mi
estómago, ay de mi panza, ay de mis tripas! 200
¿siempre
así callaré?, ¿moriré así de hambre canina?,
¿me
angustiaré, desdichado?, ¿ninguna ayuda me busco?,
¿qué
desgracia mayor puede ahora acaecerme,
si, ¡puta
mierda!, voy a contar a otros mis penas?
Sea; me
machacará la espalda el tirano canalla. 205
¿No me la
machacará, y sigue, empero, haciéndolo,
sólo
teniendo ganas de algo decir de lo mío?
Encontraré
finalmente quien me libre de cierto
de tantos
desfallecimientos, putadas y desventuras.
¿A quién
hallarás en fin? Ninguno se encuentra, te digo, 210
nadie que
quiera la vida jugarse contra los tiranos.
La horca
hallarás que sea el final de los sinsabores.
¡Ay! A mí
todos me apartan, todos a mí me rechazan;
porque llevo
un gabán desgastado y remendado,
ninguna
gorra cubre la mi cabeza tiñosa, 215
ningún
calzón recubre mis posaderas desnudas,
y en fin, ni
una calza barata lleva mi pierna,
en cambio,
en mis rotos zapatos ventanas hallaron mis dedos;
en mi bolsa
no hay ni una puta moneda,
con la que
pueda comprar un mendrugo de pan hecho moho, 220
con la que
el barbero quiera a mí los piojos cortarme,
que, de
jabón privado, me atacan de día y de noche.
Asco doy al
pueblo, la gente me toma a chacota,
soy el
hazmerreír de los locos, y el vaina de nuestra Cipada.
No faltan
hombres bien avisados que danme consejos, 225
pero faltan
quienes se dignen prestarme una ayudita.
Todos
médicos son, pero su medicina la niegan;
todos amigos
son, mas de amigo a su plato no tengo.
Soy rico,
todos a dar la vida por mí están listos;
soy pobre,
nadie a gastar un duro por mí está listo." 230
Tal decía,
cuando a lo lejos pasando a Tognazzo
ve
oportunamente, para contarle sus penas.
Es éste el
famoso anciano, padre de la patria, el Tognazzo
nacido en
Cipada para el azote de sus malhechores.
Fue con
frecuencia cónsul, y dictador de Cipada, 235
pues mañas
se daba con las leyes senatoriales.
Quien fuera
buscando de un Catón el consejo,
al punto se
encaminaba a hablar al sabio Tognazzo.
Llevaba un
birrete que usaban en tiempos de Maricastaña,
de cuyo
pliegue cuelga un mogollón de escrituras. 240
Propio
resulta de un cónsul llevar aquestos papeles,
de donde
dáse a saber la ciencia de docta cabeza.
Recuerdo
forma tal de birrete haberla a veces visto
de carnaval
en las fiestas, y en tiempos de cuchufletas,
cuando
máscaras pónense los bufones y memos. 245
De este
birrete saca Tognazzo unas orejas,
tan llenas
de mierda que mal bastaría un badil5
a limpiarlas.
Siempre
tiene un moco colgando de sus narices,
de donde
sale un olor que apesta como cagadero.
Le cae de
los hombros giornea6
de terciopelo gastado, 250
según la
moda que usaba la gente de tiempos pasados.
Ésta apenas
cubre las bragas en torno del culo.
Suele
ponerse, como se usa, unas calzas abiertas,
y para
tenerlas sujetas se sirve de dos imperdibles,
que cuando
sopla el viento, descubre sus posaderas. 255
Una
escarcina7
en media vaina le cuelga a un lado,
con la que
saca camisa a anguilas, y braga a las ranas.
Aunque tiene
joroba, camina muy engallado,
y,
caminando, lleva entrambos brazos en jarras,
por lo que
parece una piñata8
de las de dos asas. 260
Y
pavoneándose menea el trasero cual oca.
Hartas
veces, empero, las bragas le hacen de guantes,
pues allí,
cuando frío hace, calienta sus dedos.
A éste,
pues, viendo, Zambello con ledo semblante
se acerca,
corre deprisa, y grita: "¡Hola, Tognazzo! 265
¡hola,
Tognazzo! con vos deseo hablar un momento."
Aquél se da
la vuelta con gravedad catoniana:
"¿Quién
me llama?" -dice- "¡oh!, a ti, Zambello, buscaba;
ahora mismo
objeto eras de mis pensamientos.
¿Qué
ocurre? ¡te veo tan delgado, tan macilento! 270
¿aún
comido no has?,¿aún no has bebido, Zambello?
Es de comer
el momento, ¿dónde el carnero? ¡a verlo!"
"¡Ay!"
-suspira Zambello- ¡ay, de mí, desdichado!
Pan no
tengo, mira mi alforja del todo vacía,
vino no
tengo, mira también mi bota vacía. 275
¡Oh, Dios,
ojalá que así como yo comiesen el propio
Baldo y
Berta, de mi hacienda devoradora!
¡Ah,
cojones, con qué injusticias aquél me atormenta!
Con la
autoridad ardo en deseos de hablar propiamente,
puede que ya
no más me atribule aquel asesino. 280
Dame
consejo: ¿hablaré?, ¿la cosa oportuna la encuentras?
Tognazzo,
escupiendo su cólera y fuego por las narices,
responde:"¿oportuna
la encuentro?,¿hablarás?, ¿y de mí solicitas
consejo que
incluso tu propia azada habríate dado?
¡Oh,
tontorrón, tontorrón!, pues loco estás de remate, 285
¿Qué
esperas aún, merluzo?, ¿qué?, ¿acaso el sustento,
acaso un
bocado esperas de otra parte, bobazo?
No es uso,
empero, de los hombres de ahora socorro
alguno
prestar a los pobres, si premio no hay de por medio.
No obstante,
habla en fin: ¿Qué hace aquel sinvergüenza? 290
que sogas
ciento merece, y un centenar de tenazas.
Di, amigo
Zambello, habla, ¡venga!, no llores,
confía
siempre tus pensamientos a viejos sagaces,
que pueden
darte el consejo de su sapienza probada.
Sabes con
cuán estrecho afecto estamos ligados, 295
sabes que
siempre te llevo pegado a mis entretelas."
Zambello
replica: "tienes, Tognazzo, razón por entero.
Pero,
sentémonos antes, te ruego, en esta umbría,
que no nos
vea por malaventura aquél discurriendo,
y piense que
despotricamos de sus malvadas empresas, 300
y te
caliente sin miramientos a bastonazos.
No lo digo
por mí, que acostumbrado a tales
palos estoy,
y tengo ya duras estas costillas."
Tognazzo
arrugando los huecos de sus narices furiosos:
"¿Qué
cuchicheas? -dice-, ¿acaso parezco un don nadie, 305
y un
cobardica a ti?, a mí la pujanza de Baldo
entera ni un
mínimo pelo de barba podría arrancarme.
Tenga
cuidado consigo, y donde sepa que paro
no ose sus
pasos encaminar o volver la mirada.
Tal
charlatán, aunque tenga la fama de a muchos cargarse, 310
digo, aunque
tenga la fama de todo aplastar en bravatas,
a éste,
empero, y otros parejos no estimo una higa.
Si no hay
hechos y sólo palabras, en éstas me cago,
y digo que
son cobardes los perros ladrando a la luna.
Estos
matones llevan espadas ceñidas al flanco, 315
mas justo
cuando llega el momento de desenvainarlas,
oponen
talones, y dan la espalda en vez de la cara.
Éstos
adornan sus gorros con tremolante penacho,
que cubren
un ojo, sea el derecho, o bien el izquierdo;
tajos cien
les dan a sus calzas9
en torno a sus muslos, 320
y llevan
casacas de corta talla, y capas pequeñas10,
porque se
vea sus piernas cubiertas de terciopelo,
y daga
bresciana con un cordón de oro ligada.
Nada,
empero, de pan hay que tengan dentro de casa.
Entran a
veces en grupo en las tabernas los jaques, 325
y con
terrible estropicio asaltan pesados bocales,
y expugnan
el vino griego a vasos, y el corso11
a garrafas.
De aquí,
pues, de aquí tenemos aquellas sonoras
palabras de
la bravata, como: "sagrada, la puta,
coño,
reniego de dioses", y muchas y más de los jaques, 330
las que
pueden espanto dar incluso al cielo.
Ahora, esto
lo dejo de lado, pero a aquellos
todos haré
vaciar las tripas sin lavativas.
No te vengo
con cuentos, sé lo que llevo en el pecho."
Zambello,
rascándose la roña, de la que abunda, 335
empieza:
"¡Ay, Dios mío!, que muerto soy, Padre mío!
No tengo
tiempo de darte cuenta de tantos manejos.
Esto
solamente quiero decirte, que Baldo
nos hace
morir de hambre a mí, mi mujer y mis hijos.
Siempre yo
me mato a cavar, a hilar mi parienta, 340
a pastorear
la marrana los niños; ni azada, ni rueca,
ni puerca,
empero, nos valen; todo Baldo devora,
todo Berta
agarra para ella misma y sus hijos.
Cuando
vuelvo a casa con brazos entumecidos,
pensando
encontrar alguna cosa puesta de cena, 345
primero las
buenas tardes me da un bastón portanudos.
Sólo como
patadas en panza, y puños maduros,
y la
paciencia me presta una extraña cuchara,
pues el
bellaco dame de palos hasta hartarse,
y con un
garrote ayuda Berta a su marido. 350
¿Por qué
-me dice- regresas a casa tan tempranito?"
Luego de
nuevo me pegan, me descalabran, y aterran:
éstos mis
víveres son, tal cena se me prepara,
y buen
remedio no hallé de curar mis carnes menguadas.
Lena, viendo
tantas ofensas, se araña con uñas 355
la jeta y
sus trenzas, y golpes se da también en la panza.
Yo mismo
duermo, igual que un mastín, encima de paja,
ése reposa
con su esposa sobre mi lecho.
Ayuda, te
ruego, y esclavo tuyo seré para siempre,
y un quesito
de leche, y un pan hecho de mantequilla 360
a cambio de
este favor robaré para hacerte regalo."
Al cual
Tognazzo responde: "Razón tienes toda, Zambello,
y una gran
compasión por ti, pobrecito, yo siento.
Ahora esta
encomienda déjamela a mí toda;
haré que
aquél ladrón no te cause jamás más perjuicio." 365
Tras esto
decir, se va a la ciudad con harta presteza
Tognazzo, y
torna de su azadón al trabajo Zambello.
1Zambellus
Berto natus et matre Tonella. "El nombre de la mujer de
Berto y madre de Zambello es Dina (v. III, 63-4); aquí Tonella no
es nombre propio, sino que está por "tonta", según un
uso de la Italia septentrional" (Chiesa).
2Bola
de madera de mediano tamaño usada en el juego de bochas.
3Codornices.
4Se
trata de los montes Béricos, al nordeste de Mantua (Chiesa).
5Quas
male sufficerent plenas nettare badilus. Paleta de hierro o de
otro metal.
6Cascat
de spallis frusti zorneia veluti. Término al que no encuentro
una equivalencia exacta en español. Designa una sobrevesta amplia
abierta por los lados con el fin de dejar ver la ropa que cubre; ya
estaba en desuso a comienzos del siglo XVI (Chiesa).
7Espada
corta y corva, a modo de alfanje.
8Especie
de olla panzuda.
9Según
la moda española de las calzas acuchilladas (Chiesa).
10También
a la moda española.
11v.
I 503 y 511