A oír entre tanto empiezan una algarada imponente.
"¿Oís?"-Falchetto pregunta. Entonces todos callando
quedos están, y escuchan el ruido en orejas enhiestas. 120
Cíngar dice: "sigue por donde te lleva el camino.
Quizás encuentres dónde la causa está del estruendo."
Falchetto obedece, y prueba andando de los pedruscos
en sus pies el estorbo, y avisa a sus compañeros;
y encárgase de tomar la ruta que Cíngar le dice; 125
encuentran de hecho a veces caminos en forma de ípsilon.
Cuanto más avanzan, más el sonido retumba,
y unos a otros apenas ya consiguen oírse,
de tanto que el ruido y estruendo ingente les ensordece.
Todos se aterran, aunque son de ánimo fiero, 130
y cree del negro Plutón haber llegado a las sombras.
Al fin y al cabo, por una fisura un fuego esplendente
se muestra, y con módica luz el camino hace visible.
Baldo, allí corriendo, manda parar a los otros,
alza los ojos adonde la luz escasa le deja; 135
hete que ve una puerta, de vario metal esculpida.
Acuden, pláceles dentro meterse, y Fracasso en esa
puerta tres veces dio con el pie, pero tanto tumulto
hay de martillos que del interior en nada se siente.
Fracasso, impaciente, dos empellones le da a la puerta, 140
y rotos cerrojos la abre sin necesidad de la llave.
No más los martillos que el hierro doblegan ruido hicieron,
y no suena más el tich toch de los golpes encima del yunque.
Hay allí cien herreros, que son otros tantos pasmones,
que de carbón acarrean a sus espaldas los sacos, 145
que atizan el fuego sin pausa por medio de fuelles henchidos,
que el hierro domeñan con sus martillos y con sus tenazas.
Brincando, un barrigudo entonces su parsimonia
movió tortuguesca, e infló igual que hace un becerro
una panza inmensa, barril de heces repleto, 150
tiene tres papadas que llegan hasta su ombligo;
éste se llama Baffello, y del taller el maestro
herrero es, y cojo retoño del cojo Vulcano.
Hete que entra Baldo, con su caterva, bravoso,
cual los soldados en los albergues en tiempo de guerra. 155
Baffello le dice: "Mucha es tu arrogancia, compadre.
¿Tú tienes toda la cara de entrar así en mi fragua?"
Baldo responde sarcásticamente: "¡Deprisa, maestro!
Buenas armas apresta, pues comprarlas queremos".
Mientras así se expresa, revuelve el taller con su vista. 160
De nuevo así los herreros estando desnudos manejan
martillos con los que doblegan los hierros candentes.
Parte de aquí y de allí provoca vivas pavesas,
parte con fuelles, parte carbón usando candente
ponen al rojo el duro hierro con aire soplado; 165
parte lima yelmos crestados, parte corazas,
parte anuda cota de malla en torno a la braga.
Hay quienes, como enseña el arte de herrero, con muchos
boquetes hierros preparan para herrar los caballos.
Mientras trabajan, Baffello a éstos los supervisa, 170
y de cuando en cuando les da su bastón cortezas saladas.
Son todos negros y ruginosos, ajenos al baño,
despeinados, desnudos y de piojos cubiertos.
Baffello, empero, no deja que a éstos les falte su vino,
pues mal martillean herreros en la ausencia de vino. 175
Mientras así se trabaja, y hablan los compañeros
de procurarse finas hojas de armadura,
y del afán de vestir rutilantes corazas por fuerza,
hete que Baldo escucha el relincho de su caballo,
Lirón el del suyo, que habían ha poco atado afuera; 180
y el asno con dos veces seis notas profiere su "¡ah, ah!"
Qué ocurra no saben; corren a ver el motivo.
Rompecadena relincha más alto, y araña la tierra,
Roccaforta también con gran ruido en brincos excede,
y junto con Pardo destroza las piedras con coces feroces. 185
Quiere Baldo saltar el primero delante de todos;
mas sobre el umbral de la puerta broncíneo el pie puesto apenas,
un viento impetuoso lo impele, y dentro lo manda.
Pasmáronse todos; osado, quiere de nuevo las puertas
abiertas pasar, pero un soplo mayor golpéalo fuerte, 190
que a él junto a los otros manda patas arriba.
Tres veces así lo intentó, tres veces volvió hacia adentro.
Entonces Baffello dice: "Es grande vuestra desgracia.
¡Oh, desdichados! Vuestra muerte es cosa segura.
¿Cómo habéis osado violar los arcanos divinos? 195
¿no temisteis entrar en las grutas que son de las diosas?
No es a mortales lícito aquí dejar sus pisadas,
a menos que la diosa Smiralda1 os conceda el acceso."
Fracasso dijo: "¿Qué dioses, qué Smiérdola2, qué pasaporte?
Dios en el cielo está, do la luz sin tinieblas esplende. 200
Vosotros sí que sois puercos brujos y feos diablos,
que huís de la luz del día, y que siempre por entre tinieblas,
al modo de las lechuzas, los búhos, y los murciélagos,
vivís, ¿y os llamáis a vosotros mismos dioses y diosas?
Júrote que no me iré de aquestos lugares, 205
hasta encontrar el camino que al Orco recto nos lleve,
y al Lucifer padre tuyo y a tus hermanos diablos
descornar deseo y a todos dejar machacados.
"Di, ¿cuál es tu nombre? -responde-: ¿acaso Tifeo3?,
¿acaso Briareo4?¿por qué a mí, protegido del daimon, 210
crees que miedo me das? Soy yo, quien rayos al magno
Jove fabrica, y rijo en estas cavernas sin fondo.
¡Dioses! Haré que os arrepintáis de vuestras locuras.
¡Idos de aquí!¡ea, rápido!¿por qué no os movéis? ¿Es que acaso
queréis que yo os lo diga dos veces?¡salid de mi casa! 215
Si esto no hacéis, en tantos puercos y en tantos caballos
os cambiaré, como dioses transformar a los malos
suelen e infames hombres en las cosas más míseras."
Fracasso replica: "tienes mucha razón, lo confieso,
si hay ahora quienes tales prodigios perpetren. 220
Intenta, pues, encontrar o dioses o acaso diablos,
que de defenderte a ti y a tu causa sean capaces;
nosotros no otro derecho, ni otro numen tenemos,
que un corazón magnánimo, espada, y maza ferrada.
¿qué espero, pues? La abundosa charla a los cobardes 225
delata; ¡Dales las armas a mis compañeros!¿por qué me
miras con ojos aviesos?¡da prestamente las armas!"
Así diciendo, diole a éste una fuerte patada,
que espachurrado quedó al modo de un tierno raviolo,
y mierda salió de todas las partes de su corpulencia. 230
Entonces otro, creyendo aterrar bravoso a guerreros,
"¡rápido -dice-, oh servidores! Tomad sin demora
las armas, y de la fragua echemos a estos osados.
¡Marchaos de aquí, lastimosos asnos, gente bellaca!"
Mientras tales cosas dice, agarra un martillo, 235
y un martillazo dale a Baldo en la cabeza.
Cuando los fabros desnudos vieron la bronca empezada,
van a coger deprisa martillos y sus tenazas,
otros limas pesadas, clavos, y acero candente,
y con tales armas se atreven con unos maestros guerreros. 240
Baldo reía, y a sacar de su vaina la espada
no se digna, aunque ya recibido había un porrazo.
Prestamente Boccalo veloz a éstos ataca,
y hombre valiente se prueba por entre cuerpos desnudos.
Y en poco tiempo cayó el conjunto de los herreros; 245
Están en efecto desnudos; cual queso fresco los cortan,
y ni por milagro quedó ninguno siquiera con vida.
_______________
1 cf. XVIII 307-313
2 Smerdola. Metátesis denigratoria del nombre de la bruja Smiralda del verso anterior, que he intentado hacer más patente en mi traducción.
3 Tiphoeus. El más poderoso de los titanes que se rebeló contra Júpiter.
4 Briaraeus. Uno de los hecatónquiros, gigantes de cien brazos y cincuenta cabezas.
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