CARMINA MACARONICA SELECTA

"Quid contentandum nisi contentamus amigos? / Hoc mihi servitium facias, tu deinde comanda, / nam, giandussa mihi veniat in culmine nasi, / ni pro te posthac Paradisos mille refudem", Baldus, V, 9, 295-298

sábado, 21 de marzo de 2020

EL EMBLEMA MACARRÓNICO "OTIOSITAS VITANDA" (ca. 1606)




Incipit del único manuscrito del poema




1. Peculiaridad de la composición.

La probablemente primera macarronea que se conserva manuscrita del siglo XVII se nos presenta bajo la forma de un emblema anónimo ambientado en Cádiz en una fecha muy concreta, el jueves 25 de mayo de 1606. Nunca (que hayamos podido saber), en la historia de la literatura emblemática el texto poético explicativo que acompaña normalmente a la imagen en el emblema había sido -ni sería- redactado como macarronea. La presente composición constituye, pues, un curioso hapax literario que aúna dos fenómenos culturales tan históricamente inconexos –por más que sincrónicos- como la emblemática y la poesía macarrónica. Aparte de esto, el mismo poema, que con sus 502 versos constituye el segundo más extenso de los poemas macarrónicos españoles, presenta peculiaridades propias que lo apartan, como veremos, de las normas usuales en la creación de macarroneas, y que lo automarginan de la evolución del género en nuestro país.

2. Determinación de la autoría.

El poema se conserva como manuscrito autógrafo anónimo en la biblioteca de la Real Academia de la Historia, sign. 9 / 3761 Anónimos, “Macharronea y Floreto”. Tal manuscrito consta de 23 ff. a doble cara numerados por el autor del 7 al 53 (están en blanco las caras 17 y 52). En el encabezamiento del primer folio figura subrayada la palabra EMBLEMA, y en la página 8 como glosa marginal al v. 61 se expresa el mote del emblema, otiositas vitanda. Inmediatamente debajo del título aparece la palabra “Preambulum”, y entre los versos 14 y 15 figura centrada la palabra “HISTORÏA”. El poema ocupa las páginas 7-10 y 13-22 y se compone de 489 vv. numerados por el propio autor más 13vv. que figuran en los márgenes junto con otras anotaciones también isógrafas. El resto de folios contiene glosas del mismo poeta a los versos de la composición1. El manuscrito está encuadernado con otros papeles heterógrafos que recogen noticias históricas de fines del s. XV a mediados del XVI en un volumen misceláneo, en el que se le añade una numeración que corresponde a las páginas. 211-232.

La primera y casi única noticia sobre este poema es la dada por F. J. Sánchez Cantón en el prólogo de su edición de 1948 del citado volumen misceláneo2. En ella no incluye la macarronea, a la que le dedica un breve comentario sobre su autoría, contenido y datación bajo el epígrafe “el título” (pp. XII-XIII):

Según se ha dicho, consta en el lomo: FLORETO & MACHARRONEA.
Refiérese el segundo término no al conjunto del texto, sino a los fos 211-232 (paginados con numeración original: 7 a 54 [sic] y de papel más atacable por los insectos), en que, de letra diferente de la general del manuscrito, se introduce un poema en latín macarrónico, de 479 [sic] hexámetros, exuberantemente anotado en los márgenes y en veinte páginas llenas. Lo escribió y comentó en Cádiz un jesuita; lleva la fecha de 1606 en la cabeza y en un verso y, pese a su curiosidad, queda fuera de la presente publicación.

El asunto es burlesco y no muy ingenioso: querella de los herreros gaditanos presentada a su dios Vulcano porque los gatos, sin carta de examen ni patente, forjan llaves. Abundan los recuerdos de la Batracomiomaquia homérica. Todo ello mero motivo para un derroche de erudición mitológica y para morigerados desenfados. Tiene el aspecto de obrita de circunstancias, con alusiones a la fiesta de San Juan en un colegio de la Compañía.

La autoría jesuítica que establece sin empachos Sánchez Cantón carece de bases sólidas que se puedan sentar en la lectura del texto del poema y de sus glosas. El autor proporciona al acaso algunas noticias de su vida en el glosario, aunque sin dejar traslucir nunca su nombre, ni clarificar plenamente su adscripción social.

Por tales informaciones sabemos que el autor no es sólo buen conocedor de la ciudad de Cádiz y de su historia, sino que también es vecino (cf. glosas a otios. 15, 18, 19, 21, 22, 23, 24, 25, 35, 38, 310) y natural de ella (cf. glosa a otios. 38: “Estando yo en Salamanca, sabiendo que yo era de Cadiz...”). El emblemista gaditano da noticias de una juventud enfermiza (cf. glosa a otios. 38), y de su estancia en Salamanca, quizás como estudiante (cf. glosa a otios. 38 y 313: “otro Sileno vi yo en mi tiempo en Salamanca, a quien llamauan el doctor sutil, vn hombre squalido, roto de calças y sayo y capa que se le parecian las carnes, y era tan perseuerante en este baxo trage, que el obispo de Salamanca haziendole sotana y manteo, no pudo con el que lo truxesse, y procurando estudiantes por fuerça quitarle aquellos handrajos y ponerle buena ropa, se abraço con ellos y no pudieron sacarselos”). Nuestro emblemista es un hombre formado intelectualmente en la segunda mitad del siglo XVI, como dan a entender la mayoría de autores modernos que cita en sus glosas3, que publican en dicho periodo. Hombre curioso y conversador, afirma en su glosa a otios. 457 haber conocido a Martín Cortés, cosmógrafo y docente instalado en Cádiz desde 1530 hasta su muerte en 1582, y no habla de él precisamente en calidad de discípulo, tal como puede deducirse de sus palabras, sino más bien como un casi coetáneo. El autor gaditano, que se halla, pues, al final de su vida al comienzo del nuevo siglo, encuentra en la emblemática el vehículo ideal para la expresión de sus ideas religiosas y morales.

Pensamos que la filiación jesuita que plantea Sánchez Cantón no está ni medianamente argumentada y resulta basada, posiblemente, en su afirmación de que “es casi seguro” (p. XI) que fue un jesuita el que encuadernó el volumen en los primeros años del s. XVII. Su aserto de existencia de “alusiones a la fiesta de San Juan en un colegio de la Compañía” es sencillamente absurdo. Ciertamente, los gatos protagonistas del poema, tras derrotar a las ratas como aliados de las ranas en una recreación de la Batracomiomaquía, forman un coro a instigación de las ranas para celebrar la fiesta de San Juan (cf. otios. 441-452), como señala el autor en glosa a otios. 452: “tenia ordenado el inuentor de hazer en la fiesta de .S. Juan que se seguia [24 de junio] vna capilla de musica de gatos...”. Pero esta escena no se desarrolla en un “colegio de la Compañía”, sino en la casa del legado que las ranas envían a Júpiter para que autorice que los gatos formen capilla. En dicha casa, que se halla en Sevilla, en la calle de Cantarranas (cf. otios. 448), esperan los gatos la llegada de la licencia de Júpiter.

La constantes citas de la Biblia y de Padres y escritores eclesiásticos en las glosas no son suficiente motivo para atribuir infaliblemente en esta época la obra a un clérigo, y mucho menos precisar que se trata de un jesuita. Por otra parte, la finalidad didáctica y moralizante de la composición es la propia de la literatura emblemática, siendo común este designio tanto a los emblemistas seglares como eclesiásticos –los más numerosos-, particularmente en España, donde se acentúa el contenido religioso. Es cierto, como veremos en 3. 2. 1. 2, que los emblemas fueron profusamente usados con fines pedagógicos por los jesuitas durante el siglo XVII, pero es asimismo dudoso que este argumento a favor de su tesis se la haya pasado siquiera por la cabeza a Sánchez Cantón, dado su sorprendente mutismo –y subyacente incuria- respecto al carácter emblemático que el autor atribuye reiteradamente a su composición.

El emblemista da muestras de poseer una vasta cultura enciclopédica (autores clásicos y eclesiásticos, historia natural y antigua, arquitectura, artes liberales). Se muestra también como un seguro conocedor de la jurisprudencia, que aplica particularmente a ilustrar su interés por la labor de gobernantes y jueces (cf. glosas a otios. 107, 142, 237, 268, 386) en relación particularmente con la represión de un vicio de perniciosas consecuencias civiles como la pereza, nacida de la ociosidad, que es el objeto de moralización del emblema otiositas vitanda (“que debe huirse de la ociosidad” [cf. glosas a otios. 61, 137, 310, 311, 313]). Esta misma formación jurídica -que puede ser muy bien propia de un eclesiástico- trasluce en la configuración de la estructura temática de la obra, que gira en gran parte en torno a una demanda que plantean los herreros ante Vulcano contra unos gatos usurpadores de su oficio. Éste interroga a los gatos, cuyos representantes se visten como letrados, y decide buscar a un juez para tal causa.

Como conclusión de lo dicho, puede afirmarse que la gratuita atribución de autoría de Sánchez Cantón no es asumible, pero tampoco rechazable, con argumentos de peso, dada la escasez de indicios existentes sobre la personalidad del autor.




______________________________________________________________
1 Hemos dispuesto estas glosas junto con las marginales a continuación de la edición crítica del poema, al que citaremos a partir de ahora como otios., abreviatura del mote o lema del emblema, otiositas vitanda.
2 Cf. “Floreto de anécdotas y noticias diversas que recopiló un fraile dominico residente en Sevilla a mediados del siglo XVI. Publícalo con prólogo, notas e índices F. J. Sánchez Cantón”, Memorial Histórico Español, tomo XLVIII, Real Academia de la Historia, Madrid 1948. Las noticias que da posteriormente F. Márquez Villanueva, o.c., p. 278 sobre la obra están basadas exclusivamente en el comentario de Sánchez Cantón. Torres-Alcalá desconoce la existencia del poema.

3 Cf. glosas autógrafas a otios. 15, 21, 40, 61, 101, 102, 103, 104, 105, 106, 108, 110, 112, 113, 206b, 208b, 271, 283, 304, 313, 341, 365, 386, 453, 455, 457.

No hay comentarios:

Publicar un comentario