De cada balcón que en la plaza estaba echaron papeles
Copiosos entonces, que un dulce con mucho doblez ocultaban,
Que pajes y algunos niños osados, dando moquetes 155
O mojicones, cogieron mucho dando de bruces.
Innúmeros, Musa, me soplabas versos doquiera,
Mas he aquí que de escribir el tiempo ya se me acaba,
Por lo que tengo que contar lo que falta abreviando.
Ello es que llegó el día de la Luna1, y toros bravíos 160
Lidiaron de maravilla, a rejón a todos matando,
Tanto el preclaro Zúñiga, como el gentil Federigui;
Y, aunque fuesen los toros por su fiereza leones,
A golpes de ambos, la cerviz humillando, caían.
También a pie lidïaron muchos hombres los toros, 165
Quienes lances muchos y muchas suertes hicieron.
Entre ellos estuvo cierta mujer (fantástico el verlo),
De cuerpo pequeño incluso, que todos llamaban Belilla;
Ésta con una mantilla a los toros llamaba, y a tales
Burlaba continuamente haciendo suertes con fruto. 170
Los caballeros después vencedores quedan al cabo,
Y con su empeño ya cumplieron magníficamente,
Y al Almirante gustoso lo dejan con tal espectáculo,
Quien gracias muchas, alegre y mostrando su rostro benigno,
Por las honras hechas les reiteró largamente. 175
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1 El lunes 8 de febrero.
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