CARMINA MACARONICA SELECTA

"Quid contentandum nisi contentamus amigos? / Hoc mihi servitium facias, tu deinde comanda, / nam, giandussa mihi veniat in culmine nasi, / ni pro te posthac Paradisos mille refudem", Baldus, V, 9, 295-298

sábado, 7 de abril de 2012

LA CRÍTICA DE ETTORE PARATORE AL MODELO PAOLIANO (II)



Es, por otra parte, el intento de enunciar leyes generales sobre el macarroneo folenguiano el que lleva a Paoli a creer que latín y macarrónico se alternan casi sistemáticamente en formas constantemente equilibradas y a hablar de fusión de elementos heterogéneos, a pesar de reconocer luego que en el Baldus hay trozos en los que prevalece el latín1.

Considera Paratore “piuttosto ermetica” la distinción paoliana entre macarronismo morfológico-lexical y macarronismo de locución2, y errónea la idea de descubrir la grandeza de Folengo en el desarrollo superlativo del primer tipo, exasperando la tendencia del latín a los neologismos3, mientras que se define el segundo tipo como “folenghiano deteriore”4.

Las humoradas del tipo dattornum, todannum le parecen a Paratore el vértice del desenfreno lingüístico de Cocayo, cosa que acaba siendo reconocida por el propio Paoli5.

Si se acepta, dice Paratore, la tesis de que todos los recursos léxicos macarrónicos tienen el fin único de plasmar un lenguaje siempre más incisivo, viene a caer del todo la distinción de Paoli entre macarronismo morfológico-lexical y macarronismo de locución; y lo que se afirma con prepotencia es la desbordante libertad y variedad del discurso folenguiano, siempre atento a adaptar el resultado expresivo al constante cambio de color de los sucesos y estados de ánimo6.

Para desmontar lo que él considera axioma de Paoli sobre la constitución fija del macarróneo folengiano, Paratore ofrece una serie de variaciones léxicas tomadas del Baldus.7 En ellas el uso constante de un término latino correcto o macarrónico se ve desmentido por la presencia de variantes macarrónicas o latinas respectivamente8. Llega así a una serie de conclusiones9:

Cómo es lógico recabar de este minucioso análisis, la comprobada variabilidad caprichosa del discurso folengiano, que parece traicionar una siempre renovada veleidad de medrosa imitación en mil modos del discurso de molde clásico, acaba por denunciar cuánto persiste en la conciencia lingüística del autor la tendencia del macarroneo anterior a él, es decir, la de crear un lenguaje que, aun concediendo a veces la primacía a la inspiración épica o trágica sin más, miraba a la parodia, a la caricatura de los grandes poetas latinos transmitidos por la cultura y la escuela. El presupuesto de encontrar y magnificar en Folengo la creación de un lenguaje original, sólidamente constituido, a mil millas de distancia de las aventurosas tentativas de sus predecesores, sobre la base de la impresión suscitada por la opulenta persuasividad de su arte, ha acabado por crear un equívoco que ha hecho perder realmente de vista la característca esencial de ese lenguaje, es decir, el poder sin precedentes de llevar a la cima los procedimientos caricaturescos con la más desorientadora riqueza y variedad de medios, desencadenando las coloraciones macarrónicas cada vez que era necesario animar y hacer más impetuoso el desarrollo expresivo. Es necesario partir del principio de que el verso latino, el verso virgiliano constituye para Folengo la norma de base [...] Por eso no debe sorprender que en el intento de subvertir una vez tras otra con los medios más adecuados la solemnidad consagrada del verso heroico él hubiera hecho flèche de tout bois, recurriendo a todas las contrastantes sugestiones que en cada ocasión le venían a los labios.







1 Cf. E. PARATORE, o.c., p. 41, que hace referencia a U. E. PAOLI, o.c., pp. 42, 80. Paratore intenta de nuevo presentar como contradictorios fenómenos que en la exposición de Paoli son perfectamente compatibles. De este modo, el hecho de que se defina el macarroneo como una fusión orgánica de elementos heterogéneos, no obsta a que uno de los elementos predomine, incluso absolutamente, según lo exiga el tono de la narración. Así, este lenguaje “si adatta al argomento e all’ambiente, sempre conservando il suo carattere fondamentale di linguaggio solidamente costituito. Il maccheroneo, che sa, quando occorra, raggiungere la dignità epica, in bocca a bassa gente diventa sguaiato e plebeo; ed è questo che il poeta vuole” (cf. U. E. PAOLI, o.c., pp. 85-86). La concepción puramente subjetiva e individual del macarroneo en críticos como Paratore acaba siendo más rígida que la del ‘rigorista’ Paoli, pues se le conceden al poeta macarrónico, paradójicamente, menos posibilidades creativas de manejo autónomo de su lenguaje. Tal teoría de un lenguaje “cuya esencia está propiamente en su hacerse” (cf. M. CHIESA, “Un’antologia folenghiana”, o.c., p. 129) se torna puramente mecanicista y termina por prescindir del factor autor como dueño consciente de su creación. Chiesa niega que Folengo tuviera un designio definido a la hora de reelaborar su obra macarrónica, en el sentido de tender a una forma ideal perfecta e inmutable, extraña a la poesía macarrónica, como aspira a ser por esa época el toscano. Esta lengua, que no es per grammaticam, “obliga”, pues, a Folengo a cambiar necesariamente su obra, pues en el cambio, y sólo en éste, está su esencia (p. 130). Folengo es presentado así como sometido a un furor inspirador de trasnochadas connotaciones, como un grafómano irreflexivo que carece de verdadero control sobre su lenguaje; lenguaje que por ende no es per grammaticam, lo que contradice abierta y absurdamente, como veremos, su carácter de metalenguaje.
2 Cf. E. PARATORE, o.c., p. 41, quien no da ninguna explicación de porqué considera “más bien hermética” tal distinción paoliana.
3 Cf. E. PARATORE, o.c., p. 41 quien hace referencia a U. E. PAOLI, o.c. pp. 60-61. Éste último lo que dice en realidad es que “ciò che individua il latino del Folengo, di fronte allo scialbo maccheroneo dei Prefolenghiani è lo sviluppo che egli è riuscito a dare al maccheronismo morfologico-lessicale” (p. 60), pues los macarronismos de locución “[...] non meno dei maccheronismi morfologici [...] servono a dare al linguaggio maccheronico varietà e potenza di espressione [...]” (p. 63).
4 Cf. E. PARATORE, o.c., p. 41 quien hace referencia a U. E. PAOLI, o.c., pp. 76-78. Lo que llama realmente Paoli “folenghiano deteriore” son palabras invariables que son latinizadas mediante desinencia, así como el empleo del artículo determinado.
5 Cf. E. PARATORE, o.c., p. 41 que hace referencia a U. E. PAOLI, o.c., pp. 84-86
6 Con estos planteamientos Paratore (p. 44) comienza a acercarse peligrosamente a las posiciones idealistas de Croce, quien consideraba a la lengua en un aspecto puramente subjetivo, negándole toda objetividad como sistema. El error fundamental de Paratore y otros radica en pensar que la extrema ductilidad y variedad del macarroneo como instrumento artístico es incompatible con una caracterización gramatical como sistema lingüístico. Pero el macarroneo dista de ser una creación puramente individual, sino que se nos presenta como un metalenguaje, formado por varios sistemas interrelacionados (latín y lenguas derivadas) e interferentes, en el que la libertad del artista no se manifiesta sólo en la explotación de los recursos potenciales que le ofrece el sistema, como en una lengua natural, sino en la dosificación de la interferencia entre los sistemas que emplea, que será tanto más lograda cuanto más afines sean éstos. Será, en este punto, oportuno recordar lo que dice a este respecto Eugenio Coseriu: “En su actividad lingüística, el individuo conoce o no conoce la norma y tiene mayor o menor conciencia del sistema. Al no conocer la norma, se guía por el sistema, pudiendo estar o no estar de acuerdo con la norma (creación analógica); conociéndola, puede repetirla dentro de límites más o menos modestos de expresividad o rechazarla deliberadamente e ir más allá de ella, aprovechando las posibilidades que le pone a disposición el sistema. Los grandes creadores de la lengua –como Dante, Quevedo, Cervantes, Góngora, Shakespeare, Puskin- rompen conscientemente la norma (que es algo como el “gusto de la época” en el arte) y, sobre todo, utilizan y realizan en el grado más alto las posibilidades del sistema: no es una paradoja, ni una frase hecha, decir que un gran poeta “ha utilizado todas las posibilidades que le ofrecía la lengua”. En este sentido podemos repetir con Humboldt y Croce que, en realidad, no aprendemos una lengua, sino que aprendemos a crear en una lengua, es decir que aprendemos las normas que guían la creación en una lengua, aprendemos a conocer las directivas, las flechas indicadoras del sistema y los elementos que el sistema nos proporciona como moldes para nuestra expresión inédita” (cf. E. COSERIU, “Sistema, norma y habla”, o.c., pp. 99-100). No hay, pues, creación poética fuera de un sistema lingüístico, sólo silencio. La idea de Migliorini de que existen tantas lenguas macarrónicas como autores macarrónicos es un argumento que se vuelve contra los que defienden que el macarroneo no es un lenguaje “fijado en formas inmutables”, o lo que es lo mismo para ellos, no sometible a los esquemas formales de aquel hablar sobre el hablar que es la gramática. La diferencia fundamental entre estas lenguas macarrónicas está, aparte de en los sistemas de elección, en el grado de competencia que tiene cada autor en el manejo de esos sistemas, y de las tradiciones culturales y literarias que implican, como bien vio Bonora. Es el sumo grado de competencia en el manejo de sistemas ya dados lo que hace del genio lingüístico y filológico que es ante todo Folengo un hecho irrepetible. Vuelve a adquirir sentido aquí la aguda observación de artista de Charles Nodier sobre la impresión que produce el macarroneo: lengua de creación individual, pero que sin embargo se entiende sin esfuerzo porque está compuesta de los materiales de la lengua materna. El macarroneo adquiere sentido sólo por referencia a éstos y sin ellos sería una materia informe.
7 Cf. E. PARATORE, o.c., pp. 44-47
8 Es nuevamente errónea, y no puede hallarse en su obra, la idea de que Paoli afirme que exista un uso constante de los elementos lexicales, ni siquiera e silentio (cf. U. E. PAOLI, o.c., p. 152). Paratore, que reprocha a Paoli no conocer la historia del texto (p. 38) utiliza como él la red. V, pero sin llevar a cabo la labor diacrónica de análisis de las cuatro redacciones que permite dar a Paoli razones de la alteración sistemática del material léxico macarrónico, adaptada a la situación narrativa. Hecho éste del que no da cuenta Paratore, quien se limita a registrar variantes descontextualizadas.
9 Cf. E. PARATORE, o.c., pp. 48-49. Es de notar en este punto la opinión de C. F. GOFFIS, “Il macaronico folenghiano fra arte e contestazione”, Maia, XLV, 1992, p. 137, quien dice respecto a Paratore que “la sua rivendicazione della libera creatività folenghiana segna un limite alla normatività del Paoli, non ne distrugge la prospettiva”, aunque unas páginas después se sitúa en planteamientos similares a los de Paratore: “È stato osservato che il macaronico, nonostante le normulae del suo autore, non muove verso un’ipotesi finale di grammatica e sintassi, precostituita con forme ideali. Il macaronico non ammette platonismi; è una continua invenzione personale, priva di parametri [...]” (p. 142).

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