CARMINA MACARONICA SELECTA

"Quid contentandum nisi contentamus amigos? / Hoc mihi servitium facias, tu deinde comanda, / nam, giandussa mihi veniat in culmine nasi, / ni pro te posthac Paradisos mille refudem", Baldus, V, 9, 295-298

domingo, 22 de julio de 2012

LA PISTA DIALECTAL EN MERLÍN COCAYO



Más compleja resulta la pista dialectal en el mantuano Folengo: señala Silvia Isella Brusamolino que emplea no un solo dialecto, sino una pluralidad de hablas municipales, aunque prevalezcan aquellas de un área claramente identificable como Lombardía oriental, y específicamente la mantuana. Otras voces de un ámbito más amplio, generalmente lombardo o emiliano, están en Folengo porque son “también” mantuanas. En opinión de la estudiosa italiana existe en Folengo una voluntad municipal: si el público privilegiado es el mantuano (y junto a él el bresciano), no queda excluído, empero, uno más vasto que no va, de todos modos, más allá del área padano-véneta1.

Ha sido Giuseppe Billanovich el que ha dado las razones biográficas de esta amplitud de elección dialectal en Folengo2. Éste, nacido en Mantua en 1491 hijo de un notario, entró como novicio en 1508 en el monasterio bresciano de Santa Eufemia, donde profesó un año después. Ciudadano de Mantua por nacimiento y de Brescia por su profesión monástica, su pertenencia a la congregación benedictina del Monte Casino lo convirtió en ciudadano de Italia, pues a través de la enorme red de la congregación Folengo fue transferido periódicamente, como cualquier otro de sus compañeros, de monasterio en monasterio: de Santa Eufemia a San Benedetto Po en Mantua, a Santa María del Monte en Cesena, a Santa María en Pomposa; y también –después que él y Giambattista, su hermano carnal y en religión, hubieran acabado de vagar fuera de la congregación como peregrinos a lo largo de casi toda Italia- a San Martino delle Scale en Palermo, y de allí al límite septentrional del dominio de San Marco, en el priorado, dependiente de San Benedetto Po, de Santa Croce en Campese, donde lo tomó la muerte en 1544. Fue así la compacta congregación, dice Billanovich, la que proporcionó a Folengo los dos componentes capitales para un poeta macarrónico: “una perfecta academia, especialmente en la notable escuela de San Benedetto Po, de cultura latina y griega y la inmersión total, a través de las gestiones agrarias de la congregación que ejercía como subcellerarius, en la vida rústica, en contacto continuo e inmediato con hombres y animales”3.

Esta amplitud de elección dialectal en Folengo es intencionalmente manejada y delimitada por razones estilísticas, como ya señalara Ettore Bonora en su clásico de 1956. Del mismo famoso texto de la Apologetica de la red. T de la que deducía una defensa folenguiana de todas las lenguas “con un tono paradójicamente polémico”4 extraía Bonora “el principio de una poética que buscaba la asimilación en el personalísimo lenguaje de cuantos elementos conservaran la impronta de lo característico y lo expresivo”5. De este modo rechazaba la sobrevaloración que hacía Alessandro Luzio del papel del dialecto bresciano en el macarroneo folenguiano, casi en pie de igualdad con el mantuano. Aun concediendo su presencia en notas marginales de la red. T: “Tracagnum mantuanice, trusum bressanice, trambaium graece, truncum latine” (Baldus T II 499); “Cagasanguis veroniace, beroldus mantuanice, zamborgninus bressanice, sanguanazzus communiter” (id. V 506); “Brodeccus bressanice, brodicus mantuanice, foedus latine, malnettus vulgariter” (id. XIV 119), etc., llamaba Bonora la atención sobre dos hechos: “en la mayor parte de las glosas el término bresciano es registrado con otros de distinta procedencia por la acostumbrada complacencia en las variaciones, y las glosas en sí representan, más que momentos de inspiración poética, divertimentos filológicos en los que hasta el recochineo y la complacencia en las mixtificaciones tienen su parte”6. No es la experiencia que pudiera tener el autor de tal o cual dialecto la que determina su presencia en el macarroneo, sino el colorido que pudieran añadir a un lenguaje marcado por una expresividad, “fundada sobre lo característico y lo pintoresco”,7 que se extremiza en la red. T. Así, el bresciano, en cuanto dialecto lombardo, fue usado como un color que reforzaba y variaba el elemento dialectal mantuano8. Aun así, no pocos brescianismos pertenecen también a otros dialectos lombardos, como el cremonés y el milanés. La búsqueda de un aumento de lo pintoresco en la red. T lleva a Folengo a servirse de formas anticuadas del propio mantuano, y de notas de color procedentes de otros dialectos septentrionales como el cremonés, milanés y bergamasco, de otras regiones italianas, e incluso de lenguas extranjeras, como el francés, el español, el alemán y voces balcánicas. Concluye Bonora que el respeto por el realismo lingüístico que refleja personajes y ambientes “es menos importante que el placer de inventar y colorear extravagantemente las palabras cuando el poeta se ha cerciorado de la originalidad de su lengua”9.







1 Cf. S. ISELLA BRUSAMOLINO, o.c., p. 131
2 Cf. G. BILLANOVICH, “Spiritualità e cultura nei monasteri bresciani e Teofilo Folengo monaco a Brescia”, Atti Convegno 1980, pp. 33-40
3 Cf. G. BILLANOVICH, o.c., p. 39
4 Cf. E. BONORA, Retorica e invenzione..., pp. 81-82. Se reproduce un texto en el que Merlín Cocayo responde a las críticas de un hipotético lector sobre su uso de palabras mantuanas o brescianas incomprensibles para otros. Merlín dice que al igual que todos no entienden el griego o el hebreo no debe extrañar que no se entiendan estos dialectos: “[...] dicet aliquis: Vocabula fingis, o Merline, quibus patria tua solet uti tantummodo; exempli gratia: “doniare puellas”, “cimare”, “tracagnum”, et cetera, quae tantum aut mantuanice aut bressanice possunt intellegi. Respondeo quod veluti non omnes aut graecum aut hebraeum aut arabicum aut chaldaeum aut denique latinum simul intelligunt, ita nil mirum si cuncti mantuanicum aut florentinicum aut bergamascum aut todescum aut sguizzarum aut scarpacinum aut spazzacaminum minime sciunt pariter intelligere. Ut quid ordinantur commentatores ac linguarum interpretes? Ut quid translatores? Proculdubio causa splanandi linguarum incognoventiam”. Bonora relaciona este texto con un juicio del filósofo Pomponazzi, contemporáneo de Folengo y famoso por sus lecciones universitarias híbridas, donde sí se afirma expresamente la identidad de valor de todas las lenguas (cf. ib., p. 82 n.1). Esta afirmación e silentio deducida de tal texto (“con tono paradossalmente polemico” decía en su libro de 1956 [p.80]) le sirve a Bonora para situar en un mismo plano de igualdad a todos los componentes del macarroneo.
 
5 Cf. E. BONORA, Le maccheronee..., p. 80
6 Cf. ib., p. 81
7 Cf. ib., p. 83
8 Con esta tesis vendrá a coincidir G. TONNA, “La cosiddetta “brescianità” del Folengo”, Atti Convegno 1977, pp. 144-152
9 Cf. E. BONORA, o.c., p. 87. Señalará posteriormente Bonora que fue su sensibilidad de artista la que llevó a Folengo a advertir que el mantuano no es un dialecto lombardo sino emiliano (cf. “Folengo e il mondo contadino”, Retorica e invenzione. Studi sulla letteratura italiana del Rinascimento, Rizzoli, Roma 1970[ 1968], pp. 76-77).

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