Cuando vuelven de escuelas1
por lodos del atolladero,               35
Pasmados llevando los pies y pasmadas también sus narices,
¿De qué, si Zéfiro desencadena sañudo su viento,
De qué la capa vale por cara y orejas,
Y rodear del pupilo a la par el pescuezo canijo,
Cuando el soplo del viento se cuela en el sayo y la capa,           40
Sobre todo si corta resulta, corta y raída?
Después que dio el reloj la hora más deseada,
Y luego que el despensero golpea en el tajadero,
He aquí que saltar verás, escaleras angostas abajo,
A los hambrientos al punto; en bullicio todos ansían                  45
Junto del bachiller tomar el asiento primero,
Pues las primicias del brodio se dan al que está en cabecera;
Y a continuación aparece la escudilla segunda,
Que toma de la olla la grosura y lo caliente,
Si no de la carne, sí por lo menos del cabo de vela.                   50
En cambio, los que se sientan más lejos, y esperan comida,
A éstos agua sola y frío insufrible
Y las piltrafas dan con el hueso desnudo.
¿Quién soportará manteles cortos y cochambrosos?
¿Quién podrá siempre limpias tener sus manos y barbas           55
De la costra de grasa del brodio el fin de semana?
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 Probablemente Sánchez se describe a sí y a sus compañeros
 volviendo de las clases de las cátedras de Prima, que se impartían
 usualmente a las 7 y media de la mañana. Un plan de 1684 proponía
 trasladarlas a las 9 de la mañana, pues había "pocos amigos
 de madrugar al ser Salamanca un lugar tan frío" (cf. R. L.
 KAGAN, o.c., p. 271 n. 69). Sigue una descripción de la
 comida en casa del bachiller pupilero (cf. glosario s.u. 'tajaderus', 'brodius', 'olla'). La 'olla', como
 señala Rodríguez-San Pedro, "constituía el guiso más común
 y tradicional de la comida diaria en toda la Península, tanto en
 mesas de hidalgos como de villanos, aunque con variantes, pudiendo
 adquirir matizaciones desde un caldo miserable hasta la opulencia
 barroca de la olla podrida. Estas matizaciones también se dieron en
 los pupilajes. Observamos que a lo largo de 40 años [1590-1630] la
 dieta permanece inalterada, señal de fidelidad a los gustos y
 permanencia y sujección a la costumbre" (cf. o.c., p.
 200). El pupilaje de Sánchez se parece más, desgraciadamente, al
 descrito por Guzmán de Alfarache, en el que "el pan era duro,
 la olla se hinchaba de gordo de tocino, el caldo era aguado, la
 fruta limitada y podrida, el queso transparente, los garbanzos
 pocos, las sardinas rancias y raquíticas, los huevos viejos, el
 carnero abultado de huesos, las aceitunas agrias, los ayunos muchos,
 los almuerzos pocos, el guisado descuidado y el hambre la suficiente
 como para tener cada pupilo su despensa particular de primeros
 auxilios" (cf. ib. p. 199).
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