Más
compleja resulta la pista dialectal en el mantuano Folengo: señala
Silvia Isella Brusamolino que emplea no un solo dialecto, sino una
pluralidad de hablas municipales, aunque prevalezcan aquellas de un
área claramente identificable como Lombardía oriental, y
específicamente la mantuana. Otras voces de un ámbito más amplio,
generalmente lombardo o emiliano, están en Folengo porque son
“también” mantuanas. En opinión de la estudiosa italiana existe
en Folengo una voluntad municipal: si el público privilegiado es el
mantuano (y junto a él el bresciano), no queda excluído, empero,
uno más vasto que no va, de todos modos, más allá del área
padano-véneta1.
Ha sido
Giuseppe Billanovich el que ha dado las razones biográficas de esta
amplitud de elección dialectal en Folengo2.
Éste, nacido en Mantua en 1491 hijo de un notario, entró como
novicio en 1508 en el monasterio bresciano de Santa Eufemia, donde
profesó un año después. Ciudadano de Mantua por nacimiento y de
Brescia por su profesión monástica, su pertenencia a la
congregación benedictina del Monte Casino lo convirtió en ciudadano
de Italia, pues a través de la enorme red de la congregación
Folengo fue transferido periódicamente, como cualquier otro de sus
compañeros, de monasterio en monasterio: de Santa Eufemia a San
Benedetto Po en Mantua, a Santa María del Monte en Cesena, a Santa
María en Pomposa; y también –después que él y Giambattista, su
hermano carnal y en religión, hubieran acabado de vagar fuera de la
congregación como peregrinos a lo largo de casi toda Italia- a San
Martino delle Scale en Palermo, y de allí al límite septentrional
del dominio de San Marco, en el priorado, dependiente de San
Benedetto Po, de Santa Croce en Campese, donde lo tomó la muerte en
1544. Fue así la compacta congregación, dice Billanovich, la que
proporcionó a Folengo los dos componentes capitales para un poeta
macarrónico: “una perfecta academia, especialmente en la notable
escuela de San Benedetto Po, de cultura latina y griega y la
inmersión total, a través de las gestiones agrarias de la
congregación que ejercía como subcellerarius, en la vida
rústica, en contacto continuo e inmediato con hombres y animales”3.
Esta
amplitud de elección dialectal en Folengo es intencionalmente
manejada y delimitada por razones estilísticas, como ya señalara
Ettore Bonora en su clásico de 1956. Del mismo famoso texto de la
Apologetica de la red. T de la que deducía una defensa
folenguiana de todas las lenguas “con un tono paradójicamente
polémico”4
extraía Bonora “el principio de una poética que buscaba la
asimilación en el personalísimo lenguaje de cuantos elementos
conservaran la impronta de lo característico y lo expresivo”5.
De este modo rechazaba la sobrevaloración que hacía Alessandro
Luzio del papel del dialecto bresciano en el macarroneo folenguiano,
casi en pie de igualdad con el mantuano. Aun concediendo su presencia
en notas marginales de la red. T: “Tracagnum mantuanice,
trusum bressanice, trambaium graece, truncum
latine” (Baldus T II 499); “Cagasanguis veroniace,
beroldus mantuanice, zamborgninus bressanice,
sanguanazzus communiter” (id. V 506); “Brodeccus
bressanice, brodicus mantuanice, foedus latine, malnettus
vulgariter” (id. XIV 119), etc., llamaba Bonora la atención
sobre dos hechos: “en la mayor parte de las glosas el término
bresciano es registrado con otros de distinta procedencia por la
acostumbrada complacencia en las variaciones, y las glosas en sí
representan, más que momentos de inspiración poética,
divertimentos filológicos en los que hasta el recochineo y la
complacencia en las mixtificaciones tienen su parte”6.
No es la experiencia que pudiera tener el autor de tal o cual
dialecto la que determina su presencia en el macarroneo, sino el
colorido que pudieran añadir a un lenguaje marcado por una
expresividad, “fundada sobre lo característico y lo pintoresco”,7
que se extremiza en la red. T. Así, el bresciano, en cuanto dialecto
lombardo, fue usado como un color que reforzaba y variaba el elemento
dialectal mantuano8.
Aun así, no pocos brescianismos pertenecen también a otros
dialectos lombardos, como el cremonés y el milanés. La búsqueda de
un aumento de lo pintoresco en la red. T lleva a Folengo a servirse
de formas anticuadas del propio mantuano, y de notas de color
procedentes de otros dialectos septentrionales como el cremonés,
milanés y bergamasco, de otras regiones italianas, e incluso de
lenguas extranjeras, como el francés, el español, el alemán y
voces balcánicas. Concluye Bonora que el respeto por el realismo
lingüístico que refleja personajes y ambientes “es menos
importante que el placer de inventar y colorear extravagantemente las
palabras cuando el poeta se ha cerciorado de la originalidad de su
lengua”9.
1
Cf. S. ISELLA BRUSAMOLINO, o.c., p. 131
2
Cf. G. BILLANOVICH, “Spiritualità e cultura nei monasteri
bresciani e Teofilo Folengo monaco a Brescia”, Atti Convegno
1980, pp. 33-40
3
Cf. G. BILLANOVICH, o.c., p. 39
4
Cf. E. BONORA, Retorica e invenzione..., pp. 81-82.
Se reproduce un texto en el que Merlín Cocayo responde a las
críticas de un hipotético lector sobre su uso de palabras mantuanas
o brescianas incomprensibles para otros. Merlín dice que al igual
que todos no entienden el griego o el hebreo no debe extrañar que no
se entiendan estos dialectos: “[...] dicet aliquis: Vocabula
fingis, o Merline, quibus patria tua solet uti tantummodo; exempli
gratia: “doniare puellas”, “cimare”, “tracagnum”, et
cetera, quae tantum aut mantuanice aut bressanice possunt intellegi.
Respondeo quod veluti non omnes aut graecum aut hebraeum aut arabicum
aut chaldaeum aut denique latinum simul intelligunt, ita nil mirum si
cuncti mantuanicum aut florentinicum aut bergamascum aut todescum aut
sguizzarum aut scarpacinum aut spazzacaminum minime sciunt pariter
intelligere. Ut quid ordinantur commentatores ac linguarum
interpretes? Ut quid translatores? Proculdubio causa splanandi
linguarum incognoventiam”. Bonora relaciona este texto con un
juicio del filósofo Pomponazzi, contemporáneo de Folengo y famoso
por sus lecciones universitarias híbridas, donde sí se afirma
expresamente la identidad de valor de todas las lenguas (cf.
ib., p. 82 n.1). Esta afirmación e silentio deducida
de tal texto (“con tono paradossalmente polemico” decía en su
libro de 1956 [p.80]) le sirve a Bonora para situar en un mismo plano
de igualdad a todos los componentes del macarroneo.
5
Cf. E. BONORA, Le maccheronee..., p. 80
6
Cf. ib., p. 81
7
Cf. ib., p. 83
8
Con esta tesis vendrá a coincidir G. TONNA, “La cosiddetta
“brescianità” del Folengo”, Atti Convegno 1977, pp.
144-152
9
Cf. E. BONORA, o.c., p. 87. Señalará posteriormente
Bonora que fue su sensibilidad de artista la que llevó a Folengo a
advertir que el mantuano no es un dialecto lombardo sino emiliano
(cf. “Folengo e il mondo contadino”, Retorica e
invenzione. Studi sulla letteratura italiana del Rinascimento,
Rizzoli, Roma 1970[ 1968], pp. 76-77).
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