Por los verdes sotos
canta parlera calandria, 570
y el jilguerillo chirla
movido por tiernos amores,
y la melodiosa alondra
toca harpa con los estorninos,
y les contesta el
verdón a éstos desde la fresca sombra,
y la que gimiendo
tórtola dulces cuidados demuestra,
y Filomela bajo el
verde olmo contrapunteando. 575
En copa del laurel
amorísonos sopla unos silvos
el viento, y el Eco
responde del interior de las grutas.
Que de azahar imbuido
arda el amor el naranjo
desea, y los rosales de
Venus rojos de sangre,
y cuando ligera brisa
menea frondosos alisos, 580
entre las hojas parecen
silvar unos dulces amores.
También los propios
ríos de clara plata lucientes
resuenan con este
murmullo por entre las lisas pizarras.
Con éste también
pensarás que zumban abejas culípicas,
mientras cogen tierna
flor para límpidas mieles. 585
¡Oh, si tales gozos a
mí concedieran los dioses!,
¡quién sobre vegas
herbosas, quién junto a aguas de dulce
sonido viviendo, en el
fresco margen de la ribera
dulce, donde la tierna
brisa mueve erguidos cipreses,
570
Aunque la calandria y la alondra sean lo mismo, a decir de Plinio,
Vegecio y Gumiele, el escritor Berono1,
tan filósofo como poeta, las distinguió.
584
porque en el culo pican.
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1
Más ejemplos de falsas
autoridades: Vegecio es un escritor romano del s. IV autor de
Epitoma rei
militaris y de
Digesta artis
Mulomedicinae;
Gumiel y Berono, me resultan desconocidos, a menos que se trate de
una lección errónea del babilonio Beroso (s. III a. C)