Cesó, por tanto, la enorme rabia del mar y su furia;
hete que Baldo avista a lo lejos escollo agudo, 100
que, como Atlas, porta en el cuello el peso del cielo.
Allí lleva el timonel la nave, si nave llamarla
se puede, que fortaleza parece, o bastión de muralla,
que andanada recién recibió de cañones en frente.
Allí no verdea la hierba, ni árbol despunta de rocas, 105
nadie apacenta ovejas, ni da su forraje a los bueyes,
sólo se ven grandes rocas a pico en acantilados,
donde el halcón anida, y el gavilán, y de curvas
garras el águila, crías de las gaviotas, y azores.
Allí, empero, acostan la nave desarbolada, 110
para poder a los rayos del sol secar sus camisas,
y calafatear la nave con brea y estopa.
De lo más alto de proa Cíngar se lanza de un salto,
se alegra de tierra tocar, se solaza con gestos de júbilo,
y las promesas recién hechas, deja para otro momento. 115
Baldo lo sigue, lo sigue también Leonardo, y ese,
ese buen caballero que al mar recién a su fea
mujer arrojara, diciendo que no existe petate
y fardo más repugnante y más pesado al hombre
que ver que se tiene una mujer pegada al costado, 120
que oca sea en cerebro, y deshollinador en la cara.
Ése era de Bérgamo, descendiente de aquella
estirpe de huevos1, que mencionar nos produce vergüenza;
y sienten pudor de nombrar las mujeres esa familia.
Su nombre era Boccalo2, y otro más docto que éste 125
nunca fue del bufón en el arte entre Gonnellas3.
Síguenles otros, que saltan fuera de la carraca:
todos buscan un sitio, donde al sol reponerse4.
Cíngar su hábito guarda de hurgar por donde se quiera,
hasta que llega a la postre a una lóbrega gruta, 130
donde teme entrar, empero aguza su oído,
por si puede oír ahí dentro sonido alguno.
Como el ruido que dase de los artesanos en tiendas,
cuando se martillea, se lima, o cuando los negros
carbones con fuelle se vuelven más que tomate rojizos, 135
ya sea que a Brescia, ya que a Milán referirte desees,
tal es el que oye sonar en la gruta que ha encontrado.
Mas nada ve, ya que claridad ninguna allí entra;
llama a los compañeros, acuden, deciden meterse.
Van; la oscura mansión toda está sumida en tinieblas, 140
ver pueden gracias a un tizón que lleva Boccalo.
Cuanto más entran, más aquel sonido de 'tic toc'
suena de los martillos, y de los fuelles el 'buf bof'.
Después de cien pasos, una plaza cuadrada encontraron,
que por cada lado medía de largo treinta cavezzi5. 145
Un pórtico en torno, sustentado por ocho columnas
de cada lado, forma un claustro maravilloso,
que gira sobre sí mismo como la esfera celeste,
o como en Módena, o como en Bolonia las hiladoras
enormes van girando con movimiento pausado, 150
mientras zumban en torno mil carretes de seda.
Todas las columnas son pareadas, y en bronce,
los arcos de plata son, y de mosaico las bóvedas,
donde se leen las de los héroes gestas mayores.
Pintó allí el magnífico Apeles, pintor de pintores, 155
todo lo que la maga Manto6 pintar le mandara,
la hija de Tiresias y la mujer de Folletto7.
De donquiera se ve la guerra siempre admirable
de cuando Pompeyo a Barigazzo8 de la fortaleza
echó de Cipada, y mandando presto escuadrones, al propio 160
Magno Alejandro venció, y a la canalla de Jerjes,
Grandonio9 a su mando, aplastó cabe las murallas de Nino10.
Armígero Orlando aquí se enfurece, mientras supera
a Haníbal con fuerza, y al cappelletto11 Aquiles arroja
así de cabeza del arzón del enorme Bufalco12. 165
De otra parte César, consigo viniendo Reinaldo,
en vastas montañas de Ferrara, junto a Foligno,
desbarata una armada de fustas13 y de galeras,
que Darío, señor de media Milán y del mundo,
por destruir Cipada había puesto a punto. 170
Allí estas cosas con muchas otras había pintado
de los pintores la cumbre, la luz, luna, sol de pinceles.
En medio del claustro, alzada sobre ocho pilastras,
una arca se halla, a la que cubre una bóveda plúmbea.
Ésta mide diez brazos14 de largo, y treinta de alto, 175
y en su cima se aguza de pirámide en forma.
Toda labrada fue de escultores en oro brillante,
y sobre su mármol pulido piedras preciosas visibles
esplenden, igual que estrellas sobre el mármol del cielo.
Cada pilastra de claro cristal está fabricada, 180
en cuyas ocultas entrañas un rubí resplandece,
como suele hacer un cabo de vela en linterna.
No faltan pórfidos, ni alabastros lucientes en muros,
ni calcedonio, ni corales al mar arrancados.
Aquí se escucha de ruedas el girar expandido, 185
que contrapesos colgantes mueven cual de relojes.
Por esta causa gira la máquina sobre sí misma
al modo de un aspa, cuando la doña le arrolla los hilos;
sólo el arca inmóvil está en pilastras rojizas,
y como la tierra, entre los siete cielos flotante, 190
destaca, mientras la esférica mole gira en torno.
Estupefactos los caballeros, pues, se quedaron;
todo lo ven en fulgor, envueltos en luz esplendente,
que alrededor difunde el fanal de las piedras preciosas.
Ellos giran y giran también en torno riendo, 195
pues el edificio todo galopa en su contorno;
mas cuando llegan al centro y ombligo de la explanada,
donde el arca se ancla, y en sede estable reposa,
hacen un alto, y miran girar de la máquina círculos.
La maravilla, empero, entonces se hace más grande, 200
cuando ven que allí los techos dan vueltas sobre sí mismos,
y múevense en círculos, como la máquina toda del mundo,
que de las ruedas impulsa la varia mole dentada.
Verse allá no se puede ni hombre ni mínima mosca,
sólo se oye el ruido que la maquinaria produce. 205
Baldo quiere andar adonde suenan martillos;
por eso viendo escalera, que de caracol es llamada,
sube por ella, sin dejar de girar como antes,
y así su moverse en círculos doble resulta, pues muévese
toda la máquina en giros, a la escalera llevando, 210
mientras ésta por sí misma hace girar sus peldaños.
Después de mucho subir, llegaron a una morada,
que con muchos giros rodea el arca inmóvil.
Siete hay esferas de diferentes metales15,
de las que la última es la más pequeña de todas, 215
de las que la más elevada es la más espaciosa.
La baja es de plata; azufre solidificado y blanco
mezclado con mercurio en crisol hirviente la crean;
esto puede volver en fina plata el estaño.
Aquí mil frascos de vidrio llenos de sal y vinagre 220
ven humear, con cuya humareda la argéntea materia
pierde su blanco aspecto, y del color de los cielos
se viste, para más grata ser a los ojos humanos.
Gira, pues, de pura plata aquesta esfera,
donde está de Diana16 esculpido el rostro cornudo. 225
Después de aquesta, subieron otros cincuenta peldaños,
y allí de Mercurio hallaron la gélida fábrica,
líquida plata17 fluiría inestable para perderse,
si con ella mezclados tártaro y goma adragante
no fueran, y todo al horno el aludel18 no destilara. 230
El fugitivo siervo en oro fino se vuelve,
si medicina bien añadida vapores condensa.
No sin Mercurio podrías transformar los metales,
por eso cantan poetas que nuncio es de los dioses,
sin cuyo concurso ni paz ni guerra son promovidas. 235
Al guardillón ascienden luego de Venus cobriza:
allí finalmente en oro rubio el cobre se vuelve;
mas de carbón cien sacos utilizar se precisa.
Adquiere el cobre del oro y la plata la naturaleza,
pero nunca el color, como Gebber19 ha demostrado, 240
por lo que resulta el gasto menor, y mayor la ganancia,
si el cobre cobre se queda, y si ollas de él se fabrican,
o si moneditas se acuñan de esas que pesan muy poco,
que oro buscar con tantos afanes y tantos quebrantos,
y no encontrarlo sino después de tres mil disparates. 245
De Venus ascienden al círculo del sol y del oro;
de oro es el círculo del todo a Febo parejo.
El constructor de estas cosas, después de mil sufrimientos
en vano pasados, después del tiempo perdido y los años,
al fin inventó, incansable, este verídico arte, 250
halló la piedra de tres palabras20, la de los filósofos.
Es piedra multicolor, y consta de cuatro elementos:
fuego, aire, tierra y agua, causa que explica
que sea seca y caliente por dentro, pero por fuera
húmeda y fría, y cuatro naturalezas dan una. 255
espíritu es esta piedra, que acaba volviéndose una
sustancia noble, reseca, y junto con esto volátil.
De las llamas no huye, y fluye igual que el aceite,
se multiplica, se solidifica, harto perdura,
y puede a los muertos restituir a la vida primera. 260
Este don, que consta de tres palabras, del alto
Júpiter fue otorgado a los sabios y santos.
Se preña a sí misma, de sí misma concibe, y más tarde
pare, y por sí misma vive, y dase muerta a sí misma.
Luego ella misma vuelve a la vida, pues Dios lo demanda. 265
Es de rojo color esta piedra, blanca, brillante,
y oro produce si al humo blanco unida resulta.
¿Es la elitropia21 quizás?¿el diamante?¿el imán?¿el lypercol22?
No, porque fluye, ya esté o no con un cuerpo ligada.
Es la VI (¿no soy ya lo bastante diáfano?) es A23, 270
por la que de vida gozamos, por la que oro vero tenemos.
Llegan, después de la zona del Sol, de Marte a la bola,
que toda de hierro es, acabada en acero luciente.
Sin esta materia que nuestras fatigas de nada valdrían
pienso; por eso, el hierro es más útil en cuanto resulta 275
hierro, que en cuanto sea latón o estaño siquiera.
Son hierro las layas24, son los rastrillos hierro, y las palas,
son hierro las hoces, hierro las zapas, y cien herramientas,
con las que se obtiene la calidad del pan y del vino.
Nada es más útil y beneficioso, digo, que el hierro. 280
Obra no se encuentra de cualesquiera artesanos,
que pueda, a la postre, sin el duro hierro hacerse.
Los carpinteros ved que madera trabajan con hierro,
con hierro se cortan calzas y faldas de todos los tipos;
el especiero todo lo maja en mortero con hierro, 285
con agujas de hierro cose el gorrero sus gorros;
los zapateros con el hierro remendan pantuflas,
el albañil con el hierro muros construye y enluce;
no afeita las barbas el barbero sin la navaja,
no saca muelas el herbolario sin las tenazas, 290
ni castra cerdos sin el hierro el calderero25.
Bien esto observado, de Júpiter a la materia subieron
blanca, o del estaño, que negros objetos blanquea;
pero hirviendo es nocivo, pues todo cuerpo estropea,
salvo los de Saturno y del Sol26; firmemente se adhiere 295
al Sol y a la Luna27, y de éstos nunca jamás se separa.
El su defecto (esto es, que aquesta materia los cuerpos
no arruine) quienquiera que sepa quitarlo, ¡felice,
oh, felicísimo, que las vigas, piedras, ladrillos
y todo lo suyo en un santiamén cambiará en rubio oro! 300
mas, puesto que los mortales ignoran esta receta,
¡feliz, oh, afortunado quien sabe estañar las sartenes,
y en el arte destaca de reparar con estaño!
Después de la esfera de estaño, van de Saturno al plomo
fusible, y allí encontraron artesanos doscientos. 305
De pronto, una mujer bella, grave y gallarda aparece,
y a los caballeros se encaminaba con rostro risueño.
Baldo honores le rinde cortés, la rodilla doblando,
luego pide excusas, si, acaso harto atrevidos,
entraran bajo el techo sacro y santo de diosas. 310
Le sonrió la dama, y luego le habló de tal suerte:
"¿Tengo acaso el honor de ver al tan grande guerrero,
al que veneran los cielos, las tierras, los mares y el Orco?
Es mi noble ciudad la que viote nacer, caballero,
cual la naturaleza en el mundo todo no engendra. 315
Yo soy aquella Manto, de cuyo nombre su nombre
Mantua tomó, la que Ocno28 fundó en mitad de las aguas,
cuando a Troya destruyó del caballo la panza.
Y que de ningún estupor se llene el ánimo vuestro,
si hasta el día de hoy mi vida alargar he podido, 320
pues como hada vivir concédeseme para siempre,
hasta que el Juez celestial no ponga fin a este mundo.
Hasta ahora lloró nuestra Mantua bajo malvado
tirano, por lo que perdió por completo sus nobles costumbres.
Mas presto la ilustrísima, real, y excelente familia 325
viene de los Gonzaga, doquier cuatro águilas negras29.
Esta, que habéis contemplado, con arte admirable elevada,
estancia, a Francisco Gonzaga toda está dedicada.
Después de cien palmas de guerra, después de cien los trofeos,
después de la gloria en la vida, que iguala la del viejo Néstor30, 330
confiaremos sus huesos a este magno sepulcro.
Estas riquezas yo gobierno, y formo maestros
orífices, y oro enseño a fabricar, encontrado
gracias a tres palabras, cuyas denominaciones
con oído atento escuchad, pues a enseñarlos me apresto". 335
Dicho esto, la madre tebana, y de Cipada
nodriza, mucho les dijo al oído entre susurros,
que hace tocar con la mano los genitales del mundo:
de hierbas poderes, de astros las vicisitudes, de piedras
los varios efectos, y de tener, finalmente, repleta 340
de ducados siempre la bolsa dio el consejo;
lo que importa más, y más alto honor apareja,
que libros estudiar, y perder el seso con astros.
Mas el capitán, entre tanto, las no pocas vías del barco
había achicado, dispuesto de nuevo a afrontar a diablos. 345
De la caverna de los orífices Baldo y los suyos
apartan sus pasos, y cargan con sus cuerpos la nave.
Ordena, entonces, dar velas, los céfiros soplan en ellas,
y dejan a sus espaldas de maga de Mantua la casa.
______________________________________
1Stirpe maronorum, quam menzonare pudemus. Señala Faccioli que Folengo finge avengonzarse de mencionar a la familia Colleoni ("cojones"), y recurre (de modo aparentemente eufemístico) a un sinónimo no menos vulgar.
2Señala Chiesa que Folengo ponía este nombre Boccalus en relación con boccale, "jarra".
3cf. VI 6
4Traduzco de la edición de Chiesa (quisque locum cercat, quo soli corpore curent), frente al corpora de los editores modernos, y a la interpretación de soli como nominativo plural de la parte de Faccioli.
5Sobre esta medida de longitud cf. VIII 353. Representarían unos 42 metros, según Chiesa.
6cf. II 62
7cf. VI 12
8Apellido mantuano, indica Chiesa, que no corresponde a ningún personaje histórico.
9Nombre de reyes de diversos orígenes que aparece en el Morgante, en el Orlando Innamorato, y en el Orlando Furioso (Chiesa).
10cf. I 114.
11cf. I 309. 'Capelete' era el nombre del casco de estas tropas aludidas metonímicamente.
12Bufalchi. Faccioli y Chiesa coinciden en considerarlo una deformación del nombre de Bucéfalo, legendario caballo de Alejandro Magno.
13Buque ligero de remos y con uno o dos palos.
14cf. IV 55
15Recuerda Chiesa que en las glosas de la redacción Toscolanense estas siete esferas (los siete cielos: Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter, Saturno) y sus metales correspondientes representan la Ars alchimiae.
16Es decir, la Luna.
17Alphatar instabilis flueret faceretque nientum. Recuerda Chiesa que en glosa a libro XII 392 de la redacción toscolanense se señala al alphatar como argentum vivum, es decir, "plata líquida", antigua denominación del mercurio. Faccioli la considera voce spagnola di origine araba, sin que mis búsquedas en las fuentes lexicográficas de la Real Academia Española me haya ofrecido ningún registro que le corresponda.
18Esset et ad furnum cuncta haec stillaret aludel. Según la RAE el "aludel" es cada uno de los caños de barro cocido, que, conectados con otros en hilera, se emplea para condensar los vapores mercuriales producidos por la calcinación del mineral de azogue.
19Nombre latinizado del médico Abú Musa Giabir el-Sufi, fundador de la alquimia árabe (s. VIII).
20Verbitrium lapidem retrovavit philosophorum. El adjetivo verbitrium es una creación folenguiana, derivada, como señala Chiesa, del Liber trium verborum de Khalid ibn Jazid ibn Mu'Awijah, que versa sobre la piedra filosofal.
21Piedra fabulosa a la que se atribuía el poder de volver invisible; aparece en G. Boccaccio, Decameron, VIII, 3, como recuerda Faccioli.
22Piedra no identificada, quizás juego de palabras como sugiere Chiesa.
23Est VI (num dicam tandem manifestius?) est A. En la traducción me sumo a la interpretación de Chiesa, quien piensa en el evangélico Ego sum via, veritas et vita (Juan, 14, 6), pasado -añado yo- por una tmesis muy del gusto folenguiano, que refuerza un aparente valor esotérico. En cambio, Tonna y Faccioli, siguiendo a Signorini, interpretan VI como ablativo ("en la sustancia"), y A como el Alfa apocalíptico.
24Instrumento de hierro con cabo de madera, que sirve para labrar la tierra y revolverla (DRAE).
25Otro de los trabajos realizados por los caldereros ambulantes, aparte de ajustar calderas y ollas de cobre con soldadura de estaño (Faccioli).
26El plomo y el oro, respectivamente (Chiesa).
27La plata.
28Ocno es hijo de la Manto evocada por Virgilio, y mítico fundador de Mantua.
29Referencia a las cuatro águilas negras que figuran en el escudo de los Gonzaga señores de Mantua (Faccioli).
30Uno de los héroes griegos de la guerra de Troya, famoso por su edad y prudencia.
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