CARMINA MACARONICA SELECTA

"Quid contentandum nisi contentamus amigos? / Hoc mihi servitium facias, tu deinde comanda, / nam, giandussa mihi veniat in culmine nasi, / ni pro te posthac Paradisos mille refudem", Baldus, V, 9, 295-298

sábado, 19 de febrero de 2022

LA SEGUNDA REDACCIÓN DEL "POEMA MACARRONICUM" DE 1700: Traducción (VI)

 

¿Quién el trance de aquel punto, quién a murmullos hablando

Cuenta daría o narrar podría en metros el ruido?

Gente a montones corre por altos cerros dispersa,

Y en gran cantidad doquiera el camino vense rodando            110

Cuerpos, y por las puertas y por lugares estrechos.

Y no dan con solos los puños golpes con ímpetu muchos,

También con los pies de dar no dejan fuertes patadas;

Y gritos suenan variados, dondequiera confuso

Chirrido, doquiera fragor y susurro doquiera de voces.           115

Llegar a la Puerta de Jerez los cocheros al cabo

Procuran e introducir el coche del Almirante;

Y entonces se levanta ruido otra vez de la gente,

Y empínanse muchos de ellos por ver si pueden el rostro

De aquél, y después a los estribos lléganse muchos.             120

No entró sino poco a poco, y con unas grandes fatigas,

Y entró en el mismo momento corriendo un tropel a su zaga

Numeroso, que ir pretendía a su propia morada.

Esto me baste decir de su entrada, considerando

Que ya tengo que decir los hechos que luego se dieron.        125

Ello es que el día vino en que intentan jugar a las cañas1,

Y por la mañana lidiaron, armados de cuernos, a ocho

Toros, que largas varas con su punta picaron,

Y a los que mataron todos con estoques y espadas.


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1 El viernes 6 de febrero.


LA SEGUNDA REDACCIÓN DEL "POEMA MACARRONICUM" DE 1700: Edición crítica (VI)

 

Quis trancem illius puncti, quis murmura fando

Explicet, aut possit numeris narrare ruidum?

Gens quam multa ruit cerros spatiata per altos,

Plurima perque viam sunt visa rodantia passim       110

Corpora perque fores et per constricta locorum.

Nec solis puñis golpes dant impete multi,

Namque etiam pedibus fortes dant saepe patadas,

Clamoresque sonant varij, confusus vbique

Stridor, vbique fragor et vocis vbique susurrus.       115

Xerecii Portae cocheri accedere tandem,

Atque Almirantis cochem introducere tentant,

Tuncque leuantatur nouiter de gente ruidus.

Multi empinantur, possint vt cernere rostrum

Illius, estriuis multi llegantur et inde.                     120

Intrauit tandem sensim magnoque labore,

Intrauitque simul decurrens turba sequentum,

Multaque, quae propriam curabat adire moradam.

Haec mihi suficiat de entrada dicere, namque

Dicere iam cogor quae facta deinde sequuntur.       125

Ecce dies venit, qua tentant ludere cannas,

Maneque luserunt armatos cornibus octo

Tauros, quos largae varae mucrone picarunt,

Quosque occiderunt gladiis ac ensibus omnes.




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107 (PM1 137) 108 cf. PM1 138 109 (PM1 139) 110 (PM1 140) 111 (PM1 141) 112 (PM1 142) 113 (PM1 143) 114 (PM1 144) 115 (PM1 145) 116 (PM1 146) 117 (PM1 147) 118 (PM1 148) 119 (PM1 149) 120 (PM1 150) 121 (PM1 151) 122 (PM1 152) 123 cf. PM1 153 124 cf. PM1 180 125 cf. PM1 182 || CATVLL. 62, 18 #dicere iam# 126 cf. PM1 183 127 cf. PM1 209 128 cf. PM1 209 129 LVCAN. 7, 573-574 #ensibus# / #gladios ac#

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114 sonant correxit aliena manus : sonat H


sábado, 12 de febrero de 2022

LA SEGUNDA REDACCIÓN DEL "POEMA MACARRONICUM" DE 1700: Traducción (V)

 

Vieras, lector, las altas murallas de gente repletas,

Y muladares y cerros, igual que la tierra y el suelo;

No había ningún lugar que allí la gente no ocupe,                  85

Pues al Almirante nadie hay que ver no desee.

He aquí que el Almirante a Sevilla por caso se acerca,

Y en muchos coches una cuantiosa turba venía.

Entonces todos a una mucho armaron de ruido,

Entonces al tiempo murmullos en ronda sonaron tremendos: 90

Unánimemente desean al punto verle la cara

Al gran Almirante, nadie el último quiere quedarse.

Dan rempujones, dan de golpes, y danse moquetes;

Ya capas rasgan, ya los mantos, y en oleaje

Caen a cientos sin parar, desgreñando melenas.                    95

De la tierra surgiendo polvo al cielo subía,

De henchido polvo una enorme nube se había formado,

Y tan crecida que a todos la vista quitarles podía;

Innumerables entraban los coches cargados a tope,

Muchas carrozas y alguna que otra silla volante.                 100

El Almirante en persona llegó por fin a la villa.

Él en vistoso coche de seis mulas venía,

Al que dos cocheros del Rey, en mate librea

Vestidos, mandaban; su séquito siendo muchos lacayos

El Duque Osuniense venía cerca del Almirante,                   105

Y caballeros venían, cuál fuera su número ignoro1.



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1 El autor elimina la referencia directa al segundo acompañante del almirante (véase aquí n. 6).


LA SEGUNDA REDACCIÓN DEL "POEMA MACARRONICUM" DE 1700: Edición crítica (V)

 

Aspiceres altas murallas gente repletas,

Atque muladares, cerros terramque solumque,

Nec locus vllus erat, quem gens non occupet illic,        85

Namque Almirantem non est qui cernere nolit.

Ecce sed Almirans Seuillae forte propinquat,

Cochibus et multis veniebat plurima turba.

Tunc omnes una grandem fecere ruidum,

Tunc sonuere simul cunctorum murmura circum:        90

Vna concupiunt ad punctum cernere caram

Magni Almirantis, nullus vult vltimus esse.

Dant rempujones, dant golpes dantque moquetes;

Tum cappas rasgant, tum mantos, fluctibus atque

Saepe cadunt multi tunc desgreñando melenas.         95

De terra surgens ad coelum puluis adibat,

Factaque erat grandis de excusso puluere nubes,

Tantaque quae poterat cunctorum tollere vistam.

Innumeri intrabant oppressi pondere coches,

Carrosae multae, quaedam sillaeque volantes.         100

Almirans tandem llegauit proprius vrbem.

Is sex mularum formoso in coche sedebat,

Quem duo cocheri Regis pallenti librea

Tecti ducebant, multo comitante lacayo.

Dux Ossunensis veniebat proximus illi,                   105

Atque caualleri veniebant, nescio quanti.




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83 (PM1 103) 84 (PM1 104) 85 cf. PM1 105 86 (PM1 106) 87 (PM1 108) 88 cf. PM1 109 89 cf. PM1 110 90 cf. PM1 111 || STAT. Theb. 9, 348 sonuerunt #murmura# 91 cf. PM1 118 92 cf. PM1 119 93 (PM1 120) 94 cf. PM1 121 95 cf. PM1 122 96 (PM1 123) 97 cf. PM1 124 || STAT. Theb. 6, 671 excusso mox circum #puluere# uersat 98 cf. PM1 125 99 (PM1 126) 100 cf. PM1 127 101 (PM1 129) 102 (PM1 130) 103 cf. PM1 131 104 (PM1 132) 105 cf. PM1 133 || MANIL. 1, 593; id. 2, 11 #proximus illi# 106 cf. PM1 134

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103 pallenti : pallente correxit aliena manus litteram “e” supra “i” scribens 104 comitante : commitante H 106 veniebant correxit aliena manus : veniebat H


sábado, 5 de febrero de 2022

FRAGMENTOS DE MI TRADUCCIÓN DE "BALDO" DE MERLÍN COCAYO: De cómo tres barcos piratas atacaron la nave de Baldo y de la batalla que entonces aconteció (Baldus V, 16, 1-195)

 



Togna1, cabeza del mundo, luz de Cipada, que ahora

cuán grande es, o fue en el pasado, o será venidera

lo muestra la escabechina que hizo de las lasañas,

mientras a cantar se dispone estupendas batallas,

hete que llega, llega inspirada: ¡guardaos, botazas,          5

de aquí apartaos vasos y bien colmados barriles!:

vuestra ruina llegó, beberá todo como tudesco,

y luego, furiosa, añicos hará de toda botella.

No sé lo que contará; por eso, gente, escuchadla.

Dispuesto a mucho añadir de primeras y las segundas    10

causas, hete que acercarse Cíngar tres fustas

vio a lo lejos, y con el dedo mostrolo a su gente.

No así del alto del cielo el halcón se descuelga,

cayendo a plomo cuando una braca le afana una oca,

como se acosta ¡ay! la fusta de los galeotes gallardos,   15

que a los remos se aplican, sin que los ate ninguna cadena.

Dentro se encuentran piratas, corsarios, y gente ladrona

que en Cristo Señor no creen o de Él renegaron,

"Velas -gritan- plegad al momento, ¡eh!, prisioneros

nuestros sois, bajad de la nave; llegó vuestra hora."     20

Apenas esto dijeron, que otra galera bastarda2

y otra detrás de aquélla se arriman a prisa ominosas.

Hay en el puente un hombrón, capitán de esta gente, y les urge

a sus remígeros como si fuese Turno en persona.

No hubo en el mundo nunca nada de más despiadado; 25

a ese ladrón las ladronas estirpes lo llaman Lirono.

De férreo porte, cuya barba de sangre reciente

siempre apesta, y come carne humana cual fiera.

Tres fustas, pues, se aprestan a hacer de la nave abordaje,

dejando tras de sí en el agua espumosas estelas.        30

Baldo acude a las armas, saca y blande su espada,

embrazó de su escudo la rueda, y bajó su visera.

También Leonardo se planta codo a codo con Baldo,

y presto se tiene tomando su estoque y su rodela.

El timonel entre tanto, viendo a tales guerreros,         35

no teme nada; incluso, dirige su nave a las fustas,

y se dispone a una guerra, que a todas supera en peligro.

Los de Chioggia y eslavos3, expertos en luchas navales,

toman las armas y animosamente a todos animan.

Llenan de polvo de azufre los arcabuces ruidosos,      40

y giran los martinetes4 haciendo curvar las ballestas.

Parte sube a la gavia, y otros quedan abajo,

cuadruplican sus fuerzas, estando Baldo presente.

La sola esperanza de los mercaderes está puesta en Baldo.

Ya se arrima primero una galera de remos,               45

maniobra en torno bramando; el timonel habilmente

gira el timón entonces, cual si tirase de riendas.

He visto a menudo a Francesco Maria di Montefeltro5

en cuyo exiguo cuerpo reinan máximos dones,

cabalgar un joven asturcón6 con donaire;                 50

bien que su docta mano tire o afloje las bridas,

al punto el caballo obedece a la rienda y deseo del amo;

caracolea, sin que se distingan ancas de testa,

tan pronto el caballo gira, tan presto a correr arremete.

No menos rápido el timonel maniobra el gran barco, 55

siempre poniendo la proa a donde la fusta amenaza.

Conque de pronto hacen fuego trescientos mosquetes,

y las ballestas disparan mil de sus nueces7 virotes8,

nadie contar podría los ástiles de las saetas.

Ya empezaron a levantarse gritos al cielo,               60

pues caen heridos sin número en el asalto primero.

Piedras vuelan, gruesos maderos y pez encendida;

el fuego artificial hace trizas las armas y el hombre9.

Entonces, cual jabalí animoso, Baldo da de alta

proa un formidable salto y en la galera                   65

en medio se planta de los enemigos y su hierro ensangrienta.

Cíngar lo sigue, de grande adarga así protegido,

y vibra con todas las fuerzas que alberga su cimitarra.

Luego Leonardo, tomando impulso, da un gran salto,

y aterriza de un corsario sobre la espalda,              70

a quien arroja al mar, mientras hiere a otro su espada.

Paladín indefenso, Baldo, apenas llegado,

al timonel de la fusta sagazmente se acerca,

y como barrena girando su puntiagudo estoque,

le salta las tripas del vientre de una parte a la otra. 75

Y los corsarios, cuyos baladros alcanzan los astros,

alrededor de Baldo cierran un círculo amplio.

Mas el caballero llama a su pecho las sólitas fuerzas,

se precipita do el enemigo es más numeroso,

y allí de armaduras las hojas a desbaratar da comienzo. 80

Aquéllos, de pronto asustados, ancha plaza le hicieron.

A quien rompe el yelmo, a quien el escudo, a quien la celada,

a quien destroza la cofia10, el espaldarón11, y golpea

y les tritura las carnes; ni los yelmos ni las corazas

resisten de Baldo a los golpes orlandinamente12 asestados. 85

Cabezas y troncos al par da a los peces como alimento;

y lo que hace la llama en cañares al soplo del cierzo,

Baldo lo hace, espada en mano, a los ladrones.

Quien lucha en el mar no tiene ninguna escapatoria:

la muerte hallará ya sea entre espadas o entre las olas. 90

Tamaña furia incita al fogoso Baldo, que no, ni

a san Francisco cuartel podría haberle ofrecido.

Y Cíngar tardo no se demora en seguirlo, y a éste

de Leonardo la fuerza: dan ambos tremendas palizas.

Estos tres compañeros en golpear son maestros,          95

y sonlo en tajos, en estocadas, y en reveses.

Todo llenan de sangre el mar y aterran diablos.

Hete que acude Lirono a la galera bastarda13,

una alabarda empuña, y a todos supera en altura.

No hombre, sino la mole parece de gruesa pilastra.   100

Manda que la galera gire detrás de la nave,

mientras ésta de las otras dos se defiende.

Presto le obedecen, y asalta la nave a su espalda;

allí su alabarda blandiendo de todas sus fuerzas, con solo

dar un mandoble cortó el pesado timón de la popa.  105

El capitán piensa entonces que su final ha llegado,

porque a su caballo le faltan el freno y las riendas.

Lirono cruel con sus manos sujétase a la nave,

ya a subir se prepara, y el hombretón no fracasa.

Aunque le tiren los de Chioggia piedras, maderos    110

teas de azufre, pez y resina incandescente,

aquel temerario, seguido de sus compañeros, a la alta

se alza popa y en medio se lanza de los enemigos,

que hace el polvo morder sin los brazos y sin las piernas.

No cúrase de mosquetes, de arcos, ni de ballestas, 115

y al capitán de la nave cortó la cabeza de un tajo.

Fígurate, lector, que alguno en tienda entrando

hasta los topes de ollas, jarros y escudillas,

comienza a hacer remolinos con una gruesa garrota:

¡oh, cuántos cascajos produce, cuántos los pedacitos! 120

Tal hace Lirono, huyendo por doquier los eslavos,

a quienes trocea, desgarra, hace cuartos, destripa, y revienta.

Boccalo, que en un rincón escondido permanecía,

y del mucho miedo no cagarse encima intentaba,

(no sabe ni nunca se preocupó de saber qué es batalla) 125

y allí estaba acurrucado, su suerte esperando.

Que venza su nave, que venza la fusta, ¿qué diferencia hay?

Al vencedor de bufón con su arte vencer se propone.

Mas cuando vio al enorme gigante al abordaje,

y lejos mandar en el cielo las bolas de las cabezas,       130

sintiose morir al momento, y qué hacer, trastornado, elucubra.

Ve por suerte aparejado el esquife dispuesto

presto a ir y venir por el acarreo de víveres.

Al mar cautamente lo echa de Giuberto ayudado,

y ambos se desarriman, llevados por el botecito.          135

Baldo no diose cuenta de tan importante suceso,

es decir, de que había Lirono tomado la nave;

y así, más ardido, cumple a espada cruentas hazañas,

y como león desencadenado ruge, y a todos

completamente muertos los deja, o bien moribundos. 140

De su furibundo porte cada quisque se espanta,

y por la borda tirarse prefieren en su desamparo,

como de la sartén saltando hacen los peces.

Aquí y allí taja, allá y acá los hiere y golpea,

y bufa, del sangrar de los muertos todo cubierto.       145

Abasto para contar no doy de Lirono la fuerza:

adonde dirige sus golpes, allí las señales se muestran.

Su sanguinolenta alabarda cayendo las carnes lacera,

conque todos huyen, y atrás y delante se dejan

pulmones, bazos, tripas, mesenterios e hígados.        150

Sólo se oye el clamor y lamentos de los moribundos,

y gritos horrendos el cielo quiebran con su estridencia.

Algunos a san Nicolás14 invocaban y a Jesucristo,

otros al cornudo Mahoma, y al Diablo.

Nunca se oyó, desde que orejas hay en el mundo,     155

tan mayúsculo ruido, estrépito, estruendo de guerra.

Baldo en la parte opuesta, a modo de río rabioso,

que, de elevada peña cayendo, las oceánicas

aguas hiende, y escinde del mar el dorso su vórtice,

así Baldo contra enemigos del Evangelio se lanza,     160

hasta que liquidó con Cíngar y con Leonardo

a todos cuantos la fusta albergaba sin excepciones.

Y más limpia quedó que de barbero bacía.

Lirono entre tanto tomado había toda la nave;

¡Oh, cuán ufano está de tal ganancia haber hecho!  165

Mientras imprevisto les llega de austro un soplo,

a todo pirata a su mando ordena subir a la nave.

Y puesto un nuevo grueso timón en la parte de popa,

con viento a favor se desparte sobre la líquida vía,

con cantos de júbilo síguenlo las dos otras galeras, 170

que tres se creen que son Lirono y sus compañeros,

pues a menudo el contento nuestra mente enceguece.

Vuelan, pues, de la presa todos gritando contentos,

mas Baldo no tuvo motivo ninguno para alegrarse.

"¡Ay! ¿por qué -dice Cíngar-, así engañar nos dejamos?175

La avidez de riquezas nos engaña a menudo.

Baldo, ¿ves?, nuestra nave se va, ¿a dónde la llevan?"

Baldo, tal viendo, se persigna el ceño arrugando,

calla, qué decir no sabe, y no dice nada.

Leonardo, por el contrario, empieza a darse puñadas. 180

"Ah, mala suerte -dice-, harto contraria nos eres!

Róbannos los caballos tan bellos y tan generosos,

que de la tierra parte ninguna los ha engendrado.

Si a éstos no los encuentro por aguas o por el abismo,

juro por todos los dioses que darme la muerte deseo, 185

y nunca me quitaré de encima esta coraza,

hasta encontrar los ladrones, y al jefe de los ladrones,

al que acabaré, o seré por él acabado."

Enfurecido estaba Baldo, y ardiendo de cólera,

porque veía imposible perseguir los ladrones:            190

No hay quien maneje los remos en la vacía galera.

Cíngar dice: "¡Ánimo! espero recuperar los caballos".

Esto dijo Cíngar para animar a Leonardo,

está lleno, empero, de dudas, y se estruja los sesos,

por conseguir de algún modo o guisa salir de la nave. 195


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1Togna será la musa inspiradora de los libros XVI a XX.

2Era así llamada una galera mayor que las demás y de más amplia capacidad de combate.

3Chiozzotti et Schiavi. Sobre los primeros cf. II 112 y los segundos, marineros y sobre todo hombres de armas a sueldo de Venecia, provenían de Dalmacia, región que entonces se llamaba también Schiavonia o Slavonia.

4Instrumentos para tensar el arco de la ballesta.

5"Duque de Urbino (1490-1538), comandante general del ejército de la república de Venecia, al que Folengo conoció en persona" (Faccioli).

6Villanum Spagnae. cf. I 166.

7Pieza sujeta al tablero de la ballesta para afirmar o tensar la cuerda.

8Especie de saeta guarnecida con un casquillo.

9Arma virumque. Calco textual jocoso del incipit virgiliano.

10"Birrete almohadilladoa veces con armadura de hierroque se llevaba debajo del yelmo" (DRAE) o "Pieza de la armadura antigua que se atornillaba a la calva del casco para reforzarlay de la que pendían tres ramales articulados para la protección del cuello." (DRAE).

11Pieza de la armadura que cubre la espalda (Chiesa).

12Orlanditer. He intentado reproducir en la traducción este tipo de travestimientos morfológicos de los sustantivos tan bienquistos para el autor, quien no quiere dejar olvidar al lector la estela de la épica caballeresca italiana en que sitúa a su héroe.

13cf. v. 21

14San Nicolás de Bari, del siglo IV, patrono de Bari y protector de las gentes del mar (Faccioli).