Pasando una semana en el norte de Italia de viaje de novios con mi esposa, el presidente de la asociación Amici di Merlin Cocai (dedicada a la promoción de la obra y de la figura del Virgilio macarrónico, y de la que formo parte hace años), Otello Fabris, supo de mi paso por Verona, y me invitó a asistir a la asamblea general de la asociación que se celebraba en el monasterio de Campese, donde se halla la tumba de Teófilo Folengo, y la biblioteca de la asociación, recientemente engrandecida con la donación de la biblioteca del gran estudioso Carlo Cordié. Nos desplazamos desde Verona hasta allí gracias a la amabilidad de otro asociado, Silvano Bassi y su gentil esposa, Anna, quienes nos llevaron en su coche. Silvano es un apasionado de los libros antiguos, y pudimos hablar un poco sobre el antiquarista Torello Saraina, que ocupó mi memoria de licenciatura.
Llegamos a Campese, y pudimos admirar el emplazamiento, y la biblioteca folenguiana con que cuenta la asociación.
Acto seguido, asistimos a la asamblea, en la que pude expresar ante los socios mi gratitud, y mi emoción por comprobar que la asociación está muy viva, e integrada por personas con profundas inquietudes culturales, y dotadas de un amor hacia el autor mantuano y su obra, que a mí, desde la lejana España, donde soy el único en estudiar su obra, me reafirma en mis propósitos científicos, y en aliviar mi consiguiente soledad.
Posteriormente, nos trasladamos a la iglesia del monasterio, donde ejecuté un rito establecido desde 1994, y que consiste en la coronación del busto de Folengo que se halla junto a su lápida por parte del invitado de honor de la ocasión; en primer lugar, Otello nos presentó el lugar, cuyas vicisitudes y restauraciones yo conocía por la bibliografía, y recordó cómo el mayor biógrafo de Folengo, el difunto Giuseppe Billanovich, quien estableció la fecha exacta de la muerte del artista, podría haberse ahorrado todas sus investigaciones en este punto, si hubiese visitado Campese, que no se hallaba muy lejos de su lugar de trabajo. Cosas de los investigadores. Per ardua ad sidera. Me emocionó comprobar también in situ que sobrevive la inscripción dejada por un visitante español del siglo XVI o XVII, y de la que habla A. Momigliano en un viejo artículo.
Con posterioridad, nos dirigimos a Bassano del Grappa, sede de la asociación, donde se cumplió con un almuerzo de convivencia (que responde muy bien a la vertiente gastronómica de la asociación, que promociona también el conocimiento la cocina renacentista tan presente en la obra folenguiana), en el que Otello Fabris me impuso la insignia de oro de Socio Senior. En unas breves palabras, que ya me faltaban, abrumado por la emoción, expresé de nuevo mi gratitud, y mi admiración por ellos, que saben canalizar la vida cultural de su país a través de asociaciones privadas, con recursos ocasionales a patrocinadores, al contrario de lo que ocurre en España, donde estas iniciativas colectivas son más bien raras, por la mentalidad estatista que espera que sea el Estado, a través de subvenciones y su iniciativa el que anime la cultura del país.
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