Era jueves, a nuestra devoción consagrado,
Y solemne fiesta1,
seiscientos y seis era el año;
Y la ciudad, compuesta toda con ricos doseles, 55
adornaba de juncia sus calles toldadas de velos;
Cada una de ellas tenía cuadros de Italia pintados;
Cada ventana bien revestida fuera en damascos,
Rasos, terciopelos, tafetanes y brocados.
Con las mismas primicias de la luz que nacía, 60
Vióse en un tablado una caterva de gatos
Forjando llaves, tras encender la fragua del hierro.
Alguien dio el soplo a los herreros, y luego, llamados
Los que presenten demandas y denuncias del gato,
De éstos envían a Vulcano uno de diputado. 65
La casa de Vulcano era en abundancia repleta
De oro y de plata y de toda especie de pertenencias;
Y había una caballeriza amplia a rebosar de caballos
Cuartagos y mulas con jaeces de oro adornados
Y plateados frenos con sumo esmero grabados; 70
Vistosa estaba la casa de bien vestidos criados.
La fábrica del alcázar de sillares compuesta;
Sustentan sus arcos unas bellas columnas de jaspe
De doradas basas y de capiteles galantes,
Hechos por un maestro con elegancia pulido. 75
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1
Se trata de la fiesta del Corpus Christi (véase aquí). La juncia
mencionada dos versos más abajo, recién cortada en la laguna de
Medina, figuraba a modo de alfombra, junto con blancos toldos de
lona sujetos a las azoteas, al menos hasta finales del siglo XIX
(cf. FRANCISCO MÁRQUEZ, "La procesión de 1900", Diario
de Cádiz, 6 de junio de 1999, p. 5).