CARMINA MACARONICA SELECTA

"Quid contentandum nisi contentamus amigos? / Hoc mihi servitium facias, tu deinde comanda, / nam, giandussa mihi veniat in culmine nasi, / ni pro te posthac Paradisos mille refudem", Baldus, V, 9, 295-298

sábado, 16 de junio de 2012

MARIO CHIESA Y LA PRESENCIA DEL LATÍN MEDIEVAL EN EL MACARRONEO FOLENGUIANO



El latín manejado por los escritores macarrónicos depende básicamente de su competencia lingüística: así, para Paoli el “mísero” latín de los prefolenguianos “crecido sobre los bancos de la escuela y esclavo, a pesar de su extravagancia, del ciceronianismo y del virgilianismo enojosamente imperante en el más tardío Humanismo” se contrapone al de Folengo “gran creador de palabras latinas nuevas, el más atrevido continuador de la técnica de Plauto y de Apuleyo”1. En su afán de agotar las posibilidades expresivas de los sistemas lingüísticos que emplea en la construcción de su macarroneo, Folengo lleva al extremo todas las posibilidades de neologismos latinamente correctos, y en esta labor ha aprendido de Plauto, de Lucrecio, de Horacio, de Tertuliano, de San Agustín, en particular de los escritores tardíos del clasicismo, estudiosos también ellos de los poetas arcaicos y audaces en forjar un léxico nuevo, y más tarde de los humanistas, que, con su habilidad en derivar con señorial cautela el latín del latín, enriquecían continuamente la vieja lengua de formas no atestiguadas, pero dignas de la más austera latinidad. Tales neologismos correctos y formaciones nuevas, aunque regulares, se encuentran en Folengo más que en cualquier otro humanista2.

Anteriormente, Bonora había señalado la influencia capital de la tradición latina medieval en Folengo, debida a su formación monástica3:

[...] Folengo, más que sus contemporáneos de formación laica, tuvo presente el latín de los textos sagrados, de los predicadores, de las disputas de teología, en general el latín medieval, en el que seguramente, merced a atentas exploraciones, se podrán encontrar, en mayor número que ahora, modelos de formas lingüísticas introducidas por el poeta en su léxico.

Años más tarde, Mario Chiesa retomará en un celebrado artículo el estudio del latín medieval en el macarroneo folenguiano4. Para Chiesa resulta evidente que no son motivos religioso-devocionales ( ni siquiera polémicos) los que llevan a Folengo a abordar también esta tradición lingüística, sino una necesidad expresiva que pretende servirse de cualquier material lingüístico que sienta idóneo. Esta necesidad expresiva no se adapta a los límites de una escuela, sino que complica en una nueva unidad a diversas tradiciones5.

Paoli y Bonora habían observado cómo el macarrónico folenguiano, incluso en algunas formaciones suyas que parecen más innovadoras, retoma y lleva a su máximo desarrollo algunos hábitos lingüísticos de los humanistas, de los autores latinos arcaicos y de los arcaizantes. Pero señala Chiesa que los mismos usos lingüísticos están presentes en la tradición lingüística de la literatura cristiana –en el llamado “latín cristiano”- que en el siglo XVI era al menos conocida, si no familiar, a las personas de cultura. Así, los usos lingüísticos que los arcaizantes habían tomado de los arcaicos deben su difusión también a haber sido adoptados por la tradición del latín cristiano, que se caracteriza sobre todo por la formación de innumerables neologismos6.

Efectivamente, gran cantidad de neoformaciones y vulgarismos ya consagrados pasaron de la Biblia Itala a la Vulgata, a pesar del esfuerzo literario de san Jerónimo7; y a la renovación del latín medieval contribuyeron también los traductores escolásticos, que, optando por una traducción literal, recurrían a menudo a la transposición de vocablos, forjando nuevos términos abstractos y cargando de un significado nuevo puramente técnico a otros ya existentes8.

Resulta para Chiesa característico del latín cristiano preferir en general las tendencias de la lengua popular. Y todo esto, acentuado en el latín medieval, ha pasado a la lengua romance. De tal suerte, latín de la decadencia, latín cristiano y medieval, latín humanista, vulgar y dialecto, no obstante sus caracteres diferenciales, constituyen una fundamental unidad lingüística. Este hecho hace igualmente muy difícil, a veces imposible, distinguir cuál ha sido la influencia que ha determinado ciertas elecciones de Folengo; pero de otra parte, es una confirmación de cuánta ha sido la sagacidad filológica por la que, a pesar de beber en tradiciones diversas, no buscó conciliar sistemas excluyentes entre sí9.

Folengo se sirve de la libertad de la tradición medieval y humanística, llevándolas a su extremo desarrollo según “una idea de los medios y de los fines de la lengua opuesta a la idea de los clásicos latinos, no por una preconcebida intención caricaturesca, sino por una personal búsqueda de expresividad”, a decir de Bonora10.

Chiesa toma en consideración algunas típicos esquemas folenguianos de nuevas formaciones ya individualizados por Bonora11, y documenta su presencia y productividad en el latín cristiano y medieval12:

PALABRAS COMPUESTAS13. En el latín medieval son numerosos las nuevas palabras compuestas, que comienzan sobre todo por alm- (almificus, almipotens), alti-, celsi-, cuncti-, docti-, dulci-, etc. Por otra parte, compuestos con los prefijos con- y super- son frecuentes en la Vulgata, sobre todo en san Pablo (conregno, consenior, consepulti, superabundanter, superimpendor, supersubstantialis, etc.), y en San Agustín, ciu. (coapostolus, coaeternus, congaudere): y además numerosos compuestos en –ficare: deificare, clarificare, glorificare, iustificare, candificare. Folengo hace un amplio uso de compuestos incluso en sus textos no macarrónicos.

SUSTANTIVOS EN –atio.14 Este tipo de formaciones no es extraño al latín clásico, pero resulta novedosa la gran libertad y frecuencia con que lo emplea el latín cristiano y medieval. Numerosos ejemplos de ellos se encuentran en las antiguas versiones de la Biblia, en Tertuliano, en la Vulgata, en la Summa, en San Agustín, en los sermones de Barletta, etc.

SUSTANTIVOS EN –mentum y –men.15 El sufijo –mentum se había vuelto en latín tardío un simple sufijo nominal carente de sentido preciso. Abundan estas formaciones en las antiguas versiones de la Biblia, donde se emplean con frecuencia como equivalentes latinos de sustantivos neutros griegos. Se encuentran estas formaciones junto a sustantivos tradicionales con otros sufijos nominales, como coronamentum junto a corona, y odoramenta junto a odores. También el sufijo –men había resultado fecundo en la formaciones de nuevas palabras derivadas en el latín cristiano y medieval.

ADVERBIOS16. Aparecen nuevos adverbios en –ter en el latín medieval (como amariter, pleniter), además de formas adverbiales compuestas con preposiciones: alonge, deforis, deintus, depost, abante. En el siglo cuarto se había registrado un crecimiento particular de adverbios en –biliter (formación evitada hasta entonces) como: incomparabiliter, infatigabiliter, ineffabiliter, inseparabiliter.

SUFIJOS DE COMPARACIÓN APLICADOS A NOMBRES. Paoli17 había señalado que la extravagante invención macarrónica de formar el comparativo de un nombre propio: Hectorior, Orlandior, Sansonior, (Baldus V XI 20-21) o de un nombre común: manigoldior (ib. XVII 136), paladinior (ib. II 345), cortellior (ib. IX 211), se encuentra ya en Plauto y en el latín medieval. En el latín del Medievo aparecen también sufijos superlativos aplicados a nombres comunes con resultados como magistrissimus y discipulissimus; junto a formas comparativas como Nerone neronior, Codro codrior.

EL ADJETIVO POR EL COMPLEMENTO DEL NOMBRE18. El adjetivo calificativo ha sido empleado frecuentemente con este valor en el latín cristiano y medieval, inicialmente para sustituir al genitivus nominalis, y luego al genitivus obiecti. En la Vulgata, por ejemplo, junto a formas como triticeus panis, hordaceus panis, nerviceis funibus, baculus harundineus, mensura harundinea se encuentran formas aún más atrevidas como subcinericius panis (“pan cocido bajo las cenizas”), que reclama el folenguiano panescum cortellum)19.

LOS DIMINUTIVOS20. Los diminutivos, ya vivos en el sermo cotidianus (Plauto, Terencio) y explotados estilísticamente por los neoteroi, habían sido retomados por los poetas arcaizantes del periodo postclásico y posteriormente por el latín cristiano; en la Vulgata, Cantico, se encuentran: adolescentula, areola, fasciculus, lectulus, rivulus. En el latín medieval, y luego en las lenguas romances continúa la creación de diminutivos, aunque –dice Chiesa- tienden a perder su valor expresivo para sustituir simplemente al vocablo correspondiente. Folengo, insertándose en esta tradición, la renueva, escogiendo los diminutivos por su valor expresivo. Chiesa señala el uso obsesionante que hace de ellos una “meretricula” para seducir a Baldo:

-Mecum (si sapias) –dicebat- splendide barro,
mecum balneolos venies intrare paratos.
Vtere me liber, formosula, respice, quam sum.
Candidulas habeo genulas, rubeosque labrettos.
Fessulus es, nec ego minus exto lassula, mecum
Languidulos foveat tibi lectulus artus.
(Baldus V XXIII 676-81).

“Conmigo, si no eres tonto –decía-, soberbio guerrero,
Conmigo vas a entrar en bañitos ya preparados.
Haz de mí lo que quieras; ves que estoy buenecita.
Blanquitas mis mejillitas, y rojos mis labiecitos.
Estás cansadito, y yo no menos flojita; conmigo
Que una camita repare tus miembros agotaditos”.

Y en la T continuaba:

Est ibi floridulus vagulum prope flumen agellus,
In quo molliculus de fronde grabatulus extat.
Illic somniculus corpuscula nostra fovebit,
Illic blandidulos manus hos palpabit ocellos,
Illic dulciculas potes has pressare mamillas.
(Baldus XXI 775-79).

“Hay allí floridito campito do un río vivito,
en el que se encuentra blandito de frondas un camastrito.
Allí cuerpecitos nuestros repararán sueñecitos,
Allí palpará tu mano estos linditos ojitos,
Allí podrás coger estas mis sabrositas tetitas”.

A Chiesa aquí le parece evidente también el eco de la poesía humanista que, especialmente con Pontano, había como redescubierto el valor expresivo del diminutivo. En los Carmina pontanianos se encuentran casi todos los diminutivos usados por Folengo (salvo, naturalmente, los de extracción dialectal): balneola, basiolum, bellulus, blandulus, crudulus, dulciculus, fessulus, floridulus, hortulus, languidulus, lectulus, molliculus, somniculus, turgidulus, etc. Grabatulus, atestiguado en Apuleyo, es empleado por Petrarca, y estaba en la lengua culta del tiempo en la forma vulgar grabatolo.

Dentro de la tradición literaria cristiana la Vulgata se configura, pues, como la fuente principal para la mezcla lingüística y el juego de alusiones que es propio de la poesía culta de las Macaronee de Folengo21. También entra en ella la tradición de la Escolástica, las escuelas de Teología22, junto con la jerga monástica, y, desde luego, las ‘chanzas clericales’. Todas estas alusiones –concluye Chiesa-, reminiscencias, calcos y citas están perfectamente insertas en la mezcolanza macarrónica23.









1 Cf. U. E. PAOLI, o.c., p. 137
2 Cf. U. E. PAOLI, o.c., pp. 60-61
3 Cf. E. BONORA, “L’incontro di tradizioni linguistiche nel maccheronico folenghiano”, o.c., p. 87
4 Cf. M. CHIESA, “La tradizione linguistica e letteraria cristiano-medievale nell “Macaronee””, Teofilo Folengo tra la cella e la piazza, Dell’Orso, Alessandria 1988, pp. 7-35. Publicada anteriormente como “La tradizione linguistica e letteraria cristiano-medievale nella “Maccheronee” del Folengo”, GSLI, CXLIX, 1972, pp. 48-86.
5 Cf. M. CHIESA, o.c., p.7
6 Cf. ib., p.8
7 Cf. ib., pp. 8-9
8 Cf. ib., p. 9
9 Cf. ib., p. 9
10 Cf. E. BONORA, Le Maccheronee..., p. 65 cit. por M. CHIESA, o.c., p. 9
11 Cf. E. BONORA, Le Maccheronee..., esp. cap. II: “Struttura e stile del maccheronico”.
12 Cf. M. CHIESA, o.c., pp. 9-14
13 Cf. E. BONORA, o.c., pp. 63-67
14 Cf. ib., pp. 56 ss.
15 Cf. ib., pp. 54 ss.
16 Cf. E. BONORA, o.c., pp. 59 ss.
17 Cf. U. E. PAOLI, o.c., p. 144
18 Cf. E. BONORA, o.c., pp. 58 ss.
19 Cf. B. MIGLIORINI, o.c., p. 87
20 Cf. E. BONORA, o.c., pp. 60 ss.
21 Cf. M. CHIESA, o.c., pp. 15-18. Por ejemplo, “l’ espressione di umilità di S. Giovanni Battista –“ego non sum dignus ut solvam eius corrigiam calceamenti” [Ioann. I 27] – viene sfruttata a più riprese, ogni volta con diversa carica allusiva: “nonne es bastevolus mihi descalzare stivallos” (Zanitonella 991), “si non basto tibi frustos sgambare stivallos” (Zanitonella 995); Merlino stesso nella T si professava: “nec dignus sibi (cioè: “Tiphi Caroloque”) descalzare stivallos” (T Baldus XXV 591)”.
22 Dice Chiesa (pp. 18-20) que la costumbre monástica y de las escuelas de teología de citar frecuentemente la Biblia había dado origen a un uso jocoso, consistente en citar inoportunamente la Sagrada Escritura como sostén de afirmaciones chistosas. Por ejemplo, en el Baldus T XXI 460-462 se cuenta cómo llega un viejo prelado al paraíso, y llama a la puerta, pero “Nemo respondet, quia Nemo est ianitor illic. / Denique post longas batituras, ecce canutus / ianitor alter erat, quem Petrum nomine dicunt.” Y una glosa explicaba: “Nemo fuit vir portinator paradisi ut: “Ego claudo et nemo aperit””, que es referencia a Apoc. III 7: “Haec dicit Sanctus et Verus qui habet clavem David: qui aperit, et nemo claudit, claudit et nemo aperit”. Muchos juegos similares cayeron con la desaparición de las glosas en las redd. C y V, donde el juego lingüístico y un poco intelectual tenían mayor espacio.
23 Cf. M. CHIESA, o.c., p. 35

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