Con solimán abundoso
barnizan sus pecas negruzcas,
lustran con albayalde
sus jetas sin diente mugrientas,
y salseretas para los
labios gastan sus dedos, 270
y sus manos calloncas
(místerios lindos de Príapo
tratan) adoban de jabón
con enorme refriego.
Ornadas de tales dijes
(junto con el Diablo
y el gordo hijo de
Venus) piadosos templos buscaban,
solaz de silencio
apacible, sin que truene un estruendo, 275
sino tan sólo sonaba
de dulce cantar melodía.
Sin tardanza, el
maldito rapaz tapando sus dardos
bajo el aspecto fingido
de un chupaampolletas monago,
entró de presto al
coro, a todos los examina,
y ve que tratábase de
piadosos devotos cantantes. 280
Solamente Fernando
junto con Badilonio
no canta, sino que
ronca a lo bestia, turbando los cantos.
A éstos aborda en el
acto, y también incitó de esta guisa:
“¡Ea, señores!
dormir apetece, dormid, pero aqueste
lugar es hostil al
sueño, de la quietud enemiga 285
tal grita, y las voces
profundas son; si estirar vuestras piernas
en sitio más adecuado
queréis, quizás unas chicas
273
dix, digi,...
281
Fernán Pérez y Antonio González, canónicos1
282
Empedernidos jugadores de dados, no habían dormido la noche
anterior.
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1 Montero
y Solís pudieron comprobar en el Archivo de la Catedral de Sevilla
la autenticidad de estos dos canónigos, así como la del
racionario Armijio, de nombre Cristóbal, quienes en el cuerpo del
poema serán aludidos con apodos o sólo el nombre propio (Ib.
pp. 652-653).
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