Una guarda feroz, harto
atenta, de día y de noche
monta guardia, y blande
sañuda rebenques a pares.               155
Guarda es el Solecismo
(con tal nombre lo llaman),
monstruo enorme,
deforme como ningún otro sea,
mocoso, e inmundas
babas, ora de boca fluyendo,
ora sorbiendo, lo
contamina su vil toque todo,
con su sáncheo hedor
todo lo que se ve inficiona.                    160
Clavado el Diablo y
mísero a causa de tales guardianes,
rudo ruge en brava
boca, y con harto bramante
baladro los recovecos
conmueve, honda sima resuena
con grave tumulto, y
tiembla el lugar cuando tienta quitarse
grillones, y con fiero
trueno retumba la honda zahúrda.           165
No de otro modo quizás
a sus negros obreros castiga
Vulcano, bien que armas
a Júpiter, bien que a Gradivo
de bronce mande
forjarles, suena el Etna de agudo
martillo, y golpes
rotundos dan en el yunque los Cíclopes,
pero jamás regañara
el Diablo con tanto bramido,                   170
como en la noche santa,
y viendo cuán dulces se abrieran
los templos, con cuánta
piedad oficiaran los sacerdotes,
y dice para sí: “¿Qué
hago?¿no es mi vergüenza execrable?
156
Solecismo,
guardián del Diablo
160
Otra figura.
163
baladro,1
voz que significa terror, pero cuyo uso  ignoro en qué fuentes se
encuentra, salvo  Feliciano de Silva en  Daraida
y Garaida.2
164
 sima.
Lugar profundo y que mira al Tártaro.
___________________________________________________________________
1 
 "En Florisel
 III, como en los
 anteriores libros del ciclo escritos por Silva y la generalidad de
 todos los caballerescos, las profecías se remiten al modelo
 merliniano, tal y como aparecen en el Baladro
 del sabio Merlín,
 el cual se remite a la Historia
 Regum Britanniae
 de Geoffrey de Monmouth" señala Javier Martín Lalanda, en
 "Temas y motivos de origen maravilloso en Feliciano de Silva: l
 a "Parte tercera de la crónica de Florisel de Niquea"
 (Sevilla, 1546)", Thesaurus,
 LIV, 1999, pp. 217-238: 220. El Baladro
 fue publicado por Juan de Burgos en 1498, y el título alude al
 grito (baladro) proferido por Merlin antes de ser recluido por la
 Doncella del Lago, de la que estaba enamorado.
2 
 cf. Sydney
 CRAVENS, "Feliciano de Silva and His Romances of chivalry in
 Don
 Quijote,"Revista
 de literatura hispánica:
  7, 1978: "Feliciano
 de Silva, who wrote continuations of Amadis
 de Gaula, as well
 as the Segunda
 Celestina, has the
 dubious distinction of being the first author of romances of
 chivalry satirized by Cervantes in Don
 Quijote [...] .
 The distraught Cardenio is explaining his beloved Luscinda's
 fondness for Amadis
 de Gaula when Don
 Quijote interrupts to praise her excellent taste and to suggest: "Y
 quisiera yo, señor, que vuestra merced le hubiera enviado junto con
 Amadís de Gaula al
 bueno de Don Rogel
 de Grecia; que yo
 sé que gustara la señora Luscinda mucho de Daraida y Garaya, y de
 las discreciones del pastor Darinel, y de aquellos admirables versos
 de sus bucólicas, cantadas y representadas por él con todo
 donaire, discreción y desenvoltura" (II, 237)". Daraida y
 Garaya son, efectivamente, dos falsas doncellas (en realidad los
 caballeros Argesilao y Arlanges que se travisten para poder
 aproximarse a la princesa Diana), que aparecen en Florisel
 III. La forma
 Garaida
 citada por Pachecho es, en realidad, una variante errónea de
 Daraida,
 que aparece como tal en el cap. XVI de la citada obra de Silva
 (Florisel de Niquea
 (tercera parte))
 en la edición del Centro de Estudios Cervantinos a cargo de Javier
 Martín Lalanda (1999), basada en un ejemplar de la edición
 sevillana de 1546 (B.N. Madrid, R-2541). Este error inducido en
 Pacheco aparece, por su efectividad homofónica, recientemente en
 Emilio José SALES DASÍ, "Primeras «desterradas» y
 caballeros disfrazados. Un acercamiento a la estética literaria de
 Feliciano de Silva", Revista
 de Literatura Medieval, xv.2
 (2003), pp.85-106: 95: "La hermosura de las fingidas doncellas
 es tal que sólo puede causar numerosos equívocos. Así las cosas,
 Agesilao y Arlanges, tomando los ahas de Daraida y Garaida, se
 presentan en Sidonia donde "pusiéronse sendas ropas al trage
 de Sarmata" (XVlll, 50)". Cf. también Pacheco, Sátira,
 278: En tratar las
 nereidas y daraidas.
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