CARMINA MACARONICA SELECTA

"Quid contentandum nisi contentamus amigos? / Hoc mihi servitium facias, tu deinde comanda, / nam, giandussa mihi veniat in culmine nasi, / ni pro te posthac Paradisos mille refudem", Baldus, V, 9, 295-298

sábado, 15 de noviembre de 2025

FRAGMENTOS DE MI TRADUCCIÓN DE "BALDO" DE MERLÍN COCAYO: De cómo Cíngar vio crecer de modo desmesurado e imparable su nariz, y de lo que les aconteció con el mago Serrafo (Baldus V, XXII, 438-601)


 


Habla Falchetto: “larga es esta fila de gente,

Paréceme de cierto la procesión de los brujos.

Hoy es día de brujas, y la parada del jueves.                      440

A Demogorgon van, y de la cabalgata a la reina.

No tengo, empero, ninguna certeza; pregunta, Boccalo.”

“No lo haré –Boccalo responde-; hazlo tú mismo.

Tentar la suerte hartas veces a muchos les daña.

“Cuando el perro duerme, no lo sacudas del sueño””.       445

Apenas esto dijera, hete que el último pasa,

montando a espuela una jaca muy desmejorada,

es decir, sobre el lomo de grande y gorda cubeta,

y mientras pasa por entre espadas desenvainadas,

de Cíngar tocó la nariz con la punta del dedo gordo;         450

esto hecho lanza a rienda suelta la cuba.

Presto diose a la vista cosa bien admirable:

Hete que la nariz de Cíngar a hincharse comienza,

Como cuando se llena de aire vejiga de puerco.

Y ya hacia abajo tirando, hasta el mentón descendía,        455

y ya el pitorro agudo de un alambique parece,

con el que destila el especiero bocales de agua.

Estupefacto queda Cíngar, palabra no dice;

pensando que se tratase de ignoto engendro o una sombra,

y con la mano de eso queriendo guardarse, urtose             460

tal narizota, que larga ya el terreno araba.

“¡Ay de mí! –exclama-, ¿qué manguera es esta?

¿de dónde me vino de improviso nariz desmedida?

¿veis, oh compañeros?¿de dónde tanto tamaño de napia?

¿de qué parte me viene la reina de las narices?                 465

¿acaso creciendo nariz al fin seré por completo?

¡ay, por amor de Dios, no dejad que ocurra, hermanos,

que tenga que acarrear el bulto de tan grande trompa!”

Baldo no puedo ser indiferente a la suerte de Cíngar:

“no temas –dice-, no llores; cortaremos aqueste               470

naso de un tajo, y volverá a su prístina forma”.

Y dice Boccalo: “no sabes, necio, nada de nada.

Yo en verdad te envidio el don de unas largas narices.

¿No podrás oler los melones estando derecho?

¿Te agacharás nunca más para oler amarillos melones?”  475

De esta ocurrencia Cíngar rió. “Paciencia –les dijo-,

ya me tiraréis de la napia como si búfalo fuese.

Mas como ésta más de treinta pies sobresale,

y se me enreda entre las piernas cuando camino,

es mi deseo ponerla alrededor de mi cuello,                     480

y usando de mi nariz formar una triple collera”.

Dicho y hecho; tres veces da vueltas su naso a su cuello.

Pero ya que crecía con flujo constante, pesaba

como un buey de Chïari,[1] y llevarlo más no podía

Cíngar con sus propios hombros, si no le ayudaban;       485

al punto Falchetto, con compasión de su amigo querido,

desenreda de aquél la nariz entera del cuello,

y carga el peso de la narizota sobre sus hombros,

al que, haciendo turnos, sus compañeros ayudan.

Hete que mientras venía a lo lejos el padre Serafo,         490

Y dos muchachos en fila lleva como compañía.

Uno era mulo, de padre griego nacido,

y de calabresa madre parido: ¡pensad, mis amigos,

qué mixtura de caldo, cuál de ensalada la mezcla!

Tahúr, glotón, timador, bandido, carne de horca.             495

¿Qué falta? Era estradiote[2]. ¿Algo peor yo diría?

Y como en las guerras es siempre la estradiótica usanza

Escaramuzas hacer, o bien provocar los combates,

para luego apartarse cuando se entra en batalla,

Picaestradiote o Picaguerra[3] es denominado.                  500

De esta ralea de hombres se sirve el cuidoso Serafo,

y pone en marcha con ésta empresas desconocidas,

conforme a aquello que una constelación le aconseja.

El otro un joven era, al que jamás en belleza

Narciso venciera, ni el propio José ganara en lo casto.    505

Éste no come nada de nada, mi mea, ni caga,

Sino que de amor se alimenta correspondido.

Bello, ama a bello, y es por un bello amante

amado, y jamás de los celos los dientes lo descuartizan,

pues por conjunción de los astros de ser amado seguro. 510

Esta divina índole place también a Serafo,

y egregias empresas emprende, según el momento requiere.

Era llamado Rubino, Ubaldo de sobrenombre.

Entonces Serafo sacó un libro guardado en el pecho,

y mientras lee, tres grandes ciervos presto acuden.    515

Bridas llevan como caballos y sillas al lomo.

Serafo ordena éstos montar y soltarles las riendas;

al tiempo espoleando con los talones y mudos,

concentrados trotan por entre silencios opacos,

vuelan de hecho, porque tres diablos los llevan.        520

A ciegas van, a donde los llevan los ciervos aquellos,

y en un cerrar de ojos a espaldas de Baldo estuvieron.

“¡Parad! –entonces dijo Serrafo-, ¡parad a los ciervos!

Hete que el yelmo de Baldo me ilumina las grutas.”

Entonces desmontan, y mándase marchar a los ciervos. 525

Luego piedras mágicas con abubillas grabadas

ponen todos en boca, y nadie verse se deja,

sino que invisible camina, y sombra no muestra.

Juntos, pues, se encaminan; otros ver les es dado,

Pero no ser vistos como marca natura.                            530

Entre la gente de Baldo gentilmente se meten,

donde mudos, tácitos, quedos y a todos ocultos

empiezan a manos mover, y a bromas hacer con los puños.

“¡Ea! –gritan todos-, ¿qué está pasando con esto?”

Serrafo riendo tira de una oreja a Boccalo;                     535

“¡Oh!-dice-, ¡ah! Quien tan indiscreto será que arrancarme

de la cabeza orejas… mientras decir “quiera tanto”

pretende, hete que en una nalga del culo le pican.

“¡Ah, carajo!¿vivir en paz no puedo?¡mil males,

Baldo, te vengan!; ¿a dónde en buen hora me has conducido?”  540

Picaestradiote luego una zancadilla le pone

l compañero Lirono, y en ésta tropieza y al tiempo

Cae a tierra, y cayendo se rompe una rodilla.

Hippol dice: “De nada sirve llevar una antorcha,

cuando hay algo que nos arrebata de ver la potencia.      545

Hete, Baldo, que cúbrenme de sonoras puñadas,

Y verlas en nada puedo; siento sólo los golpes.

Quizás, empero, te parecerá que estoy majareta”.

Dice así, y, rabioso, mientras Rubino le pega,

va, y empieza a tirar al viento sus puños cerrados,         550

y con los dientes y pies a pegar en las densas tinieblas.

Fracasso, picado por dondequiera, da patadas sin cuento,

y un campesino parece que en tiempo de estío descalzo

no puede librar sus piernas de unas moscas caninas,

o de los mosquitos defender su dura epidermis.            555

Serrafo de pronto a Fracasso del hombro quitole de Cíngar

la napia, y de acá para allá lo llevaba como a un ciego.

Éste grita: “¡Búfalo soy que tiran del naso,

y a dónde y quién me conduzca ignoro completamente!

¡Oh, gran maravilla sin duda los locos que en esto se meten!”  560

Quiere a éste Moschino ayudarlo, pero recibe

un pinchazo en el costado, y, retrocediendo,

se apresta a vengarse, y lanza una descomunal bofetada,

que tres dientes sacara de boca de las tinieblas;

mas rígida piedra golpea, y una señal se le queda                  565

conforme a la cosa batida, y justo premio recibe;

de hecho se sopla los dedos, como aquél acostumbra

que se abalanza a comer la polenta harto caliente.

Giuberto se vuelve de acá para allá en muchos momentos,

Mientras a puñetazos lo zurcen de ambos los lados.              570

y Filoforno trato tuvo parejo, y porrazos

mientras recibe extraños, a todas partes se vuelve.

Al fin, después de que ambas partes se solazaron,

Serrafo manda a todos que de sus bocas las piedras

saquen, y bien visibles quedaron a todos sus rostros.           575

¡Piensa si ríen y con corazón alegre disfrutan!

Reconociendo a Serrafo, honor, inclinado, le rinde

Baldo, y abraza a Picaguerra y al joven Rubino.

Luego suplica que otorgue (si algún poder en los libros

mágicos hay contra tamaño ardid de las brujas),                 580

quitar tan desproporcionada nariz de la cara de Cíngar.

Así responde Serrafo: “Si bien considero la cosa,

Cíngar yerra, y al propio bien no está atendiendo,

Si desprenderse pretende de napia tan bien dotada.

Si qué hacer no tuviera claro en su caletre,                         585

a su nariz haga tres, o cuatro, u ocho lazadas”.

Cíngar replica: “Padre Serrafo, me importa un pimiento

ser corto de mente o tener el cerebro de los mosquitos,

con tal que me quiten la carga de una nariz tan enorme.

¿Qué rinoceronte más narigudo que mi narizota?               590

Eh, por amor de Dios, a este pacto lleguemos:

Con vosotros llevad mi nariz y todo el cerebro,

sólo dejadme los dientes que tengo aún en la boca,

para poder comer; si no recuerdo, ¿qué importa?”

Entonces Serrafo, teniendo llena de no sé qué cosas        595

talega, extrae de ésta, como un cirujano

una ampolla de ungüento lleno de vis milagrosa.

Se moja ambas manos con éste, y luego refriega

el narizón levemente, y aprieta tirando hacia abajo,

Como apretar acostumbran aquéllos que vacas ordeñan. 600

Lentamente cae, al modo de vela candente,

que al cabo llega y a parvo moco se ve reducida.

Mientras despacio vuelve a su ser primitivo la napia,

Cíngar alerta presto de uñas del mago Serrafo

se zafa, cuando ve la cola por fin desbastada.                 605

Después de tocarle narices no hubo nunca manera,

teniendo así pavor de meter su nariz en peligros,

de los que salió por la sola merced del mago Serrafo,

a quien gracias dio galana y doctamente.

Después de decirse adiós, se divide la compañía;           610

Baldo va hacia abajo; Serrafo torna a lo alto.

 

 



[1] Tanquam bos Chiari, nec eum ferre ultra valebat. vd XXI 96

[2] Quid restat? Stradiottus erat! Queo dicere peggium? El estradiote o cappeletto era un soldado de origen albanés al servicio de la república de Venecia.

[3] Pizzacapellettus seu Pizaguerra vocatur. vd. I 30

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