1. Macarronismos léxicos.
La riqueza y variedad de este tipo de macarronismos en la macarronea
de Pacheco se manifiesta en diversos fenómenos; uno de ellos es la
abundante macarronización de palabras derivadas que no tienen
correspondiente formal en latín, que destacan por su efecto cómico
(callegis, camaretis, carneceria, casillis, coplillas, grillones,
hondissima, mongiles, mugerile, pingosas, rapazus, ropamine, silleta,
sirguerillus, spessissima, tetuda); otro es la presencia de
palabras inhabituales, y/o no recogidas en el Diccionario de
Autoridades, aunque sí en diccionarios posteriores (baheauit,
baladro, bofetes, cachondo, carreare, costumbrant, digiis, friolega,
fucilant, grimosa, guimaros, harria, jetas, labria, lagosta,
modorros, perneta, satirione, sirguerillus, teatinus, tongas,
turques, voçezans, vocezat, xaquima, xauegueris), o de probables
hápax legómena, palabras o formas de éstas que sólo he
localizado en la macarronea objeto de este estudio (arripardus,
cumbleza, cosquillosae, foliosa, gramufa, pegossas, perezans,
pingosas, presurante, regueldat, ristrabant, toruna, verdiscos).
Con todo, el elemento lexical más característico del poema es la
abundancia de léxico erótico y de germanía que resulta inusitado
en la historia de la macarronea española (arrechat, bagassa,
botica, cachondo, cairum, calloncas, casillis, cosquillosae, cricas,
çurrapa, daifa, farautes, gajes, gallofa, guadañat, guimara,
impreñare, manflota, manflotescae, picañis, putanae, puterias,
roçat, spichat, tabancus, tacaños, virote).
Junto a la presencia de este tipo de léxico, que singulariza
notablemente la composición de Pacheco, su otro rasgo destacado es
la gran creatividad léxica de la que hace gala, que se hace evidente
en el número de neoformaciones que pergeña el autor. Así, crea
neoformaciones latino-macarrónicas y humanísticas regulares; son,
ciertamente, las primeras las que tienen un mayor efecto estilístico
por su carácter cómico, expresionista y paródico, sobre todo en
las palabras compuestas (abestruziuolas, ampolletichupi,
azahareriferos, cosquillosae, çapatetisonos, diablisonas, impreñare,
incalaboçat, incoroçabile, inroscando, manflotiuolo, ojamina,
relampagare); las segundas, menos numerosas, responden a cierto
manierismo verbal (amorisonos, bastardulus, cabalisteos,
peruersulus, praedulciter), y al prurito de poeta neolatino del
autor.
Secundariamente, hay ciertos macarronismos que sufren una alteración
gráfica que pretende darles una pátina clásica (smaltas,
spantable, spantati, [pero espantet], spantoso,
spanto, spolone, struendus), algunas palabras invariables,
adverbios y adjetivos numerales, no sometidas a una latinización
sufijal superficial (ay, cadaño, luego, quarenta, veinte), de
las que la segunda presenta una aglutinación, rasgo llamativo del
macarroneo folenguiano. Es de señalar, asimismo, la solución
adoptada para la latinización de una palabra aguda como 'carcaj'
(carcaje [ac.sing.]), asimilándola al modelo de los neutros
de tema en -i de la tercera declinación, tipo mare.
En cuanto a la presencia de macarronismos procedentes de otras
lenguas, sólo se puede señalar el caso, aunque notable, de un
posible préstamo de la lengua náhuatl (toquitiae).
2. Macarronismos morfológicos.
Es posible únicamente verificar dos ejemplos (didisti y
acepere [este último
por razones métricas]), a menos que se incluya también en
esta categoría el vocativo viridante del macarronismo
heteróclito *viridantus. Tal escasez de macarronismos de este
tipo tan característica de la macarronea española, puede
explicarse, como ya he dicho, porque la parodia de la insuficiencia
lingüística del latinus grossus que puede estar en el origen
de la creación macarrónica italiana, resulta evidentemente extraña
como motivación a los émulos folenguianos extranjeros, humanistas
seducidos por los aciertos de la primera persona macarrónica.
Ciertamente, puede afirmarse que tales macarronismos serían menos
escasos si tras las macarroneas se ocultara un propósito de parodiar
el latín humanista, como se ha sostenido frecuentemente.
3. Macarronismos heteróclitos.
Frente a las macarroneas precedentes, sí se registran ejemplos de
este tipo de macarronismos (albergum (ac.), bronzo
(abl.), cacarentes (ac.), cipresos (ac.), ratonis
(abl.pl.), studiantus (nom.), verdonus (nom.). Algunos
vienen ilustrados, incluso, por escolios de irrisión erudita, como
carnere (abl.): carne. inis
declinabant antiqui melius quam caro
carnis. M. Varro de
re rustica.;
goza (ac.pl.): dixit supra
gozos hic goza vrbana; licentia poetica quae
genus
permutare licet, y como viridante (voc.): viridantus
.i. prisci declinabant.
4.Macarronismos semánticos.
Pueden señalarse cierto número de ellos (alpestres, beatas,
cartas, casa, causare, contare, corneta, cortesanas, costalibus,
importans, laguna, mitra, pensare, picantes, rīmae,
roncat, rostra, saltare, serenum, sima), menos connotados
estilísticamente que otros, como señaló Paoli.
Dentro de este grupo podrían indicarse algunos casos de
macarronismos métricos como melodia y pauor, donde se
conserva el lexema latino, pero se altera su escansión métrica
(macarronización), y otros semántico-métricos (rĭmas,
rōsae,
tĕtrĭcos),
donde se produce un doble proceso de macarronización.
5.Macarronismos de locución.
Se dan cierto número de casos (ad partem, cada una, de longe, de
noche, facit sequi), algunos con aglutinación (cadaño,
depresto) y otros que reproducen expresiones y frases populares
(ciegam jugare gallinam, in blancum echare ojos, menos echauit,
tendere pernas).
6.Macarronismos folenguianos.
Hay tres ejemplos, muy notables pues remiten uno de ellos a la
redacción Toscolanense y los otros dos a la redacción Vigaso Cocaio
de las macarroneas folenguianas, lo que da a entender que Pacheco
manejó ambas redacciones. El primero de ellos es guadañat,
posible calco folenguiano con coincidencia
de sedes metrica
(cf. Zant.
T 814: Quisquis
amat, multum spendit nihilumque guadagnat),
a pesar de estar documentada la existencia en español del
italianismo guadañare.
El primero de los otros es furfantis;
en
sus macarroneas menores editadas por M. Zaggia encontramos esta
palabra en Zan.
V 1026: guarda
quod hic furfans, furfantum gloria, parlat!,
paso en el que el benemérito editor anota que “si tenga inoltre
presente que queste folenghiane sono tra le prime attestazioni della
parola furfante
(l'attestazione più antica nota al Dizionario
etimologico della lingua italiana
data al 1534)”, datando la redacción V(igaso Cocaio) de 1552.
Resulta, pues, doblemente llamativo este italianismo de Pacheco, cuyo
origen folenguiano queda confirmado por su utilización de otro
italianismo, porcile,
procedente del mismo fragmento, Zan.
V 1024: Me
porcile tuum -scelus est chiamare fenilum-.
7.Frecuencia de los macarronismos.
Los versos que contienen un solo macarronismo ascienden a 209, que
representan un 38,99% del total; mientras que los que contienen más
de uno son 195, un 36,38%, y los versos íntegramente latinos suponen
132 versos, es decir, un 24,62% de la totalidad del poema
macarrónico.
8.Función estilística de los macarronismos.
El fino estilista Pacheco es,
sin duda, consciente del juego de equilibrios inconstantes que
constituye la macarronea, y lo aprovecha para pergeñar una
macarronea de muy estudiada elaboración, en la que el latín tiene
la función englobante y directiva señalada por Segre.
Ya desde
el prólogo puede verse cómo Pacheco dispone, con harta frecuencia,
los macarronismos en posiciones relevantes, como el final de verso,
en un entorno latino en el que aparecen también desde el principio
series anafóricas tan del gusto folenguiano (vv. 18, 30-31), junto a
figuras propias de la literatura vernácula como el retruécano (non
facit ad largas puta Camena tocas,
v. 12), o el apunte del contenido erótico del poema (vv. 14, 29-30);
el principio de oxímoro lingüístico y cultural se muestra también
prontamente en diversos giros como puta
Camena
(v. 12), more
putesco
(v. 17), o más tarde en otros como bagassa
cohors
(v. 345). Así, las alusiones a la gente de germanía (furfantis
numina uulgi, v. 25) y al fanal merliniano (fantastica facta, v. 26)
son casi consecutivas en esta inuocatio
a
las Musas, que son presentadas programáticamente como patronas de
este submundo marginal, cuya jerga es usada profusamente. En este
sentido, los versos íntegramente latinos surgen, como en el poeta
mantuano, cuando se desea elevar irónicamente el tono del discurso
(fauete mihi factum cantare paranti, v. 35); y, de tal suerte,
poderosas aliteraciones se sirven de los macarronismos con un valor
paródico, aunque en el fondo reverente hacia el referente latino
(ferrea porta putarum, v. 32), en un contexto marcadamente
macarrónico (v. 33)1,
así como disyunciones realizadas en sintagmas plenamente
macarrónicos (quique solent guimaros
semper punire tacaños,
v. 45)2.
En este sentido, la oposición que establece el poeta entre la
(musa) Macarrona y la linda Camena (Sed paulum,
Macarrona, tace dum linda Camena / incipit hanc obram, tu deinde
sequere canendo, vv. 46-47), le sirve para introducir una parte de
tono más elevado con predominio casi absoluto de los versos
íntegramente latinos (vv. 48-89); se insertan ahí con naturalidad
macarronismos que significan nombres de instrumentos musicales, y
algún verso con más de un macarronismo con aliteración (et
quos strambotes repetunt baxone sonante!, v. 72), que es alabado en
didascalia (cedite
Romani scriptores, cedite Graij, hic versus n<oster> est
incomparabilis). En
cambio, a partir del v. 90 hasta el 149, en el que describe de modo
expresionista el colegio de san Miguel, hay predominio de los versos
polimacarrónicos, en los que no faltan las anáforas (vv. 91-94), la
confluencia de estilemas (disyunción y aliteración) en torno a una
neoformación macarrónica resaltada ante cesura (et çapatetisonos
gaudent connectare corros, v. 102), las enumeraciones expresionisas y
paródicas en la lista de gramáticos y de los males existentes en la
casa, y los encabalgamientos con macarronismos en fin de verso (v.
135).
Por otra
parte, las iuncturae
clásicas aparecen ya desde el principio con la función de
ennoblecer y elevar el tono (nocte silenti, v. 37; mortalibus aegris,
v. 57). En los versos íntegramente latinos, donde la presencia de
tales calcos es lógicamente evidente, a veces se produce una
confluencia de iuncturae
que imprime a los versos un carácter casi centoniano; puede verse el
caso de v. 470 omne
genus hominum volucrum genus atque ferarum, formado a partir de LUCR.
1, 160, 1026, y VERG. Aen.
9, 510: #omne genus#, VERG. Aen.
8, 35: gensque uirum truncis et duro robore nata, y MANIL. 2, 777:
pellitur omne loco #uolucrum genus atque ferarum#; en algún otro
paso, como el v. 597, nauiget extremos cupidus mercator ad Indos,
los calcos proceden de un solo autor: HOR. epist.
1, 16, 71 #nauiget# ac mediis hiemet #mercator# in undis, HOR.
epist.
1, 1, 45 inpiger #extremos# curris #mercator ad Indos#. Por otro
lado, la inserción de tales calcos textuales en los versos dotados
de uno o más macarronismos los dota de cierta polivalencia, a la que
no es extraña el tono paródico, que parece acentuarse en los
polimacarrónicos. De tal suerte, en versos unimacarrónicos, como el
200, Tunc
nemora
alta sonant, remolinus surgit ad auras, el macarronismo lexical se
encuentra en posición casi quiásmica respecto a los calcos
textuales con coincidencia de sedes
metrica
(VERG. georg.
3, 393 #nemora alta#, y LUCR. 6, 819 #surgit in auras#); en el v.
274, et gordo
Veneris puero) pia templa petebant, el macarronismo queda
estilísticamente resaltado por la rima interna y su posición ante
cesura, marcando un claro contraste con el calco semicentoniano
(STAT. Theb.
11, 751 #pia templa#, y LUCR. 3, 86 #templa petentes#); el calco
que forma el primer hemistiquio del v. 306 (Quos
vbi conspexit iam bambaneare Cupido, SIL. 5, 586 #quos ubi
conspexit#), confluye, incluso con la prolexis del relativo, a
resaltar el expresivo macarronismo que se demora con fuerza
onomatopéyica entre el cuarto y el quinto pie dactílicos; en el v.
335, sic ait: “o miseri, quae vos miseranda locura, no falta la
reminiscencia virgiliana (VERG. ecl.
2, 69 a, Corydon, Corydon, #quae# te dementia cepit), que fue más
patentemente parodiada por Merlín Cocayo (Baldus V 4, 285 O
macaron, macaron, quae te matezza piavit!); en el v. 408, et quot
sermones vna hiluanat in hora, el a la sazón obispo de Zamora es
equiparado al Lucilio harto fecundo aunque irregular criticado por
Horacio ( HOR. sat.
1, 4, 9-10 ...in hora saepe ducentos, / ut magnum, uersus dictabat
stans pede in uno); finalmente, los versos unimacarrónicos
introducen la exaltación bucólica del amor actualizando los
referentes materiales, en un intento de cercanía al lector que no
carece de virtus
lírica (Non ego dedignor flautas
contingere agrestes, çampoñasque
rudes et vincere Pana canendo, v. 616-617 -OV. epist.
4, 149 #non ego dedignor#, y VERG. ecl.
2, 31 mecum una in siluis imitabere #Pana canendo#-), incluso cuando
se hace un explícito homenaje a la fuente virgiliana sin la menor
intención paródica (Quando ego te fresca
fugitiua Amarili sub vmbra, v. 620 -VERG. ecl.
1, 36; 8, 77 #Amarylli#-).
En cuanto a la acentuación del contenido paródico en los versos
polimacarrónicos, he aquí algunos ejemplos: en el v. 263, non
poterant ganare, feae -miserabile vulgus-, se compara mediante un
calco textual en aposición con coincidencia de sedes
metrica (VERG.
Aen.
2, 798 #miserabile uulgus#) a las vulgares rameras del poema con el
atribulado pueblo troyano tras la caída de Ilión; en el v. 324
(Itur in obscuram grutam,
stabula alta putarum),
se materializa una cómica parodia virgiliana (VERG. Aen.
6, 179 #itur in# antiquam siluam, #stabula alta# ferarum), que no
supone, repito, una derisión del venerable modelo, sino un guiño a
sus cultivados lectores, que apreciarían con regocijo el juego
estilístico que realza, sobre todo, al segundo macarronismo, que se
coloca al final de verso y es objeto de un juego de semihomofonía
(putarum / ferarum) basado en la macarronización superficial
desinencial; siguen siendo las meretrices las que motivan el juego
paródico del v. 419, et pretium meruisse refert, puto veinte reales,
donde se trae a colación las raras rosas invernales (MART. 4, 29, 4
Hibernae pretium sic meruere rosae) evocadas por Marcial para
justificar un precio elevado; la comicidad para el leído lector está
en los términos de la comparación que trae a colación el calco
marcialesco, y en la explicitación macarrónica de la cantidad en
final de verso.
Pacheco, incluso, se permite construir macarronismos sobre iuncturae
clásicas como en el caso del v. 164, sima graui, tiemblatque locus
cum soluere tientat, cf. LUCAN.
3, 491-92 #soluere# / temptat...; combina, asimismo, macarronismos y
latinismos en forma de endíadis (cf. v. 367: peñascos durasque
petras...).
Pacheco, como Folengo, se mueve, tal como se ha dicho arriba, del
latín al romance, que tiene así una función englobante y
directiva, y esto se sigue verificando, verbigracia, en la presencia
de figuras de construcción como la disyunción afectando a
macarronismos de locución (vv. 257, y 426), y a sintagmas integrados
por neoformaciones macarrónicas (vv. 278, 407, 449), en la
existencia de series anafóricas (vv. 401-408; 427-434), y algunas
otras figuras como el políptoton (vv. 513-514) y la prolepsis del
relativo (v. 574). Asimismo, el poeta jerezano sigue adaptando su
macarroneo al fluctuante tono de su poema en su segundo libro; de tal
suerte, en el elogio del amor que ocupa los vv. 467 a 478 se mezclan
los versos latinos y unimacarrónicos en un discurso más elevado; en
cambio, en los vv. 484 a 556, en los que describen de manera
expresionista los efectos del amor carnal en hombres y animales
predominan los versos polimacarrónicos, que ceden, en la alabanza
final al amor en un entorno bucólico (vv. 557-631), a un juego de
equilibrio entre los tres tipos de versos, que alternan en un
contexto perfectamente armónico, hecho que puede percibirse, por
ejemplo, en el v. 576, que se abre y cierra con un macarronismo, y,
que, sin el menor menoscabo, tiene una pátina perfectamente clásica,
realzada por la neoformación latina humanística debida a la
creatividad lingüística del poeta neolatino (Soplat
amorisonos laurorum in vertice siluos). En este sentido, el verso
final virgiliano (Omnia vincit amor et nos
cedamus amori, cf. VERG.
Ecl.
10, 69) debe entenderse como una cita de homenaje y reconocimiento
reverente a una tradición a la que no se intenta, en modo alguno,
combatir o someter a irrisión.
Imagen: Diccionario de Autoridades.
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1
Otros ejemplos de aliteraciones mixtas en los vv. 423, 549, y 551.
2
Estas disyunciones afectan también a macarronismos de locución
(vv. 257, 278, 426), y a neoformaciones macarrónicas (vv. 407,
450).
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