Desafiando el peligro de una posible emboscada, Baldo se presenta en el palacio de Mantua, donde es atacado por una muchedumbre encabezada por Tognazzo. Desarmado y herido de lejos, resiste heroicamente hasta que, derribado a traición y agotado de sus heridas, es apresado.
Ya del
paladín se acercaba la portentosa figura:
todos
temblaron mientras de lejos venía el guerrero. 155
Viene solo,
seguido sólo de un paje menudo.
Sube ya los
mil escalones del magno palacio,
y entra en
una sala capaz de albergar mucha gente.
Ruido allí
y tremebundo estruendo oídos atruenan,
pues allá
se trataban todos los tejemanejes. 160
La innúmera
turba de los notarios trescientos ocupa
bancos,
emborronando de tinta resmas1
y resmas.
Acusaciones,
y "citación", su severa palabra,
redactan, y
vacían las bolsas de aquellos ilusos
que,
metiéndose en pleitos, esperan ganar el litigio; 165
y nunca,
empero, mitiga la fiebre de la esperanza.
Muchos
asuntos aquí ventilan diversas escuadras:
venteros,
judíos, y campesinos a fuerza traídos,
esbirros, y
corredores, vistas2
y de los nobles
procuradores,
a más de rufianes y de bagasas3. 170
La silla del
juez se ve rodeada por la turbamulta.
Los abogados
a gritos quebrantan el alto techado,
nada más
hacen que Imolas, Giasones, Bartolos y Porcos4
citar en
cólera, y zaherirse con dardos verbales;
mil
villanías se intercambian sin contemplaciones, 175
pero no son
flechas, ni arcabuces palabras,
pues más
que nunca después de hablarse resultan amigos,
y mutuamente
regálanse con opíparas cenas.
De los
campesinos corren ujieres por las fianzas,
y bastonazos
muchas veces reciben por prenda. 180
Vense
rústicos por la mañana sin las azadas
dando
vueltas por toda la plaza con papelotes.
Fulano
denuncia, zutano demanda, mengano es prendido.
Forzados se
ven a vaciar sus bolsas de pocos reales;
pues si no
desembolsan, los mandan sin más a la cárcel. 185
Sólo se
mueven aquí por aquello que llena la bolsa.
A todos
apremia en verdad la pasión desmedida de lucro.
Llega Baldo,
en quien de Reinaldo la ardida presencia
brillaba, e
hizo temblar de arriba abajo el palacio.
Viera la
entera ciudad de armados soldados repleta, 190
lista para
atraparle por meterse en la trampa,
o bien
esperándolo para ponerse a sus órdenes.
En su
interior desconfía, y mira mucho a los lados.
¡Ay! pues
nocivas son las traiciones a los campeadores,
quienes
filan derriban sin orden en un solo ataque, 195
pero basta
un traidor solo para vencerlos con trampas.
Igual que el
león que fiero muerde jabatos y osos,
a veces lo
mata el mínimo diente de la comadreja.
Había un
hombre escondido tras una gruesa columna,
y vigilando
a Baldo, la respiración contenía; 200
de hecho así
el tirano había urdido la trampa,
y un premio
bastante grande habíale prometido.
Apenas
había, pues, pasado Baldo la puerta,
hete que el
traidorzuelo le iba detrás de puntillas,
como de
noche el ladrón suele andar calzado de fieltro; 205
sobre la
punta digo que de sus dedos andaba
doblado, y
mientras con suma cautela de Baldo el costado
izquierdo
rebasa, el puño ve de su espada mostrado,
y afuera
saliendo, bien al alcance de las sus garras.
Presto,
pues, estira la mano sin ser notado, 210
y con la
presteza con que un gato ratones atrapa,
así sacó
la espada del interior de su vaina.
Pero la
buena fortuna de los traidores es breve,
no dura
mucho tiempo la suerte de los desleales.
Huyendo
aquél cargado de un tamaño tesoro, 215
mientras
piensa que libre está de todo peligro,
hete que
Baldo se pone a correr, y alcanza al ribaldo,
al que una
patada da con tanta rabia en el culo,
que el
mísero, en vuelo por una ventana por caso abierta,
cayó de
cabeza de una altura de más de cien pasos, 220
y encima del
empedrado quedó como una tortilla.
Mas este fin
vergonzoso fue poco útil a Baldo,
pues al
mismo tiempo perdió al esbirro y la espada5.
Entonces un
seguacillo se lanza, y sacando una daga,
osa, el
majareta, atacar a tamaño guerrero. 225
Mas Baldo,
saltando atrás, y luego adelante ligero,
le dio
puñada tal a éste en la oreja derecha,
que todos
los dientes cedieron de las entrambas mandíbulas,
y éste,
cayendo redondo, rompióse la testa en el suelo.
En ese
momento álzase en armas la turba bravosa, 230
al
descubierto queda el engaño, y la estratagema,
gritan:
"¡eh, venga!, ¡dale y para, en guardia, recula!
Al fin la
corneja vieja presa ya está en el visco6;
cayó el
ratón en la trampa; ¡quieto, carne de horca!
Quieto pues
cual ladrón deseamos ponerte grilletes". 235
Así
aullando se amontonan encima de Baldo
con trancas,
viguetas, con los bastones, y con garrotes.
El
desdichado Baldo ve que ayuda no tiene,
y no tiene
siquiera por caso ni medio zurriago,
y bastonazos
sin cuento recibe de aquella canalla. 240
Así como
puede, saltando de un lado y de otro, resiste,
y da
tremebundas, mientras va por el aire, puñadas,
y baba
sanguinolenta salió de su boca rabiosa.
Ya había
volcado todos los bancos de los notarios,
y a muchos
había cascado el molondro tirando tinteros. 245
Tognazzo,
que ya al estrépito había aguzado el oído,
hete que por
la puerta entra seguido de esbirros.
Al punto
allí desenvainan mil espadas de vainas,
que silban
en torno a Baldo, y al rededor lo circundan.
Mas él
saltando fuera de un salto así se libera. 250
Tognazzo, su
escarcina7
empuñando, llega el primero,
y ataca el
primero a Baldo, así gritando su boca:
"¡Quieto!
Estás ahora donde nunca pensabas,
¡date
preso, bandido!, ¡quieto, digo, ribaldo!,
¡ríndete a
mí!, ¿de qué bravuconeas aún esta hora? 255
¡ríndete a
mí!, si no, te tiro una estocada."
Baldo, tal
escuchando, escupe negro veneno,
y se
reconcome de cólera en su pecho indignado.
De un
portador de vino se pone al lado entre tanto,
al que de un
puñetazo tumba aturdido por tierra, 260
y de sus
manos toma con fuerza la barra de roble8;
con que
sintiéndose asaz firme, salta adelante,
y con la
mano izquierda calando celada en la frente,
y cofia9
de hierro a la que, ligera, cubría un birrete,
y con la
diestra el bastón empuñando, espumante la boca, 265
a aquéllos
de entorno empezó los moscones a espantarles.
Poco a poco
se hace fuerte en cantón bien seguro:
igual que el
oso lleno de garras cuando de muchos
de pronto
divisa anguloso rincón apto para defensa, 270
que por la
fuerza toma, y allí, firme, garras filosas
blande, de
modo que nunca se pueda desalojarlo;
así hace
aquel guerrero curtido en batallas sin número,
al que,
empero, a fuer de mosquetes y de ballestas
de lejos
avizorando podrían haber liquidado, 275
mas vivo
quiérelo el Podestà12
a toda costa en sus manos,
porque cien
muertes padezca al hondo de torre Predella13;
Tognazzo le
grita: "¿Por qué todavía, tunante, resistes?
Mira que ya
de la horca el lazo tienes al cuello.
Ni de
Fracasso la fuerza, ni de Cíngar astucias 280
pueden
prestarte ayuda, ni todo el vigor de tu raza."
Así se
expresa, y blande su daga con todo su empeño,
que no
habría quitado la vida de un cuerpo de pulga.
Repélela
Baldo, empero, con su bastón esgrimiendo.
Responde
aquél, furibundo, a reveses y tornavirones; 285
mas Baldo
que esgrima, como doctor en el arte, enseñaba,
mientras
Tognazzo insiste en atacarlo en tal modo,
con el
robusto bastón asestó un revés imponente,
y en cien
pedazos voló hecha añicos su breve escarcina14;
por lo que
Tognazzo dale la espalda en huida, mas Baldo 290
le limpia de
polvo la chepa machacándole a palos.
El tal a
gritos se desgañita: "¡ay!, ¡presto, ayuda!,
¡ay, mi
cabeza!, ¡mis hombros!, ¡ay, que me muelen la espalda!"
Más en
cólera, empero, Baldo a placer le apalea,
y en nada
piensa que darle una tunda a Tognazzo no sea; 295
éste huye,
y mientras quiere bajar la larga escalera,
entonces
Baldo patada le da en su espalda gibosa,
por la que
rueda aquel desgraciado al peldaño primero,
y de la sala
hasta el fondo giró igual que una bocha15;
con tal
caída rompiose del pecho la grande costilla. 300
Mas para
que Baldo no huyera, seguíalo toda la gente,
a quien
volviéndose ya, a dar bastonazos con ambas
manos se
apresta; como cuando en tiempo de estío
llevando a
la boca con harta frecuencia el villano la bota,
menea los
brazos robustos, y vuelto así un forzudo, 305
saltar hace
granos de las espigas de trigo batidas.
Allí
quebranta hombros, sesos, brazos, y piernas,
y hace volar
fragmentos de lanzas al elevado
artesonado
áulico, "tic, tac" sonando su tranca.
En medio de
aquéllos salta, hiere, embiste, derriba, 310
se gira en
redor como rueda redonda de los molinos.
Mas viene
escuadra de gente más grande de lo que se usaba,
de azagayas
un bosque tira, y no cesa al guerrero
de,
desarmado, lanzarle con gran barahunda venablos.
¡ay! ¿cuál
puede ser el vigor en un cuerpo cansado? 315
Ya de
escapar a Baldo esperanza poca quedaba;
la mente
invicta, empero, no por ningún aunque grande
miedo de
muerte sucumbe, con tal que la vida se embarque en
empresas
dignas de ser celebradas con loas eternas.
Es lo
adecuado al ladrón con razón dar el cuello a la soga,
320
eslo del
batelero ahogarse, y ser pasto de peces,
eslo del
mercader perder tras la bolsa la vida,
eslo de los
prelados morir a diamante molido16,
eslo de los
pordioseros volverse festín de piojos,
así también
del soldado es honor y fama gloriosa 325
no
corromperse en el juego y el vino, y con putas refeas,
si no por
picas mil, o guerras, o alborotos,
cien, si
tantas tiene, vidas dar por la gloria.
Mira de
Baldo también de lanzas y espadas calado
su cuerpo, y
a modo de un hontanar sus heridas un río 330
de sangre
echan fuera; la cual derramada, el vigor a cansados
músculos ya
desampara, y como candela que arde
poco a poco,
al fin llegada al verde17
se apaga.
Cuanto,
empero, agita su tranca, a uno desloma,
y de vez en
cuando dos hombres (no digo bocales), 335
y sobre los
muertos de mil moribundos hace una pila.
Seis horas y
más en aquella guerra perseverara,
Baldo a
quien más y más el valor con bravura espolea.
Huyen todos
al fin de los golpes de su garrote,
y muchos
perros a sus espaldas parece que tienen. 340
Sorprende
que de un brazo tan duro la fuerza así tanto
intacto
guardara el garrote con que afrontó la batalla;
pero igual
que la cuerda se rompe de tanto estirarla,
así al
final sucumbe la tranca a la harta fatiga.
Mientras el
paladín poderoso sobre la cabeza 345
a un
gigantesco gañán golpea con todas sus fuerzas,
y lo
despachurra al modo de un requesón tiernecito,
la maza
saliole volando, ciento hecha pedazos.
En ese
momento todos le asaltan, se agolpan, y a Baldo
ya
desarmado, y ya de heridas doquiera cubierto 350
quieren
cogerlo: cárganlo de cadenas y cuerdas,
y lo
envuelven, taimados, en una maraña de nudos.
El rey
apremia y muchos padres de los del senado
animan a los
esbirros, gritando: "¡cogedlo con vida!,
¡con vida
tenedlo!, ¡sea llevado a la cárcel con vida!, 355
¡con vida
lo descuartizen!, ¡y al fin que lo quemen con vida!"
Baldo,
empero, se enciende rojo de ira en su rostro,
y a nada
atiende, y no otra cosa tiene en la mente,
sino romper
con sus dientes y uñas cuerdas y lazos,
que ve
infinitos tender en torno de su persona. 360
Al fin por
una pierna lo agarran; de la manera
que los
estableros intentan con mucho sudor a un caballo
terrible por
sus mordiscos y coces tumbar boca arriba,
y los
asistentes se pasan de mano en mano las cuerdas,
y el jaco
cae supino, doquier fuertemente ligado, 365
y ya no
puede más dar de coces el empecinado,
así a Baldo
lo prenden; primero, con dolo por una
pierna por
detrás, y por la otra presto, y al punto
le cargan
hombros, brazos y pies de cadenas un ciento,
con las que
lo ligan desde el cuello hasta los calcaños. 370
1Conjunto
de veinte manos de papel.
2Sbirros,
sensaros, daciaros nobiliumque. Empleado de aduanas a cuyo
cargo está el control de las mercancías.
3Sollicitatores,
rofianos atque bagassas. Prostituta.
4Nil
nisi Iasones, Imolas et Bartola, Porcos. Enumeración de
juristas: Giason del Maino (1435-1519), Alessandro da Imola
(1424-1477), Bartolo da Sassoferrato (1313-1357) y Gian Cristoforo
Porco (s. XV) (Chiesa).
5Zeugma
con perdere: qui pariter sbirrum pariter quoque perdidit
ensem.
6Ad
vischium cornacchia vetus iam denique presa est. El visco es una
masa para cazar pájaros.
7Véase
IV, 256.
8Deque
suis manibus mazzam de robore scarpat. Aquélla en la que se
apoyaba el portador de vino al caminar, según Chiesa.
9Secretamque
illam, quam finam bretta tegebat. Birrete almohadillado, a veces con
armadura de hierro, que se llevaba debajo del yelmo.
10Famosos
por su ferocidad (Chiesa).
11Véase
IV, 30.
12Sed
vivum in manibus vult illum omnino Potestas. El podestà
era el nombre dado al primer magistrado en las ciudades del centro y
norte de Italia.
13Véase
II, 408.
14cf.
supra v. 251
15Ac
usque in fundum rigolavit more borella. La bocha es una bola de
madera usada en el juego homónimo.
16Est
praelatorum trito diamante necari. Véase II, 328.
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