CARMINA MACARONICA SELECTA

"Quid contentandum nisi contentamus amigos? / Hoc mihi servitium facias, tu deinde comanda, / nam, giandussa mihi veniat in culmine nasi, / ni pro te posthac Paradisos mille refudem", Baldus, V, 9, 295-298

sábado, 8 de septiembre de 2012

DIALECTO, REALISMO Y MUNDO POPULAR (III)



Ya en un terreno más puramente lingüístico, Mario Chiesa opina que en Folengo el realismo es un resultado, no una elección. Esta elección tiene que ver más bien con un lenguaje y un género: “Su actitud hacia la tradición rústica no difiere de la que tiene hacia Virgilio: se trata de una adhesión desencantada que asume ciertas tradiciones, las hace reaccionar entre sí, pero sin adherirse nunca plenamente a ninguna, reservándose, por el contrario, siempre la posibilidad de tomar distancias con una sonrisa”1. Folengo, dice, no es un poeta realista como lo entendía De Sanctis, quien lo contraponía a la tradición aúlica bembesca, dado que el dialecto que maneja no es con frecuencia el dialecto vivo de los campesinos, sino el dialecto de la literatura dialecto-expresionista de su tiempo. Prueba de esto se encontraría en las numerosas glosas de la red. T que remiten explícitamente al lenguaje rústico, y que hacen referencia a un preciso filón de literatura popularizante de la época. Así, glosas como “cupantes rustice pro occupantes” (Baldus XI 105), “Lenam pro Helena rustici dicunt” (Zan. 642), “braviarium rustice” (Zan. 1067) ponen en evidencia fenómenos propios de la deformación caricaturesca del género villanesco más que de los dialectos. Otras glosas como “cagasanguis, angonaia, giandussa, codesella sunt rusticorum blasphemiae” (Baldus III 13) reúnen el repertorio consabido de las imprecaciones de los rústicos de la literatura, tal como pueden encontrarse, por ejemplo, en la Maitinada escrita en bresciano por Galeazzo dagli Orzi2.

Una prueba para Chiesa de que el empleo del elemento vulgar no es un fin en sí mismo, está en el moderado empleo que hace Folengo del lenguaje de germanía o de’ furfanti, mencionado en el prefacio de la red. V cuando se hablaba del daño irreparable que supondría la pérdida de la obra de un autor plurilingüe con el que desaparecería una lengua maravillosa:

[...] Ma perdersi questo (o Dio, che danno incredibile) si perdeva un bellissimo e ingegnosissimo autore di molte lingue insieme. Perché in questa è tessuta la latina, intersiata la toscana, messa a fregi quella de’ macaroni. E che più? La franzese, la spagnola, la tedesca, la bergamasca, la cavaiola, e insino a quella de’ furfanti vi può fare un fioretto, e avervi loco. Ma quello che sopra tutto importa è, che questa si meravigliosa lingua è riposta in questo autore, come in specchio, et idea di tal idioma. E senza lui è fredda, muta, stroppiata, disgraziata, e peggio assai, che non sono i macaroni senza botiro [...]

Ciertamente, este lenguaje podría parecer el más apropiado para dar colorido al macarróneo de acuerdo con los criterios de pretendido “abajamiento consciente” expuestos en la Apologetica in sui excusationem de la red. T: “quo magis grossiliora sunt [vocabula] eo magis macaronicam adducunt elegantiam, et tanto plus intelligibilia quanto grossolania”. Sin embargo, este componente tiene una presencia mínima en el macarroneo folenguiano y sólo en las voces más comprensibles3.

Tal limitación es indicio para Chiesa de que las miras de Folengo iban más allá del puro divertimento y de que era consciente de que su lengua podía caer en un “excesivo cerebralismo” (eccessivo cerebralismo). Eran la expresividad y la alusividad que regían su musa, dice Chiesa, lo que impedía que se perdiera en la arbitrariedad de la jerga. De este modo, parece quedar desmentida la declaración de despreocupación por la comprensibilidad de su obra que hace Merlín Cocayo en la Apologetica in sui excusationem de la red. T4 (donde la alusión a lenguajes como el scarpacinum y el spazzacaminum parece afirmar su derecho a servirse de las jergas). El desarrollo de las redacciones sucesivas opera en la dirección contraria, marcada por el uso de un léxico procedente de una koiné dialectal suficientemente conocida y homogénea5.



Imagen: Incipit de la Zanitonella de la redacción Toscolanense de las Macarroneas de Merlín Cocayo.




1 Cf. M. CHIESA, “Del ‘rozzo parlar’”, o.c., p. 154
2 Cf. ib., pp. 155-156
3 Cf. M. CHIESA, “Cingar sciebat zaratanare”, o.c., pp. 122-123
4 Cf. E. BONORA, Retorica e invenzione, pp. 81-82. Se reproduce un texto en el que Merlín Cocayo responde a las críticas de un hipotético lector sobre su uso de palabras mantuanas o brescianas incomprensibles para otros. Merlín dice que al igual que todos no entienden el griego o el hebreo no debe extrañar que no se entiendan estos dialectos: “[...] dicet aliquis: Vocabula fingis, o Merline, quibus patria tua solet uti tantummodo; exempli gratia: “doniare puellas”, “cimare”, “tracagnum”, et cetera, quae tantum aut mantuanice aut bressanice possunt intellegi. Respondeo quod veluti non omnes aut graecum aut hebraeum aut arabicum aut chaldaeum aut denique latinum simul intelligunt, ita nil mirum si cuncti mantuanicum aut florentinicum aut bergamascum aut todescum aut sguizzarum aut scarpacinum aut spazzacaminum minime sciunt pariter intelligere. Ut quid ordinantur commentatores ac linguarum interpretes? Ut quid translatores? Proculdubio causa splanandi linguarum incognoventiam”. Bonora relaciona este texto con un juicio del filósofo Pomponazzi, contemporáneo de Folengo y famoso por sus lecciones universitarias híbridas, donde sí se afirma expresamente la identidad de valor de todas las lenguas (cf. ib., p. 82 n.1). Esta afirmación e silentio deducida de tal texto (“con tono paradossalmente polemico” decía en su libro de 1956 [p.80]) le sirve a Bonora para situar en un mismo plano de igualdad a todos los componentes del macarroneo.
5 Cf. M. CHIESA, o.c., p. 124

sábado, 1 de septiembre de 2012

DIALECTO, REALISMO Y MUNDO POPULAR (II)



Han sido escasas las voces que se han alzado contra la idea de un Folengo cuya presunta defensa del dialecto le hace también defensor del mundo popular, sobre todo campesino. Giuseppe Billanovich llama la atención sobre la hostilidad anticampesina presente en la red. T1; a esto añade Paoli el tema de una omnipresente misoginia2. Por otro lado, Cesare Federico Goffis considera lugares comunes el discurso sobre la realidad aldeana y la concritud del lenguaje macarrónico: en el Baldus no hay una observación inmediata de lo real, como se ha dicho con demasiada frecuencia, sino la asunción de lo real en la creación de un irreal novísimo, donde los ideales abstractos de la ética caballeresca, que, lejos de ser parodiados, son continuamente exaltados, tienen como contrapunto la realidad del mundo campesino del que el autor saca el material que hace concreto su relato. Los personajes campesinos “son instrumentalizados para crear una contraparte, la urdimbre de avidez o de dolor, de estupidez, de fatiga o de alegría sobre el que se desarrolla la acción. Incluso Berto, protagonista del célebre idilio, tiene una función precisa en la vida de Baldo, y está limitado por su necesidad de desaparecer pronto”3. En nuestro país, Francisco Márquez Villanueva ha estudiado las relaciones existentes entre Folengo, Cervantes y la tradición caballeresca4. Afirma que ha sido la presencia de elementos cómicos en el Baldus la que ha llevado a muchos críticos italianos a concebirlo como parodia caballeresca. Márquez Villanueva, empero, acredita documentalmente que este elemento cómico esta presente hasta en las gestas medievales más puras5. Respecto a la actitud de Folengo hacia el mundo campesino, introduce un punto de vista inesperado al establecer un paralelismo entre las experiencias vitales de Folengo y Cervantes6:

[...] Es curioso cómo ambos [Folengo y Cervantes] coincidieron en verse relegados a actividades impropias, que los obligaron a vivir en roce diario con las artimañas y picardías de la gente campesina: Folengo, de cellelario o despensero de su convento de Brescia, y Cervantes en el no menos prosaico oficio de comisario fiscal. Pero uno sólo saca de la experiencia odio y desprecio al labrador, mientras que el otro (superando, además, la tradición literaria del rústico prelopista) aprende a amarlo y a divertirse con sus debilidades. Folengo termina así con Zambello y Cervantes con Sancho Panza.

Cualesquiera que sean las conclusiones, como se ve contradictorias, que se puedan extraer de las interpretaciones psicológicas de la obra y la sin duda intrincada personalidad de Folengo, es un hecho que la tradicional ‘sátira contra el villano’está presente en toda la obra folenguiana, y esto no vendrán a cambiarlo los añadidos de la red. C.

La concepción ‘realista’ y filodialectal del macarróneo recibió un nuevo e inusitado empuje con la aplicación que hicieron Segre, y sobre todo, Paccagnella de las metáforas reduccionistas de Bakhtin. Observa Paccagnella en los macarrónicos paduanos, de estirpe goliárdica, la búsqueda de una línea de realismo corporal y grotesco7, donde, frente a todo lo abstracto y elevado de la cultura oficial, adquiere carta de naturaleza el llamado “principio material y corporal”, propio del pueblo, que es el principio de la fiesta, del banquete y de la alegría8. Parafraseando a Bakhtin dice que el abajamiento, cuyo instrumento es la risa, es el principio artístico esencial del realismo grotesco de la poesía macarrónica9. La acción de abajar pone en contacto con los “bajos materiales y corporales” (le bas matériel et corporel), es decir, “con la vida de la parte inferior del cuerpo, la del vientre y de los órganos genitales, y por tanto con actos como la cópula, la concepción, el embarazo, el parto, la absorción de comida, la satisfacción de las necesidades naturales”10. Así, Paccagnella coloca el punto máximo de abajamiento (y, lingüístamente, el máximo recurso al componente dialectal) en la prolija presencia de términos de los campos semánticos sexuo-gastronómico y escatológico, y el clímax de lo grotesco en los retratos caricaturescos de personajes dominados por irrefrenables pulsiones sexuales y gástricas11. Define, pues, la producción macarrónica como de carácter erótico-convivial, donde la implicación sexo-comida, hambre biológica-libido es inmediata12. Estas teorías resultan de más difícil aplicación a la obra de fray Teófilo, carente de las salaces crudezas de los paduanos. Los críticos han incidido entonces en el tratamiento del tema alimenticio en las macarroneas folenguianas13. La recurrencia de este tema (musas cocineras que viven en un país de Jauja lleno de alimentos, prolijas descripciones de banquetes y recetas culinarias, el retrato del grassus poeta Merlín Cocayo, innumerables metáforas y comparaciones ‘comestibles’ a decir de Bakhtin, etc.) ha llevado a Emilio Faccioli a decir, un tanto hiperbólicamente, que en las Maccheronee de Teófilo Folengo la comida “se vuelve protagonista absoluto de una epopeya que describe por entero el ciclo de la actividad nutritiva, de la fase de la producción de la comida misma al momento de su comercio, confección, degustación, consumo, digestión y final evacuación”14 y que esta ‘Biblia del paladar’escrita por Merlín Cocayo es una “representación jocosa y triunfal de lo que Michail Bachtin ha definido como il basso materiale-corporeo15. No obstante, el propio Bakhtin, a pesar de afirmar que las imágenes de banquete representan un papel capital en Folengo, sólo les reconoce un carácter atenuado y limitado (affaibli et rétréci), por la predominancia del elemento estrechamente literario: “la alegría triunfante del banquete ha degenerado, no hay ningún universalismo auténtico, y el aspecto de utopía popular está igualmente casi ausente”16. En España, Francisco Márquez Villanueva analiza la morosa descripción de la preparación del banquete en la corte del rey de Francia que se lee en el libro primero del Baldus, tomándola como “esquema sugeridor” de los preparativos para los agasajos culinarios de las bodas de Camacho de la segunda parte del Quijote17:

Folengo nos sirve a lo largo de más de cien hexámetros (395-514) una monstruosa summa gastronómica que es sin duda uno de los fragmentos inolvidables de su largo poema. Late ahí un recuerdo de la soñada abundancia del país de Cucaña, versión popular del mito humanista de la Edad de Oro (en España, La tierra de Jauja, según el paso de Lope de Rueda). Pero su verdadero propósito no es el de reelaborar dicho tema ni el de enaltecer los placeres de la mesa, sino más bien el de ahitar al lector con la sugestión de tan gigantesco amontonamiento de comida. En el fondo estamos ante el sutil contrabando de un sermón contra la gula, predicado dentro de un espíritu cuaresmal y ajeno de toda alegría rabelesiana. Las repetidas notas de la suciedad y desorden que dominan el ajetreo culinario apuntan de un modo claro a producir una repulsión asqueada ante el desenfreno de la glotonería. Cervantes ha sentido el comprensible acicate de reelaborar un tema famoso y admirablemente resuelto por la tradición literaria de su época, pero el análisis de la fuente comienza a rendir su fruto cuando comprobamos la medida en que ésta deja de ser válida. Desinteresado en prédicas ni en fórmulas simplistas, Cervantes adelgaza la pluma para pintar un convite generoso hasta la exageración, pero concebido dentro del módulo “humano” de una simpática fiesta rústica [...] Cervantes no va, pues, tras ninguna moraleja disfrazada de gigantismo: la abundancia de su banquete se define como sanamente apetitosa sin otra finalidad ulterior. La faena culinaria se hace con eficacia, buen humor y pulcritud ejemplares por cocineros y cocineras, “todos limpios, todos diligentes y todos contentos”, serie adjetival que adquiere pleno relieve en cuanto signo de un contraste deliberado respecto a las notas esenciales del esquema sugeridor, en que todo era porquería, desorden y pescozones.

En estos mismos argumentos recaba agudamente Angela Piscini, quien reconoce puntos de contacto evidente entre el retrato macarrónico y la teoría bakhtiniana del realismo grotesco ejemplificada en Rabelais. No obstante, “las diferencias parecen evidentes: en primer lugar la imposibilidad de inserir los textos prefolenguianos en una literatura que extrae su espíritu del clima de la fiesta popular, del Carnaval, de la cultura alternativa al poder. Frente al repertorio de una “tradición ideológica de la risa” las macarroneas del  s. XV representan un momento débil, contradictorio, sólo superficialmente ligado al espíritu del Carnaval. Dice Bachtin: “La puissante tendance à l’ abondance et à l’universalité est présente dans chacune des images du boire et du manger [...] elle détermine la mise en forme de ces images, leur hyperbolisme positif, leur ton triomphal et joyeux”. Ciertamente el espíritu de la fiesta, el aspecto jocoso, creativo, que la figura del cuerpo grotesco asume en el carnaval bachtiniano está ausente de la macarronea cuatrocentista, como está ausente del Baldus. Las imágenes del cuerpo revelan en conjunto la voluntad de representar una degradación en acto: nada vital o vitalista las connota, sino la obsesión por lo deforme, lo obsceno y lo corrupto. No dan idea de la búsqueda de una orgánica plenitud, de una forma rica y total; ausente está, por ejemplo, toda la temática del banquete como restauración de las fuerzas, recompensa jocosa a la fatiga; ausente está también la imagen de la generación (ni siquiera a través del derroche sexual) que aparece solamente en la Macaronea Medicinalis (v. 930). A lo más, la indagación “anatómica” descubre la causa primera de la corrupción en la hiperbólica dimensión de la vida sexual. Así, leyendo el retrato de la “massara” en la Macaronea de Tifi o la descripción del ménage conyugal del poema de Bartolotti nos percatamos de que la obscenidad es tan complacida y minuciosa que destruye la compacta superficie corpórea para revelar el interno, secreto funcionamiento de un organismo en los umbrales de la putrefacción. En el cuerpo los detalles anatómicos son llevados a la luz, donde se muestran bullentes de vida animal, de insectos, de gusanos... allende el cuerpo aparece el cadaver, el esqueleto; más bien que a la imagen de la fiesta popular el pensamiento corre a la danza macabra, a ciertas frases misóginas de los tratados De contemptu mundi, a las medievales figuraciones de la muerte”18.








1 Cf. G. BILLANOVICH, Tra don Teofilo Folengo e Merlin Cocaio, Napoli 1948, pp. 77-78 cit. por L. CURTI, o.c., p. 151
2 Cf. U. E. PAOLI, o.c., p. 123
3 Cf. C. F. GOFFIS, “La contestazione...”, p. 108
4 Cf. F. MÁRQUEZ VILLANUEVA, o.c., pp. 334-347
5 Cf. ib., p. 340. Añade Márquez que "los paradigmas de la literatura caballeresca son fundamentales, claramente reconocibles en Folengo, y hasta una situación que a primera vista se antoja estrafalaria, como el amparo del labrador Berto a la princesa Baldovina y a Baldo, reproduce exactamente la inicial de la gesta Macaire (s. XIII). Dichos paradigmas pueden servirle como vehículos de burlas, pero nunca representan el objetivo o blanco a que éstas apuntan [...] Esta exageración del Hectorior, el Orlandior y el Sansonior haría reír al humanista sazonado, pero no refleja sombra ni descrédito alguno sobre la figura y heroísmos de Baldo. A lo largo del poema la caballería sólo sufre, y aun así en grado mínimo, del general e inevitable baño de prosaísmo implícito en el juego culto del tratamiento macarrónico. El lector moderno se desconcierta por completo cuando, tras la lectura de los tres o cuatro primeros libros, advierte hallarse ante la paradoja de un poema que, aunque empedrado de caracajadas, trata a sus héroes con la mayor admiración, es decir, una experiencia similar a la de Cervantes con los paladines incongruos del Espejo de Caballerías. Folengo continúa al servicio del más arcaico ideal de caballería cristiana según su encarnación por el mismo Baldo, caballero sin miedo y sin tacha que camina en línea recta hacia la santidad, lo mismo que algunos de sus tatarabuelos literarios" (cf. o.c., pp. 344, 346).
6 Cf. F. MÁRQUEZ VILLANUEVA, o.c., p. 349
7 Cf. I. PACCAGNELLA, Le Macaronee..., p. 69
8 Cf. M. BAKHTINE, o.c., pp. 28-29
9 Cf. I. PACCAGNELLA, o.c., p. 75 y n. 20, donde cita a M. BAKHTINE, o.c., p. 20
10 Cf. M. BAKHTINE, o.c., p. 30.
11 Cf. I. PACCAGNELLA, o.c., pp. 78-79
12 Cf. ib., p. 81
13 Cf. M. JEANNERET, “Ma patrie est une citrouille. Thèmes alimentaires dans Rabelais et Folengo”, Études de lettres, 1984/2, pp. 25-44; IDEM, “Latin de cuisine et poésie macaronique”, Des mets et des mots. Banquets et propos de table à la Renaissance, Corti, Paris 1987, pp. 191-219; G. PARENTI, “Phantasia plus quam phantastica” e l’ispirazione del “Baldus”, F. GAVAZZENI-G. GORNI (edd.), Le tradizioni del testo. Studi di letteratura italiana offerti a Domenico De Robertis, Ricciardi, Milano-Napoli 1993, pp. 147-172. Para Michel Jeanneret, la comida es un centro de gravedad en el Baldus, concretamente bajo el signo de la cocina, (asociada tradicionalmente al experimentalismo y contaminación lingüística -recuérdense los conceptos de latín de cocina y sus variantes coquinaria latinitas, culinaria lingua, orationes popinariae-), en cuanto representa una intersección entre la naturaleza y el arte: el buen uso de la comida marca el punto de equilibrio ideal entre la pulsión natural y la sumisión a un orden. Lo alimenticio, pues, en Folengo, a pesar de ser un registro tradicionalmente vulgar para rebajar lo sublime al nivel de las necesidades materiales, no está reducido a esta función, sino que traza un programa que absorbe las oposiciones en búsqueda de una sabiduría totalizante donde se resumen lo alto y lo bajo.
14 Cf. E. FACCIOLI, “Le fonti letterarie della storia dell’alimentazione nel Basso Medioevo”, Archeologia medievale, VIII, 1981 (Problemi di storia dell’alimentazione nell’Italia medievale), p. 71
15 Cf. E. FACCIOLI, o.c., p. 71
16 Cf. M. BAKHTINE, o.c., p. 298
17 Cf. F. MÁRQUEZ VILLANUEVA, o.c., pp. 291-293
18 Cf. A. PISCINI, o.c., pp. 387-388