En enero de 2010 recibí el número 8 de la revista CALAMVS RENASCENS, así como un montón de separatas de un artículo mío que se publica en dicho número. Es también mi octavo artículo publicado sobre la poesía macarrónica desde que defendí mi tesis "La poesía macarrónica en España" en el ya lejano 2001. Cuando el director de mi tesis, el profesor Maestre, me propuso este tema pensé que no daría para mucho ("sí, hombre, como tú eres gaditano -más o menos recuerdo que me dijo, porque había algunos poemas ambientados en Cádiz-, puedes darle al trabajo una mica salis"), pero pronto descubrí todo un mundo literario casi desconocido en España y que me tomó varios años en poder abarcar con cierta seguridad. Mi tesis fue triplemente premiada y ahora la reviso, editando y traduciendo otros poemas macarrónicos hispánicos que he localizado estos años. En la actualidad, me enfrasco los sábados por la mañana en hacer la traducción rítmica de estos poemas, escritos en hexámetros clásicos. Avanzo con lentitud, pero pienso que la poesía debe intentar ser traducida en ritmo (las traducciones en prosa me resultan en muchas ocasiones hiperexplicativas y parafrásticas), pues te obligan, al menos, a la concisión precisa y a la economía verbal (las cadenas que desencadenan) -incluso, he trasladado esa estructura métrica a muchas de mis propias composiciones, al modo de A. García Calvo. La poesía macarrónica es un subgénero poético nacido en el siglo XVI, que representa la plasmación artística más lograda y exitosa del llamado latín macarrónico, convertido en metalenguaje literario. En la actualidad queda en la lengua popular el uso del adjetivo 'macarrónico', como recuerdo lejano de ese lenguaje. Voy a dedicar algunas entradas cortas a explicar, de modo somero y asequible, lo que fue este cachondeo culto de la poesía macarrónica.
CARMINA MACARONICA SELECTA
"Quid contentandum nisi contentamus amigos? / Hoc mihi servitium facias, tu deinde comanda, / nam, giandussa mihi veniat in culmine nasi, / ni pro te posthac Paradisos mille refudem", Baldus, V, 9, 295-298
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