CARMINA MACARONICA SELECTA

"Quid contentandum nisi contentamus amigos? / Hoc mihi servitium facias, tu deinde comanda, / nam, giandussa mihi veniat in culmine nasi, / ni pro te posthac Paradisos mille refudem", Baldus, V, 9, 295-298

sábado, 18 de febrero de 2012

EL LATÍN MACARRÓNICO DE U. E. PAOLI (IV): MACARRONISMO LEXICAL

            
          Todo lo dicho, no obstante, no caracteriza plenamente el léxico macarrónico. Paoli subdivide para esto su concepto de macarronismo morfológico-lexical, en macarronismo lexical, por un lado, y macarronismo morfológico, por otro.

Como se ha expresado más arriba, las palabras que constituyen por sí mismas un elemento macarrónico pueden consistir o en el enmascaramiento latino más o menos superficial de una palabra vulgar o en un palabra latina errónea (por ej.: morivit o moruit por mortuus est). En las primeras el macarronismo tiene carácter lexical, en las segundas morfológico. Añade Paoli que en los macarronismos morfológicos el poeta procede en la dirección latino-vulgar (palabra latina que sufre la influencia del habla vulgar), y en los lexicales en sentido inverso (palabra vulgar latinizada)1.

A.1) Macarronismo lexical.2 En este grupo se incluyen tanto los macarronismos derivados de lexema vulgar pero con estructura de palabra latina (los neologismos latino-macarrónicos ya expuestos), como los enmascaramientos latinos superficiales de palabras vulgares (I 10: chitarinum “chitarrino”)3. Este simple enmascaramiento, junto con el error gramatical, representan la forma más elemental del macarroneo, en cuanto que reproduce con ánimo de burla los despropósitos del latinus grossus de los ignorantes. Para Paoli encarnan estas dos formas el aspecto más pueril del macarrónico. Con todo –añade el estudioso florentino- el enmascaramiento, y esto ya había sido comprendido por Tifi Odasi, adquiere un particular sabor de comicidad cuando la desinencia latina es aplicada a palabras que por su estructura no tienen un correspondiente formal en el latín; así, en particular, en las palabras derivadas. En latín, de hecho, las palabras derivadas se restringen, puede decirse, solamente a los diminutivos; por contra, el italiano, y más aún los dialectos italianos, hacen un uso muy lato de palabras derivadas. Por tanto, la latinización de una palabra derivada, fundiendo dos elementos de naturaleza diferente e irreconciliables, alcanza el efecto de una acertada extravagancia (TIFI, 473: librazo “libro” (literalmente “libraccio”); 414: buchetam “bocchina”; FOLENGO, I 308: cavallazzus “cavallaccio”; III 17: diavolettus “diavoletto”; I 277: pochettum “pochino”; II 194: sdegnosetta “sdegnosetta”).

Por la misma razón representan una forma más eficaz de macarroneo las palabras macarrónicas que latinizan un vocablo propio del dialecto4, sea que el dialecto aparezca sólo en una alteración de consonante o en una desfiguración debida a la pronunciación septentrional5 (TIFI, 681: brazzos “le braccia”; camisam “la camicia”; FOLENGO, I 7: scoios “scogli”; I 30: bosiam “bugia”; III 48: gradat “aggrada”), sea que se emplee un vocablo propio del dialecto (TIFI, 456: gratacasa “grattugia”; FOLENGO, XIII 406: gallone “fianco”; XVII 169: magones “stomachi”).

A los términos dialectales añade Folengo otros tomados de lenguas extranjeras6, del italiano más antiguo7, o inventados en un alarde de originalidad8. La mayor parte de las palabras de este último tipo sería incomprensible (y muchas de hecho lo son) si el poeta no hubiera asumido el papel de intérprete de sí mismo en las notas marginales que dispone en la red. T de mano de Acuario Lodola, ficticio descubridor y editor de la obra de Merlín Cocayo9.






1 Cf. U. E. PAOLI, o.c., p. 145
2 Cf. ib., pp. 145-148
3 Este sistema se complica cuando se trata de latinizar formas verbales italianas que no son el resultado de la mera evolución del latín. En estos casos, Folengo opta por conjugarlos como si existiese el correspondiente latino (por ejemplo, ammazabor ‘mi ammazzerò’; gittasset ‘avesse gitato’); solo raras veces recurre para las formas no compuestas a un simple enmascaramiento de la terminación vulgar (por ejemplo, sofriremus [XII 124] por ‘soffriremo’, en lugar del macarrónico normal sofribimus). Para otras peculiaridades del sistema morfológico verbal macarrónico cf. U. E. PAOLI, o.c., pp. 146-147 nn. 1-3
4 Cf. E. BONORA, o.c., esp. cap. II.5 ‘Trattamento del latino e del dialetto’ (pp. 72-79) y 6 ‘L’expressività cercata attraverso l’ampio registro lessicale’ (pp. 79-87). Folengo se había hecho la idea del dialecto como un vasto territorio lingüístico mal explorado y no apreciado por lo que valía. En su manejo del vocabulario representa así la más extrema posición de libertad en opinión de Bonora: “il suo fine era di allargare in maniera se non irrazionalmente infinita praticamente indefinita i confini del vocabolario, e se non fosse stato per la presenza di una fantasia geniale avvrebe sconvolto ogni regola al punto di dare nell’astruso e nell’incomprensibile” (p. 80).
5 Bonora descubre un designio cómico en Folengo consistente en imitar el habla del pueblerino ignorante que intenta volver italianas las voces del dialecto con irracionales inserciones o cambios de consonantes y con pretenciosos redoblamientos que al septentrional, que ignora el uso de las consonantes dobles, dan la ilusión de traducir en toscano o de exhibir refinamiento lingüístico: “covare” puede así dar lugar a cobasset (Baldus T VIII 240), somenzam “propaginem” (ib. XVII 121) rehace el campesino “somensa”; y son todos redoblamientos cómicamente pretenciosos smiccat (ib. XIV 239), de “smicar”, pistar, boffat (ib. XV 334) de “bofar”, soplar, biassant (ib. XVI 154) de “biasar”, etc. (cf. E. BONORA, o.c., pp. 77-78). Observa Paoli que fenómenos del macarroneo folenguiano como la simplificación de la consonante doble y la decapitación de la sílaba inicial, propios del dialecto septentrional, deben atribuirse a búsqueda de variedad cuando no hay una causa métrica que los justifique (cf. o.c., pp. 152-155).
6 Así se encuentran términos tomados del francés, del griego, del alemán, del español, del eslavo y del albanés (cf. E. BONORA, o.c., pp. 85-86 y U. E. PAOLI, o.c., p. 70).
7 Se trata de palabras arcaicas o poéticas del lenguaje literario e incluso del mantuano antiguo (cf. E. BONORA, o.c., p. 83 y U.E. PAOLI, o.c., p. 69)
8 Paoli ofrece ejemplos como coliquintida “tristeza”, disquistilare “tirar al aire”, y gregnapola “murciélago” (cf. o.c., p. 69). No obstante, Bruno Migliorini señala esta última forma como propia de la Lombardía oriental (cf. B. MIGLIORINI, “Sul linguaggio maccheronico del Folengo” Lingua d’oggi e di ieri, Sciascia, Caltanissetta-Roma 1973, artículo este aparecido ya en 1968 con el título de “Aspetti rusticani del linguaggio maccheronico del Folengo” en AA.VV. , Atti del Convegno sul tema: La poesia rusticana nel Rinascimento (Roma, 10-13 ottobre 1968), Roma 1969 (Accademia Nazionale dei Lincei, Problemi attuali di scienza e di cultura, 129). Más ejemplos de nomina ficticia en Bonora (pp. 88-90).También contribuyen a enriquecer el lenguaje macarrónico las onomatopeyas, que Folengo busca afanosamente (fricton fricton es el sonido de la guitarra, bebeum el balar de las ovejas, gnao gnao el maullido del gato, un “carmen trombisticon” forma el sonido de la trompeta [Baldus T XXII 144: “tarara ton tarara ton tarara ton taira”], etc.), contra la opinión de Quintiliano para el latín, y que le llevan incluso a la formación de nuevas palabras como tichitare (ib. II 252) que es el “percutere cum tich toch”, y su afín tichtochare (ib. XXI 539: “intus tichtochat pistatio mortariorum”) (cf. E. BONORA, o.c., pp. 43-47, 87-88; U. E. PAOLI, o.c., p. 71).
9 Estas glosas, ya presentes in nuce en la red. P, adquieren en la T el carácter de verdaderos microtextos en los que con frecuencia el poeta despliega sus dotes de socarrón en juegos de erudición ficticia y de inverosímil sutileza filológica.

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