viernes, 7 de julio de 2017

FRAGMENTOS DE MI TRADUCCIÓN DE "BALDO": LA CAPTURA DE BALDO (V, 154-370)





Desafiando el peligro de una posible emboscada, Baldo se presenta en el palacio de Mantua, donde es atacado por una muchedumbre encabezada por Tognazzo. Desarmado y herido de lejos, resiste heroicamente hasta que, derribado a traición y agotado de sus heridas, es apresado.



Ya del paladín se acercaba la portentosa figura:
todos temblaron mientras de lejos venía el guerrero.                   155
Viene solo, seguido sólo de un paje menudo.
Sube ya los mil escalones del magno palacio,
y entra en una sala capaz de albergar mucha gente.
Ruido allí y tremebundo estruendo oídos atruenan,
pues allá se trataban todos los tejemanejes.                               160
La innúmera turba de los notarios trescientos ocupa
bancos, emborronando de tinta resmas1 y resmas.
Acusaciones, y "citación", su severa palabra,
redactan, y vacían las bolsas de aquellos ilusos
que, metiéndose en pleitos, esperan ganar el litigio;                   165
y nunca, empero, mitiga la fiebre de la esperanza.
Muchos asuntos aquí ventilan diversas escuadras:
venteros, judíos, y campesinos a fuerza traídos,
esbirros, y corredores, vistas2 y de los nobles
procuradores, a más de rufianes y de bagasas3.                         170
La silla del juez se ve rodeada por la turbamulta.
Los abogados a gritos quebrantan el alto techado,
nada más hacen que Imolas, Giasones, Bartolos y Porcos4
citar en cólera, y zaherirse con dardos verbales;
mil villanías se intercambian sin contemplaciones,                      175
pero no son flechas, ni arcabuces palabras,
pues más que nunca después de hablarse resultan amigos,
y mutuamente regálanse con opíparas cenas.
De los campesinos corren ujieres por las fianzas,
y bastonazos muchas veces reciben por prenda.                         180
Vense rústicos por la mañana sin las azadas
dando vueltas por toda la plaza con papelotes.
Fulano denuncia, zutano demanda, mengano es prendido.          
Forzados se ven a vaciar sus bolsas de pocos reales;
pues si no desembolsan, los mandan sin más a la cárcel.             185
Sólo se mueven aquí por aquello que llena la bolsa.
A todos apremia en verdad la pasión desmedida de lucro.
Llega Baldo, en quien de Reinaldo la ardida presencia
brillaba, e hizo temblar de arriba abajo el palacio.
Viera la entera ciudad de armados soldados repleta,                   190
lista para atraparle por meterse en la trampa,
o bien esperándolo para ponerse a sus órdenes.
En su interior desconfía, y mira mucho a los lados.
¡Ay! pues nocivas son las traiciones a los campeadores,
quienes filan derriban sin orden en un solo ataque,                    195
pero basta un traidor solo para vencerlos con trampas.
Igual que el león que fiero muerde jabatos y osos,
a veces lo mata el mínimo diente de la comadreja.
Había un hombre escondido tras una gruesa columna,
y vigilando a Baldo, la respiración contenía;                              200
de hecho así el tirano había urdido la trampa,
y un premio bastante grande habíale prometido.
Apenas había, pues, pasado Baldo la puerta,
hete que el traidorzuelo le iba detrás de puntillas,
como de noche el ladrón suele andar calzado de fieltro;            205
sobre la punta digo que de sus dedos andaba
doblado, y mientras con suma cautela de Baldo el costado
izquierdo rebasa, el puño ve de su espada mostrado,
y afuera saliendo, bien al alcance de las sus garras.
Presto, pues, estira la mano sin ser notado,                             210
y con la presteza con que un gato ratones atrapa,
así sacó la espada del interior de su vaina.
Pero la buena fortuna de los traidores es breve,
no dura mucho tiempo la suerte de los desleales.
Huyendo aquél cargado de un tamaño tesoro,                          215
mientras piensa que libre está de todo peligro,
hete que Baldo se pone a correr, y alcanza al ribaldo,
al que una patada da con tanta rabia en el culo,
que el mísero, en vuelo por una ventana por caso abierta,
cayó de cabeza de una altura de más de cien pasos,                220
y encima del empedrado quedó como una tortilla.
Mas este fin vergonzoso fue poco útil a Baldo,
pues al mismo tiempo perdió al esbirro y la espada5.
Entonces un seguacillo se lanza, y sacando una daga,
osa, el majareta, atacar a tamaño guerrero.                           225
Mas Baldo, saltando atrás, y luego adelante ligero,
le dio puñada tal a éste en la oreja derecha,
que todos los dientes cedieron de las entrambas mandíbulas,
y éste, cayendo redondo, rompióse la testa en el suelo.
En ese momento álzase en armas la turba bravosa,                230
al descubierto queda el engaño, y la estratagema,
gritan: "¡eh, venga!, ¡dale y para, en guardia, recula!
Al fin la corneja vieja presa ya está en el visco6;
cayó el ratón en la trampa; ¡quieto, carne de horca!
Quieto pues cual ladrón deseamos ponerte grilletes".             235
Así aullando se amontonan encima de Baldo
con trancas, viguetas, con los bastones, y con garrotes.
El desdichado Baldo ve que ayuda no tiene,
y no tiene siquiera por caso ni medio zurriago,
y bastonazos sin cuento recibe de aquella canalla.                 240
Así como puede, saltando de un lado y de otro, resiste,
y da tremebundas, mientras va por el aire, puñadas,
y baba sanguinolenta salió de su boca rabiosa.
Ya había volcado todos los bancos de los notarios,
y a muchos había cascado el molondro tirando tinteros.         245
Tognazzo, que ya al estrépito había aguzado el oído,
hete que por la puerta entra seguido de esbirros.
Al punto allí desenvainan mil espadas de vainas,
que silban en torno a Baldo, y al rededor lo circundan.
Mas él saltando fuera de un salto así se libera.                      250
Tognazzo, su escarcina7 empuñando, llega el primero,
y ataca el primero a Baldo, así gritando su boca:
"¡Quieto! Estás ahora donde nunca pensabas,
¡date preso, bandido!, ¡quieto, digo, ribaldo!,
¡ríndete a mí!, ¿de qué bravuconeas aún esta hora?              255
¡ríndete a mí!, si no, te tiro una estocada."
Baldo, tal escuchando, escupe negro veneno,
y se reconcome de cólera en su pecho indignado.
De un portador de vino se pone al lado entre tanto,
al que de un puñetazo tumba aturdido por tierra,                 260
y de sus manos toma con fuerza la barra de roble8;
con que sintiéndose asaz firme, salta adelante,
y con la mano izquierda calando celada en la frente,
y cofia9 de hierro a la que, ligera, cubría un birrete,
y con la diestra el bastón empuñando, espumante la boca,   265
a aquéllos de entorno empezó los moscones a espantarles.
Poco a poco se hace fuerte en cantón bien seguro:
igual que el oso lleno de garras cuando de muchos
canes corsos10 y lanzas jinetas11 se ve rodeado;
de pronto divisa anguloso rincón apto para defensa,            270
que por la fuerza toma, y allí, firme, garras filosas
blande, de modo que nunca se pueda desalojarlo;
así hace aquel guerrero curtido en batallas sin número,
al que, empero, a fuer de mosquetes y de ballestas
de lejos avizorando podrían haber liquidado,                       275
mas vivo quiérelo el Podestà12 a toda costa en sus manos,
porque cien muertes padezca al hondo de torre Predella13;
Tognazzo le grita: "¿Por qué todavía, tunante, resistes?
Mira que ya de la horca el lazo tienes al cuello.
Ni de Fracasso la fuerza, ni de Cíngar astucias                    280
pueden prestarte ayuda, ni todo el vigor de tu raza."
Así se expresa, y blande su daga con todo su empeño,
que no habría quitado la vida de un cuerpo de pulga.
Repélela Baldo, empero, con su bastón esgrimiendo.
Responde aquél, furibundo, a reveses y tornavirones;         285
mas Baldo que esgrima, como doctor en el arte, enseñaba,
mientras Tognazzo insiste en atacarlo en tal modo,
con el robusto bastón asestó un revés imponente,
y en cien pedazos voló hecha añicos su breve escarcina14;
por lo que Tognazzo dale la espalda en huida, mas Baldo    290
le limpia de polvo la chepa machacándole a palos.
El tal a gritos se desgañita: "¡ay!, ¡presto, ayuda!,
¡ay, mi cabeza!, ¡mis hombros!, ¡ay, que me muelen la espalda!"
Más en cólera, empero, Baldo a placer le apalea,
y en nada piensa que darle una tunda a Tognazzo no sea;  295
éste huye, y mientras quiere bajar la larga escalera,
entonces Baldo patada le da en su espalda gibosa,
por la que rueda aquel desgraciado al peldaño primero,
y de la sala hasta el fondo giró igual que una bocha15;
con tal caída rompiose del pecho la grande costilla.           300
Mas para que Baldo no huyera, seguíalo toda la gente,
a quien volviéndose ya, a dar bastonazos con ambas
manos se apresta; como cuando en tiempo de estío
llevando a la boca con harta frecuencia el villano la bota,
menea los brazos robustos, y vuelto así un forzudo,          305
saltar hace granos de las espigas de trigo batidas.
Allí quebranta hombros, sesos, brazos, y piernas,
y hace volar fragmentos de lanzas al elevado
artesonado áulico, "tic, tac" sonando su tranca.
En medio de aquéllos salta, hiere, embiste, derriba,          310
se gira en redor como rueda redonda de los molinos.
Mas viene escuadra de gente más grande de lo que se usaba,
de azagayas un bosque tira, y no cesa al guerrero
de, desarmado, lanzarle con gran barahunda venablos.
¡ay! ¿cuál puede ser el vigor en un cuerpo cansado?         315
Ya de escapar a Baldo esperanza poca quedaba;
la mente invicta, empero, no por ningún aunque grande
miedo de muerte sucumbe, con tal que la vida se embarque en
empresas dignas de ser celebradas con loas eternas.
Es lo adecuado al ladrón con razón dar el cuello a la soga, 320
eslo del batelero ahogarse, y ser pasto de peces,
eslo del mercader perder tras la bolsa la vida,
eslo de los prelados morir a diamante molido16,
eslo de los pordioseros volverse festín de piojos,
así también del soldado es honor y fama gloriosa              325
no corromperse en el juego y el vino, y con putas refeas,
si no por picas mil, o guerras, o alborotos,
cien, si tantas tiene, vidas dar por la gloria.
Mira de Baldo también de lanzas y espadas calado
su cuerpo, y a modo de un hontanar sus heridas un río     330
de sangre echan fuera; la cual derramada, el vigor a cansados
músculos ya desampara, y como candela que arde
poco a poco, al fin llegada al verde17 se apaga.
Cuanto, empero, agita su tranca, a uno desloma,
y de vez en cuando dos hombres (no digo bocales),          335
y sobre los muertos de mil moribundos hace una pila.
Seis horas y más en aquella guerra perseverara,
Baldo a quien más y más el valor con bravura espolea.
Huyen todos al fin de los golpes de su garrote,
y muchos perros a sus espaldas parece que tienen.          340
Sorprende que de un brazo tan duro la fuerza así tanto
intacto guardara el garrote con que afrontó la batalla;
pero igual que la cuerda se rompe de tanto estirarla,
así al final sucumbe la tranca a la harta fatiga.
Mientras el paladín poderoso sobre la cabeza                   345
a un gigantesco gañán golpea con todas sus fuerzas,
y lo despachurra al modo de un requesón tiernecito,
la maza saliole volando, ciento hecha pedazos.
En ese momento todos le asaltan, se agolpan, y a Baldo
ya desarmado, y ya de heridas doquiera cubierto             350
quieren cogerlo: cárganlo de cadenas y cuerdas,
y lo envuelven, taimados, en una maraña de nudos.
El rey apremia y muchos padres de los del senado
animan a los esbirros, gritando: "¡cogedlo con vida!,
¡con vida tenedlo!, ¡sea llevado a la cárcel con vida!,       355
¡con vida lo descuartizen!, ¡y al fin que lo quemen con vida!"
Baldo, empero, se enciende rojo de ira en su rostro,
y a nada atiende, y no otra cosa tiene en la mente,
sino romper con sus dientes y uñas cuerdas y lazos,
que ve infinitos tender en torno de su persona.               360
Al fin por una pierna lo agarran; de la manera
que los estableros intentan con mucho sudor a un caballo
terrible por sus mordiscos y coces tumbar boca arriba,
y los asistentes se pasan de mano en mano las cuerdas,
y el jaco cae supino, doquier fuertemente ligado,            365
y ya no puede más dar de coces el empecinado,
así a Baldo lo prenden; primero, con dolo por una
pierna por detrás, y por la otra presto, y al punto
le cargan hombros, brazos y pies de cadenas un ciento,
con las que lo ligan desde el cuello hasta los calcaños.    370











1Conjunto de veinte manos de papel.
2Sbirros, sensaros, daciaros nobiliumque. Empleado de aduanas a cuyo cargo está el control de las mercancías.
3Sollicitatores, rofianos atque bagassas. Prostituta.
4Nil nisi Iasones, Imolas et Bartola, Porcos. Enumeración de juristas: Giason del Maino (1435-1519), Alessandro da Imola (1424-1477), Bartolo da Sassoferrato (1313-1357) y Gian Cristoforo Porco (s. XV) (Chiesa).
5Zeugma con perdere: qui pariter sbirrum pariter quoque perdidit ensem.
6Ad vischium cornacchia vetus iam denique presa est. El visco es una masa para cazar pájaros.
7Véase IV, 256.
8Deque suis manibus mazzam de robore scarpat. Aquélla en la que se apoyaba el portador de vino al caminar, según Chiesa.
9Secretamque illam, quam finam bretta tegebat. Birrete almohadillado, a veces con armadura de hierro, que se llevaba debajo del yelmo.
10Famosos por su ferocidad (Chiesa).
11Véase IV, 30.
12Sed vivum in manibus vult illum omnino Potestas. El podestà era el nombre dado al primer magistrado en las ciudades del centro y norte de Italia.
13Véase II, 408.
14cf. supra v. 251
15Ac usque in fundum rigolavit more borella. La bocha es una bola de madera usada en el juego homónimo.
16Est praelatorum trito diamante necari. Véase II, 328.

17Paulatim ad virdum tandem arrivata stuatur. La base de las candelas se pintaba de verde (Chiesa).

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