Ofrezco en ésta, y en entradas sucesivas, una definición más completa del fenómeno literario macarrónico, desde diversos puntos de vista.
La poesía macarrónica o macarronea es un tipo de composición que emplea la métrica cuantitativa latina –fundamentalmente el hexámetro- y que está escrita en un lenguaje intencionadamente híbrido fruto de la fusión del latín con otras lenguas, romances o no, en un código lingüístico –el macarroneo o macarrónico- pretendidamente homogéneo que integra palabras latinas junto a otras de una lengua vulgar con terminación latina.
Como fenómeno literario, aparece a finales del siglo XV en el norte de Italia, “dentro de una tradición de consumado experimentalismo lingüístico con epicentro en Padua”1, obra de humanistas empeñados en una parodia2 del latín incorrecto y corrompido por la lengua vulgar conocido como latinus grossus, Küchenlatein (“latín de cocina”) o Kirchenlatein (“latín de iglesia”)3, que constituía un sermo communis medieval de uso cotidiano en la escuela, los tribunales, y actos públicos, lengua de notarios y clérigos, revulsivo del latín humanista, y que sólo tras larga resistencia vino a sucumbir ante la lengua vulgar4. La primera muestra de poesía macarrónica canónica corresponde a la Macaronea del paduano de adopción Tifi Odasi, poema en setecientos hexámetros de carácter caricaturesco publicado en torno a 1490. Pero la historia de tal género queda indisolublemente unida a la figura del monje benedictino Teófilo Folengo (1491-1544) que, bajo la personalidad ficticia de Merlinus Cocaius, publicó en 1517 sus Maccheronee, magna obra que el autor vendría a amplificar y pulir durante el resto de su vida5.
U. E. Paoli6 ha señalado las analogías existentes entre el latinus grossus y el macarroneo sometiendo a examen un verso de la Macaronea de Tifi Odasi:
Amazat gentes, facit tremare pilastros (v. 666).
El análisis del hexámetro lleva a la constatación de una serie de errores gramaticales respecto a la norma del latín clásico y a la evidencia de que estos errores consisten en analogías inadmisibles con la lengua vulgar. Así, podemos hablar de analogías de calco, en las que una construcción sintáctica vulgar es traducida literalmente al latín, como es el caso de facit tremare, trasunto evidente de far tremare (“hacer temblar”), allí donde la norma clásica exigiría la presencia de verbo efficio más oración de ut en subjuntivo; de analogías de morfología, como cuando el verbo vulgar tremare suplanta al latino tremere, del que deriva morfológicamente; y finalmente, de analogías de léxico, donde el desconocimiento del léxico latino pertinente (antae, pila) fuerza al empleo de la palabra vulgar semánticamente equivalente y superficialmente latinizada mediante una desinencia, que aumenta su efecto cómico si resulta no ser la correcta, como es el caso, ya que nos encontramos un acusativo plural masculino donde esperaríamos uno neutro si la palabra pilastro hubiera sido latinizada con el sufijo –trum o –strum, como sería de esperar.
El largo camino que va de la forma clásica efficit ut ipsae antae tremant propuesta por Paoli al chirriante facit tremare pilastros es el que recorre el latinus grossus con la naturalidad propia de la ignorancia, la cual resulta del todo ajena al juego literario humanista que entendemos como poesía macarrónica, que, ciertamente, también “hace temblar las columnas”, pero que no sería lo que es si no fuera un terremoto voluntario7.
Imagen: busto de mármol de Teófilo Folengo
1 Cf. I. PACCAGNELLA, Le macaronee padovane. Tradizione e lingua, Antenore, Padova 1979 (“Medioevo e Umanesimo”, 36) p. 12.
2 Un eminente sector de la crítica, encabezado por E. Bonora e I. Paccagnella sostiene que se trata de una parodia del latín de laboratorio humanista. Los escritores macarrónicos serían defensores del dialecto (E. G. Parodi y G. Contini) y el macarrónico expresión de la resistencia a la toscanización literaria (M. Pozzi) preconizada por Pietro Bembo. Para L. Lazzerini el macarroneo es una rebelión tanto a la norma latina como a la vulgar, mientras que para C. S. Goffis supone la elevación a dignidad literaria de una lengua hablada en cierto modo. Tendremos ocasión de desgranar todas estas teorías en el punto II “El lenguaje macarrónico” de la presente Introducción General.
3 En España recibía el nombre de latín genovisco o genovés (cf. R. MENÉNDEZ PIDAL, La lengua de Cristobal Colón, Austral, Buenos Aires, 1947, p. 14 citado por F. MÁRQUEZ VILLANUEVA, “Teófilo Folengo y Cervantes”, Fuentes literarias cervantinas, Gredos, Madrid, 1973, p. 262). Señala Michel Jeanneret que la fórmula ‘latín de cocina’ surge en el fragor del debate que se dio en el Renacimiento entre los defensores del latín evolucionado e incluso degradado y los puristas ciceronianos. Lorenzo Valla, gran defensor de la corrección clásica, descalificó al menos purista Le Pogge comparando su latín con el de su propio cocinero. De ahí en adelante, la comparación humillante creada por Valla sirvió de arma ofensiva para tachar el mal latín que pululaba. Desde Plauto, el cocinero ocupaba el rango más bajo en la escala doméstica, y éste se convirtió en emblema contra la barbarolexis de los ignorantes. “La cocina, a los ojos de los maestros de estilo, es un lugar donde la lengua se extravía, donde el espíritu, sometido a los caprichos del vientre, olvida los principios de la filología. Entre las marmitas, como en la mesa, el discurso se desvía, escapa a las limitaciones impuestas por la escuela y se deja contaminar por las jergas populares” (cf. M. JEANNERET, “Latin de cuisine et poésie macaronique”, Des mets et des mots. Banquets et propos de table à la Renaissance, Corti, Paris 1987, pp. 192-193).
4 Cf. L. LAZZERINI, “Aux origines du macaronique”, Revue des langues romanes, LXXXVI (1982), p.11.
5 La obra de Folengo conoció cuatro redacciones (cf. T. FOLENGO, Macaronee minori. Zanitonella –Moscheide –Epigrammi, ed. de M. ZAGGIA, Einaudi, Torino 1987, p. XIV): la primera redacción, llamada Paganini (en abreviatura red. P) data de 1517, la segunda, la redacción Toscolanense (T) fechada en 1521, supone una gran ampliación de la red. P; la red. Cipadense (red. C) (1535 circa) supone una profunda reelaboración estructural y lingüística de la T; la última, la Vigaso Cocaio (ed. V) tiene carácter póstumo (1552) y supone una revisión parcial de la C. La crítica italiana de este siglo ha centrado su atención sobre la red. V, en detrimento crítico y editorial de las demás (cf. G. BERNARDI PERINI, “Folengo edito e inedito. Situazione e prospettive”, E. BONORA – M. CHIESA (edd.), Cultura letteraria e tradizione popolare in Teofilo Folengo. Atti del Convegno di studi promosso dall´Accademia Virgiliana e dal Comitato Mantova – Padania ´77. Mantova 15-16-17 ottobre 1977, Feltrinelli, Milano 1979, p. 77 (a partir de ahora Atti Convegno 1977 de acuerdo con M. ZAGGIA, Schedario Folenghiano dal 1977 al 1993, Olschki, Firenze, 1994, p.10). Las citas de la obra folengiana en la bibliografía italiana deben entenderse hechas, salvo que se indique lo contrario, sobre la ed. de A. Luzio (T. FOLENGO, Le maccheronee, Bari, 1927-19282, dos volúmenes), única edición completa existente de la ed. V (cf. T. FOLENGO, Macaronee minori..., pp. XXII y 595).
6 Cf. U. E. PAOLI, Il latino maccheronico, Firenze 1959 (Bibliotechina del Saggiatore, 13) pp. 6ss y A. TORRES-ALCALÁ, “Verbi gratia”: los escritores macarrónicos de España, Porrúa Turanzas, Madrid 1984, p. 18.
7 Este carácter de “error” voluntario queda definitivamente subrayado por el propio Odasi cuando en unos versos (39-40) expresa su actitud ante la influyente gramática de Prisciano y el carácter de su gramatica nova (Aspicies, lector, Prisciani vulnera mille/ gramaticamque novam quam nos docuere putane: “Vas a ver, lector, de Prisciano mil las heridas / y una gramática nueva que nos enseñaron las putas”).