Hete que viene entretanto, de bien confesarla Copino1,
Lena, y ve
su casa ya toda por alto de todo
techo
desembarazada, y tejas y vigas quitadas,
y por su
morada entera entrando Apolo miraba. 165
¡Ay, qué
dolor!, como la buena Lena ve tanta ruina,
"¡ah,
sinvergüenza! -grita-, tunante, qué bestia de tío!,
viérate
ahora mismito que te rompías la crisma,
¿qué
haces, poltrón?, ¿qué diablo tienes dentro del cuerpo?
¡Oh, Dios!,
mira con qué marido Lena casose! 170
¿Por qué
mejor no me han casado con un dïablazo?
Maldito sea
el día aquel en que Agnese, mi madre,
me dijo: "A
Zambello, Lena, tú tomarás por marido."
¿Qué?,
¿sigues aún?, ¡estate quieto, ribaldo!
¿No cejas
en destecharme la casa?, ¡ay, pobrecita 175
de mí,
desciende rápidamente, baja, gallofo!".
Zambello se
siente entonces de gran temor poseído,
y ya
presenta su espalda a palos habituada.
En la
escalera, empero, mientras baja del techo,
así
suplicaba: "perdona, Lena, a tu marido". 180
La prisa por
cocinar los peces a esto llevome."
Mas ella,
furiosa, no oye del desgraciado razones,
y con todas
sus fuerzas a la escalera se tira,
de suerte
que bajó más rápido de lo querido,
y dura
culada dio en el suelo con la escalera. 185
"¡Ay
de mí! -grita-, ¡Dios mío, perdóname, cariñito!
Perdón, te
lo ruego; pégame, lo acepto de grado,
si alguna
vez más hago tales bobadas; ¡déjalo, basta!"
Mas ella
había saltado sobre el barrigón del marido,
al que pone
fino furiosa con golpes y con patadas. 190
allí acuden
vecinos, corren ante tal ruido,
y ven a
Zambello a merced de las coces de aquella diablesa.
No es,
empero, de sorprenderse; cosa no es nueva:
Lena a
menudo daba de palos al tonto marido;
¡cuántos
parejos se encuentran a este Zambello doquiera, 195
a los que
hombres no llamo yo, sino bueyes cebados!
Quieren
saber los paisanos la causa; Lena la cuenta.
Pero cuando
el asunto de la credencia Tognazzo
y el resto
de viejos de boca del propio Zambello supieron,
no sin
disgusto se compadecen del mal de su esposa, 200
y de
Chiarina el hurto lloró toda gente con seso.
Zambello, no
obstante, entre tanto no quedose parado;
apenas de
palos se hubo librado, que al punto los barbos
al fuego
cocina, come sus huevos, y todo lo limpia.
Hecho
aquesto, vase al campo a labrar sus judías. 205
A casa de
Lena, en cambio, Cíngar va a escondidas,
quien todo
había sabido por medio de varios espías,
y finge,
llorando, ser presa de un dolor insondable;
culpa a su
esposo Zambello, por ser tan carente de seso,
por no
tener, ni siquier con su edad crecida, buen juicio. 210
Lena,
llorando más fuerte, sus males mayúsculos cuenta,
que a casa
trajera una credencia en señal de la vaca,
y, (lo que
peor era) no sabía a quién se la diera.
"¡Mala
cosa! -dice Cíngar-, mas pierde cuidado,
Lena, la
vaca o la pasta espero que tengas en breve. 215
No te
faltaré; mirame; tu cabeza reposa
sobre mi
pecho; iré, y yo encontraré a Chiarina."
Dijera, y
mientras medita en alguna de sus viejas mañas,
rápido va,
y encuentra a Zambello arando los campos.
"¡oh,
pobrecito! -dice-, la has liado muy gorda. 220
Has perdido
el dinero; perdiste, loco, a Chiarina.
Inteligencia
no hay, ni prudencia, tonto, idiota,
no hay nada
en tu mollera; ¿cuándo tendrás, me pregunto,
algo de buen
sentido?, ¿cuándo veré que espabilas?
Cateto,
borrico, de tantas y tantas veces decirte 225
de qué
manera debes vivir estoy ya cansado.
Pero dime:
¿sabrías reconocer al tal hombre,
que hate
engañado con la credencia y cogiendo la vaca?"
Responde
Zambello: "sí, reconocer la vaca podría,
pues sobre
su cabeza lleva sus cuernos, y bellas 230
orejas, y
lleva consigo bajo su cuerpo sus tetas".
Y Cíngar:
"no digo eso, capullo; hablar ya debemos
con
propiedad; entiendo que sus cuernos y orejas
suyas, y
tetas lleva consigo bajo su cuerpo;
sino si al
comprador de la vaca, te digo, Chiarina, 235
reconocerlo
podrías, y con el dedo mostrarlo.
"¡Hum!
-Zambello dice-, Cíngar, yo no te había
aún
comprendido bien; al ladrón distinguirlo podría.
No tiene
cuernos en la cabeza, mas cuando camina
cojea, y
cuando te mira, revuelve los ojos, teniendo 240
su espalda,
igual que la de Tognazzo, un gran barrilete,
y el color
de su gorra es igual que la caca de un niño.
"Ahora
sé de quien hablas -responde Cíngar-, vayamos.
¡Cuerpo de
san Pedro2!
Devolverte la vaca
serale
preciso, o yo haré picadillo al ribaldo. 245
Deja la
azada, rápido; ven, la ciudad nos espera."
Así
hablando, comienza a correr, Zambello se arranca,
y mientras
lo sigue corriendo, algunos peos se tira,
pues de los
barbos los huevos le revuelven las tripas,
como si de
purgante siete dosis tomara. 250
Más rápido
Cíngar va, y corre por todo el barullo
de calles, y
cien callejones y avenidas recorre.
Ir quería a
las sinagogas de los judíos,
que a la
izquierda quedan de quien por la puerta penetra3,
pero aposta
giró a la derecha en una vereda, 255
y hacia
Santa Ágata4
encamina sus pasos.
donde va y
viene por todas sus cien callejuelas;
deja atrás
el convento de las hermanas Carrette7,
y por Breda
di mezzo ver San Marco desea,
do la
absolución también obtuvo Cíngar contrito.
Ya la
cagalera le entra a Zambello, ya empieza a peerse,
apenas se
aguanta, pero el avaro no quiere gastarse
la mercancía
o tirarla; y a la fuerza cerrado 265
mantiene el
agujero, aunque a veces al viento
siroco abre
vía con fuerza, y la tempestad le prosigue.
No párase
Cíngar, el templo de san Sebastián en su marcha
visita, y
atraviesa aquellos barrios fangosos
que
Cantarrana llaman, y luego al fin a la puerta 270
llegan la de
Tiresia, que de Cerese el vulgo
ignaro
llama, que para todos es aduana;
Zambello
pudo pasar libremente de la gabela,
porque lleva
el recibo de pago sellado al reverso10.
A cada paso
el bellaco hiede de ventosidades. 275
el puente
Arlotto13,
dejan atrás los hermanos del Carmen,
luego
vuelven sus pasos hacia las calles judías:
Así
consigue Cíngar dar un giro muy largo.
Zambello
llega a la postre delante de la sinagoga, 280
y allí, ya
no aguantando más, descarga su vientre;
luego
incorporándose, llama a Cíngar y grita:
"¿En
qué recipiente estas mierdas nos llevaremos?"
Y Cíngar:
"Primero veamos de recuperar la Chiarina,
luego
compramos un barrilete por tal menester. 285
Hete que en
medio de la canalla judaica llegamos,
tú
acuérdate de bien mirar los gualdos bonetes,
ve si
encontrar pudieras al ladrón de Chiarina,
pues la
firma que está escrita reza 'Sadocco'."
Tal dice, y
llega ante la tienda del tuerto nombrado.
290
"Aquí
-Zambello dice-, amigo Cíngar, ves?, hételo
aquí al
tuerto aquel que me compró la Chiarina;
él me dio
la credencia, e hízome el recibo."
Al punto en
la tienda se mete con cara de pocos amigos
Cíngar, y
saca un puñal que ceñido llevaba a un lado,
295
luego
levanta la diestra, la zurda agarrándole el cuello,
gritaba:
"¡Judío ladrón, judío desvergonzado!,
¿crees que
puedes así engañar a buenos cristianos?
¿Este pobre
hombre te ha vendido una vaca,
y tú le das
señal de madera y peces malditos, 300
que casi le
provocaron que echara fuera las tripas?
¿Quiere
algo como señal por caución de la vaca,
digo, como
señal de la venta; tú armario de leño
le pagas, y
con el engaño ganas la vaca y ternero?
Devuélvesela
en el acto; si no, te corto el pescuezo."
305
Un miedo tan
grande a tal judío entonces le embarga,
que no
acierta a hablar ni a contestar las mentiras.
Cíngar
tregua no da; más le acusa, en cambio, y le grita,
le monta una
bronca, y hace allí acudir a la gente.
La causa
preguntan de la pelea; da todo lo falso 310
Cíngar por
verdadero; venció la facundia a lo justo,
cede el
derecho a la lengua; gana la parte parlera.
Cuando
Sadocco un poco recobra la compostura,
grita al fin
así: "¡No sé de lo que me hablas!
Tú me
vendiste la vaca; no ha sido este labriego, 315
y
desembolsamos ocho florines renanos de oro".
"¡No!
-Zambello exclama-, "¡no tal!, ¡ah, tuerto maldito,
te reconozco
muy bien; tenías la misma cadera
mal hecha,
los mismos ojos, y misma joroba tenías.
Mira el
recibo que lo demuestra; derecho a negarlo 320
no puedes
pedir: es prueba en contra tu cédula misma.
Incluso el
carpintero, que te fabricó la credencia
de la
madera, serame testigo; así, que lo llamen."
Cíngar lo
llama; viniendo estaba a tal baraúnda:
"¡Eh,
carpintero!, sé testigo, ¿quién fue de aquestos
325
a quien
vendiste tú la credencia?¿no fue el gallofero
este tuerto?
Di la verdad; no fue el granuja
este cojo?
Di la verdad; no fue el diablo
este de la
joroba? Di la verdad; ¿no?¿qué dices?"
Y el
carpintero: "es así; ¿quiere acaso negarlo? 326
¡oh, Dios,
de los tuertos, cojos y jorobados guardaos!"
Responde
Cíngar: "Has la verdad expresado, maestro;
en jorobados
no fíes; menos, creedme, en los cojos;
si un tuerto
es bueno he de contarlo entre los milagros."
Entonces
congrega el judío a toda la sinagoga, 335
como cuando
abren el Arca de la Alianza.
Barbotan:
"an áh ay mén e héy" y barullo se montan14,
igual que
por degollar una oca invocando al Mesías.
Mas harto
pudieron entonces refunfuñar los bribones,
de la
sinagoga al rabino, y de la ley al maestro 340
pedir
consejo: de nada le sirve la circuncisa
banda15
a los pillos, y poco le vale su Cábala al tuerto,
quien, por
la evidencia escrita y fieros gritos de Cíngar,
y tantos
testigos, de nuevo precisa desembolsarse
ocho
ducados, o a aquéllos devolverles la vaca. 345
La vaca es
restituida a Zambello, y Cíngar obtiene
no sé
cuántos grossi16,
como merece su esfuerzo.
____________________________________________________
1Sobre
tal personaje véase más adelante vv. 523-628.
2Ad
corpus sancti Petri, tibi reddere vaccam. Chiesa la señala como
expresión blasfema.
3Se
trata de la Porta di san Giorgio en Mantua. Faccioli en su
edición describe el largo rodeo que el pícaro Cíngar obliga a dar
al ignorante Zambello.
4Et
versus Divam flectit vestigia Gadam. La iglesia de Santa Ágata
que se hallaba a mano derecha de quien entraba por la Puerta San
Giorgio (Chiesa).
5Véase
III, 285
6Véase
III, 204
7Inde
Carettarum freghezzat claustra sorarum. Se trata del convento de
San Giovanni delle Carrette (Chiesa).
8v.
IV, 114
9v.
2, 408
10Signatam
quoniam portat deretro bolettam. Imagen escatológica, como
explica Faccioli. La gente al pasar por la puerta susodicha debía
para una gabela o impuesto sobre las mercancías que transportaran,
y recibían un recibo (boletta). La mercancía de Zambello,
al menos así lo es para él, la lleva en las tripas, y el recibo de
pago (su ropa interior) ya está sellado por los palominos que
acompañan sus ventosidades crecientes.
11v.
II, 408
12v.
II, 409
13v.
III, 278
14Barbottant
"an ah ay men e hey" faciuntque tumultum. Chiesa
recuerda la glosa de falsa autoridad correspondiente de la red.
Toscolanense al verso en cuestión (T VI 308): Zucconus,
gramaticus hebreus, haec verba plenissime interpretavit. Indico
en mi traducción los ictus correspondientes al hexámetro
original.
15Circumcisa...becca.
Ésta era una banda de seda que llevaban los eclesiásticos,
magistrados y doctores universitarios, como recuerdan Chiesa y
Faccioli que glosaba Folengo en T XII 226: 'Becca' est banda
doctorum, quae ferunt in humeris. Es circuncisa porque pertenece
a los rabinos.
16Nescio
quot grossos, sua sic meritante fadiga. Moneda de plata
corriente desde el siglo XIII, de peso y valor variables (Chiesa).