Acabamos de definir el macarroneo como un lenguaje intencionadamente híbrido, basado en la fusión, que no la mera yuxtaposición, de elementos lingüísticos diversos. La naturaleza de tal hibridismo y su diferencia respecto a otras lenguas híbridas comenzó a ser estudiado por la crítica decimonónica. Charles Nodier, que fue el primero en fijarse en la singularidad del macarroneo y en su compleja potencialidad artística, incidía en 1834 en su eficacia y “naturalidad” como instrumento de comunicación, a pesar, paradójicamente, de ser lengua artificial e híbrida:
En la macarrónea, la sal de la expresión reside principalmente en la novedad singular y audaz de una lengua por así decirlo individual que no ha hablado ningún pueblo, que ningún gramático ha escrito, que nadie ha leído, pero que se comprende sin esfuerzo, porque le dan forma el mismo arte y los mismos materiales que la lengua materna. El principal encanto del estilo macarrónico radica en el docto placer de esta traducción íntima que asombra al espíritu mientras lo divierte, y esta impresión no la puede producir nunca una traducción en lengua vulgar.1
Octave Delepierre publica en 1852 su erudita Macaronéana ou mélanges de littérature macaronique des différents peuples de l´Europe, en cuyo primer capítulo se esfuerza en diferenciar lo que se llamaba en su época style macaronique de otros géneros de lenguaje híbrido2. Frente a ciertas opiniones que hacen, por ejemplo, de Lucilio un autor macarrónico por haber mezclado palabras latinas y griegas, Delepierre rebate como errónea la idea de que cualquer mezcla (mélange) de lenguas constituya una macarronea. Tras situar su origen en la degradación histórica del latín, afirma que la lengua macarrónica o macarronea posee unas reglas que no son superadas en estabilidad por las de ninguna otra lengua regular, lo que explica la dificultad de su manejo literario y el escaso número de autores que han brillado en el género. De cierto, el rasgo definitorio de la lengua macarrónica para Delepierre, frente a otros lenguajes amalgamados, es el hecho de que el escritor macarrónico tome los lexemas de la lengua materna y les añada una terminación y flexión latinas, quedando así sometida la palabra vulgar a la fraseología y la sintaxis del latín3.
Frente a la definición del macarroneo de Francesco De Sanctis, el “redescubridor” de Folengo en su famosa Storia della letteratura italiana de 18704, como una simple parodia, de escasa seriedad artística, del latín y del italiano que se hacen burla recíprocamente, la crítica italiana de la primera mitad de nuestro siglo se esforzó en caracterizarlo como una verdadera lengua, apta para ser vehículo de la más alta creación poética (un linguaggio d'arte al pari d'ogni altro, como dijo valientemente Carlo Cordié) de manos de Folengo5, quien, al adoptar el lenguaje poético macarrónico, le infunde nueva vida, conectándolo por primera vez a un contexto rústico. Fue también el primero, y el único, en aventurarse con este lenguaje en el poema épico (Baldus), y luego también en la égloga y en la lírica (Zanitonella), en el poema heroico-cómico, o mejor zooépico (Moschea), como dice Massimo Zaggia6, y en el epigrama: en suma, con él el arte macarrónica adquiere la madurez necesaria para aplicarse a cualquier género literario y a cualquier posibilidad expresiva.
La majestuosa superioridad de dicho autor sobre sus predecesores, conocidos como “prefolenguianos”, limitados a la caricatura episódica y a la sátira política, y sus deleznables y preteribles émulos, los “postfolenguianos”, estimula la concepción del macarroneo como un acto individual, que, a pesar de tener un punto de partida anterior y subsistir como medio extrínseco, se convierte en expresión personalísima de Folengo, quien crea al mismo tiempo una lengua y un arte, hechos inseparables según Benedetto Croce7.
1 Cf. CH. NODIER, “Du langage factice appelé macaronique”, Bulletin du bibliophole, Paris, Techener, 1834, nº10, pp. 3-11 cit. por A. MOMIGLIANO, “La critica e la fama del Folengo sino al De Sanctis”, GSLI, vol. LXXVII (1921), p. 217 n. 1. Este mismo texto aparece traducido en parte por L. Mª. Carbonero y Sol en sus Esfuerzos del ingenio literario, Madrid 1890, p. 404. Agradecemos al Dr. D. Luis Charlo Brea el habernos dado noticias de este libro.
2 Cf. O. DELEPIERRE, o.c., G. Gancia, Paris 1852, pp. 1-4. Citamos del mismo ejemplar de la B.N. 1/ 17692 manejado por José López de Toro (cf. “El primer poema macarrónico en España”, Studia Philologica.Homenaje ofrecido a Dámaso Alonso por sus amigos y discípulos con ocasión de su 60º aniversario, II, Gredos, Madrid, 1961, p. 401 n.1).Esta obra conoció una segunda edición londinense en 1862. Un juicio sobre ella en A. MOMIGLIANO, o.c., pp. 218-219.
3 Cf. O. DELEPIERRE, o.c., p. 14.
4 El mérito principal del gran crítico italiano fue su revaloración histórica de Folengo, relegado durante casi tres siglos, al dedicarle un capítulo completo entre los sendos consagrados a otras figuras del quinientos como Ariosto y Maquiavelo. Los aciertos y errores de su interpretación del autor macarrónico fueron determinantes en el desarrollo de la crítica folenguista posterior (cf. A. MOMIGLIANO, o.c. pp. 219-223; R. SCRIVANO, “La proposta folenghiana di De Sanctis”, Atti Convegno 1977, pp. 401-410). Existe una reedición moderna de esta obra publicada por Einaudi, Torino 1958.
5 Cf. entre otros, A. MOMIGLIANO, “Le quattro redazioni della Zanitonella”, GSLI, vol. LXXIII, 1919, pp. 1-43, 159-202; C. CORDIÉ, “Il linguaggio maccheronico e l’arte del “Baldus””, Archivum Romanicum, XXI (1937), pp.1-70; B. CROCE, “Le Maccheronee del Folengo e la critica moderna”, Poeti e scrittori del pieno e del tardo Rinascimento, Laterza, Bari 1945 [1941], pp. 154-176 (Croce había ya en 1911 acogido a Folengo en el panteón de los “Escritores de Italia” [cf. G. BERNARDI PERINI, “Identikit di Acquario Lodola (a proposito di onomastica folenghiana)”, Studi in onore di Pier Vincenzo Mengaldo per i suoi settant'anni, Volume I, Firenze, 2007, pp. 467-478]).
6 Cf. T. FOLENGO, Macaronee minori..., ed. de M. ZAGGIA, p. 7. Ettore Bonora había señalado ya convenientemente cuáles eran las intenciones que guiaban a Folengo: “la ambición del joven poeta macarrónico, autor de églogas y de un poema heroico, fue emular al gran Virgilio, del que, de hecho, no por puro gusto de parodiar, retomaba ya entonces no pocos rasgos. En el correr de casi treinta años, corrigiendo, enriqueciendo, perfeccionando el libreto juvenil, el escritor no hizo otra cosa que profundizar y hacer más coherente su primera intuición, y el volumen de las Macarroneas en su última edición, sea por la más auténtica sustancia poética, sea por las mismas cuestiones culturales e ideológicas que afronta y que no siempre resuelve en poesía, viene a ser una de las obras maestras más estrechamente ligadas a la cultura de la madurez del Renacimiento” (cf. E. BONORA, Ritratti letterari del Cinquecento, La Goliardica, Milano 1964, pp. 106-107).
7 Cf. B.CROCE, o.c., p.164. Es sabido que Benedetto Croce, dentro de las coordenadas de su crítica idealista, reconoce en el lenguaje únicamente el aspecto subjetivo, o sea lo que en términos saussureanos se llamaría parole, identificando el lenguaje con la expresión, y, por consiguiente, con la poesía, y, con perfecta coherencia desde su punto de vista, la lingüística con la estética. Eugenio Coseriu ha señalado las limitaciones de su planteamiento: “[...] Croce, oponiéndose, justamente, a la consideración “materialista” de la lengua como realidad autónoma, como organismo independiente de los individuos hablantes, ha caído en la exageración contraria, que es la de considerar el lenguaje como fenómeno exclusivamente subjetivo y de negar toda objetividad a la lengua como sistema. Pero objetivismo –como ya otros han observado- de ninguna manera quiere decir “materialismo” (la “lengua” es un “objeto” inmaterial, abstracto), y el idealismo filosófico puede perfectamente conciliarse, sin ningún compromiso teórico, con el objetivismo y hasta con el estructuralismo lingüístico” (cf. E. COSERIU, “Sistema, norma y habla”, Teoría del lenguaje y lingüística general. Cinco estudios, 3ª ed., Gredos, Madrid 1978, p.33). La influencia croceana ha sido decisiva, como veremos, en la concepción del macarroneo de críticos como Ettore Bonora y Ettore Paratorefrente al ‘gramaticalizador’ Paoli.
Imagen: Francesco De Sanctis