Tomando la palabra el maestre mayor de los gatos,
Con gran gravedad le dice a Vulcano lo que se sigue:
“Ninguno de los nuestros quisiera -mandato es ajeno-
Usurpar, Vulcano, vuestras grandes faenas. 190
Aquí nos han colocado, a pura fuerza ligados
En estos palos, y de blanda cuerda impedidos,
Contra la voluntad nuestra por ambas cosas forzados.
Nos ofrecieron una opípara cena primero,
Y muy de mañana en la boca pusiéronnos el almuerzo 195
que nuestro apetito en tal ocasión estaba anhelando,
A saber, unas lonjas de puerco con pan de ese día.
No apetecemos las manzanas de las arboledas,
Y no se usa a perros o gatos darles pepinos,
Ni al león hierbas, ni al fortísimo toro las carnes, 200
Ni al buey lagartos, ni jamás heno a la cigüeña,
Ni a la mula moscas, ni al camaleón la cebada,
Ni la que cría sustenta al niño con sólido pasto,
Y nadie da la leche del pecho a un mísero viejo,
A no ser la piadosa romana que a su padre preso 204b
Y muy quebrantado del hambre darle el pecho solía; 205b
Nunca apetecen hormigas el corazón de abubilla, 206b
Sino lo que el apetito pide o natura reclama, 205
Eso se da a cualquier animal para que vivir pueda,
Cual suele grato sustento de cabras ser la maleza, 207b
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