sábado, 23 de febrero de 2019

FRAGMENTOS DE MI TRADUCCIÓN DE "BALDO" (1552): De cómo Cíngar devuelve con ganancias la vaca Chiarina a Zambello después de habérsela quitado (8, 162-347)




Hete que viene entretanto, de bien confesarla Copino1,
Lena, y ve su casa ya toda por alto de todo
techo desembarazada, y tejas y vigas quitadas,
y por su morada entera entrando Apolo miraba.                     165
¡Ay, qué dolor!, como la buena Lena ve tanta ruina,
"¡ah, sinvergüenza! -grita-, tunante, qué bestia de tío!,
viérate ahora mismito que te rompías la crisma,
¿qué haces, poltrón?, ¿qué diablo tienes dentro del cuerpo?
¡Oh, Dios!, mira con qué marido Lena casose!                       170
¿Por qué mejor no me han casado con un dïablazo?
Maldito sea el día aquel en que Agnese, mi madre,
me dijo: "A Zambello, Lena, tú tomarás por marido."
¿Qué?, ¿sigues aún?, ¡estate quieto, ribaldo!
¿No cejas en destecharme la casa?, ¡ay, pobrecita                175
de mí, desciende rápidamente, baja, gallofo!".
Zambello se siente entonces de gran temor poseído,
y ya presenta su espalda a palos habituada.
En la escalera, empero, mientras baja del techo,
así suplicaba: "perdona, Lena, a tu marido".                        180
La prisa por cocinar los peces a esto llevome."
Mas ella, furiosa, no oye del desgraciado razones,
y con todas sus fuerzas a la escalera se tira,
de suerte que bajó más rápido de lo querido,
y dura culada dio en el suelo con la escalera.                       185
"¡Ay de mí! -grita-, ¡Dios mío, perdóname, cariñito!
Perdón, te lo ruego; pégame, lo acepto de grado,
si alguna vez más hago tales bobadas; ¡déjalo, basta!"
Mas ella había saltado sobre el barrigón del marido,
al que pone fino furiosa con golpes y con patadas.               190
allí acuden vecinos, corren ante tal ruido,
y ven a Zambello a merced de las coces de aquella diablesa.
No es, empero, de sorprenderse; cosa no es nueva:
Lena a menudo daba de palos al tonto marido;
¡cuántos parejos se encuentran a este Zambello doquiera,   195
a los que hombres no llamo yo, sino bueyes cebados!
Quieren saber los paisanos la causa; Lena la cuenta.
Pero cuando el asunto de la credencia Tognazzo
y el resto de viejos de boca del propio Zambello supieron,
no sin disgusto se compadecen del mal de su esposa,         200
y de Chiarina el hurto lloró toda gente con seso.
Zambello, no obstante, entre tanto no quedose parado;
apenas de palos se hubo librado, que al punto los barbos
al fuego cocina, come sus huevos, y todo lo limpia.
Hecho aquesto, vase al campo a labrar sus judías.             205
A casa de Lena, en cambio, Cíngar va a escondidas,
quien todo había sabido por medio de varios espías,
y finge, llorando, ser presa de un dolor insondable;
culpa a su esposo Zambello, por ser tan carente de seso,
por no tener, ni siquier con su edad crecida, buen juicio.    210
Lena, llorando más fuerte, sus males mayúsculos cuenta,
que a casa trajera una credencia en señal de la vaca,
y, (lo que peor era) no sabía a quién se la diera.
"¡Mala cosa! -dice Cíngar-, mas pierde cuidado,
Lena, la vaca o la pasta espero que tengas en breve.        215
No te faltaré; mirame; tu cabeza reposa
sobre mi pecho; iré, y yo encontraré a Chiarina."
Dijera, y mientras medita en alguna de sus viejas mañas,
rápido va, y encuentra a Zambello arando los campos.
"¡oh, pobrecito! -dice-, la has liado muy gorda.                220
Has perdido el dinero; perdiste, loco, a Chiarina.
Inteligencia no hay, ni prudencia, tonto, idiota,
no hay nada en tu mollera; ¿cuándo tendrás, me pregunto,
algo de buen sentido?, ¿cuándo veré que espabilas?
Cateto, borrico, de tantas y tantas veces decirte              225
de qué manera debes vivir estoy ya cansado.
Pero dime: ¿sabrías reconocer al tal hombre,
que hate engañado con la credencia y cogiendo la vaca?"
Responde Zambello: "sí, reconocer la vaca podría,
pues sobre su cabeza lleva sus cuernos, y bellas             230
orejas, y lleva consigo bajo su cuerpo sus tetas".
Y Cíngar: "no digo eso, capullo; hablar ya debemos
con propiedad; entiendo que sus cuernos y orejas
suyas, y tetas lleva consigo bajo su cuerpo;
sino si al comprador de la vaca, te digo, Chiarina,           235
reconocerlo podrías, y con el dedo mostrarlo.
"¡Hum! -Zambello dice-, Cíngar, yo no te había
aún comprendido bien; al ladrón distinguirlo podría.
No tiene cuernos en la cabeza, mas cuando camina
cojea, y cuando te mira, revuelve los ojos, teniendo       240
su espalda, igual que la de Tognazzo, un gran barrilete,
y el color de su gorra es igual que la caca de un niño.
"Ahora sé de quien hablas -responde Cíngar-, vayamos.
¡Cuerpo de san Pedro2! Devolverte la vaca
serale preciso, o yo haré picadillo al ribaldo.                  245
Deja la azada, rápido; ven, la ciudad nos espera."
Así hablando, comienza a correr, Zambello se arranca,
y mientras lo sigue corriendo, algunos peos se tira,
pues de los barbos los huevos le revuelven las tripas,
como si de purgante siete dosis tomara.                       250
Más rápido Cíngar va, y corre por todo el barullo
de calles, y cien callejones y avenidas recorre.
Ir quería a las sinagogas de los judíos,
que a la izquierda quedan de quien por la puerta penetra3,
pero aposta giró a la derecha en una vereda,               255
y hacia Santa Ágata4 encamina sus pasos.
El hospital5 pasa luego y la iglesia de san Leonardo6,
donde va y viene por todas sus cien callejuelas;
deja atrás el convento de las hermanas Carrette7,
luego san Francisco8, y la iglesia de Todos los Santos9, 260
y por Breda di mezzo ver San Marco desea,
do la absolución también obtuvo Cíngar contrito.
Ya la cagalera le entra a Zambello, ya empieza a peerse,
apenas se aguanta, pero el avaro no quiere gastarse
la mercancía o tirarla; y a la fuerza cerrado                 265
mantiene el agujero, aunque a veces al viento
siroco abre vía con fuerza, y la tempestad le prosigue.
No párase Cíngar, el templo de san Sebastián en su marcha
visita, y atraviesa aquellos barrios fangosos
que Cantarrana llaman, y luego al fin a la puerta         270
llegan la de Tiresia, que de Cerese el vulgo
ignaro llama, que para todos es aduana;
Zambello pudo pasar libremente de la gabela,
porque lleva el recibo de pago sellado al reverso10.
A cada paso el bellaco hiede de ventosidades.            275
Pasan el barrio de Fiera11, llegan al fin a la Smorbia12,
el puente Arlotto13, dejan atrás los hermanos del Carmen,
luego vuelven sus pasos hacia las calles judías:
Así consigue Cíngar dar un giro muy largo.
Zambello llega a la postre delante de la sinagoga,     280
y allí, ya no aguantando más, descarga su vientre;
luego incorporándose, llama a Cíngar y grita:
"¿En qué recipiente estas mierdas nos llevaremos?"
Y Cíngar: "Primero veamos de recuperar la Chiarina,
luego compramos un barrilete por tal menester.       285
Hete que en medio de la canalla judaica llegamos,
tú acuérdate de bien mirar los gualdos bonetes,
ve si encontrar pudieras al ladrón de Chiarina,
pues la firma que está escrita reza 'Sadocco'."
Tal dice, y llega ante la tienda del tuerto nombrado. 290
"Aquí -Zambello dice-, amigo Cíngar, ves?, hételo
aquí al tuerto aquel que me compró la Chiarina;
él me dio la credencia, e hízome el recibo."
Al punto en la tienda se mete con cara de pocos amigos
Cíngar, y saca un puñal que ceñido llevaba a un lado, 295
luego levanta la diestra, la zurda agarrándole el cuello,
gritaba: "¡Judío ladrón, judío desvergonzado!,
¿crees que puedes así engañar a buenos cristianos?
¿Este pobre hombre te ha vendido una vaca,
y tú le das señal de madera y peces malditos,           300
que casi le provocaron que echara fuera las tripas?
¿Quiere algo como señal por caución de la vaca,
digo, como señal de la venta; tú armario de leño
le pagas, y con el engaño ganas la vaca y ternero?
Devuélvesela en el acto; si no, te corto el pescuezo." 305
Un miedo tan grande a tal judío entonces le embarga,
que no acierta a hablar ni a contestar las mentiras.
Cíngar tregua no da; más le acusa, en cambio, y le grita,
le monta una bronca, y hace allí acudir a la gente.
La causa preguntan de la pelea; da todo lo falso       310
Cíngar por verdadero; venció la facundia a lo justo,
cede el derecho a la lengua; gana la parte parlera.
Cuando Sadocco un poco recobra la compostura,
grita al fin así: "¡No sé de lo que me hablas!
Tú me vendiste la vaca; no ha sido este labriego,     315
y desembolsamos ocho florines renanos de oro".
"¡No! -Zambello exclama-, "¡no tal!, ¡ah, tuerto maldito,
te reconozco muy bien; tenías la misma cadera
mal hecha, los mismos ojos, y misma joroba tenías.
Mira el recibo que lo demuestra; derecho a negarlo  320
no puedes pedir: es prueba en contra tu cédula misma.
Incluso el carpintero, que te fabricó la credencia
de la madera, serame testigo; así, que lo llamen."
Cíngar lo llama; viniendo estaba a tal baraúnda:
"¡Eh, carpintero!, sé testigo, ¿quién fue de aquestos 325
a quien vendiste tú la credencia?¿no fue el gallofero
este tuerto? Di la verdad; no fue el granuja
este cojo? Di la verdad; no fue el diablo
este de la joroba? Di la verdad; ¿no?¿qué dices?"
Y el carpintero: "es así; ¿quiere acaso negarlo?        326
¡oh, Dios, de los tuertos, cojos y jorobados guardaos!"
Responde Cíngar: "Has la verdad expresado, maestro;
en jorobados no fíes; menos, creedme, en los cojos;
si un tuerto es bueno he de contarlo entre los milagros."
Entonces congrega el judío a toda la sinagoga,        335
como cuando abren el Arca de la Alianza.
Barbotan: "an áh ay mén e héy" y barullo se montan14,
igual que por degollar una oca invocando al Mesías.
Mas harto pudieron entonces refunfuñar los bribones,
de la sinagoga al rabino, y de la ley al maestro       340
pedir consejo: de nada le sirve la circuncisa
banda15 a los pillos, y poco le vale su Cábala al tuerto,
quien, por la evidencia escrita y fieros gritos de Cíngar,
y tantos testigos, de nuevo precisa desembolsarse
ocho ducados, o a aquéllos devolverles la vaca.      345
La vaca es restituida a Zambello, y Cíngar obtiene
no sé cuántos grossi16, como merece su esfuerzo.





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1Sobre tal personaje véase más adelante vv. 523-628.
2Ad corpus sancti Petri, tibi reddere vaccam. Chiesa la señala como expresión blasfema.
3Se trata de la Porta di san Giorgio en Mantua. Faccioli en su edición describe el largo rodeo que el pícaro Cíngar obliga a dar al ignorante Zambello.
4Et versus Divam flectit vestigia Gadam. La iglesia de Santa Ágata que se hallaba a mano derecha de quien entraba por la Puerta San Giorgio (Chiesa).
5Véase III, 285
6Véase III, 204
7Inde Carettarum freghezzat claustra sorarum. Se trata del convento de San Giovanni delle Carrette (Chiesa).
8v. IV, 114
9v. 2, 408
10Signatam quoniam portat deretro bolettam. Imagen escatológica, como explica Faccioli. La gente al pasar por la puerta susodicha debía para una gabela o impuesto sobre las mercancías que transportaran, y recibían un recibo (boletta). La mercancía de Zambello, al menos así lo es para él, la lleva en las tripas, y el recibo de pago (su ropa interior) ya está sellado por los palominos que acompañan sus ventosidades crecientes.
11v. II, 408
12v. II, 409
13v. III, 278
14Barbottant "an ah ay men e hey" faciuntque tumultum. Chiesa recuerda la glosa de falsa autoridad correspondiente de la red. Toscolanense al verso en cuestión (T VI 308): Zucconus, gramaticus hebreus, haec verba plenissime interpretavit. Indico en mi traducción los ictus correspondientes al hexámetro original.
15Circumcisa...becca. Ésta era una banda de seda que llevaban los eclesiásticos, magistrados y doctores universitarios, como recuerdan Chiesa y Faccioli que glosaba Folengo en T XII 226: 'Becca' est banda doctorum, quae ferunt in humeris. Es circuncisa porque pertenece a los rabinos.
16Nescio quot grossos, sua sic meritante fadiga. Moneda de plata corriente desde el siglo XIII, de peso y valor variables (Chiesa).

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