A esto Cíngar presto responde con rostro alegre:
"Creo que he encontrado a tu padre; vente conmigo."
Tal dice, y rápidamente camina delante del resto,
pone patas arriba todos los bosques aquellos,
hasta que todos llegaron por fin a la gruta pequeña, 190
donde estaba solo aquel romero santísimo,
a cuya presencia Cíngar a Baldo llevar deseaba,
habiendo conjeturado entonces que tal hombre bien fuera
el padre, en cuya busca Leonardo puso a Baldo.
Entraron, pues; presto se alza ese barbudo, 195
que la faz venerable posee de Pablo1 eremita,
y de Antonio2, y de Macario3 el pío semblante.
Presto, en sus brazos a Baldo con temblorosa dulzura
acoge, y tiernos ríos vierte de los sus ojos,
y pronunciar palabra no pudo por un largo rato. 200
No pudo Cíngar, ni Falchetto, ni el resto de gente
no llorar a la vista de tan prominente suceso.
Éste es el padre (duda no hay), aquél es el hijo.
Fundidos ambos en un abrazo lleno de afecto,
conmueven las piedras, y los corazones humanos piadosos. 205
Cuando al fin hablar pudieron, sentándose el padre,
hace sentarse al hijo y a los compañeros del hijo.
Luego, mirando el cielo, comienza a hablar de tal guisa:
"¡Oh, gentes de baja cerviz y de nula inteligencia!
¡ay, cuánto embrutecemos nosotros la humana apariencia! 210
¿Somos acaso perros por celos, puercos por pringue,
zorros por trampas, osos salvajes por los mordiscos?
¿por gula y rabia lobos, leones por la crecida
soberbia?, y gatos y monos por la oscena lujuria?
¿No hay ninguno que busque las trazas del recto camino? 215
Todos su propio deseo persiguen a panza rellena.
¡Oh, bien nacidos al mundo, aquellos que adornos rechazan,
y guardan libres sus ánimos de terrenal servidumbre!
Sé yo por qué irradia el cielo, por qué la tierra verdea,
por qué el mar forma olas, por qué el Infierno ensombrece; 220
ni mi cabellos grises, ni mi barba alargada
veis en vano; frío y calor he experimentado,
y el martillear de la suerte me ha dejado más dúctil.
Grande Guidón fue antaño gloria de los franceses,
Guidón, nacido en Sagunto4 de la raíz de Reinaldo. 225
Francia me es testigo, Germania, Suiza y España,
Hungría de en qué torneos, y en qué batallares
vencedor me llamaron, y príncipe por todo el mundo.
Conociéronme italianos, y mala ralea de griegos,
los burros de moros, y perros de turcos y el resto asimismo: 230
¡Qué dotes antaño de comandante, qué fuerza en las armas,
qué estratagemas planifiqué para guerras sin cuento!
¿A qué continuar hablando?, en suma, favor a la postre
tan alto obtuve del cielo que del rey franco la hija
en viéndome se enamoró, y a mí me tomó por marido. 235
Pasar en silencio el resto de cosas mejor me parece.
Baste con pocas palabras para acabar con mi historia.
Ese rabioso furor, que amor el vulgo lo llama,
que piedras hace tirar a los sabios y a los entendidos,
y al grande y al débil a su gusto y a su capricho 240
dispone y trata, y al mundo lo pone patas arriba,
bajonos a nosotros de magnos a vagabundos,
a ser de villanos parte, a ser pasto de los piojos;
y de tal suerte nuestra soberbia nos vuelve mendigos,
y de tal suerte se sabe lo que es hombre: una pompa, 245
un molinete que gira al soplo de un mínimo viento,
estopa al fuego, nieve al sol, escarcha a lo tórrido;
no (como se jacta) César, rey, o papa o todo
aquel que en Roma porta un roquete5 sobre la túnica.
No obstante en tal condición, he obrado con gallardía. 250
Primero, a mi mujer en cinta y cansada de rutas
no quise (ni habría podido) conducirla conmigo.
A ella acogiola con cortesía admirable el bueno
de Berto en un albergue fiable y puerto seguro.
Y yo, dispuesto, o por amor o por fuerza del hierro, 255
a conquistar una urbe, o a perecer en el trance,
tengo noticias por el ilustre vate Serafo6
de que varón naciome con favorables auspicios.
Cuánta felicidad me trajo aquella noticia
sólo entiende quien siente el cálido amor de ser padre. 260
Estabilidad alguna no hay en los bienes mundanos.
Tras la malvasía, arsénico debe beberse a menudo.
Serafo de nuevo me anuncia una nueva con triste semblante:
bajo una mala estrella ha fallecido mi esposa.
¡Oh, qué maldiciones no lancé al cielo entero!: 265
"¡Oh, muerte! -gritaba-, oh, muerte de Belzebú mensajera,
y de Satanás estafeta, exhalación para todos,
mas para mí te demoras, como una larga Cuaresma.
Dale, bellaca, a tal renegado un revés de guadaña,
o dame una cuerda, con la que, desesperado, colgarme". 270
Perdida, pues, mi esposa, andaba errante y viudo
por entre mil emboscadas, por mil peligros de muerte.
Mas la divina bondad, del pío dolor apiadada
que yo por ti, Baldo, huérfano, y por tu madre sentía,
hizo que mi voluntad a lo óptimo se inclinase. 275
Supe del mundo que nada más era que jaula de locos,
y que saber bien morir de virtudes es la primera.
Mira en qué lugares, hijo, me has encontrado.
Hasta ahora, huyendo del trato humano, sustento
mi cuerpo con agua pura y crudas raíces de hierbas. 280
La edad, las vigilias y lágrimas arruinaron mis ojos:
los ojos del cuerpo, digo, mas los luceros del alma,
cuanto menos la tierra, más escudriñan el cielo.
El propio Serafo me enseñó del profeta las reglas,
que son velar en ayunos y en prolongadas plegarias: 285
ante sus ojos Dios descubre el mundo completo,
sus interrogantes, designios humanos, y eventos futuros.
Dotado yo de este don, siempre ante mis ojos
tuve tus aventuras, e, hijo, sufrí por tus males.
Mantua no pocos días te encerró en la cárcel; 290
has soportado al azote del viento torrentes de lluvia,
y luego una guerra cruel los corsarios te han preparado,
tras de lo cual finalmente llegaste a la costa paterna.
No os espante aquí contemplar unas mágicas mofas:
creedme, son burlas y befas los actos de las hechiceras. 295
Isla no es ésta, que a vosotros isla parece,
ni monte ni escollo, sino el gran dorso de una ballena,
que con susurros de magia contuvo la bruja Pandraga;
y sobre sus magnas espaldas, y dorso desmesurado
con arte diabólica hizo disponer un terreno, 300
montes, llanuras, bosques, los animales, y fuentes.
Conque yo, mientras solo me hallaba en una gruta
entre las peñas de Armenia, sentime volar por los aires
al par que la cueva elevado, la selva y la montaña,
y aquí colocado con delicadeza, tal que una cesta 305
que llena esté de huevos frescos o de vajilla.
Tres son las pestes que el aire, el mar, y el entero
mundo inficionan, tres hechiceras, y tres diablesas;
una es esta Pandraga, Smiralda segunda, y la otra
Gélfora7, hez suprema de todas las hechiceras. 310
Éstas se jactan de que por un tiempo eterno cual hadas
viven, porque Demogorgon8 dioles una bebida,
por cuyo efecto esta vida mortal transcurre sin muerte.
Así nos dicen que son Fallerina, como Medea,
así Dragontina, lo mismo Circe, como la hermana 315
de Morgana, Alcina; o la de Foletto llamada
esposa, Sylvana9; así mil brujas para la hoguera,
que con el valor insigne de los paladines Serafo
contino combate, al par que es combatido por ellas.
Teseo, Orlando, Jasón, Tristán, y aquel celebrado 320
Héctor, que porta un águila negra, y aquél que una blanca,
Ruggero10, que son de la Tabla Redonda la fortaleza,
en tales empresas dieron satisfacción a Serafo.
Serafo es un genio sagrado, de espúrea magia
contumaz enemigo, mas firme bastión de la buena. 325
Es éste el Serafo, al que solamente vivir mucho tiempo
la alta mente divina otorgó, al que dada presciencia
fue de veraz profecía, y la ciencia del máximo cielo;
y la misión de velar por los paladines guerreros,
para que prestos estén a batalla librar por su causa, 330
como demanda el uso de lanzas romper por lo justo.
Muertos son Orlando, Áyax, Tristán y los otros
que poco antes denominé del deber caballeros.
Así yo también me pondré ahora un jubón de madera,
e iré bajo tierra, dejando del mundo las vicisitudes. 335
Y puesto que era guerrero y paladín de Serafo,
esta empresa a Baldo le atañe: tú, Baldo, a malignas
brujas puedas quitar de enmedio, pues solamente
Manto la vera sibila es de Serafo de Mantua,
que no podrá presentarse a ti, antes de que yo mismo, 340
Guidón, no me haya marchado del mundo hacia los cielos.
Aquí lo verás, aquí, entre bustos de caballeros,
y estatuas de grandes hombres serás campeón del derecho,
de la justicia, la fe, de la patria, y la Tabla Redonda.
Tú arruinarás con tu espada mejor los dominios de brujas 345
que inquisidores seis mil, y que también los maestros
del Sacro Palacio11 que cien mil hogueras levantan.
¡Ánimo! ¡No temas afrontar los peligros,
y en medio del fuego y las armas lanzarte por mor de lo bueno!
He dicho; ya me abandonan las fuerzas de este menguado 350
cuerpo, y muriendo, al cielo me marcho; ¡adiós, hijo mío!"
Dijo, y juntando las manos, se puso de pie y quedose
igual que una estatua, y el ánima santa escupió a los vientos.
Era de noche y tamaña luz rodeó al cadáver,
que alguien dijo: "esta noche tal no parece". 355
Se estremecieron todos, y a Baldo a tal luz lo contemplan;
éste, tras el estupor inicial, con todo doliente
breve se expresa: "¡ojalá, santísimo padre, que en vida
estas palabras postreras hubiera podido decirte!"
Así habló, e inclinando todo su cuerpo, regole 360
de besos por sus sagrados miembros, que con sus lágrimas
lavó, ¡y con qué sumo amor abrazó tres veces al padre!
Tocó entonces sus armoniosas cuerdas Giuberto,
y con cantarina voz entonó el carmen siguiente:
"Nacimos muriendo nacidos; a cada uno le espera 365
su hora ya determinada; mísero el que su cadáver
al par que la vida sepulta bajo el gélido mármol".
_________
1Véase XII 537.
2San Antonio Abad, discípulo del Pablo del verso anterior (Chiesa).
3Véase X 51.
4Véase I 64-65.
5Parte de la vestimenta de los cardenales.
6Véase VIII 729.
7Estas dos brujas aparecerán con frecuencia a partir del libro XXI.
8Boccacio en su Genealogia deorum gentilium lo presenta como padre de los dioses.
9Como recuerda Faccioli, tenemos aquí un elenco de magas procedentes de la mitología clásica, y la tradición caballeresca.
10Sobre los cambiantes colores del águila sobre el escudo de Héctor, conseguido por Ruggero, véase nota de Chiesa a este pasaje.
11Cargo ejercido por los dominicos, que servía como consejero teológico al Papa, y del que dependían los inquisidores.
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