Baldovina en
casa se queda solita, y la lluvia
de los sus
ojos calmar no puede marchado el marido.
Con la
mejilla en la mano está pensativa, y de pronto, 435
de pronto
imprevistos dolores se adueñan de sus entrañas;
de hecho, la
pobrecita se enfrenta a su parto primero1.
La
desdichada a lanzar agudos chillidos forzada
se ve, y por
no dejar que la oigan, esconde en su pecho
los dardos
que Baldo aún no nacido tira doquiera. 440
Sólo gime
por más que no quiere, y ora de un lado,
ora del otro
(visión que piedad provoca) se vuelve.
No la
partera asiste, que preste la ayuda debida;
llama a las
criadas y siervas a que antes solía
mandar, tal
como manda de un monarca la hija, 445
mas en vano
llama, porque sólo la gata podía
"miau"
responderle, pero no prestarle socorro.
No sin
motivo, empero, tan grande afán la atormenta,
cuando nace
de sí de la caballería el espejo.
Todo lo que
extraordinario será por las letras o Marte2, 450
sale del
vientre materno no con plácido parto,
y viene de
esfuerzo penoso fuera de toda medida.
Nace
entonces, por fin, el meollo de toda proeza,
la flor de
la gallardía, Baldo, rayo de liza,
poder de la
espada, vigor del escudo, por entre los dardos, 455
en las
batallas de lanzas ruïna, tea e incendio
como una
cruda bombarda contra las filas contrarias.
Ni siquiera
lo pétreo del monte, el acero, o un enorme
bastión, ni
el fuerte reparo de una gruesa muralla
podrán
resistir indemnes de su valor al martillo. 460
Nace Baldo
aquí sin ayuda de comadrona,
y no dio
ningún chillido como los rorros.
Y aunque
esté Baldovina toda hecha unos zorros,
como una
vieja cuba de aros sueltos del todo,
se alza, y
en un bastón apoyando sus débiles pasos, 465
agua
calienta, lava al niño, y lo envuelve en harapos.
Luego al
lecho retorna, descansa, y al niño amamanta,
mucho lo
besa, y saciar no puede el materno deseo
de a besos
comerse sus ojos, su frente o su boquita.
Aquél no
llora, sino que ríe con cara risueña, 470
mientras se
esfuerza en hablar, todavía no sirve la débil
lengua a la
voluntad, ni "papá" ni "mamá", ni siquiera
balbucea
"papa", aunque conocimiento de cosas
mucho tenga,
y una nueva estrella le sea propicia.
Ilustración: "Nacimiento de Orlando"
1G.
Bernardi Perini ha descrito con insuperable maestría la evolución
de la descripción de este episodio en su artículo "La nascita
di Baldo", recopilado en sus Scritti
Folenghiani, (2000), pp. 109-126. Los 23 versos que narran el
paso al final del libro primero de la redacción Paganini (1517)
pasan a 48 en la red. Toscolanense (1521), en la que Baldovina sigue
muriendo en el parto a pesar de las parteras, hecho que lleva Guidón
a abrazar la vida eremítica; novedades, en cambio, son el hecho de
que el anónimo aldeano de la red. P, reciba el nombre de Bertus
Pannada, y el honor de ser considerado por Guidón un "aldeano
cortés", oxímoron en la mentalidad folenguiana, así como el
hecho extraordinario de que el recién nacido no llore (plangere
quem nusquam viderunt more putini). En las dos siguientes y
últimas redacciones, la Cipadense y la Vigaso Cocaio, en las que el
episodio se diluye entre dos libros, es evidente la influencia del
Orlandino del mismo Folengo, poema en vernáculo publicado en
1526, que narra el nacimiento e infancia de Orlando (Roldán); de
tal obra proceden el retrato corregido y aumentado de Berto Panada
que coincide con la ausencia del padre en busca de fama y fortuna
cuando el niño nace, y la supervivencia de Baldovina al solitario
parto, que verá crecer a su hijo. Bernardi atribuye, en fin, la
atmosfera idilliaca del paso a la influencia de la cuarta
égloga virgiliana (lo sguardo del Folengo è lo stesso sguardo
di Virgilio, chino su una culla a cogliere i primi segni di una vita
nuova e di una pena risarcita [o.c.,
p.126).
2Acostumbrada
sinécdoque por la guerra.
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