Ya en un
terreno más puramente lingüístico, Mario Chiesa opina que en
Folengo el realismo es un resultado, no una elección. Esta elección
tiene que ver más bien con un lenguaje y un género: “Su actitud
hacia la tradición rústica no difiere de la que tiene hacia
Virgilio: se trata de una adhesión desencantada que asume ciertas
tradiciones, las hace reaccionar entre sí, pero sin adherirse nunca
plenamente a ninguna, reservándose, por el contrario, siempre la
posibilidad de tomar distancias con una sonrisa”1.
Folengo, dice, no es un poeta realista como lo entendía De Sanctis,
quien lo contraponía a la tradición aúlica bembesca, dado que el
dialecto que maneja no es con frecuencia el dialecto vivo de los
campesinos, sino el dialecto de la literatura dialecto-expresionista
de su tiempo. Prueba de esto se encontraría en las numerosas glosas
de la red. T que remiten explícitamente al lenguaje rústico, y que
hacen referencia a un preciso filón de literatura popularizante de
la época. Así, glosas como “cupantes rustice pro
occupantes” (Baldus XI 105), “Lenam pro
Helena rustici dicunt” (Zan. 642), “braviarium
rustice” (Zan. 1067) ponen en evidencia fenómenos propios
de la deformación caricaturesca del género villanesco más que de
los dialectos. Otras glosas como “cagasanguis, angonaia,
giandussa, codesella sunt rusticorum blasphemiae” (Baldus
III 13) reúnen el repertorio consabido de las imprecaciones de los
rústicos de la literatura, tal como pueden encontrarse, por ejemplo,
en la Maitinada escrita en bresciano por Galeazzo dagli Orzi2.
Una
prueba para Chiesa de que el empleo del elemento vulgar no es un fin
en sí mismo, está en el moderado empleo que hace Folengo del
lenguaje de germanía o de’ furfanti, mencionado en el
prefacio de la red. V cuando se hablaba del daño irreparable que
supondría la pérdida de la obra de un autor plurilingüe con el que
desaparecería una lengua maravillosa:
[...]
Ma perdersi questo (o Dio, che danno incredibile) si perdeva un
bellissimo e ingegnosissimo autore di molte lingue insieme. Perché
in questa è tessuta la latina, intersiata la toscana, messa a fregi
quella de’ macaroni. E che più? La franzese, la spagnola, la
tedesca, la bergamasca, la cavaiola, e insino a quella de’ furfanti
vi può fare un fioretto, e avervi loco. Ma quello che sopra tutto
importa è, che questa si meravigliosa lingua è riposta in questo
autore, come in specchio, et idea di tal idioma. E senza lui è
fredda, muta, stroppiata, disgraziata, e peggio assai, che non sono i
macaroni senza botiro [...]
Ciertamente,
este lenguaje podría parecer el más apropiado para dar colorido al
macarróneo de acuerdo con los criterios de pretendido “abajamiento
consciente” expuestos en la Apologetica in sui excusationem
de la red. T: “quo magis grossiliora sunt [vocabula] eo magis
macaronicam adducunt elegantiam, et tanto plus intelligibilia quanto
grossolania”. Sin embargo, este componente tiene una presencia
mínima en el macarroneo folenguiano y sólo en las voces más
comprensibles3.
Tal
limitación es indicio para Chiesa de que las miras de Folengo iban
más allá del puro divertimento y de que era consciente de que su
lengua podía caer en un “excesivo cerebralismo” (eccessivo
cerebralismo). Eran la expresividad y la alusividad que regían
su musa, dice Chiesa, lo que impedía que se perdiera en la
arbitrariedad de la jerga. De este modo, parece quedar desmentida la
declaración de despreocupación por la comprensibilidad de su obra
que hace Merlín Cocayo en la Apologetica in sui excusationem
de la red. T4
(donde la alusión a lenguajes como el scarpacinum y el
spazzacaminum parece afirmar su derecho a servirse de las
jergas). El desarrollo de las redacciones sucesivas opera en la
dirección contraria, marcada por el uso de un léxico procedente de
una koiné dialectal suficientemente conocida y homogénea5.
Imagen: Incipit de la Zanitonella de la redacción Toscolanense de las Macarroneas de Merlín Cocayo.
1
Cf. M. CHIESA, “Del ‘rozzo parlar’”, o.c., p.
154
2
Cf. ib., pp. 155-156
3
Cf. M. CHIESA, “Cingar sciebat zaratanare”, o.c.,
pp. 122-123
4
Cf. E. BONORA, Retorica e invenzione, pp. 81-82.
Se reproduce un texto en el que Merlín Cocayo responde a las
críticas de un hipotético lector sobre su uso de palabras mantuanas
o brescianas incomprensibles para otros. Merlín dice que al igual
que todos no entienden el griego o el hebreo no debe extrañar que no
se entiendan estos dialectos: “[...] dicet aliquis: Vocabula
fingis, o Merline, quibus patria tua solet uti tantummodo; exempli
gratia: “doniare puellas”, “cimare”, “tracagnum”, et
cetera, quae tantum aut mantuanice aut bressanice possunt intellegi.
Respondeo quod veluti non omnes aut graecum aut hebraeum aut arabicum
aut chaldaeum aut denique latinum simul intelligunt, ita nil mirum si
cuncti mantuanicum aut florentinicum aut bergamascum aut todescum aut
sguizzarum aut scarpacinum aut spazzacaminum minime sciunt pariter
intelligere. Ut quid ordinantur commentatores ac linguarum
interpretes? Ut quid translatores? Proculdubio causa splanandi
linguarum incognoventiam”. Bonora relaciona este texto con un
juicio del filósofo Pomponazzi, contemporáneo de Folengo y famoso
por sus lecciones universitarias híbridas, donde sí se afirma
expresamente la identidad de valor de todas las lenguas (cf.
ib., p. 82 n.1). Esta afirmación e silentio deducida
de tal texto (“con tono paradossalmente polemico” decía en su
libro de 1956 [p.80]) le sirve a Bonora para situar en un mismo plano
de igualdad a todos los componentes del macarroneo.
5
Cf. M. CHIESA, o.c., p. 124
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