CARMINA MACARONICA SELECTA

"Quid contentandum nisi contentamus amigos? / Hoc mihi servitium facias, tu deinde comanda, / nam, giandussa mihi veniat in culmine nasi, / ni pro te posthac Paradisos mille refudem", Baldus, V, 9, 295-298
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sábado, 7 de marzo de 2015

EL LÉXICO MACARRÓNICO EN LA MACARRONEA DE JUAN DE VERGARA





1. El léxico macarrónico1.

1. 1. Macarronismos léxicos.

El macarronismo léxico, recordamos, consiste en la latinización sufijal de una palabra vulgar, y junto con el error gramatical latino que representa el macarronismo morfológico, constituye la forma más elemental del macarroneo literario, en cuanto parodia de los despropósitos del latinus grossus. Estos macarronismos léxicos predominan ampliamente en Bald.: (agenis, agujeta, assechabat, batallam, baxando, blasfemat, bolvamus, burlas, cabeçam, cabis, calças, callet, callans, carreras, comunerum, contare, cortare, cosis, demandis, desonrras, ducatos, ducatis, exculpat, faxas, flamingos, fortalezas, gatus, gritos, gualdrapis, hermanus, jubonem, leuantans, mamam, mamare, manauit, mantillas, mentiras, metat, mirat, obispatos, oreja, pagas, pagasse, pagatum, pagatus, parescit, parlas, passamus, preguntas, presidentem, quexabor, ratonem, renegat, señores, soldatos, soldatum, susurrones, taitam, tetam, tocauit, tramat, tramauit, trocando, villas).

Dentro de este tipo, destaca por su efecto cómico la macarronización de una palabra derivada que no tiene correspondiente formal en latín (achaquiqum, barbaza, barrizo, culatis, mamarron, pañaletos).

Se detecta una tendencia aleatoria al empleo de un léxico marginal (garduñare, mamarron), que lleva a registrar algunos hapax: (achaquiqum, barrizo, mamolum). Es de resaltar el caso del macarronismo flamingos, que presenta un lexema no castellano, sino neerlandés, lo que no debe sorprender en Vergara, dado su conocimiento del país.

Ciertos macarronismos léxicos sufren una alteración gráfica que pretende dar una pátina clásica a los macarronismos (achaquiqum, anquis, borachus, capitaneos, capitaneus, capronis, lochi, pañaletos, phanpharrones, spiare), mantener una grafía vulgar característica (dubdas), o hipercaracterizar un término vulgar (attare, pallis, sallit).

No se da en Bald. la macarronización desinencial de palabras o sintagmas vulgares invariables, acompañada a veces de aglutinación, que constituye un rasgo llamativo del macarroneo folenguiano.

1. 2. Macarronismos morfológicos.

La presencia de macarronismos morfológicos en Bald., es decir, de palabras latinas deliberadamente erradas, es prácticamente inexistente. El abl. forato de Bald. 87 por el documentado foratu resulta un testimonio demasiado aislado que podría explicarse o por corrupción textual o por un proceso de asimilación a la segunda declinación que corrobora la tendencia diacrónica del sistema lingüístico latino, y del que quizás puedan existir ejemplos anteriores en el tiempo. La parodia de la insuficiencia lingüística del latinus grossus que puede estar en el origen de la creación macarrónica italiana, resulta evidentemente extraña como motivación a los émulos folenguianos extranjeros, humanistas seducidos por los aciertos de la primera persona macarrónica. Por otra parte, es posible afirmar que tales macarronismos morfológicos serían menos extraños si tras las macarroneas se ocultara un designio de parodiar el latín humanista, como se ha sostenido frecuentemente.

1. 3. Macarronismos heteróclitos o “irregulares”2.

No hay huella de ellos en Bald. Es de notar el caso de mamarron, construido sobre un calco textual folenguiano con el término macaron. En aquél se halla un caso de desinencia cero al asimilar el sustantivo al modelo de los de la 3ª declinación en –n. El problema de la discrepancia de acento entre sustantivo llano latino y español agudo es resuelta por la caida del ictus en última sílaba. En los otros macarronismos en los que podría plantearse esta cuestión se evitan los casos nom.-voc. sing. (capronis, jubonem, ratonem, señores, phanpharrones, susurrones), así como en los declinados según el modelo ns, -ntis (presidentem), donde el nom.-voc. singular *presidens se alejaría demasiado morfológicamente del vulgar ‘presidente’ (cf. lat. ‘praesidens’). Para casos parecidos como ‘buffone’ y ‘galante’ Folengo habilitaba audaces macarronismos heteróclitos como buffonus (junto a buffon) y galantus, que le permiten conservar el característico acento y morfología vulgar, más perentorio si cabe en los macarronismos españoles de acento agudo.

1. 4. Macarronismos semánticos.

Como tales pueden señalarse camiseas, cedent, cedet, demandat, habere, latinum, mandat, pensiones, procurat, sallit, saltare, villas, volvebam (cf. glosario para ‘villas’).

1. 5. Macarronismos de locución o de calco.

Encontramos dos ejemplos que reproducen expresiones vulgares y populares: se metat in culum linguam (v. 7), in anquis agenis (v. 23), trocando pro veris (v. 38) y de capa caita (v. 83) ‘de capa caída’. Paoli establecía la superioridad del macarroneo italiano sobre el de otros países, basándose en la posibilidad, extraña a otros macarroneos, de recrear el latín sobre los modos del habla vulgar y dialectal.

1. 6. Macarronismos folenguianos.

El aspecto más espectacular del léxico de Bald. es la presencia, casi siempre con coincidencia de sede métrica, de una serie de calcos textuales de las macarroneas folenguianas que validan plenamente la idea de J. F. Alcina de que la poesía macarrónica española es un género de derivación: agraffaset, becibus, budellas, creparent, gridans, padellas, sborante, scambiettos, spiccauit, (rumpere) testam, tif taf.

Algunos de ellos (agraffaset, budellas, busias, creparent, gridans, sborante, spiccauit, testam, tif taf) son relativamente frecuentes en la macarronea foleguiana, pero otros son extremadamente raros, al menos en la acepción usada (becibus, busias, padellas, scambiettos). Uno de ellos sólo puede encontrarse en la red. T (busias), no en la P, y otro sólo presenta coincidencia de sede métrica en aquella redacción (scambiettos). Este hecho nos asegura la dependencia de Bald. de esta redacción.

1. 7. Frecuencia de los macarronismos.

Es éste un elemento de primer orden para el estudio de la evolución de la macarronea española. Ettore Paratore en su artículo de 1977 establecía tres categorías: versos con un solo macarronismo en fin de verso, versos con varios macarronismos y versos íntegramente latinos3. Nosotros modificamos tal clasificación en la primera categoría, dando cabida a los versos en que ése único macarronismo pueda ocupar otras posiciones (recordemos el valor estilístico relevante que adoptan también los términos colocados al comienzo de verso y ante cesura).

En la primera categoría se encuadran 28 versos (vv. 6, 7, 8, 11, 12, 15, 17, 18, 24, 26, 28, 33, 35, 39, 43, 46, 48, 62, 65, 69, 74, 75, 79, 80, 87, 88, 91, 92) que representan un 30,10 % del total.

En la segunda 39 versos (vv. 1, 3, 5, 9, 13, 20, 21, 22, 23, 25, 27, 29, 30, 31, 32, 34, 36, 37, 38, 41, 42, 47, 49, 50, 51, 52, 55, 64, 71, 72, 76, 77, 78, 81, 82, 83, 84, 89, 93) que constituyen un 41,93 % del total.

En la tercera 26 versos (vv. 2, 4, 10, 14, 16, 19, 40, 44, 45, 53, 54, 56, 57, 58, 59, 60, 61, 63, 66, 67, 68, 70, 73, 85, 86, 90) que suponen un 27,95 % del conjunto.

La deducción más notable que puede realizarse de esta estadística es la alta frecuencia de versos íntegramente latinos, común también a las primeras fases de la producción macarrónica folenguiana.

1. 8. Función estilística de los macarronismos.

Bonora, Paoli y Parattore han señalado la habilidad de Folengo para adaptar su macarroneo al tono cambiante de sus poemas. Cuando tal tono se eleva, sobre todo en las aventuras caballerescas de la segunda parte del Baldus, el componente latino pasa a primer plano, apareciendo incluso tiradas enteras de latín perfectamente regular; e igualmente, cuando el tono se abaja en un contexto rústico predominante, como el de la primera parte del Baldus, el componente vulgar o francamente dialectal predomina con fines claramente expresionistas. Mediante un sabio juego de equilibrios Folengo consigue que su heterogéneo lenguaje exprese, a su conveniencia, la majestuosidad lapidaria del latín o la vulgaridad connotativa del dialecto.

Tal esfuerzo estilístico se detecta en Bald. Los versos íntegramente latinos aparecen unas veces como renvíos a la tradición clásica, en forma de referencia mitológica o histórica (vv. 2, 4, 14, 16), o como parte de una comparación (vv. 53, 85, 86); otras veces, cuando el discurso alcanza un tono elevado, por su contenido de denuncia moral (vv. 19, 40, 44, 45, 73, 90). Relacionados con este segundo empleo, aunque con un carácter marcadamente irónico, son los versos latinos insertados en las palabras de protesta del soldado ante el césar Carlos por no ver recompensados sus imaginarios méritos (vv. 54, 56, 57, 58, 59, 60, 61, 63, 66, 67, 68, 70).

La elegante dispositio de elementos heterogéneos destaca sobre todo en los versos macarrónicos donde convergen diversos estilemas. Nótese así las aliteraciones del v.1 (Altissimas dubdas dudum tua Musa tocauit), animadas por la paronomasia del v. 3 (Quo cedent uates, cedet Cocaius et ipse) y 4 (Et callet caecus, caeco qui stamine tramat), que es reforzada por quiasmo en el v. 12 (Atque barrizo grosso grossaque Minerua), figura que se une también a la aliteración en el v. 24 (Miraris contentum nullum nullumque pagatum). Si una crítico italiana define el macarroneo como figura, como oxímoron lingüístico4, de mano de Vergara podríamos hablar de quiasmo estilístico y cultural, como delata el v.12, donde, bajo el amparo de una reminiscencia folenguiana (cf. Baldus T II 310: “Parma facit grossas scocias grossosque melones”), se disponen en antítesis la poderosa expresividad del ʿάπαξ español barrizo, y la referencia clásica de la crassa Minerua horaciana. Un modelo de construcción resulta el v. 26 (Haec diuersa tuam disturbant ualde cabeçam), con el posesivo resaltado ante cesura y el macarronismo en frontera versal, a lo que se une el efecto de expectación conseguido con la disyunción del sintagma nominal y la aliteración. Es notable la ruptura violenta conseguida con el vocativo macarrónico del verso siguiente, feliz hallazgo construido por analogía fónica con un calco textual folenguiano. La anáfora con el latino uix anima la enumeración macarrónica de los vv. 29-31, en línea con la idea de Segre de considerar al latín como elemento directivo del discurso macarrónico.

Destaca la habilidad del autor para insertar los calcos textuales en el molde del poema, tanto los clásicos (v. 46: #alter in alterius iactantes# mille desonrras), como los folenguianos. En estos se alcanza las mayores cotas de expresividad del poema. Véase el v. 27 ya comentado, u otros versos en los que se da la combinación de dos calcos folenguianos como el 55 y 89. Es marcadamente expresionista el v. 55, que recoge una inesperada onomatopeya, figura muy apreciada por Folengo, y sustituye las balotta que disparan las escopetas del hexámetro merliniano por el contundente ʿάπαξ folenguiano busias, las mentiras que con tanta desvergüenza divulgan los falsos servidores del rey. Otros versos parecen elaborados mediante el cruce de calcos clásicos y folenguianos, como los vv. 12, 27, 53, 55, 80.







Ilustración: Grabado de la red. Toscolanense en la edición facsímil de Amici di Merlin Cocai



1 La localización de cada macarronismo, su escansión y un eventual comentario se sitúa siempre en la correspondiente entrada del glosario de cada capítulo de mi tesis doctoral aún inédita.
2 "Macarronismo irregular" es el término que emplea Paoli, que nosotros preferimos sustituir por el de "heteróclito", carente de las connotaciones de logicismo gramatical del paoliano.
3 Cf. E. PARATORE, "Il maccheroneo folenghiano", Atti Convegno 1977, pp. 56-57.
4 Cf. A. PISCINI, "Per allegri segni", Filologia e critica, IV, 1979, p. 381.

sábado, 7 de abril de 2012

LA CRÍTICA DE ETTORE PARATORE AL MODELO PAOLIANO (II)



Es, por otra parte, el intento de enunciar leyes generales sobre el macarroneo folenguiano el que lleva a Paoli a creer que latín y macarrónico se alternan casi sistemáticamente en formas constantemente equilibradas y a hablar de fusión de elementos heterogéneos, a pesar de reconocer luego que en el Baldus hay trozos en los que prevalece el latín1.

Considera Paratore “piuttosto ermetica” la distinción paoliana entre macarronismo morfológico-lexical y macarronismo de locución2, y errónea la idea de descubrir la grandeza de Folengo en el desarrollo superlativo del primer tipo, exasperando la tendencia del latín a los neologismos3, mientras que se define el segundo tipo como “folenghiano deteriore”4.

Las humoradas del tipo dattornum, todannum le parecen a Paratore el vértice del desenfreno lingüístico de Cocayo, cosa que acaba siendo reconocida por el propio Paoli5.

Si se acepta, dice Paratore, la tesis de que todos los recursos léxicos macarrónicos tienen el fin único de plasmar un lenguaje siempre más incisivo, viene a caer del todo la distinción de Paoli entre macarronismo morfológico-lexical y macarronismo de locución; y lo que se afirma con prepotencia es la desbordante libertad y variedad del discurso folenguiano, siempre atento a adaptar el resultado expresivo al constante cambio de color de los sucesos y estados de ánimo6.

Para desmontar lo que él considera axioma de Paoli sobre la constitución fija del macarróneo folengiano, Paratore ofrece una serie de variaciones léxicas tomadas del Baldus.7 En ellas el uso constante de un término latino correcto o macarrónico se ve desmentido por la presencia de variantes macarrónicas o latinas respectivamente8. Llega así a una serie de conclusiones9:

Cómo es lógico recabar de este minucioso análisis, la comprobada variabilidad caprichosa del discurso folengiano, que parece traicionar una siempre renovada veleidad de medrosa imitación en mil modos del discurso de molde clásico, acaba por denunciar cuánto persiste en la conciencia lingüística del autor la tendencia del macarroneo anterior a él, es decir, la de crear un lenguaje que, aun concediendo a veces la primacía a la inspiración épica o trágica sin más, miraba a la parodia, a la caricatura de los grandes poetas latinos transmitidos por la cultura y la escuela. El presupuesto de encontrar y magnificar en Folengo la creación de un lenguaje original, sólidamente constituido, a mil millas de distancia de las aventurosas tentativas de sus predecesores, sobre la base de la impresión suscitada por la opulenta persuasividad de su arte, ha acabado por crear un equívoco que ha hecho perder realmente de vista la característca esencial de ese lenguaje, es decir, el poder sin precedentes de llevar a la cima los procedimientos caricaturescos con la más desorientadora riqueza y variedad de medios, desencadenando las coloraciones macarrónicas cada vez que era necesario animar y hacer más impetuoso el desarrollo expresivo. Es necesario partir del principio de que el verso latino, el verso virgiliano constituye para Folengo la norma de base [...] Por eso no debe sorprender que en el intento de subvertir una vez tras otra con los medios más adecuados la solemnidad consagrada del verso heroico él hubiera hecho flèche de tout bois, recurriendo a todas las contrastantes sugestiones que en cada ocasión le venían a los labios.







1 Cf. E. PARATORE, o.c., p. 41, que hace referencia a U. E. PAOLI, o.c., pp. 42, 80. Paratore intenta de nuevo presentar como contradictorios fenómenos que en la exposición de Paoli son perfectamente compatibles. De este modo, el hecho de que se defina el macarroneo como una fusión orgánica de elementos heterogéneos, no obsta a que uno de los elementos predomine, incluso absolutamente, según lo exiga el tono de la narración. Así, este lenguaje “si adatta al argomento e all’ambiente, sempre conservando il suo carattere fondamentale di linguaggio solidamente costituito. Il maccheroneo, che sa, quando occorra, raggiungere la dignità epica, in bocca a bassa gente diventa sguaiato e plebeo; ed è questo che il poeta vuole” (cf. U. E. PAOLI, o.c., pp. 85-86). La concepción puramente subjetiva e individual del macarroneo en críticos como Paratore acaba siendo más rígida que la del ‘rigorista’ Paoli, pues se le conceden al poeta macarrónico, paradójicamente, menos posibilidades creativas de manejo autónomo de su lenguaje. Tal teoría de un lenguaje “cuya esencia está propiamente en su hacerse” (cf. M. CHIESA, “Un’antologia folenghiana”, o.c., p. 129) se torna puramente mecanicista y termina por prescindir del factor autor como dueño consciente de su creación. Chiesa niega que Folengo tuviera un designio definido a la hora de reelaborar su obra macarrónica, en el sentido de tender a una forma ideal perfecta e inmutable, extraña a la poesía macarrónica, como aspira a ser por esa época el toscano. Esta lengua, que no es per grammaticam, “obliga”, pues, a Folengo a cambiar necesariamente su obra, pues en el cambio, y sólo en éste, está su esencia (p. 130). Folengo es presentado así como sometido a un furor inspirador de trasnochadas connotaciones, como un grafómano irreflexivo que carece de verdadero control sobre su lenguaje; lenguaje que por ende no es per grammaticam, lo que contradice abierta y absurdamente, como veremos, su carácter de metalenguaje.
2 Cf. E. PARATORE, o.c., p. 41, quien no da ninguna explicación de porqué considera “más bien hermética” tal distinción paoliana.
3 Cf. E. PARATORE, o.c., p. 41 quien hace referencia a U. E. PAOLI, o.c. pp. 60-61. Éste último lo que dice en realidad es que “ciò che individua il latino del Folengo, di fronte allo scialbo maccheroneo dei Prefolenghiani è lo sviluppo che egli è riuscito a dare al maccheronismo morfologico-lessicale” (p. 60), pues los macarronismos de locución “[...] non meno dei maccheronismi morfologici [...] servono a dare al linguaggio maccheronico varietà e potenza di espressione [...]” (p. 63).
4 Cf. E. PARATORE, o.c., p. 41 quien hace referencia a U. E. PAOLI, o.c., pp. 76-78. Lo que llama realmente Paoli “folenghiano deteriore” son palabras invariables que son latinizadas mediante desinencia, así como el empleo del artículo determinado.
5 Cf. E. PARATORE, o.c., p. 41 que hace referencia a U. E. PAOLI, o.c., pp. 84-86
6 Con estos planteamientos Paratore (p. 44) comienza a acercarse peligrosamente a las posiciones idealistas de Croce, quien consideraba a la lengua en un aspecto puramente subjetivo, negándole toda objetividad como sistema. El error fundamental de Paratore y otros radica en pensar que la extrema ductilidad y variedad del macarroneo como instrumento artístico es incompatible con una caracterización gramatical como sistema lingüístico. Pero el macarroneo dista de ser una creación puramente individual, sino que se nos presenta como un metalenguaje, formado por varios sistemas interrelacionados (latín y lenguas derivadas) e interferentes, en el que la libertad del artista no se manifiesta sólo en la explotación de los recursos potenciales que le ofrece el sistema, como en una lengua natural, sino en la dosificación de la interferencia entre los sistemas que emplea, que será tanto más lograda cuanto más afines sean éstos. Será, en este punto, oportuno recordar lo que dice a este respecto Eugenio Coseriu: “En su actividad lingüística, el individuo conoce o no conoce la norma y tiene mayor o menor conciencia del sistema. Al no conocer la norma, se guía por el sistema, pudiendo estar o no estar de acuerdo con la norma (creación analógica); conociéndola, puede repetirla dentro de límites más o menos modestos de expresividad o rechazarla deliberadamente e ir más allá de ella, aprovechando las posibilidades que le pone a disposición el sistema. Los grandes creadores de la lengua –como Dante, Quevedo, Cervantes, Góngora, Shakespeare, Puskin- rompen conscientemente la norma (que es algo como el “gusto de la época” en el arte) y, sobre todo, utilizan y realizan en el grado más alto las posibilidades del sistema: no es una paradoja, ni una frase hecha, decir que un gran poeta “ha utilizado todas las posibilidades que le ofrecía la lengua”. En este sentido podemos repetir con Humboldt y Croce que, en realidad, no aprendemos una lengua, sino que aprendemos a crear en una lengua, es decir que aprendemos las normas que guían la creación en una lengua, aprendemos a conocer las directivas, las flechas indicadoras del sistema y los elementos que el sistema nos proporciona como moldes para nuestra expresión inédita” (cf. E. COSERIU, “Sistema, norma y habla”, o.c., pp. 99-100). No hay, pues, creación poética fuera de un sistema lingüístico, sólo silencio. La idea de Migliorini de que existen tantas lenguas macarrónicas como autores macarrónicos es un argumento que se vuelve contra los que defienden que el macarroneo no es un lenguaje “fijado en formas inmutables”, o lo que es lo mismo para ellos, no sometible a los esquemas formales de aquel hablar sobre el hablar que es la gramática. La diferencia fundamental entre estas lenguas macarrónicas está, aparte de en los sistemas de elección, en el grado de competencia que tiene cada autor en el manejo de esos sistemas, y de las tradiciones culturales y literarias que implican, como bien vio Bonora. Es el sumo grado de competencia en el manejo de sistemas ya dados lo que hace del genio lingüístico y filológico que es ante todo Folengo un hecho irrepetible. Vuelve a adquirir sentido aquí la aguda observación de artista de Charles Nodier sobre la impresión que produce el macarroneo: lengua de creación individual, pero que sin embargo se entiende sin esfuerzo porque está compuesta de los materiales de la lengua materna. El macarroneo adquiere sentido sólo por referencia a éstos y sin ellos sería una materia informe.
7 Cf. E. PARATORE, o.c., pp. 44-47
8 Es nuevamente errónea, y no puede hallarse en su obra, la idea de que Paoli afirme que exista un uso constante de los elementos lexicales, ni siquiera e silentio (cf. U. E. PAOLI, o.c., p. 152). Paratore, que reprocha a Paoli no conocer la historia del texto (p. 38) utiliza como él la red. V, pero sin llevar a cabo la labor diacrónica de análisis de las cuatro redacciones que permite dar a Paoli razones de la alteración sistemática del material léxico macarrónico, adaptada a la situación narrativa. Hecho éste del que no da cuenta Paratore, quien se limita a registrar variantes descontextualizadas.
9 Cf. E. PARATORE, o.c., pp. 48-49. Es de notar en este punto la opinión de C. F. GOFFIS, “Il macaronico folenghiano fra arte e contestazione”, Maia, XLV, 1992, p. 137, quien dice respecto a Paratore que “la sua rivendicazione della libera creatività folenghiana segna un limite alla normatività del Paoli, non ne distrugge la prospettiva”, aunque unas páginas después se sitúa en planteamientos similares a los de Paratore: “È stato osservato che il macaronico, nonostante le normulae del suo autore, non muove verso un’ipotesi finale di grammatica e sintassi, precostituita con forme ideali. Il macaronico non ammette platonismi; è una continua invenzione personale, priva di parametri [...]” (p. 142).

sábado, 31 de marzo de 2012

LA CRÍTICA DE ETTORE PARATORE AL MODELO PAOLIANO (I)



La crítica lingüística más concreta a la aproximación de Paoli a una gramática del macarroneo fue realizada en 1977 por Ettore Paratore1. La visión paoliana del macarroneo folenguiano, dice Paratore, es la de un lenguaje asumido ya en inmutables formas categoriales. Paoli piensa que se expresa en formas clásicamente irreprensibles, de tono augústeo todo aquello que es dejado íntegramente al discurso latino, y fija incluso un uso constante de todos los términos macarrónicos, que se presentan así como modelo de un lenguaje fijo, definitivamente estabilizado como un idioma de uso corriente2.

Paratore quiere demostrar la inconsistencia de la teoría de un macarroneo inmutable en Folengo que atribuye a Paoli3. Para él, la mayor carencia del estudioso florentino está constituida por la falta de investigaciones e hipótesis sobre la formación del tan proteiforme lenguaje folenguiano. El inexistente análisis de los componentes dialectales del macarroneo impide la enunciación de cualquier principio seguro4.

Afirma que Paoli se ve desorientado por formas verbales en las que el uso latino se altera (reduat) o se acopla alegremente a la conjugación vulgar (sofriremus, faritis, uscirat); y el hecho de que se limite a definir como anómalas o erróneas formas de declinación como Iuppiteris, centas, quattribus, frigidibus, grossibus o formas de conjugación como sat por scit, fare por facere, y saritis por eritis evidencia que Paoli no se da cuenta que el “descabellado espíritu subvertidor” de Folengo no se detiene ni ante las formas latinas consagradas cuando el tono de la escena lo exige5. Así, Paoli, tras haber constatado que Folengo habitualmente evita el artículo, se ve obligado a registrar que comparece siempre en las formas modeladas en bloque sobre el vulgar: un aium, un altrum, un minimum.6

Critica también el concepto formal de “macarronismo ilógico”: formas como adossum y afattum no representarían más que la consagración de la forma adverbial vulgar; en troppus y praestus sólo se da la usual atribución de la desinencia latina a palabras o expresiones vulgares, mientras que en fin donec, pur tamen o cum tecum hay una juguetona yuxtaposición de forma latina a italiana (latinizada en un caso con cum), que expresa el mismo concepto7.







1 Cf. E. PARATORE, “Il maccheroneo folenghiano”, Atti Convegno 1977, pp. 37-61.
2 Paratore da una expresión acabada al reproche fundamental que se le ha hecho a Paoli. Para ello se apoya en las afirmaciones de Bruno Migliorini sobre la diversidad de los lenguajes macarrónicos, variables de autor a autor, incluso en el propio Folengo, donde la “gamma non è fissa, cristallizzata, ma sempre mobile, trovata lí per lí secondo le circostanze, con una elasticità di associazioni mentali che permette a Merlino di essere ora umanista, ora cantambanco” (B. MIGLIORINI, o.c., pp. 75, 88 cit. por E. BONORA, o.c., p. 39). Este logro de Paratore es reconocido por el maestro Bonora (cf. “Stato attuale degli studi folenghiani”, Atti Convegno 1980, pp. 13-14, 25). Éste observa en Paoli un excesivo rigor filológico al buscar “una norma en la lengua folenguiana que es difícil establecer” (p. 15); rigor que probablemente “deriva dalla sua incorreggibile natura di fiorentino, di studioso nativo della città dalla quale ci sono venute le regole grammaticali e la più severa disciplina linguistica” (p. 25).
3 Será sorprendente comprobar como el ilustre latinista Paratore critica a menudo a Paoli por cosas que éste no ha dicho, o con las que está completamente de acuerdo. Así, esta idea de un macarroneo “inmutable” está en franca contradicción con la descripción que hace Paoli del proceso evolutivo del macarroneo folenguiano a través de las cuatro redacciones de las Maccheronee en el sentido de un progresivo enmacarronamiento motivado por la búsqueda de una fusión cada vez más orgánica de los elementos que lo componen (Cf. U. E. PAOLI, o.c., pp. 92-94, 220-234)
4 Cf. E. PARATORE, o.c., p. 39-40. El escaso estudio del elemento vulgar en el macarróneo es una de las lacras de la crítica italiana, como se señala el propio Paratore. Parece, por otra parte, impropio tanto hablar de desinterés por determinar el origen del macarroneo como afirmar la imposibilidad de la enunciación de “cualquier principio seguro”, pues se ignora de tal suerte el carácter fundamentalmente sincrónico del estudio de Paoli, que le lleva a centrarse en la red. V para la descripción de lo que él entiende como norma lingüística y métrica del macarroneo folenguiano, mientras que en sus indagaciones diacrónicas abarca las cuatro redacciones. Paoli había elegido deliberadamente como objeto predominante de estudio el componente latino del macarroneo, y parece lógico pensar que una obra científica se juzgue por el éxito que consiga alcanzar en la consecución de los objetivos que se propone, no por los desiderata ajenos. De todas formas, un hecho constatable como el progresivo aumento del léxico macarrónico en detrimento del latino en la obra macarrónica de Folengo no se ve afectado por el hecho de que se llegue a determinar fehacientemente el origen de todos estos términos vulgares.
5 Cf. E. PARATORE, o.c., p. 40. Paratore presenta como “desorientación” el hecho de que Paoli exponga ejemplos de los macarronismos clasificados por él como morfológicos, es decir, palabras latinas erradas que reproducen en tono de burla los dislates del latinus grossus (cf. U. E. PAOLI, o.c., pp. 146, 149, 151). La dramática incompatibilidad entre la interpretación del macarróneo en Paoli y en críticos como Momigliano, Bonora, y el propio Pararatore, que interpretan estos errores voluntarios como índice de una parodia del latín clásico y/o humanista, genera tensiones dialécticas de este tipo.
6 Paratore afirma (p. 40) que Paoli “se ve obligado” a reconocer algo que está sin embargo en su propia concepción del macarróneo, es decir, el que Folengo adapte su lenguaje al tono de la narración poética, subiéndolo o bajándolo gracias al hábil manejo de los elementos heterogéneos que conforman su macarróneo (cf. U. E. PAOLI, o.c., pp. 36, 168 y esp. p. 78, donde se afirma que Folengo emplea el artículo cuando desea bajar el nivel de su macarróneo, según lo requiera la situación) .
7 Cf. E. PARATORE, o.c., p. 40


Imagen: El insigne latinista Ettore Paratore (1907-2000)