sábado, 26 de noviembre de 2011

DEFINICIÓN HISTÓRICO-LINGÜÍSTICA DE LA POESÍA MACARRÓNICA


Ofrezco en ésta, y en entradas sucesivas, una definición más completa del fenómeno literario macarrónico, desde diversos puntos de vista.
La poesía macarrónica o macarronea es un tipo de composición que emplea la métrica cuantitativa latina –fundamentalmente el hexámetro- y que está escrita en un lenguaje intencionadamente híbrido fruto de la fusión del latín con otras lenguas, romances o no, en un código lingüístico –el macarroneo o macarrónico- pretendidamente homogéneo que integra palabras latinas junto a otras de una lengua vulgar con terminación latina.

Como fenómeno literario, aparece a finales del siglo XV en el norte de Italia, “dentro de una tradición de consumado experimentalismo lingüístico con epicentro en Padua”1, obra de humanistas empeñados en una parodia2 del latín incorrecto y corrompido por la lengua vulgar conocido como latinus grossus, Küchenlatein (“latín de cocina”) o Kirchenlatein (“latín de iglesia”)3, que constituía un sermo communis medieval de uso cotidiano en la escuela, los tribunales, y actos públicos, lengua de notarios y clérigos, revulsivo del latín humanista, y que sólo tras larga resistencia vino a sucumbir ante la lengua vulgar4. La primera muestra de poesía macarrónica canónica corresponde a la Macaronea del paduano de adopción Tifi Odasi, poema en setecientos hexámetros de carácter caricaturesco publicado en torno a 1490. Pero la historia de tal género queda indisolublemente unida a la figura del monje benedictino Teófilo Folengo (1491-1544) que, bajo la personalidad ficticia de Merlinus Cocaius, publicó en 1517 sus Maccheronee, magna obra que el autor vendría a amplificar y pulir durante el resto de su vida5.

U. E. Paoli6 ha señalado las analogías existentes entre el latinus grossus y el macarroneo sometiendo a examen un verso de la Macaronea de Tifi Odasi:

Amazat gentes, facit tremare pilastros (v. 666).

El análisis del hexámetro lleva a la constatación de una serie de errores gramaticales respecto a la norma del latín clásico y a la evidencia de que estos errores consisten en analogías inadmisibles con la lengua vulgar. Así, podemos hablar de analogías de calco, en las que una construcción sintáctica vulgar es traducida literalmente al latín, como es el caso de facit tremare, trasunto evidente de far tremare (“hacer temblar”), allí donde la norma clásica exigiría la presencia de verbo efficio más oración de ut en subjuntivo; de analogías de morfología, como cuando el verbo vulgar tremare suplanta al latino tremere, del que deriva morfológicamente; y finalmente, de analogías de léxico, donde el desconocimiento del léxico latino pertinente (antae, pila) fuerza al empleo de la palabra vulgar semánticamente equivalente y superficialmente latinizada mediante una desinencia, que aumenta su efecto cómico si resulta no ser la correcta, como es el caso, ya que nos encontramos un acusativo plural masculino donde esperaríamos uno neutro si la palabra pilastro hubiera sido latinizada con el sufijo –trum o –strum, como sería de esperar.

El largo camino que va de la forma clásica efficit ut ipsae antae tremant propuesta por Paoli al chirriante facit tremare pilastros es el que recorre el latinus grossus con la naturalidad propia de la ignorancia, la cual resulta del todo ajena al juego literario humanista que entendemos como poesía macarrónica, que, ciertamente, también “hace temblar las columnas”, pero que no sería lo que es si no fuera un terremoto voluntario7.



Imagen: busto de mármol de Teófilo Folengo




1 Cf. I. PACCAGNELLA, Le macaronee padovane. Tradizione e lingua, Antenore, Padova 1979 (“Medioevo e Umanesimo”, 36) p. 12.
2 Un eminente sector de la crítica, encabezado por E. Bonora e I. Paccagnella sostiene que se trata de una parodia del latín de laboratorio humanista. Los escritores macarrónicos serían defensores del dialecto (E. G. Parodi y G. Contini) y el macarrónico expresión de la resistencia a la toscanización literaria (M. Pozzi) preconizada por Pietro Bembo. Para L. Lazzerini el macarroneo es una rebelión tanto a la norma latina como a la vulgar, mientras que para C. S. Goffis supone la elevación a dignidad literaria de una lengua hablada en cierto modo. Tendremos ocasión de desgranar todas estas teorías en el punto II “El lenguaje macarrónico” de la presente Introducción General.
3 En España recibía el nombre de latín genovisco o genovés (cf. R. MENÉNDEZ PIDAL, La lengua de Cristobal Colón, Austral, Buenos Aires, 1947, p. 14 citado por F. MÁRQUEZ VILLANUEVA, “Teófilo Folengo y Cervantes”, Fuentes literarias cervantinas, Gredos, Madrid, 1973, p. 262). Señala Michel Jeanneret que la fórmula ‘latín de cocina’ surge en el fragor del debate que se dio en el Renacimiento entre los defensores del latín evolucionado e incluso degradado y los puristas ciceronianos. Lorenzo Valla, gran defensor de la corrección clásica, descalificó al menos purista Le Pogge comparando su latín con el de su propio cocinero. De ahí en adelante, la comparación humillante creada por Valla sirvió de arma ofensiva para tachar el mal latín que pululaba. Desde Plauto, el cocinero ocupaba el rango más bajo en la escala doméstica, y éste se convirtió en emblema contra la barbarolexis de los ignorantes. “La cocina, a los ojos de los maestros de estilo, es un lugar donde la lengua se extravía, donde el espíritu, sometido a los caprichos del vientre, olvida los principios de la filología. Entre las marmitas, como en la mesa, el discurso se desvía, escapa a las limitaciones impuestas por la escuela y se deja contaminar por las jergas populares” (cf. M. JEANNERET, “Latin de cuisine et poésie macaronique”, Des mets et des mots. Banquets et propos de table à la Renaissance, Corti, Paris 1987, pp. 192-193).
4 Cf. L. LAZZERINI, “Aux origines du macaronique”, Revue des langues romanes, LXXXVI (1982), p.11.
5 La obra de Folengo conoció cuatro redacciones (cf. T. FOLENGO, Macaronee minori. Zanitonella –Moscheide –Epigrammi, ed. de M. ZAGGIA, Einaudi, Torino 1987, p. XIV): la primera redacción, llamada Paganini (en abreviatura red. P) data de 1517, la segunda, la redacción Toscolanense (T) fechada en 1521, supone una gran ampliación de la red. P; la red. Cipadense (red. C) (1535 circa) supone una profunda reelaboración estructural y lingüística de la T; la última, la Vigaso Cocaio (ed. V) tiene carácter póstumo (1552) y supone una revisión parcial de la C. La crítica italiana de este siglo ha centrado su atención sobre la red. V, en detrimento crítico y editorial de las demás (cf. G. BERNARDI PERINI, “Folengo edito e inedito. Situazione e prospettive”, E. BONORA – M. CHIESA (edd.), Cultura letteraria e tradizione popolare in Teofilo Folengo. Atti del Convegno di studi promosso dall´Accademia Virgiliana e dal Comitato Mantova – Padania ´77. Mantova 15-16-17 ottobre 1977, Feltrinelli, Milano 1979, p. 77 (a partir de ahora Atti Convegno 1977 de acuerdo con M. ZAGGIA, Schedario Folenghiano dal 1977 al 1993, Olschki, Firenze, 1994, p.10). Las citas de la obra folengiana en la bibliografía italiana deben entenderse hechas, salvo que se indique lo contrario, sobre la ed. de A. Luzio (T. FOLENGO, Le maccheronee, Bari, 1927-19282, dos volúmenes), única edición completa existente de la ed. V (cf. T. FOLENGO, Macaronee minori..., pp. XXII y 595).
6 Cf. U. E. PAOLI, Il latino maccheronico, Firenze 1959 (Bibliotechina del Saggiatore, 13) pp. 6ss y A. TORRES-ALCALÁ, “Verbi gratia”: los escritores macarrónicos de España, Porrúa Turanzas, Madrid 1984, p. 18.
7 Este carácter de “error” voluntario queda definitivamente subrayado por el propio Odasi cuando en unos versos (39-40) expresa su actitud ante la influyente gramática de Prisciano y el carácter de su gramatica nova (Aspicies, lector, Prisciani vulnera mille/ gramaticamque novam quam nos docuere putane: “Vas a ver, lector, de Prisciano mil las heridas / y una gramática nueva que nos enseñaron las putas”).

sábado, 19 de noviembre de 2011

COMPARATIVA DE LAS GLOSAS MACARRÓNICAS DE F. PACHECO


He hojeado de nuevo el volumen facsímil de la redacción Toscolanense editado en 1994 por A. Nuovo, G. Bernardi y R. Signorini, verificando los tipos de glosas enumerados por E. Bonora, y he comprobado que existen otras de carácter enciclopédico-irónico similares a las empleadas por Pacheco, aunque en menor medida que las puramente lingüísticas, y las explicativas de la peculiar prosodia macarrónica. La elaborada fantasía editorial de Acquario Lodola, que habla en tercera persona ("poeta noster") del autor macarrónico, Merlinus Cocaius, en sus glosas está, evidentemente, ausente en la macarronea de Pacheco, aunque ese editor y glosador ficticio no deja de existir en la obra del clérigo jerezano, que se separa también del "poeta noster", como califica también al autor de la macarronea hispana; por más que algunas de las glosas pueda atribuirse a los sendos copistas de los mss. H y Z (quizás las que mencionan lecturas de otros mss, y otras de las que ya hablaré). Este hecho puede explicar la variada fortuna editorial de las glosas en los tres manuscritos conservados, que va desde la ausencia absoluta de éstas del manuscrito de la Bancroft Library (B), hasta la ausencia o presencia exclusiva de algunas en los otros mss., el H y el Z.

sábado, 12 de noviembre de 2011

NATURALEZA Y TIPOLOGÍA DE LAS GLOSAS MACARRÓNICAS FOLENGUIANAS


En la llamada redacción Toscolanense (1521) de las macarroneas de Merlinus Cocaius, pseudónimo recurrente de Teófilo Folengo pueden encontrarse argumentos a cada libro en forma de dísticos elegíacos macarrónicos, y un profuso cuerpo de glosas al texto, rasgo inconfundible de esta redacción, y que ha llamado notablemente la atención de la crítica folenguiana. Estas glosas, ya presentes in nuce en la red. Paganini (1517), aparecen en esta segunda, como indica Isella Brusamolino, estructuradas con autonomía de microtextos1.
La razón de tal estructuración nos la da Giuseppe Billanovich en su fundamental biografía sobre fray Teófilo2. Afirma Billanovich que el fuerte meollo clasicista que había dado la escuela al joven monje Folengo le llevó a disponer la edición de sus macarroneas punto por punto sobre los ejemplares canónicos de las ediciones de los clásicos:

Era ritual, al menos desde las ediciones realizadas por los gramáticos romanos del tardoimperio (los cuales, por otra parte, repetían los modelos de sus predecesores helenísticos), que toda edición de un clásico se iniciara con un proemio con el De vita et moribus del autor, que aportara delante de la obra el resumen general, y luego, en la medida correspondiente, un argumento de cada libro o canto, y que estuviera guarnecida en cada página de un archipiélago de escolios. La escuela medieval heredó ese modelo, y los literatos que inauguraron la historia de la literatura italiana lo consagraron y lo impusieron […] La escuela humanística mantuvo también estos usos de la escuela medieval de retórica […] Y Teófilo Folengo fue educado por los modelos que la escuela le mostró como venerables y por los textos clásicos que los libreros y las bibliotecas le dieron a respetar como disposiciones canónicas. Por eso, Merlín ordenó las Macarroneas de la edición Paganini según esos modelos, y en las tornas en que perfeccionó dicho texto para la edición Toscolana, empeñó toda su seriedad de retórico, aunque acompañándola constantemente con el contrapunto en falseto de sus efusiones burlescas, para completar y perfeccionar aquellas disposiciones3.

Ettore Bonora dedicaba un apartado de su clásica monografía sobre las macarroneas folenguianas al estudio de tales glosas explicativas. El crítico relaciona su desarrollo con la conciencia de las múltiples posibilidades del lenguaje macarrónico: "enriqueciendo mucho las notas marginales, Folengo no sólo ofrecía al lector el más precioso instrumento para la lectura no fácil de sus textos, sino que, haciéndose comentador de sí mismo, ponía más al descubierto las tendencias diversas, y, no obstante, convergentes de su vena de escritor: del juego intelectual e ingenioso a la intuición de un fondo expresivo más virginal y potente"4. A continuación establece Bonora una tipología: las glosas son, a veces, defensas –a la vez que explicación- del estilo, y, sobre todo, de sus licencias prosódicas5, o constituyen explicaciones de formaciones lingüísticas. Las glosas, sobre todo en este último tipo, se presentan como una prolongación de la comicidad del texto. Este rasgo se observa palmariamente en las que:
A) reconstruyen etimologías ficticias, como la de castigalatro "cáñamo" (cf. Baldus T IV 240: "canevazzus latine; castigalatro macaronice: ex ipso enim fiunt soghetti quibus ladri castigantur")6.
B) en las que presentan falsos reclamos a autoridades inventadas o clásicas, cristianas, árabes y humanistas (cf. Baldus T IV 229: "Nota, ut ait Servius, quod gens differt a brigata, nam gens intelligitur de maribus et foeminis simul, brigata vero tantum de masculis, quasi gens bragata, quae portat bragas. A in i vertitur, testatur etiam Diodorus"7)
C) y en las que acumulan sinónimos cómicamente transfigurados (cf. Baldus T IV 265: "reverentia latine; inchinus graece; cortesia caldee; bonavita hebraice; bombracton diabolice")8.
Tal aparato de glosas permitirá a Bonora descubrir en Folengo una vocación de filólogo9. Toda esta estructura heredada de la retórica medieval desaparecerá en las redacciones posteriores suprimida por el propio Folengo.
1 cf. S. Isella, ‘Superficie grafica e strati linguistici nel ‘Baldus’ del Folengo: un esempio’, en G. Bernardi – C. Marangoni (edd.), Teofilo Folengo nel quinto centenario della nascita (1491-1991). Atti del Convegno. Mantova-Brescia-Padova, 26-29 settembre 1991, (Firenze: Olschki, 1993) 195-203 (p. 196).
2 G. Billanovich, Tra don Teofilo Folengo e Merlin Cocaio (Napoli, 1948).
3 G. Billanovich, Tra don Teofilo, pp. 177-179. Folengo llega a inventar un ficticio descubridor y editor de las macarroneas de Merlín Cocayo, el herbolario Acquario Lodola, que realiza todas las funciones editoriales enumeradas por Billanovich (incluso un explícito De vita et moribus Merlini Cocaii en la red. T) (cf. J. M. Domínguez Leal, ‘La primera redacción de las Macarroneas de Teófilo Folengo’ en José María Maestre Maestre – Joaquín Pascual Barea – Luis Charlo Brea (eds.), Humanismo y pervivencia del mundo clásico. Homenaje al profesor Antonio Fontán, (Alcañiz – Madrid: Instituto de Estudios Humanísticos – Ed. Laberinto – CSIC, 2002), III.3, pp. 1023-1036. Sobre Lodola, su función, evolución y onomástica cf. el excelente y reciente artículo de G. Bernardi Perini, ‘Identikit di Acquario Lodola (a proposito di onomastica folenghiana)’, Studi in onore di Pier Vincenzo Mengaldo per i suoi settant’anni. A cura degli allievi padovani. Volume I (Firenze: Sismel – Edizioni del Galluzzo, 2007) 467-478.
4 Cf. E. Bonora, Le maccheronee di Teofilo Folengo (Venezia 1956), p. 48.
5 Ofrezco algunos ejemplos de la edición facsímil de la red. T citada en la nota 17. Nótese cómo la ficción editorial de Folengo le lleva a hablar en las glosas del poeta en tercera persona: mira descriptio insaniae amoris (f. 16r); mire amoris insaniam poeta noster in hoc libello demonstrat, nam etiam rudis homo Tonellus qui nuper tam sbotazzate loquebatur, nunc eleganter asistens amice profatur quia nouas amor instruit artes (f. 19r); carmen truncatum semper fac accentum in vltima sillaba (f. 24v); tenerime loquitur (f. 25v); pulchra biasmatio amoris (f. 25v); nodo habet primam ad placidum (f. 35r); supra macaronice habet vltimam ad placidum. Sic erga, intra, iuxta. (f. 37r) valde, aduerbia in e macaronice longa et breuia sunt (f. 38v); Manbriani trisillabum est hac figura sepe vtitur poeta (f. 44r).
6 En otras Folengo advierte sobre la entidad lingüística de algunos macarronismos: na, verbum (f. 29v); Dedentrum aduerbium est, sicut de foras, dacantum, dabanda, dapressum (f. 35v), o explica su significado: biganbes duas ganbas habentes (f. 30r)
7 Un tipo particular parece constituirlo aquel en que Folengo/Lodola recurre de manera vaga a los antiqui para justificar cómicamente sus macarronismos: fo fas fat, antiqui vtebantur, vt etiam tro tras trat (f. 17v); antiqui dicebant significagare, et alia plurima per significare (f. 28r)
8 cf..E. Bonora, Le maccheronee, pp. 48-53.
9 cf. E. Bonora, Retorica e invenzione (Milano: Rizzoli, 1970) p. 76. Lucia Lazzerini sitúa las glosas en una tradición escolar (cf. "Aux origines du macaronique", Revue des langues romanes, LXXXVI, 1982, p. 26), y señala que el uso de notarios y abogados de glosar con frases del vulgar las fórmulas de los documentos legales, que genera un uso burlesco, constituye el antecedente más remoto de las (pseudo)glosas de sermones y macarroneas (cf. Eadem, Il testo trasgressivo. Testi marginali, provocatorî, irregolari dal Medioevo al Cinquecento (Milano: Angeli, 1988) p. 121). Silvia Isella incide en sus implicaciones lingüísticas: "sea esa reflexión [de las glosas] auténtica o, la mayor parte de las veces, paródica, revela, en todo caso, una conciencia muy sensible a las contraposiciones más "fuertes" de códigos lingüísticos diversos, e incluso a oposiciones más difuminadas, pero no menos significativas en el orden de la fonética y el léxico. [...] Se dan casos de oposiciones lexicales (tomadas de campos lingüísticos contiguos, dialectales principalmente, pero disimulados bajo nombres de lenguas 'otras') del tipo: 1) brenta chaldaice, zerla hebraice, mastellus arabice, soium latine; 2) truffare: decipere. Soiare, calefare, trepare, berteggiare, bertonare, tosare; 3) tortelli graece, casoncelli latine, rafiol hebraice -donde el juego sinonímico es una suerte de catálogo de 'possibilia' dentro de los que Folengo realiza su elección, a menudo exclusiva, y otras veces variable de zona a zona del texto. Y se dan, en cuanto a las oposiciones fonéticas, casos del tipo: lasenam mantuanice, sieam bressanice (variantes diatópicas del lat. AXILLA dentro del código dialecto) o la que opone el toscano al lat. y / o dialecto: chetus florentine quietus, giuro scribitur toscaniter, zuro macaroniter, iuro latiniter; megium toscaniter, medium latine; primaias Florentini dicunt primas sicut et denaium, notaium, rasoium; fonzus macaronice, fungus latine; giusum, zosum, deorsum sintéticamente alineados en su triple oposición" (cf. ‘Superficie grafica’, p. 196).



Imagen: ilustración de la redacción Toscolanense.

sábado, 5 de noviembre de 2011

LAS GLOSAS DE LA MACARRONEA DE PACHECHO

Tras haber realizado la recensio y collatio de los tres manuscritos hasta ahora conocidos (no hay que descartar que, dada la amplia difusión manuscrita que atestigua la contaminatio entre mss., haya otros aún por descubrir), la edición crítica y traducción, y el amplio glosario de macarronismos del poema, me queda por ultimar la realización del aparato de fuentes, y estoy enfrascado ahora en la redacción del estudio introductorio. He escrito el apartado corrrespondiente a biografía, y obra del autor, y estructura de la macarronea, y ahora estoy redactando el estudio lingüístico-métrico. Trabajo ahora sobre el profuso corpus de glosas de dos de los mss. En el artículo que publiqué en Calamus renascens 8, ya traté sobre ellas, señalando la influencia folenguiana en su concepción y redacción. Estimo ahora que habría que ampliar la tipología de glosas señalada en su día por Ettore Bonora, tras clasificar las de Pacheco, y procuro ahora distinguir las que pertenencen a uno y otro mss. para señalar las de dudosa atribución.

viernes, 4 de noviembre de 2011

LA MACARRONEA DE FRANCISCO PACHECHO

En julio de este año recibí por fin la copia del manuscrito de la macarronea de Francisco Pacheco (1565) que había descubierto yo en febrero que existía en la biblioteca de la Hispanic Society of América, desconocido, al parecer, hasta el momento para los estudiosos, aunque figura en el Iter italicum (Montero y Solís dieron noticias, a su vez, en 2005 de la existencia de un segundo ms., el de la biblioteca Zabálburu de Madrid). Este manuscrito ha dado un verdadero vuelco a mi edición, pues resulta, en mi opinión, el más correcto, y próximo al arquetipo. Resulta, pues, evidente que la obra de Pacheco (632 versos, la más extensa de las macarroneas españolas) conoció una amplia difusión manuscrita, de lo que da testimonio la evidente contaminación que practican los copistas, sobre todo el del segundo ms., aunque también en menor medida el de la biblioteca de Nueva York, quienes debieron tener a la vista más de una copia de dicho poema.

QUADERNI FOLENGHIANI

Recibí en marzo pasado el último número doble de la revista italiana Quaderni Folenghiani, que ha tenido a bien publicar otro artículo mío (ya publiqué uno en su cuarto número) sobre la influencia de Merlín Cocayo, "el Virgilio macarrónico" (que sólo cede en importancia en su época a Ariosto), en España. Su director, el profesor Giorgio Bernardi Perini, me ha ofrecido incluirme en el Comité Científico de la revista, especializada en la poesía macarrónica, y he aceptado gustoso. Ya me gustaría tener más tiempo para dedicarlo a este improbus labor sobre un campo aún en gran parte virgen.

DESCUBRIMIENTO DE UN MANUSCRITO

Tuve un ataque de risa nerviosa en febrero de este año. Le contaba a mi mujer que el trabajo de preparación de mi tesis doctoral para su publicación se me está eternizando. Tuve conocimiento hace unos años de dos poemas macarrónicos del siglo XVI que no publiqué en mi tesis, uno de ellos particularmente extenso. He terminado la edición crítica de este último basándome en el estudio de los dos manuscritos conocidos, su traducción métrica, y me enfrascaba en la redacción del glosario de palabras macarrónicas, con su escansión, acepciones y comentario, y en el estudio lingüístico-métrico-literario de los susodichos poemas, sobre los que he publicado y publicaré sendos artículos recientemente. Yo no trabajo en la Universidad, y le decía, pues, a mi mujer que yo no puedo dedicarle mucho tiempo a investigar, como pueden hacer allí. Consagro a esta especie de vicio psicótico-obsesivo, que no me reporta ningún beneficio material, una parte de la mañana de los sábados (y las de los días de vacaciones), y el trabajo avanza con lentitud, pero con constancia.
Hete aquí que trabajaba sobre una palabra macarrónica, un evidente italianismo, que creía (creo) proveniente de la obra de la máxima figura de este subgénero poético, el mantuano Merlín Cocayo. No encontré nada en los léxicos de las ediciones italianas, ni en mi memoria de lectura, así que decidí escribir el sintagma en google, a ver si sonaba su flauta (que nunca se sabe), y va el omnisciente buscador y me envía a Google libros, donde se reproducen parcialmente obras a la venta, y allí aparecía la página de un volumen desemparejado y en venta de un monumental catálogo de manuscritos de bibliotecas de todo el mundo. Sí, aparecía el sintagma buscado, pero citado como inicio de un manuscrito del que no tenía noticias. Este catálogo había sido manejado por los investigadores anteriores a mí que habían dado noticia del poema, pero no este volumen precisamente. No daba crédito a mis ojos. Pero no se trataba de ninguno de los dos manuscritos ya conocidos. Empecé entonces a reírme, y mi mujer me preguntó qué me pasaba.
-"He encontrado otro manuscrito; esto va a ser el cuento de nunca acabar, habrá que empezar de nuevo".
-"¿Y no puedes hacer como si no lo hubieras visto?"
-"¡Cómo voy a hacer que no lo he visto, si está en Google!", le dije. Además, no podría dormir tranquilo pensando en las posibles variantes del manuscrito, y en cómo podría alterar el texto ya editado por mí. Los problemas filológicos pueden estar rondándote la cabeza hasta que los resuelves, igual que un verso que no acabas de rematar. Se sufre lo mismo.
Parece, por lo que he podido ver, que puede tratarse de una copia de uno de los dos manuscritos que ya poseo, y no ser parte de una tradición independiente, es decir, la copia de una copia distinta de las susodichas del hipotético manuscrito original que el editor intenta siempre reconstruir. Eso sería lo menos dificultoso para mí, pero aun así, deberé solicitar fotocopia del manuscrito a la biblioteca extranjera donde se encuentra, esperar no sé cuántos meses, y luego comparar la copia con las hasta ahora disponibles, y eso lleva su tiempo. Pero es inevitable. Para "celebrar" mi fortuito descubrimiento (nada que reprocharme, si se piensa en un benefactor de la Humanidad como Fleming) he pensado en reproducir el comienzo del citado poema, obra del clérigo Francisco Pacheco, quien se disculpa por el contenido procaz y satírico de su macarronea, salpicada de un erotismo adobado en un lenguaje de germanía realmente inusitado. La traducción rítmica de los dísticos elegíacos se ajusta a los moldes métricos desarrollados por el maestro Agustín García Calvo.

Francisci Paciechi Hispalensis Poetae ad a

lectorem huius operis excusatio b


Plus adamate mihi quam dulcis gana cagandi,

si vacat haec placide, lector amice, legas.

Pone sobrecejum risueñamque indue frontem,

non Theatiniacis auribus ista damus.

Quo tamen ore soles farsas mirare placentes, 5

et qua verdiscos percipis aure motes,

ista legas meliora quidem, si dicere fas est.

Sed fas est, veniam si mihi forte dabis.

Nostra Priapeias describunt carmina dayfas

et manflotescae furta jocossa domus. 10

Non ego mongiles volo combidare puellas,

non facit ad largas puta Camena tocas.

Ite melindre graues, habet haec dentera peligrum:

Nulla quidem sicco haec ingle beata legat.

Ad frailes andate graues quibus ore repulgus, 15

ite asquerossae, nam meliora dabunt.

Me grauis enfadat sermo, sed more putesco

me lira, me cantus, me çapateta juuat;

me foliossa juuat brazo quatiente sonajas

Portuguesa, leues dum quiebrat arte lados. 20

Sed video: et patres cupiunt legere ista seueri,

et reuerenda seno monja calente fouet.

Sed monuisse sat est: siquid peccabitur inde,

non scribentis culpa, legentis erit.



Francisco Pacheco, poeta sevillano a

Apología al lector de esta obra b


Más para mí querido que de cagar dulce gana,

ocios, amigo lector, pon en leer esto bien.

Rinde tu sobrecejo y muestra tu frente risueña,

del teatino no rígido oído querré.

Con el semblante que sueles farsas mirar placenteras, 5

y el oído que motes procaces oír,

lee esto de más calidad, si hablar así se me deja,

mas así lo haré, si tu favor me lo das.

Nuestros versos describen daifas de Príapo siervas,

y el burlesco robar de manflotesca mansión. 10

No quiero yo convidar a las muchachas monjiles:

A largas tocas se da puta Camena muy mal.

Graves melindres ¡adiós! Tiene esta dentera peligro:

Ni una beata poned de ingle marchita a leer.

Con los frailes andad de los de repulgo en la cara, 15

ascos haciendo marchad, pues de mejor os darán.

Grave discurso me enfada, pero al modo putesco

más el canto me da, más zapateta placer;

dame placer, agitando en su brazo sonajas, foliosa

portuguesa al quebrar gráciles lados con don. 20

Pero leer esto veo que padres severos desean,

de su seno al calor tiénelo monja de prez.

Aconsejar se acabó, si en algo se peca por esto,

culpa no del autor, del que lo lee será.



Notas:

v. 5: teatino: jesuita.
v. 9: daifa: puta que mantiene a un chulo.
v. 10: manflotesca mansión: burdel.
v. 13: dentera: deseo o envidia de algo.
v. 15: repulgo: gesto de asco.
v. 18: zapateta: baile movido.
v. 19: foliosa: porque baila las folías, baile de origen portugués.

LA POESÍA MACARRÓNICA EN ESPAÑA

Desde sus primeros balbuceos, la macarronea española se ajusta al modelo literario consagrado por Merlín Cocayo. Tal se manifiesta en la primera pieza del género en España, la epístola macarrónica del humanista Juan de Vergara, escrita en torno a 1522, donde son notables los calcos textuales folenguianos, testimonio de dependencia reverencial del modelo italiano, y el gusto por los extremismos léxicos.
También pertenece al género epistolar la siguiente macarronea conservada, aproximadamente posterior en un decenio (1533), escrita por el Dr. Diego Sánchez de Alcaudete, médico del Duque de Arcos en Marchena y autor de la obra de astronomía El coloquio del Sol (1576), al influyente Dr. D. Francisco de Vargas con motivo de pedirle que ejerciera su influencia en el Consejo Real y las Chancillerías para que el Concejo de Marchena (Sevilla) lo eliminara del padrón o censo de los pecheros o contribuyentes, pagadores del llamado “pecho”, del que estaban excluidos los hidalgos y caballeros. Sánchez recuerda las penalidades de su vida estudiantil en Salamanca (vv. 25-91); habla de sufrimientos, hambre y frío como característicos del pupilo (nombre dado al estudiante alojado en un pupilaje o casa de huéspedes regentada por un Bachiller), así como de los engaños y sisas que debe soportar (vv. 29-30: Et quot tormenta, fames frigusque pupili! / Quas tolerat sarnosa cohors sisasque dolosque! [¡Y cuántas del pupilo las penas, el hambre y el frío! / ¡Qué sisas y engaños tolera la sarnosa cuadrilla!]). Hambre y suciedad es su compañía hasta la noche (vv. 54-60), en la que son comidos por pulgas, chinches y piojos bajo sábanas sucias y viejas que se rompen a primeras de cambio (vv. 61-72):

In nocte, dum cuncta silent, dant membra soporem,

Et requiem quaeritant et reposare parumper.

Haec est prima quies miseris scholaribus aeui :

In colchonis, factis non fina sed lana pelote,

Quos de retacis pannorum ropauejerus

Implerit, recubant : pulgas chinchesque videbis

Soepius et in carne gordos mordere piojos.

Hic quebrantatus in foeda syndone iacet

Constructa ex stupa, et lota sine jabone,

Quam magis induerant costurae et mille remiendi;

Soepe solent pedes et manus concathenare,

Quam lacerant, scindens illam rimosa senectus

"De noche, mientras reina el silencio, se entregan al sueño ; / persiguen el descanso y reposar un momento. / Descansan así por fin los pobres alumnos de entonces; / en colchones, hechos no en fina lana sino en pelote, / que con unos retazos de paños el ropavejero / llenara, se recuestan; verás las pulgas y chinches / con mucha frecuencia, y morder en la carne los gordos piojos. / Cuál quebrantado yace bajo una sábana sucia, / sin jabón lavada y de estopa confeccionada, / a la que más recubrieran costuras y mil los remiendos; / acurrucar suelen pies y manos apretadamente, / y la desgarran, rota por una vejez cuarteada".

Pero el colmo de la desgracia acaece cuando se acaba el escaso dinero; entonces muchos se ven forzados a abandonar los estudios, y más de uno se ve llevado, incluso, a la desesperación y el suicidio (v. 91: Sola horca manet et desperatio sola [“sola la horca le aguarda, sola la desesperanza”]). La obra de Sánchez anticipa aquí los retratos expresionistas de pupilajes presentes en el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán y El Buscón de Quevedo.

Visto lo visto, Sánchez considera como un mérito evidente haber podido sobrevivir, incluso fisicamente, a tales y tantas penalidades en su camino al doctorado (vv. 92-95: Ergo qui sapiens et litteratus euadit, / tales et tantos semper pasando labores, / antequam veniat ad culmen doctoramenti, / cur non immunis dicetur atque hidalgus? [ “Por tanto, el que consigue acceder al saber y la ciencia / pasando siempre tales y tan grandes fatigas / antes de llegar al premio del doctoramiento, / ¿por qué no será declarado exento de cargas e hidalgo?]). La parte autobiográfica del poema tiene como objeto mostrar a su influyente destinatario y antiguo condiscípulo la historia de un hombre que, partiendo de circunstancias desventajosas y hasta dramáticas, ha conseguido ascender en la escala académica y social, sin que le haya importado servirse para ello de artimañas picarescas (su cursus académico resulta fraudulento). En consonancia con este mismo esfuerzo de medro social no siempre lícito, el Dr. Sánchez le pide a su antiguo amigo que actúe en su favor ante instancias jurídicas superiores, recurriendo, si es preciso, a la mentira (vv. 118-120: Porrige socorrum, foedoque subtrahe pecho, / aut allegando mentiras aut veritates: / iuste vel iniuste nolo pagare padronem [“Dame socorro, quítame el peso de un pecho humillante, / ya sea alegando mentiras, ya sea alegando verdades: / con justicia o sin ella pagar el padrón no deseo”]).
Su autobiografismo sitúa a la macarronea de Sánchez dentro de la moda testifical que, como afirma Lázaro Carreter, se desarrolla en esta época en la literatura española, y de la que será exponente posterior el Lazarillo de Tormes (1554), con el que la obra de Sánchez presenta ciertas concomitancias. Junto al mismo género epistolar con la figura del preeminente corresponsal, y lejos de avergonzarse de sus cabriolas morales, tanto el real Dr. Sánchez y como el imaginario Lazarillo se muestran orgullosos del rumbo que han dado a sus vidas venciendo incontables penalidades. La macarronea del Dr. Sánchez se presenta, pues, como un curioso precedente –salvando las evidentes distancias-, de la técnica narrativa autobiográfica consagrada en la primera narración novelesca europea.

A pesar del carácter práctico del texto, éste no está exento del cuidado formal, lo que, por otra parte, no debe considerarse paradójico. El autor emplea, así, aliteraciones efectistas combinadas con anáforas donde aprovecha las posibilidades que le ofrecen ambas lenguas (v. 14: heu! Quot arroyos, quot rupes atque barrancos). De esto son prueba las alternancias de formas latinas y sus correspondientes vulgares (cf. vv. 25-26: ...expeluzatus / horresco...; vv. 81-82: ...pagate / ...persoluere...). Hay que destacar la hábil disposición de los macarronismos, que son insertados en los contextos donde alcanzan mayor fuerza evocadora, connotados casi siempre negativamente. Véase el v. 73 (quoque magis doleas, iam imminente pobreza [“y para colmo de males, ya con la pobreza a las puertas”]), construido hasta la cesura principal sobre un calco clásico (Ovidio, Metamorfósis, 3, 448) , y que se cierra con un ablativo absoluto cuyo sujeto, que ocupa frontera versal, es un expresivo macarronismo, “pobreza”, que resume y anuncia el grueso de las desgracias de los condiscípulos del joven Diego Sánchez. Estas desventuras alcanzan su culminación y cierre lapidario en el verso 91 (sola horca manet, et desperatio sola), en el que convergen figuras como el quiasmo, cuya férrea arquitectura evoca el rigor de una sentencia, la epadaniplosis (sola...sola), que incide psicológicamente en el desamparo del infortunado estudiante, y el hysteron-proteron, que, trastocando el orden cronológico de las ideas, resalta el macarronismo “horca”, más efectivo aquí sin duda a efectos de expresividad que su correspondiente latino “furca”.

Existen, por otro lado, en el poema de Sánchez rasgos del conceptismo que eclosionará en la literatura vernácula hacia finales de siglo. Véase un ejemplo de retruécano en los vv. 69-70 ([syndone] constructa ex stupa et lota sine jabone / quam magis induerant costurae et mille remiendi), donde se nos habla de una sábana que no ha recibido las marcas del jabón de sastre, sino la de las costuras y mil remiendos; de calambur (cf. v. 90: extat praecipue ‘si necius’ aut sine litteris); de derivación (cf. v. 101: ...calles et callejuelas); y ejemplos de dilogía como en los vv. 111-112 (sed potius adsunt ciciones atque modorrae, / et putridae febres costatorumque dolores [“Sino que me asisten, por el contrario, ciciones, modorras, / fiebres malignas, y dolores en el costado” –es decir, pleuritis-), en los que se juega con un doble sentido de adsunt, ‘acompañar’ y ‘asistir (como defensa)’: frente a la incomprensión del concejo al doctor sólo le ‘asisten’ una serie de enfermedades, que son el objeto de su labor; dilogía existe también en el v. 118 donde se juega con una doble acepción de pecho, ‘parte del cuerpo humano’ y ‘tributo’.

Es, finalmente, notable la ausencia total de macarronismos y de calcos folenguianos. En poco menos de diez años, si el poema de Vergara fue escrito entre 1522 y 1524, la macarronea española ha alcanzado plena independencia de su modelo italiano, y su código lingüístico, el macarroneo, es manejado con gran seguridad y conciencia de sus posibilidades expresivas. La producción macarrónica española posterior se caracterizará, en líneas generales, por la búsqueda de la perfección formal y métrica.


EL VIRGILIO MACARRÓNICO


La historia de tal género queda indisolublemente unida a la figura del monje benedictino Teófilo Folengo (1491-1544) que, bajo la personalidad ficticia de Merlinus Cocaius, publicó, por primera vez en 1517, sus Macarroneas, magna obra que el autor vendría a amplificar y pulir durante el resto de su vida. Esta primera redacción, conocida como Paganini, fue grandemente ampliada en 1521, dando luz a la redacción Toscolanense (la más editada de las cuatro y la más influyente, por otra parte, en la macarronea española y en nuestra literatura vernácula), que sufrió una profunda reelaboración estructural y lingüística en la redacción Cipadense, en torno a 1535; la última, la Vigaso Cocaio, tiene carácter póstumo (1552), y supone una revisión parcial de la Cipadense, interrumpida por la muerte del autor.


Frente a la producción macarrónica anterior a Folengo, poesía de circunstancias nacida en un ambiente universitario de tradición goliárdica, la obra de Folengo nace con grandes pretensiones artísticas. En ella la parodia artística es inseparable del afán de emulación de la poesía clásica propia de todo el humanismo renacentista, y Folengo acaba por sustanciar y legitimar su creación poética como universo alternativo y paralelo al de Virgilio. Efectivamente, Folengo crea una fábula etiológica sobre su pseudónimo literario, Merlín Cocaio, situando su nacimiento en la localidad de Cipada, tradicionalmente enfrentada a la vecina de Pietole, que se atribuía el ser la patria del gran Virgilio, ambas próximas a Mantua, la tierra natal de Folengo. La emulación de su compatriota Virgilio resulta particularmente patente en el contenido de las obras macarrónicas de Folengo, que adquieren una configuración definitiva en la redacción Toscolanense. Ésta se abre con la Zanitonella, conjunto de composiciones que imitan en registro paródico las églogas de Virgilio, pero donde la visión del mundo campesino que se ofrece dista de ser idílica. Sigue el Baldus, que constituye la primera aplicación al género épico del arte macarrónico, y se presenta como un extenso poema épico-caballeresco (más de 12000 hexámetros en 25 libros), que narra las hazañas de Baldo, descendiente del paladín carolingio Reinaldos de Montalbán. El impulso original del autor parece haber sido, como señala Cesare Segre, el de confiar a un poema latino de matriz virgiliana el tratamiento de una gama de temas coligados por un diseño caballeresco, destinándolo a un público muy culto conocedor de la épica clásica y de la épica culta, especialmente de la Eneida y del Orlando furioso. Cierran la redacción Toscolanense la Moschaea y un Libellus epistolarum et epigrammatum. La Moschaea es un poemita heroicocómico que narra la cruenta guerra librada entre las moscas y las hormigas con sus respectivos aliados, siempre dentro del ámbito entomológico. La comicidad de la obra radica, además de en el lenguaje macarrónico, en la aplicación de la ilustre panoplia de la tradición épica al universo trivial de los insectos.

Este carácter de poesía erudita, aparte de sus méritos intrínsecos, aseguró el éxito internacional de Folengo -cuya importancia en la literatura italiana de la época sólo cede a la de Ariosto- durante más de un siglo, y suscitó la libido imitandi, prurito de emulación, en los círculos humanistas europeos. La influencia directa e indirecta de Folengo en nuestra literatura vernácula fue también importante (El Lazarillo, Lope de Vega, la Mosquea de Villaviciosa, Cervantes) y ha sido convenientemente estudiada por Alberto Blecua, Fernando Lázaro Carreter y Francisco Márquez Villanueva.


Imagen: grabado de la redacción Toscolanense que representa a Merlín Cocayo.

MACARRONEA Y MACARRONES

La primera muestra de poesía macarrónica canónica corresponde a la citada en anteriores entradas Macaronea del paduano de adopción Tifi Odasi, poema en setecientos hexámetros de carácter caricaturesco publicado en torno a 1490. En el poema de Tifi se habla de una macaronea secta, formada por un grupo de regalados paduanos reunidos en alegre compaña, probable caricatura antifrástica de una serie de burgueses locales auténticos, entre los que se encuentra un primo del autor. Dicho grupo no se reúne para componer poemas a base de macaroni –entre ellos no hay un solo poeta-, sino para devorarlos, y desfogar su lujuria con prostitutas de cuatro cuartos. Entre ellos destaca por su glotonería el doctor Paolo, llamado macaronaeus doctor por su afición a los macaroni y su habilidad en cocinarlos. Parece, pues, que el título de Macaronea no pretendía hacer referencia a la elección lingüística o al género literario, sino que tenía su origen en los personajes caricaturizados, los macaronei. No obstante, pasó muy pronto a designar genéricamente las composiciones que se caracterizan por el empleo de este tipo de lenguaje híbrido de latín y dialecto. La nueva acepción queda definitivamente sancionada por Teófilo Folengo, el máximo representante del género, en 1521 cuando ofrece una definición del nuevo arte poético, llamado macarrónico por derivar de los macarrones, así como su receta:


Ars ista poëtica nuncupatur ars macaronica a macaronibus derivata, qui macarones sunt quoddam pulmentum farina, caseo, botiro compaginatum, grossum, rude et rusticanum; ideo macaronices nil nisi grassedinem, ruditatem et vocabulazzos debet in se continere


Los macarrones de Folengo son, pues, una masa (pulmentum), en frío o en caliente de harina de grano o de pan rallado, queso, manteca, sin huevos, de la que se forman esos bocaditos de forma oval o redondeada que tienen por norma el nombre de gnocchi, (y que el poeta aparece engullendo de mano de sus orondas musas macarrónicas en un grabado de sus obras),
pero que se llaman también macaroni en la Italia septentrional, y diferentes, por tanto, de los maccheroni o macarrones napolitanos de hoy en día, pasta hueca o rellena de varias formas y tamaños. Dicha masa es “gruesa, ruda y rústica”, dice Folengo, por lo que “la macarronea no debe contener en sí nada a no ser grosura, rudeza y ‘palabrones’”.




Imagen: Ilustración de la llamada redacción Toscolanense (1521) que representa al poeta Merlín Cocayo acompañado de dos de sus Musas macarrónicas.

UN ERROR VOLUNTARIO



Como fenómeno literario la poesía macarrónica aparece a finales del siglo XV en el norte de Italia, dentro de una tradición de consumado experimentalismo lingüístico con epicentro en Padua, obra de humanistas empeñados en una parodia del latín incorrecto y corrompido por la lengua vulgar conocido como latinus grossus, Küchenlatein (“latín de cocina”) o Kirchenlatein (“latín de iglesia”), que constituía un sermo communis o lengua común medieval de uso cotidiano en la escuela, los tribunales, y actos públicos, lengua de notarios y clérigos, revulsivo del latín humanista, y que sólo tras larga resistencia vino a sucumbir ante la lengua vulgar. U. E. Paoli en su clásico libro Il latino maccheronico (1959) señaló las analogías existentes entre el latinus grossus y el macarroneo sometiendo a examen un verso de la Macaronea de Tifi Odasi, obra liminar del género: Amazat gentes, facit tremare pilastros (“Despachurra pueblos, hace temblar las columnas”). El análisis del hexámetro lleva a la constatación de una serie de errores gramaticales respecto a la norma del latín clásico y a la evidencia de que estos errores consisten en analogías inadmisibles con la lengua vulgar. Así, podemos hablar de analogías de calco, en las que una construcción sintáctica vulgar es traducida literalmente al latín, como es el caso de facit tremare, trasunto evidente de far tremare (“hacer temblar”), allí donde la norma clásica exigiría la presencia de verbo efficio más oración de ut en subjuntivo; de analogías de morfología, como cuando el verbo vulgar tremare suplanta al latino tremere, del que deriva morfológicamente; y finalmente, de analogías de léxico, donde el "desconocimiento" del léxico latino pertinente (antae, pila) fuerza al empleo de la palabra vulgar semánticamente equivalente y superficialmente latinizada mediante una desinencia, que aumenta su efecto cómico si resulta no ser la correcta, como es el caso, ya que nos encontramos un acusativo plural masculino donde esperaríamos uno neutro si la palabra pilastro hubiera sido latinizada con el sufijo –trum o –strum, como sería de esperar. El largo camino que va de la forma clásica efficit ut ipsae antae tremant propuesta por Paoli al chirriante facit tremare pilastros es el que recorre el latinus grossus con la naturalidad propia de la ignorancia, la cual resulta del todo ajena al juego literario humanista que entendemos como poesía macarrónica, que, ciertamente, también “hace temblar las columnas”, pero que no sería lo que es si no fuera un terremoto voluntario .

Este carácter de “error” voluntario queda definitivamente subrayado por el propio Odasi cuando en unos versos (39-40) expresa su actitud ante la influyente gramática de Prisciano y el carácter de su gramatica nova (Aspicies, lector, Prisciani vulnera mille/ gramaticamque novam quam nos docuere putane: “Vas a ver, lector, de Prisciano mil las heridas / y una gramática nueva que nos enseñaron las putas”).

La próxima entrada estará dedicada a la etimología y primeros pasos del género.

DEFINICIÓN



El Diccionario de la RAE (1984) define la macarronea como “composición burlesca, generalmente en verso, en que se mezclan palabras latinas con otras de una lengua vulgar a las cuales se da terminación latina, sujetándolas además, por lo menos en apariencia, a las leyes de la prosodia clásica”, y macarrónico, ca como adjetivo aplicable “a la macarronea, al latín muy defectuoso y al lenguaje vulgar que peca gravemente contra las leyes de la gramática y del buen gusto”. En las definiciones de tal diccionario destacan las ideas de “mezcla” y “defectuoso” asociadas al “latín” y a “una lengua vulgar”, con un carácter voluntario en el caso de la macarronea, entendida como “composición burlesca”. Dichas acepciones no dejan de ser insuficientes tanto desde el punto de vista histórico como lingüístico. Por ello, ofrecí hace unos años un concepto histórico-lingüístico de poesía macarrónica que me había permitido anteriormente definir el objeto de estudio de mi tesis doctoral “La poesía macarrónica en España” (2000).

La poesía macarrónica o macarronea –decía- es un tipo de composición que emplea la métrica cuantitativa latina –fundamentalmente el hexámetro- y que está escrita en un lenguaje intencionadamente híbrido fruto de la fusión del latín con otras lenguas, romances o no, en un código lingüístico –el macarroneo o macarrónico- pretendidamente homogéneo que integra palabras latinas junto a otras de una lengua vulgar con terminación o apariencia latina.

La necesaria presencia del elemento métrico latino, así como de la voluntad de fusión de diversos códigos lingüísticos en uno aparentemente nuevo, resulta fundamental en este punto para diferenciar la macarronea de las composiciones híbridas como las glosas y los poemas bilingües tal que los Carmina burana, y precisa, a su vez, de una mayor contextualización histórica, que le queda indisolublemente unida.

En la próxima entrada que dedique a este tema hablaré del carácter de error voluntario de este lenguaje.

LA POESÍA MACARRÓNICA EN ESPAÑA



En enero de 2010 recibí el número 8 de la revista CALAMVS RENASCENS, así como un montón de separatas de un artículo mío que se publica en dicho número. Es también mi octavo artículo publicado sobre la poesía macarrónica desde que defendí mi tesis "La poesía macarrónica en España" en el ya lejano 2001. Cuando el director de mi tesis, el profesor Maestre, me propuso este tema pensé que no daría para mucho ("sí, hombre, como tú eres gaditano -más o menos recuerdo que me dijo, porque había algunos poemas ambientados en Cádiz-, puedes darle al trabajo una mica salis"), pero pronto descubrí todo un mundo literario casi desconocido en España y que me tomó varios años en poder abarcar con cierta seguridad. Mi tesis fue triplemente premiada y ahora la reviso, editando y traduciendo otros poemas macarrónicos hispánicos que he localizado estos años. En la actualidad, me enfrasco los sábados por la mañana en hacer la traducción rítmica de estos poemas, escritos en hexámetros clásicos. Avanzo con lentitud, pero pienso que la poesía debe intentar ser traducida en ritmo (las traducciones en prosa me resultan en muchas ocasiones hiperexplicativas y parafrásticas), pues te obligan, al menos, a la concisión precisa y a la economía verbal (las cadenas que desencadenan) -incluso, he trasladado esa estructura métrica a muchas de mis propias composiciones, al modo de A. García Calvo. La poesía macarrónica es un subgénero poético nacido en el siglo XVI, que representa la plasmación artística más lograda y exitosa del llamado latín macarrónico, convertido en metalenguaje literario. En la actualidad queda en la lengua popular el uso del adjetivo 'macarrónico', como recuerdo lejano de ese lenguaje. Voy a dedicar algunas entradas cortas a explicar, de modo somero y asequible, lo que fue este cachondeo culto de la poesía macarrónica.