viernes, 30 de diciembre de 2022

LA METRIFICATIO INVECTIVALIS CONTRA STVDIA MODERNORVM DE TOMÁS DE IRIARTE (1786)


 



1. La macarronea de Iriarte en el contexto de la producción macarrónica dieciochesca.


Anteriormente se señaló que iba a dedicarse capítulo aparte a la metrificatio invectivalis de Tomás de Iriarte en razón de sus peculiaridades. Esta obra, desde el punto de vista temático, se presenta como una sátira contra los representantes del aristotelismo tomista, dogmático y contumaz, que dominaba las universidades españolas desde época medieval, y, es representante, por tanto, de una visión del mundo, la ilustrada, que reacciona críticamente contra los aspectos "irracionales" del longevo Barroco, cultura de la que son expresión, ciertamente, composiciones como Merl. y Priap. -puede tomarse como simbólico el hecho de que los actantes y promotores de la celebración barroca de Priap. sean los alumnos escolásticos del sevillano Colegio Mayor de Santo Tomás de Aquino. En el siglo XVIII español se enfrentan, de hecho, dos conglomerados ideológicos -a veces dentro del mismo individuo-, el de la España postridentina y el de las Luces, que deberá recurrir en muchos ocasiones a los sibilinos recursos del humor para ejercer el criticismo (que es como su esencia) sobre su oponente, dado el enorme poder coercitivo socio-político que éste poseía.


La metrificatio es un claro ejemplo de este tipo de estrategia. No es ocioso, en verdad, el hecho de que apareciera por primera vez en una publicación periódica, que era el vehículo que empleaban los ilustrados hispanos para exponer su ideas al tener cerradas las puertas de las universidades, convertidas como estaban en terruño escolástico.


Son también estos fines satíricos los que llevan a su autor a aprovechar ciertos elementos de la estructura literaria de las macarroneas folenguianas, en vistas, sobre todo, a la elucidación de la parodia del latinus grossus empleado por los teólogos escolásticos.


2. Datación y autoría de la metrificatio invectivalis.


La metrificatio invectivalis apareció por primera vez en la publicación periódica madrileña El Corresponsal del Censor1, en su "carta V" de 6 de julio de 17862. El poema iba firmado por "Mathîa de Retíro", y precedido de una carta de presentación al Corresponsal del Censor de parte del "Licenciado Duron de Testa", acólito del autor y editor de la obra como podía deducirse del extenso título: "Metrificatio invectivalis contra studia Modernorum, ab egregiíssimo D. D. D. Mathîa de Retíro crispa Latinitâte, & hexametrâta cadéntia compósita: super quam Metrificatiônem áliquas adverténtias suas crítico-scholásticas ad calcáneum paginârum adjectivâvit unus Amícus, Discípulus, atque Admirator ejus; qui autem in ista editiône señalâvit omnes verbos cum suis accéntibus acûtis, grâvibus & circumfléxis, in utilitâtem magis cómmodam eôrum qui non sápiunt Librum Quintum de quantitate syllabârum".


Ya casi inmediatamente quedó clara la autoría de Tomás de Iriarte. Así, J. Sempere y Guarinos tras indicar que "imprimió el Señor Yriarte, por subscripción, la Colección de sus obras en verso y prosa, en la Imprenta de Benito Cano, año de 1787"3 señala, en su enumeración de las composiciones del tomo segundo de dicha Colección:


V. Versos macarrónicos que remitió el Señor Yriarte al Autor de la obra periódica, intitulada el Corresponsal del Censor, y que se imprimiéron en el número quinto de ella, con el título de Metrificatio invectivalis contra studia Modernorum, que es una sátira contra los malos Escolásticos4.


De todos los poetas macarrónicos españoles es sin duda Tomás de Iriarte el que resulta más conocido para el público culto, por ser una de las figuras literarias más sobresalientes del siglo XVIII español5. Nació en el Puerto de la Cruz de la villa de la Orotava en la isla de Tenerife, el 18 de septiembre de 1750. A los diez años comenzó sus estudios de latín con su hermano fray Juan Tomás de Iriarte. Es llamado a Madrid por su tío, el erudito don Juan de Iriarte, a donde llega en julio de 1764. Bajo la dirección de su tío, y hasta la muerte de éste ocurrida en 1771, se dedica por entero al estudio, aprendiendo la lengua francesa, y perfeccionando su conocimiento del latín y del inglés, al tiempo que se iniciaba en el estudio del griego. A la muerte de su protector, ocupa sucesivamente los cargos de oficial traductor de la primera Secretaría de Estado, dejado vacante por su tío, la dirección del Mercurio Histórico y Político en 1772, y el cargo de archivero general del Supremo Consejo de la Guerra en 1776. Es en esta última época cuando Iriarte traba amistad con José Cadalso en la tertulia de la Fonda de San Sebastián, donde el autor gaditano leyó algunas de sus Cartas marruecas. Ambos hombres desarrollaron una intensa relación epistolar. En 1774 Bernardo y Tomás Iriarte son denunciados a la Inquisición por su hermano fray Juan Tomás de Iriarte6. El proceso se cerró en 1779 sin más consecuencias que una abjuración privada. Enfermo del hígado en 1786, escribe las obras burlescas Carta al R. P. Fray Francisco de los Arcos, en prosa, y la Metrificatio invectivalis. Un recrudecimiento de su enfermedad le lleva a la muerte el 17 de septiembre de 1791.


La producción literaria de Tomás de Iriarte fue muy variada, tanto en el campo de la traducción del latín y del francés, en el de la dramaturgia (El señorito mimado [1787], La señorita mal criada [1788], etc.), la crítica literaria (Los literatos en Cuaresma [1773], Metrificatio invectivalis [1786], etc.), la poesía, que cultivó también ocasionalmente en latín, y la fábula, género al que debe su mayor fama gracias a las Fábulas literarias (1782).


3. Contenido y estructura.


En la carta V de El Corresponsal del Censor la carta de presentación de Duron de Testa y el texto de la metrificatio iban precedidos por la misiva de Ramón Harnero al Censor, personificación del periódico homónimo, donde comenta, no sin ironía, el interés de la composición7:


Señor Censor.


Yo no sé que Zorzal fue el que me dexó dias pasados en la Librería de Llera el adjunto papel con la carta que le precede. Ello es que le leí, que me gustó muy mucho, y que le considero digno de la estampa por mil razones: la primera por la elegancia de su Latin, pues no parece sinó que su Autor nació en el mismísimo Lacio; la segunda, por lo sólido de sus argumentos; la tercera ::: si las digo todas, haré muy difusa esta Carta, y así por evitar prolixidad dexo las novecientas noventa y ocho para otra ocasión, y miéntras llega ésta, mande Vm. á su afectísimo de corazón

Harnero


A continuación figura la carta de Duron de Testa, en la que expone las presuntas virtudes lingüísticas y temáticas del poema (pp. 60-61):


Al Corresponsal del Censor.


"Muy Señor mio: quando los Eruditos claman sobre que está perdida en España la Latinidad, debemos no tener ocultas las pocas obras que acreditan lo contrario. Tal es la elegante composicion poética que incluyo á Vm., y que publicada, serviría de muestra de un Latin clarísimo, que ya va escaseando8, y ofrecería al mismo tiempo una provechosa leccion á los que abandonando los estudios que dan honradamente de comer, se entregan á la estéril ocupacion de las Ciencias exâctas, de las Humanidades, y otras fútiles taréas recomendadas por los Modernos. El Latin que algunos han intentado ridiculizar, dándole el injurioso9 nombre de Macarrónico, es el que siempre ha proporcionado honra y provecho á los que le poseemos; y esto basta para que contribuyamos á que no se pierda del todo. Haga Vm. esta buena obra; y cuente en el número de sus Servidores á su mayor apasionado


El Licenciado Duron de Testa.


El poema que figura a continuación consta de 159 hexámetros10. En todas las ediciones antiguas, al final de la composición figuran unas notas del presunto editor que debían colocarse a pie de página como señala su encabezamiento: "Notae critico-scholasticae, quae collocâri debent ad calcáneum paginârum".


Metr. se presenta en su sentido literal como un vejamen escrito por un sabio escolástico salmantino, Matías de Retiro, contra los estudios propiciados por los "modernos", es decir, los novatores y humanistas ilustrados, y que se plantea como compuesto en un pulido latín. Este propósito de escribir en correcto latín queda claramente expresado en una pomposa propositio (vv. 1-7), que no deja, por otra parte, lugar a dudas sobre el despropósito de tal pretensión, por los patentes macarronismos y disparates como presentar a Alejandro Magno como vate latino (v. 3).


Sigue una invocatio (metr. 8-18), dirigida no a la Musa sino a los españoles, a los que se les pregunta qué locura moderna les posee, para que Francia les aturda y les saque los cuartos con sus libros (metr. 8-11). El autor señala la futilidad de tales libros, ya que no sirven para el estudio de las Facultades Mayores (i.e., las de Teología, Cánones y Medicina), ni para conseguir una carrera lucrativa (metr. 12-18).


El poeta se pregunta a continuación por el contenido de esta "doctrina extranjera" (v. 19), y pasa revista a estos conocimientos modernos con intención de ridiculizarlos en dos tandas (metr. 20-66 y 72-143):


-la Lógica (vv. 20-22), a la que reprocha su facilidad, frente a la complejidad de la escolástica.


-la Física (vv. 23-29), a la que critica su carácter corpuscular y experimental. Los físicos son asimilados a titiriteros y sus experimentos a exhibiciones circenses.


-la Historia Natural (vv. 30-33), cuyos practicantes se dedican a contarles los pelos a las pulgas, y se quedan con la boca abierta como idiotas.


-la Química (vv. 34-37), que sólo sirve para apestar las boticas.


-la Técnica (vv. 38-46), cuyas actividades son propias de los tradicionalmente despreciados oficios mecánicos, y que sirve, en todo caso, para que algunos se partan la crisma intentando volar en globo.


-la Botánica (vv. 47-51), doctrina en verdad profunda, que sólo consiste en arrancar raíces.


-la Astronomía (vv. 53-58), que es atacada por copernicana y por no creer en los desastres que anuncian los eclipses y cometas.


-la Agricultura (vv. 59-61), que produce tratados como si fuera un Arte nueva y difícil.


-el Comercio (vv. 62-66): el autor se escandaliza de que los "mercachifles" sea honrados como gente útil a la sociedad.


Como tránsito al segundo grupo de ataques, el autor señala como responsables a los novatores modernos, que han tenido la osadía de afirmar que sus conocimientos son superiores a los de los antiguos. No obstante, estas enseñanzas no dejan de ser nimiedades (peccáta minuta), ante lo que se dispone a criticar a continuación (...passémus ad áltera magna) (vv. 67-71).


En esta parte (vv. 72-143), Matías de Retiro ataca a los humanistas, por los que dice sentir un odio especial (vv. 72-76). Enumera, como en la primera parte, una serie de personajes objeto de su acerba crítica:


-los poetas, (vv. 77-98), que pierden el tiempo buscando rimas para componer frivolidades mentirosas e inmorales como son tragedias, comedias, coplas, jácaras, romances, y sonetos (vv. 78-88). El autor se muestra especialmente molesto con las sátiras, pues los poetas atacan a los "doctores borlados", diciendo que no saben hablar latín, a pesar de haber estudiado el Arte de Nebrija y argumentar en el aula en fluido latín (vv. 91-98).


-los retóricos (vv. 99-104), afrancesados en su gusto, y aliados con su público en la defensa de un libro como el Fray Gerundio.


-los críticos (vv. 105-109), deleznables por no ser considerada su actividad como Facultad Mayor.


-las partes del saber humanista y la poligosia (vv. 110-121), que provocan el desprecio y la irritación del autor.


-anticuarios y filólogos (vv. 122-128), atacados de la manía de leer manuscritos con letras que parecen garrapatas, como las del griego y el árabe.


-los matemáticos (vv. 129-143), a los que el autor incluye en la "Humanística secta", por no creer en Aristóteles ni ser capaces de argumentar a voces como los escolásticos. Su delirio les lleva a pretender probarlo todo con la razón, y a preferir un compás a los sutiles subdistingos.


Como conclusión (vv. 144-159), el poeta llama la atención a los modernos de que los que obtienen realmente dinero y honores son "los que cursan dogmas sólidos y fundamentales", es decir, los doctores de las Escuelas, y que sus actividades tendrán como consecuencia que España se vea sometida a Francia.


4. El carácter satírico de la metrificatio invectivalis y su contexto histórico.


Bajo un presunto vejamen a los estudios modernos, el verdadero autor, Tomás de Iriarte, oculta una minuciosa sátira contra la filosofía escolástica y su latín corrupto, recurriendo al expediente de que los satirizados tomen la palabran y pongan en evidencia su ensoberbecida estrechez mental y su incompetencia lingüística latina. Pero para comprender mejor el alcance de esta sátira será necesario conocer un poco mejor su objeto: la Teología escolástica y el estado del latín empleado en esta Facultad.


4. 1. El escolasticismo en la Universidad española.


Al comenzar el siglo XVIII, las Universidades españolas se encuentran en un estado de profunda postración. De las tradicionalmente llamadas Facultades Mayores (Teología, Cánones, Leyes, y Medicina), las de Medicina, de carácter eminentemente científico y práctico, se hallaban en la más completa ruina por la falta de medios económicos y por la influencia del escolasticismo decadente, mientras que las de Teología seguían ocupando un papel predominante en las Universidades españolas, siendo en algunas de las cuales sólo ellas las que formaban Universidad. Los estudios de física, matemáticas y ciencias naturales, fomentados por la Ilustración, estaban en un total abandono y eran incluso menospreciados, por lo que eran cultivados fuera de la Universidad, en los Colegios militares de Marina, Ingeniería y Artillería, y por algún científico al margen de aquélla11.


Los novatores y reformistas señalaron que la decadencia de los estudios estaba causada por el dominio que ejercían en las Universidades dos espíritus: el de partido o escuela, y el escolástico12.


El Humanismo y el Renacimiento habían supuesto ya una reacción contra el método y los contenidos de la enseñanza escolástica, considerada como un juego verbal ocioso y nocivo para la retórica y las artes del ingenio. Con la introducción en España de la física corpuscular inspirada por Descartes y Gassendi, se alían a los tomistas en su contra los suarecianos y los escotistas, es decir, las cátedras regentadas por dominicos, jesuitas y franciscanos, pues "la filosofía escolástica -como señala Sánchez-Blanco-, tiene un especial interés en conservar la física aristotélica porque su terminología fue utilizada en la definición de los dogmas. Así, el cómodo rechazo de los nuevos saberes lo presentan los escolásticos como un servicio a la teología y a la ortodoxia, complicando considerablemente el asunto"13.


Los tímidos intentos de integrar las tesis atomistas dentro del espectro de opiniones admitidas por la escolática fracasaron por una absoluta incompatibilidad de método y criterio de veracidad:


Para hombres acostumbrados a pensar que la verdad era lo mismo que un dogma en el que había que creer sin ningún tipo de reservas, resultaba inconcebible renunciar a esta seguridad en aras de un conocimiento que se declaraba a sí mismo desde el primer momento como incompleto y perfectible. Y que esta concepción de la verdad no era tampoco una posición subjetiva, nacida de la humildad o del cinismo, sino expresión de una enorme y optimista actividad investigadora, les tenía que resultar algo paradojico a pesar del evidente progreso que alcanzaba el conocimiento de los fenómenos naturales fuera del marco de la física aristotélica.

El argumento decisivo de los novatores contra el escolasticismo apunta a su esterilidad e inutilidad constitutivas, a su manera de definir el carácter 'científico' en forma de un silogismo en el que toda la verdad ya está contenida en la premisa. La ciencia, para la escolástica, consiste en deducir o en probar algo ya sabido. De ahí, la cualidad exclusivamente repetitiva que tenía esta forma de 'saber'. Mientras, por contraste, la literatura científica de la nueva física aportaba nuevos descubrimientos y novedades; sistematizaba observaciones cada vez más amplias y precisas sobre los fenómenos naturales; y desarrollaba, en fin, procedimientos probatorios sensibles, experimentales, que hacían superfluas aquellas cadenas de silogismos y aquellas disputas académicas a cuyo término quedaba definida y probada la verdad14.


Se va creando así una cada vez más profunda brecha entre la Universidad y sociedad, cuya creciente demanda de ciencias útiles y de investigación científica habrá de ser satisfecha por otras instituciones, como las Academias, especialmente en el reinado de Carlos III, y que a imitación de las europeas, se convirtieron en los vehículos más poderosos del pensamiento filosófico, científico y literario. La protección regia las preservó de los ataques de las Universidades, que, presididas por la Facultad de Teología, eran conscientes de su pérdida de poder de control ideológico15. Éstas acentuarán sus ataques contra la ciencia moderna, encarnada por Newton, a mediados de siglo, cuando la ruptura es ya completa entre "antiguos" y "modernos"16. Las propuestas de reforma de la Universidad contaban, aún a finales de los años ochenta, con la firme oposición de los elementos más reaccionarios, a pesar de las disposiciones gubernamentales17.


En su poema, Iriarte evita atacar directamente los principios constitutivos de la escolástica -teniendo sin duda presente su proceso inquisitorial de 1779-, pero se esfuerza por hacer evidente lo insostenible de las posiciones intelectuales de estos epígonos aristotélicos y lo ruin de sus auténticas motivaciones, traducidas en inmerecidas recompensas.


4. 2. El latín universitario y su enseñanza.


Ante las sátiras que les hacen sobre su mal latín, el sabio escolástico se defiende diciendo que el latín con el que argumentan en el aula es fluido, como no puede ser menos tras haber aprendido en tres años el Arte de Nebrija, las platiquillas y las reglas de los pretéritos (cf. metr. 95-98). En nota "crítico-scholástica" al v. 97 el editor, Duron de Testa, señala con cierto orgullo que el Arte de Nebrija no puede aprenderse en tres años sino por quien tiene una buena memoria.


Ciertamente, es difícil hacerse idea de las dimensiones de la sátira si no se tiene mínimamente presente la curiosa fortuna del Arte de Nebrija, y el método de enseñanza del latín en la Facultad de Artes, llamada Menor por ser considerada como preparatoria para el ingreso en las Facultades Mayores, y donde se cursaba durante tres años18.


En 1481 Antonio de Nebrija publicó unas Introductiones latinae, gramática en verso latino, que se popularizaría posteriormente con el nombre de Arte o "el Antonio"19. A lo largo del siglo XVI la obra fue creciendo con la adición de versos, cartas, comentarios y pequeños tratados gramaticales ajenos, convirtiéndose en un corpus de dimensiones considerables. Los intereses económicos de los editores y la presión intelectual del argumento de autoridad llevaron a que el Arte, ligeramente retocado por el P. Luis de la Cerda20, fuera nombrado en 1601 por orden regia como texto único de gramática para todo el reino21. El Antonio, convertido así en una especie de Biblia gramatical, acabó con la producción de nuevas gramáticas, y dejó en la estacada a otras como la del Maestro Martínez y la de Brocense, concebidas a modo de superación consciente del anticuado Antonio22.


Los defectos de la obra de Nebrija fueron pronto señalados, haciendo referencia a su prolijidad, la oscuridad de sus versos, y el fárrago de su casuística23. Con todo, su defecto fundamental era que los maestros inhábiles obligaban a aprenderlo en su totalidad, sin distinguir lo principal de lo secundario, y apartando así al alumno del contacto directo con los autores clásicos24.


Este deficiente método de enseñanza era concorde con lo que se exigía fundamentalmente a las facultades de Artes: que pusiera simplemente a sus bachilleres en situación de enfrentarse a los tecnicismos del ergoteo escolástico, los preceptos del derecho canónico o la nomenclatura médica25.


Este escaso dominio del latín entre los teólogos era ya motivo de asombro en la Europa culta del siglo XVI26. Este leve barniz de latín, semillero de barbarismos, que constituía la jerga de teológos y letrados en el siglo XVIII, servía como trampolín para ascender en la escala social, mientras que, paradójicamente, como señala Luis Gil, el dominio de esta lengua se veía menospreciado27.


5. Fuentes literarias de la metrificatio invectivalis.


Iriarte en su composición va dejando al acaso indicios más o menos evidentes, para el lector avisado, de las fuentes literarias que han ayudado a configurar su obra.


5. 1. Las epistolae obscurorum virorum.


En "nota crítico-scholástica" a metr. 8 el editor habla de un "versículo" que se lee "aut in Teréntio de Bello Iugurthino, aut in Cicerône in Epístolis obscurôrum virôrum". Más que la increíble atribución de la obra salustiana a Terencio, sorprende la hecha a Cicerón de una obra que no es ciertamente clásica.


Octave Delepierre en su Macarronéana comentaba una observación sobre esta cita de metr. realizada antes por Genthe, para negarle entidad (p. 221-222):


Si nous comprenons bien la pensée de Genthe qui dit: "Die Tendenz ist eine ahnliche wie bei den Epistolis obscur. virorum, [la tendencia es parecida a la de las epistolae obscurorum virorum]" nous ne partageons pas son avis, car le genre de ce dernier ouvrage nous paraît tout différent.


Torres-Alcalá considera impropia la opinión del bibliófilo francés y rememora la historia de estas epistolae citadas en metr.:


Hacia 1510, los dominicos exigieron que los judíos alemanes entregaran sus libros sagrados -entre ellos el Talmud- para ser quemados por representar un peligro para la doctrina cristiana. Aquellos, sin embargo, buscaron la ayuda -para colmo del absurdo- de un judío converso, Joham Pferfferkorn. Un conocido humanista, Johann Reuchlin, que conocía perfectamente el hebreo, se les opuso, llegando a alegar que el hebreo debiera ser enseñado en las aulas universitarias para un mejor entendimiento de la Biblia misma. [...] En el fragor de la batalla, Reuchlin publicó las cartas de apoyo que había recibido, con el título de epistolae doctuum virorum. Sus enemigos -nos imaginamos que furiosos y desarmados- no pudieron responder, aunque alguien lo hizo por ellos con otra obra: Epistolae obscurorum virorum. Las cartas de esta segunda obra, sinceras en apariencia y escritas por fieles adeptos de la orden dominica (representada por el maestro Ortwin von Graes) y de Pfefferkorn, eran algo más que una apología. Su lectura nos pone ante los ojos una galería de personajes satíricos en que los remitentes, tan pedantes como obtusos e ignorantes, muestran lo que efectivamente son, más una vena de oculta sensualidad, al amparo de la hipocresía que en ellos representa el hábito religioso. El candor con que los remitentes se desahogan con el "Magister" Ortwin, en un latinus que se pasa de grossus para ser grossissimus, dejaría perplejo a un lector poco avispado que no percibiera la sátira magistral que tales cartas representan. Porque, efectivamente, la defensa de la orden se convertía en ofensa de la misma y en una apología de Reuchlin. Con tales amigos, decimos en el lenguaje coloquial, ¿quién necesita enemigos? Las Epistolae obscurorum virorum fueron, efectivamente, escritas por dos defensores de Reuchlin: Crotus Rubianus (Johan Jäger) y Ulrich von Hutten. Estas cartas se popularizaron tanto que se reimprimieron varias veces, conteniendo la edición de 1516 sesenta y dos cartas adicionales, lo que movió a León X a condenarlas en una bula pontificia, y a Adriano IV, a quemarlas28.


Torres-Alcalá señala ciertamente la influencia "al menos como artificio retórico"29 de esta obra en la metrificatio de Iriarte. No parece, pues, que se haya de dudar de dónde toma el escritor canario la idea de dejar que los satirizados se pongan a sí mismos en evidencia. No por casualidad el socarrón Iriarte pone estas epistolae bajo la autoría de Cicerón, perenne modelo de latinidad en parte a través de sus epístolas, para mayor regocijo de los lectores cómplices de sus sutilezas. Debe recordarse, por otra parte, que los dominicos, satirizados en la obra alemana, regentaban las cátedras tomistas, y que se erigieron en guardianes de la ortodoxia, en oposición a la reforma de la Universidad española30.


5. 2. Las Cartas marruecas de José Cadalso.


En 1772 Iriarte es introducido en la tertulia de la Fonda de San Sebastián. Allí trabaría amistad con José Cadalso. Alberto Navarro describe del modo siguiente el efecto causado en Iriarte por la brillante personalidad del gaditano:


Iriarte le sobrepasaba en conocimientos eruditos y librescos, pero éste, que vivía más hondamente las palpitantes preocupaciones de su época, brindaría a Tomás una nueva y viva temática y le despertaría inquietudes orilladas ante la constante lectura de viejos libros. El escritor canario no hará objeto céntrico de su producción los acuciantes problemas que bullen en las Cartas marruecas, pero no cabe duda de que en estos años que van de la muerte de don Juan a la de Cadalso cuando la obra de Iriarte adquiere más amplia y viva temática (Epístolas, El egoísmo, Los literatos en Cuaresma, etc.)31.


Ambos hombres mantendrán una relación epistolar, en la que a veces se disfrazaban de escolásticos y monjes imitando los tópicos de las disputas filosóficas o de los tratados espirituales. Es de señalar una carta escrita a Iriarte por Cadalso desde Salamanca, donde se había desplazado en abril de 1773 con su regimiento:


El autor de los Eruditos a la violeta saluda al autor de los Literatos en quaresma; le envía esta carta y le pide no la lea delante de algún majadero.


[…]


Estimabilísimo y estimadísimo amigo: [...], sepa que le estimo mucho, y por tanto le dé noticia de haber llegado bueno, estar de buen humor philosóphico, bien establecido con mis libros, y bastante favorecido de estas gentes en Salamanca, doctísima universidad, donde no se enseña mathemática, phísica, anatomía, historia natural, derecho de gentes, lenguas orientales, ni otras frioleras semejantes, pero produce gentes que con voz campanuda pondrán sus setenta y siete mil setecientos setenta y siete silogismos en Baralipton frisesomorum ú Sapesmo sobre como hablan los ángeles en su tertulia, sobre si los cielos son de metal de campanas, ú líquidos como el vino más ligero, y otras cosazas de semejante entidad que vmd. y yo nunca sabremos, aprenderemos, ni estudiaremos32.


Semejante misiva, aparte de evidenciarnos la complicidad intelectual de los dos literatos y su necesidad de precaución, nos sitúa en el escenario salmantino donde años más tarde hará Iriarte que su sosias escolástico escriba su retumbante metrificatio.


Las Cartas marruecas, escritas entre 1768 y 1774, no están tampoco exentas de ataques a la escolástica. Fueron publicadas en 1789, pero algunas de ellas las leyó ya Cadalso en la Fonda de San Sebastián, y es seguro que se divulgaron manuscritas. Iriarte era, sin duda, conocedor de su existencia, como se deduce de una carta de octubre de 177433.


En la carta XV se mencionan las ociosas disputas escolásticas:


En España, como en todos los países del mundo, las gentes de cada carrera desprecian a las de las otras. Búrlase el soldado34 del escolástico, oyéndole disputar utrum blictiri sit terminus logicus35.


En la carta XXIII se pinta de modo magistral el ambiente de las Conclusiones:


Hay hombres en este país que tienen por oficio el disputar. Asistí últimamente a unas juntas de sabios, que llaman Conclusiones. Lo que son no lo sé, ni lo que dijeron, ni si se entendieron, ni si se reconciliaron después, o si se quedaron con el rencor que manifestaron delante de una infinidad de gentes, de las cuales ni un hombre se levantó para apaciguarlos, no obstante el peligro en que estaban de darse puñaladas, según los gestos que se hacían y las injurias que se decían; antes los indiferentes estaban mirando con mucho sosiego y aun con gusto la quimera de los dos adversarios. Uno de ellos, que tenía tres varas de alto, casi otras tantas de grueso, fuertes pulmones, voz de gigante y ademanes de frenético, defendió por la mañana que una cosa era negra, y a la tarde que era blanca. Lo celebré infinito, pareciéndome esto un efecto de docilidad poco común entre los sabios; pero desengañéme cuando vi que los mismos que por la mañana se habían opuesto con todo su brío, que no era corto, a que la tal cosa fuera negra, se oponían igualmente por la tarde a que la misma fuese blanca [...]36.


Más amargo, por su impotencia presentida, es el retrato del sabio escolástico que se hace en la carta LXXVIII:


¿Sabes tú lo que es un verdadero sabio escolástico? (No digo de aquellos que, siguiendo por carrera o razón de estado el método común, se instruyen plenamente a sus solas de las verdaderas ciencias positivas, estudian a Newton en su cuarto y explican a Aristóteles en su cátedra -de los cuales hay muchos en España-, sino de los que creen en su fuero interno que es desatino físico y ateísmo puro todo lo que ellos mismos no enseñan a sus discípulos y no aprendieron de sus maestros.) Pues mira, hazte cuenta que vas a oírle hablar.


Cadalso reproduce las opiniones del sabio escolástico sobre diversas "facultades", empezando por la retórica:


"Para nada se necesitan dos años, ni uno siquiera, de retórica. Con saber unas cuantas docenas de voces largas de catorce o quince sílabas cada una, y repetirlas con frecuencia y estrépito, se compone una oración o bien fúnebre o bien gratulatoria". Si le dices las ventajas de la buena oración, su uso, sus reglas, los ejemplos de Solís, Mendoza, Mariana u otros, se echará a reír y te volverá la espalda37.


No es mejor su opinión sobre la poesía:


"La poesía es un pasatiempo frívolo38. ¿Quién no sabe hacer una décima o glosar una cuarteta de repente a una dama, a un viejo, contra un médico o una vieja, en memoria de tal santo o en reverencia de tal Misterio?". Si le dices que esto no es poesía, que la poesía es una cosa inexplicable y que sólo se aprende y se conoce leyendo los poetas griegos y latinos y tal cual moderno; que la religión misma usa de la poesía en las alabanzas al Criador; que la buena poesía es la piedra de toque del buen gusto de una nación o siglo; que despreciando las producciones ridículas de equivoquistas, truhanes y bufones, las poesías heroicas y satíricas39 son las obras tal vez más útiles de la república literaria, pues sirven para perpetuar la memoria de los héroes y corregir las costumbres de nuestros contemporáneos, no harán caso de ti40.


Y su concepción de la física moderna es caricaturesca:


"La física moderna es un juego de títeres. He visto esas que llaman máquinas de física experimental: juego de títeres, vuelvo a decir, agua que sube, fuego que baja, hilos, alambres, cartones, puro juguete de niños"41 [...] si le dices, en fin, que en todo el universo culto se hace mucho caso de esta ciencia y de sus profesores, te llamarán hereje.


Así como la de las matemáticas es denigratoria:


"Embuste y pasatiempo -dirá él muy grave-. Aquí tuvimos a don Diego de Torres, repetirá con mucha solemnidad y orgullo, y nunca estimamos su facultad, aunque mucho su persona por las sales y conceptos de sus obras" [...] Si le dices: yo nada sé de don Diego de Torres, sobre si fue o no gran matemático, pero las matemáticas son y han sido siempre tenidas por un conjunto de conocimientos que forman la única ciencia que así puede llamarse entre los hombres. Decir si ha de llover por marzo, ha de hacer frío por diciembre, si han de morir algunas personas en este año y nacer otras en el que viene, decir que tal planeta tiene tal influjo, que el comer melones ha de dar tercianas, que el nacer en tal día, a tal hora, significa tal o tal serie de acontecimientos, es, sin duda, un despreciable delírio42; y si ustedes han llamado a esto matemática, y si creen que la matemática no es otra cosa diversa, no lo digan donde lo oigan gentes43.


Como conclusión, Cadalso traza un apasionado programa de la actitud del "moderno" frente a estas rémoras intelectuales:


Dejémoslos gritar continuamente sobre la famosa cuestión que propone un satírico moderno44, utrum chimera, bombilians in vacuo, possit comedere secundas intentiones. Trabajemos nosotros a las ciencias positivas, para que no nos llamen bárbaros los extranjeros; [...] Si nuestros sabios tardan algún tiempo en igualarse con los suyos, tendrán la excusa de decirles: -Señores, cuando éramos jóvenes, tuvimos unos maestros que nos decían: Hijos míos, vamos a enseñaros todo cuanto hay que saber en el mundo45; cuidado no toméis otras lecciones, porque de ellas no aprenderéis sino cosas frívolas, inútiles46, despreciables y tal vez dañosas. [...] Cuéntese por nada lo dicho, y pongamos la fecha desde hoy, suponiendo que la península se hundió a mediados del siglo XVII y ha vuelto a salir de la mar a últimos del XVIII.


En el periodo de convalencia en el que Iriarte compone su metrificatio como entretenimiento, debió tener muy presente el recuerdo del amigo muerto cinco años antes, en 1781. Es plausible, pues, pensar que las antiguas pasiones e ideales comunes revivieran como modelo para Iriarte, quien pudo haber tomado de la carta LXXVIII de Cadalso la idea de que el sabio escolático atacara, en primera persona, diversas disciplinas en particular. No dejan de ser notables, a este respecto, las concomitancias de expresión que hemos señalado entre ambas composiciones.


5. 3. El juego de personas literarias de las macarroneas folenguianas y las notas marginales de la redacción Toscolanense.


Parece evidente que Iriarte tomó, como se ha visto, su modelo de sátira de la de las epistolae obscurorum virorum, y que pudo extraer de las Cartas marruecas de Cadalso elementos estructurales y temáticos. Queda, pues, por explicar por qué eligió como forma literaria la poesía hexamétrica macarrónica y no la prosa que le sugerían sus modelos. La respuesta debe estar en la amplitud de posibilidades artísticas que le ofrecía a Iriarte el juego de personas literarias que percibía en la obra macarrónica folenguiana. Efectivamente, como se ha señalado aquí y aquí, el humanista autor de la macarronea (Teófilo Folengo), se desdobla en una segunda persona, el presunto autor del poema (Merlín Cocayo, en este caso), que parece considerar, presuntuosamente, que el latinus grossus, el único que domina, es apto para escribir hexámetros de corte virgiliano. Este prurito de emulación virgiliana llevó al joven monje benedictino a inventarle incluso un editor y anotador póstumo, Acuario Lodola47, al modo del que tuvo el mantuano en la persona de Servio. El verdadero fin de esta duplicación literaria es que el lector avisado no malinterprete la verdadera intención paródica del autor, que va enfocada hacia el latinus grossus, es decir, al empleado por la segunda persona macarrónica. Así, la primera persona deja su huella en un depurado cuadro formal, traducido en la destreza métrica y las referencias clásicas no siempre evidentes, mientras que son responsabilidad de la segunda los macarronismos y los disparates sintácticos y morfológicos, que son los que producen la comicidad.


¿Qué pensar, si no, de que el escolástico Matías de Retiro, orgulloso poseedor de un latín "muy llano, muy chabacano y [casi] macarrónico" en expresión del P. Isla48, y despreciador de la poesía como pérdida de tiempo, sea, al mismo tiempo, tan consumado versificador? Al fino humanista Iriarte (1ª persona macarrónica), tan aficionado a los pseudónimos y escarmentado ya con la Inquisición, le debió parecer de perlas este juego, y crea una 2ª persona macarrónica, Matías de Retiro (que es, por ende, un anagrama de su nombre, como señaló el doctor Salas), encarnación del latín corrupto de la escolástica, objeto parcial de la sátira, e incluso un editor, Duron de Testa, trasunto de la mediocre personalidad del folenguiano49.


Incluso la carta que dirige el licenciado Duron de Testa al corresponsal del Censor (cf. supra 3), tiene su precedente en la epístola que dirige Acuario Lodola al ilustre conde de las Chancletas, ponderando la obra de Merlín Cocayo como superior, nada menos, a la de autores como Cicerón, Virgilio, Lucano, Juvenal, Horacio, Terencio por la riqueza de su lengua y la variedad de temas. Lodola es asimismo el encargado de decorar la redacción Toscolanense (1521) con una amplia serie de notas marginales. Estas notas se presentan como una defensa del estilo, y sobre todo, de las licencias prosódicas; también sirven para glosar alguna formación lingüística, sea por afán de claridad sea por puro ludibrio, recurriendo a veces a citas imaginarias de clásicos griegos o latinos, Padres de la Iglesia, sabios árabes, humanistas o simplemente inventados50.


A ese primer tipo de glosas sobre prosodia y métrica pertenecen las "notae critico-scholásticae" a metr. 4, 27, 95, 109, 121, 126. Hay, asimismo, notas que glosan macarronismos o latinismos (cf. metr. 1, 28, 36, 88), y que citan burlonamente falsas autoridades (cf. metr. 8, 58, 66, 97, 115).


La metrificatio invectivalis se configura, pues, como una confirmación más de la interpretación del macarroneo brindada por Luca Curti en 1991. El hecho de que en la carta de Duron de Testa al corresponsal del Censor Iriarte cambie el adjetivo "injurioso" aplicado al latín macarrónico por el de "burlesco" en la edición de 1787 es indicio de una madura conciencia artística del instrumento lingüístico empleado.


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1 Ésta era una "obra quincenal, de 16 pp. en forma epistolar, que firma "Ramón Harnero", seudónimo de Santos Manuel Rubín de Celis, según Cotarelo. Llegó a publicar 51 números, con numeración correlativa en cada volumen, desde 1786 hasta el 16 de junio de 1788" (cf. FRANCISCO AGUILAR PIÑAL, "La prensa española en el siglo XVIII. Diarios, revistas y pronósticos", Cuadernos Bibliográficos del C. S. I. C., Madrid 1978, p. 33). Se presentaba como réplica epistolar del importante periódico moderado El Censor, fundado en 1781 y prohibido en 1787, cuyo esfuerzo crítico consideraba insuficiente (sobre la historia y evolución ideológica de estas publicaciones cf. F. AGUILAR PIÑAL, o.c., p. 29 y FRANCISCO SÁNCHEZ-BLANCO PARODY, Europa y el pensamiento español del siglo XVIII, Alianza Editorial, Madrid 1991, pp. 159, 164-165, 168, 283, 365-370, 373).

2 Cf. El Corresponsal del Censor, vol. 1, pp. 59-74. (B. N. de Madrid, sign. D 5150). F. Márquez Villanueva en su estudio sobre Teófilo Folengo y Cervantes (p. 282) da como fecha de la publicación el año 1794 (cf. pp. 281-282: "Un periódico literario publica en 1794 una Metrificatio invectivalis contra studia modernorum, cuyo autor se esconde bajo los seudónimos de doctor Mattías de Retiro y licenciado Durón de Testa"), tomando esta noticia de J. López de Toro, "El primer poema macarrónico..." (p. 401), quien la recaba a su vez de Delepierre, Macaronéana... (cf. p. 221: "Le journal El corresponsal del Censor, a publié en 1794, un poëme macaronique, enrichi de notes dans le même genre, sous le titre: Metrificatio invectivalis contra studia Modernorum, cum notis critico-scholasticis. L'auteur s´est caché sous le nom de Dr Mattias de Retiro, et l'editeur signe: El licenciado Duron de Testa"). De esta fuente bebe directa y explícitamente Torres-Alcalá en 1984 (cf. p. 102: "En 1794 aparece en una revista madrileña, El Corresponsal del Censor (Carta V, del 6 de julio), un poema macarrónico titulado: Metrificatio invectivalis contra studia Modernorum, cum Notis critico-scholasticas. Escrito bajo el seudónimo de Mathias del Retiro y editado por un tal Durón de la Testa, es el único poema macarrónico español recogido por Genthe, Delepierre y mencionado en la mayoría de las enciclopedias y estudios que tratan el género"). Este error de datación pasa inadvertidamente de Torres-Alcalá a Francisco Salas Salgado, "La metrificatio invectivalis de Tomás de Iriarte o un episodio de la Querelle des Anciens et des Modernes", Humanistica Lovaniensia, vol. XLVI, 1997, pp. 326-362 (cf. p. 326: "Por lo que sabemos, esta composición había aparecido -y cita a Torres-Alcalá- en 1794, en la revista madrileña El Corresponsal del Censor (concretamente en la "Carta V" del 6 de julio)"). El profesor Salas, que edita el poema de acuerdo con la edición de 1787 de las obras de Iriarte (cf. infra), no parece caer en la cuenta de la incongruencia de fechas, pues él mismo señala, de acuerdo con las informaciones de Sebastián de la Nuez, el año 1786 como fecha de su composición (p. 331), y también indica como fecha de la prohibición del periódico el año 1787 (p. 333), aunque aquí lo confunde con El Censor (cf. n. 1), y cita el Ensayo de Sempere y Guarinos publicado en 1789 (p. 330 e infra n. 3 y 4). La datación correcta aparece en la BAE, t. 63, dedicado a los poetas líricos del siglo XVIII, ed. de Leopoldo Augusto Cueto, Reimpresión, Atlas, Madrid 1952, p. 44 y en TOMÁS DE IRIARTE, Poesías, Clásicos Castellanos, edición, prólogo y notas de Alberto Navarro González, Espasa-Calpe, 3ª ed., Madrid [1963] 1976, p. XVI.

3 Cf. J. SEMPERE Y GUARINOS, Ensayo de una biblioteca española de los mejores escritores del reinado de Carlos III, vol. VI (ed. facsímil de la ed. realizada en Madrid por la Imprenta Real, en 1789), Madrid 1969, p. 192.

4 Cf. J. SEMPERE Y GUARINOS, o.c., p. 209. Observa agudamente, además, Francisco Salas que Matías de Retiro es un anagrama de Tomás de Iriarte, quien había usado este recurso (Tirso Imareta) en alguna ocasión (p. 330-331).

5 Salas Salgado en su artículo citado (p. 331) recoge la bibliografía sobre los aspecto biográficos de Iriarte. Ésta es la manejada por Alberto Navarro en su edición (cf. n. 2) y por Sebastián de la Nuez (cf. TOMÁS DE IRIARTE, Fábulas Literarias, ed. preparada por Sebastián de la Nuez, Editora Nacional, Madrid 1976), quien reproduce, además, un manuscrito autógrafo inédito de Iriarte, que contiene una autobiografía hasta 1780. De estas dos obras entresacamos la breve noticia bio-bibliográfica que damos a continuación.

6 Cf. M. DE LA PINTA LLORENTE, La Inquisición española y los problemas de la cultura y la intolerancia, Madrid, 1953, pp. 235 ss. cit. por LUIS GIL, o.c., p. 449.

7 Cf. o.c., vol. 1, pp. 59-60.

8 En las ediciones de 1787 -revisada por el autor- y 1805 se añade a continuación "un poco".

9 En las ediciones de 1787 y 1805 se lee "burlesco" por "injurioso".

10 El título abreviado que ofrecen las ediciones antiguas es Metrificatio invectivalis contra studia Modernorum, que es el que hemos reproducido en el encabezamiento del presente capítulo. Citaremos abreviadamente como metr.

11 cf. ANTONIO ÁLVAREZ DE MORALES, La Ilustración y la reforma de la Universidad en la España del siglo XVIII, Pegaso, 2ª ed., Madrid [1971] 1979, pp. 6-8, 20-21.

12 Ib. p. 17. Antonio Álvarez reproduce un fragmento del Plan de Reforma de la Universidad de Sevilla elaborado por el asistente Olavide y sus colaboradores en 1768, que describe de forma dramática esta situación: "Dos espíritus han sofocado nuestras Universidades, que han sofocado y sofocarán perpetuamente las ciencias. El uno es el espíritu de partido o de escuelas; y el otro, el escolástico. Con el primero, se han convertido los cuerpos en tiranos unos de otros, han arrasado las Universidades reduciéndolas a una vergonzosa esclavitud y adquiriendo cierta prepotencia que ha extinguido la libertad y la emulación [..] En la actual constitución de las escuelas es preciso ser tomista, jesuita, baconista o escotista, según los maestros que el acaso o la proporción representan. Y se defiende con tenaz obstinación una doctrina que sin ilustrar ni aun ocupar el entendimiento, pasa a desazonar la voluntad [...] Si el de partido ha podido pervertir los ánimos, éste [el espíritu escolástico] ha pervertido el juicio. Peca en su objeto y en su método. En su objeto, porque siempre versa en cuestiones frívolas e inútiles, pues o son superiores al ingenio de los hombres o sólo son de nombre por incapaces de traer utilidad. Peca en su método porque en vez de buscar la verdad por medios simples o geométricos, la presume hallar por una lógica enredada, capciosa y llena de sofismas que oscurecen el entendimiento infestando sus profesiones y clases, de aquí el falso gusto, que domina en los asuntos, los malos sermones, los bajos y triviales alegatos en derecho y contemporáneos de los abogados, las malas comedias y pésimas poesías, imperfección y grosería de todas nuestras Artes [...] A la sombra de sus distinciones escolásticas y quiméricas restricciones han pretendido eludir la fuerza de los divinos mandamientos, introduciendo opiniones relajadas y haciendo de la santa moral de Jesucristo un asunto de controversias escandalosas y pueriles [...] De lo discurrido hasta aquí se deduce que el espíritu escolástico es el destructor de los buenos estudios, el corruptor del gusto y que con él son incompatibles las verdaderas ciencias y sólidos conocimientos del hombre".

13 Cf. F. SÁNCHEZ-BLANCO PARODY, o.c., p. 30

14 cf. Ib. pp. 43-44.

15 Cf. A. ÁLVAREZ, o.c., pp. 44-46.

16 Cf. F. SÁNCHEZ-BLANCO, o.c., p. 127

17 Sobre las características de la reforma universitaria de Carlos III y las razones de su fracaso cf. A. ÁLVAREZ, o.c., pp. 85-200.

18 Sobre la Facultad de Artes en Salamanca cf. ANA Mª CARABIAS TORRES, Colegios Mayores, Centros de poder: Los colegios mayores de Salamanca durante el s. XVI, Universidad, Salamanca 1986, vol. II, pp. 288-291. Sobre su situación en España durante el siglo XVIII cf. A. ÁLVAREZ, o.c., pp. 18-20, 163-167.

19 Cf. LUIS GIL, Panorama..., pp. 110-111.

20 El Arte constaba de cinco libros, del que el quinto, que versaba sobre prosodia y métrica, es el citado en el título de metr.

21 para una descripción de este rocambolesco proceso cf. LUIS GIL, Panorama..., pp. 115-124.

22 Véase aquí.

23 versos como los de Foemina masque genus nullo monstrante reponunt. / Mascula sunto tibi quasi mascula, foemineumque / sit quasi foemineum... fueron objeto de la burla del anónimo autor del Viaje de Turquía y de Palmireno (cf. L. GIL, o.c., pp. 114-115). La sustitución que hizo el P. de la Cerda de lo de "machos te serán los quasi machos y hembras las como hembras" por Mascula sunt, maribus quae dantur nomina solum, Foemineis iunges, quae foemina sola reposcit (cf. ib. p. 124), fue a su vez blanco de la mofa del gramático y poeta Francisco Sánchez Barbero en su Pepinada y alguno de sus epigramas (cf. Pep. 49-50 y ap. de fuentes).

24 Luis Gil explica detenidamente cómo se desarrollaba la enseñanza de lengua latina (pp. 182-183): "Comenzaba ésta por la memorización de una serie de definiciones y reglas en latín para cuya comprensión le era preciso al alumno hacerse con unos "cuadernos" que le explicaban en castellano el texto latino de su gramática. Venía acto seguido, el aprendizaje de las declinaciones, primero de sustantivos sueltos, después de series de sustantivos concertados con adjetivos y, cuando se estimaba a los alumnos expertos en este menester, se pasaba a las conjugaciones. Una vez aprendidas conjugaciones y declinaciones, se procedía a la construcción (conocida como las "oraciones" o la "platiquilla"), consistente en poner en latín un número de frases castellanas, clasificadas según su correspondencia latina o el giro castellano que contenían. Se distinguían seis clases de géneros principales de oraciones: primeras de activa, primeras de pasiva, segundas de activa, segundas de pasiva, impersonales y semipersonales. Dentro de cada uno de estos géneros se establecían seis subdivisiones o especies: llanas, de de, de relativo con de, de infinitivo con de, de relativo llanas, de relativo con de, con lo que se llegaba a un total de treinta y seis tipos de oraciones. A esta enorme complejidad, se sumaba el número considerable de giros castellanos cuya equivalencia latina se aprendía: los llamados "romances", por ejemplo, el "romance" al, el "romance" aún, etc. Una vez dominado este galimatías, se pasaba a la traducción. El alumno debía ordenar previamente el texto y luego proceder a la indentificación de lo que tenía ante sí con un género o una especie de las muchas oraciones aprendidas, y recordar entre los muchos romances que le habían metido en la cabeza cuál era el adecuado a cada caso. El método era ilógico, primero, porque se ponía a los alumnos a componer en latín cuando, por no estar duchos en la traducción, carecían de un conocimiento suficiente de esta lengua; segundo, porque en buena parte las reglas para la conversión de oraciones eran falsas; tercero, porque los "latines" que de dichas reglas salían eran no menos falsos que éstas, siendo mucho mayor el número de hispanismos y barbarismos que contenían que de buena latinidad; cuarto, porque se prestaba escaso interés a aquello en lo que mayor atención debía ponerse, la traducción de los autores latinos, cuya selección y debida graduación por dificultades tampoco se hacía con el debido cuidado."

25 Ib. p. 146

26 cf. ib. p. 54

27 cf. ib. p. 339. No era, ciertamente, ésta la primera vez que Tomás de Iriarte se había ocupado del Antonio, ya que en el segundo sermón de Los literatos en Cuaresma (1773) hablando por boca de Cicerón había atacado el falso Arte del P. de la Cerda, alabando el de su tío, que él había editado en 1771 (cf. T. DE IRIARTE, Poesías..., pp. XII, XXXI).

28 Cf. A. TORRES-ALCALÁ, o.c., pp. 73-75. L. Mª. Carbonero y Sol, Esfuerzos del ingenio literario, Madrid 1890, p. 413 refiere la anécdota de que Erasmo, al leer esta obra por primera vez sufrió tal ataque de risa, que se le reventó un tumor en la cara del que le habían prescrito operación quirúrgica. Reproduce, asimismo, un fragmento sobre la muerte de un elefante enviado en 1514 al papa León X por el rey de Portugal Manuel (ed. de Francfort, 1757, tomo I, p. 305): "Vos bene audivistis qualiter Papa habuit unum magnum animal, quod vocatum fuit elephas, et habuit ipsum in magno honore, et valde amavit illud. Nunc igitur debetis scire quod tale animal est mortuum. Et quando fuit infirmum, tunc Papa fuit in magna tristitia et vocavit medicos plures, et dixit eis: "si est possibile, sanate mihi elephas". Tunc fecerunt magnam diligentiam et viderunt ei urinam, et dederunt ei unam purgationem quae constat quinque centum aureos: sed tamen elephas... est mortuum, et Papa dolet multum, et dicunt quod daret mille ducatos pro elephas; quia fuit mirabile animal, habens longum rostrum in magna quantitate; et, quando vidit Papam, tunc geniculavit ei, et dixit cum terribili voce bar, bar, bar." Nótese la sátira oculta tras un texto tan aparentemente inocente.

29 Cf. ib. p. 73

30 Cf. A. ÁLVAREZ, o.c., p. 171. Sobre los posibles tiros de la sátira iriartiana cf. glosario s.u. 'salamanquinus'.

31 Cf. T. IRIARTE, Poesías, pp. XIII-XIV.

32 Reproducida por F. SÁNCHEZ-BLANCO, o.c., p. 196

33 cf. J. CADALSO, Cartas marruecas, ed. de Manuel Camarero, Castalia, Madrid 1984, pp. 27-28.

34 Podría pensarse que el propio Cadalso, militar de carrera, y espectador de disputas escolásticas en Salamanca.

35 Como señala Manuel Camarero en nota Cadalso toma el término blictiri de la novela Fray Gerundio de Campazas (1758) del P. José Francisco de Isla. Allí es empleada en el retrato que se hace de fray Toribio, lector en el convento donde va Gerundico a estudiar artes: "Ejercitábase, y hacía que sus discípulos se ejercitasen, en componer contradictorias, contrarias, subcontrarias y subalternas, en todo género de proposiciones: en las categóricas, en las hipotéticas, en las simples, en las complejas, en las necesarias, en las contingentes y en las de imposible, gastando meses enteros en estas bagatelas impertinentísimas. Sobre la importante y gravísima cuestión de si blictiri es término, era cosa de espiritarse; y si alguno le quería defender que la unión era tan término como todos los demás, y que en ella se resolvía la proposición tan resolvidamente como en el sujeto y el predicado, era negocio de volverse loco, y a lo menos no le faltaba un tris para perder el juicio" (cf. JOSÉ FRANCISCO DE ISLA, Fray Gerundio de Campazas, alias Zotes, ed. de Enrique Rodríguez Cepeda, Cátedra, Madrid 1995, l. II, cap. 1, p. 344). Blictiri es una palabra inventada por Boecio como ejemplo de cierto tipo de voces que de por sí no significan nada, pero que pueden dotarse de sentido (cf. ib. p. 344 n. 10).

36 De esta práctica hay constancia en metr. desde su comienzo (cf. metr. 1-2 y "nota critico-scholástica" a retumbat; metr. 132-134). Este acaloramiento progresivo, con el que los contrincantes suplían su falta de argumentos o la poca fluidez de su latín fue criticada anteriormente por el deán Martí y el P. Feijoo. El rector de Salamanca decía en 1588 que las conclusiones de los sábados eran motivo de risa para quienes las iban a oír para pasar el tiempo. Su abuso produjo también decretos reguladores por parte de Inocencio XI en 1679 e Inocencio XII en 1691 (cf. L. GIL, o.c., pp. 157-158).

37 Cf. metr. 99-101: "Isti Humanístae nos praecisâre volêbunt / Ad quòd praecéptos studiêmus Rhetoricôrum? / Et tunc scribêmus sermónes sícuti Galli".

38 Cf. metr. 77-79: "Primos inter eos vídeo campâre Pöétas, / Castam infernálem Scriptôrum. Tempora perdunt, / Consónicos, sive Assónicos buscándo vocáblos".

39 Cf. metr. 91-93: "Et quando in Sátyras prorúmpitis? O petulántes! / Non est miráclum quòd burlam musa maligna / De ómnibus assúmptis fáciat, fortémque rechíflam".

40 Cf. metr. 80-88: "Ut quid perdítio? Ut fáciant Tragicália metra, / In quibus appréndunt hómines mactare sëípsos, / Sive bufonátas Comicáles, & faramállas, / Aut inamorándi tretas, ut boda resúltet. / Cum coplis, xácaris, románcibus, atque sonétis / Barábbas confúndat eos, qui semper in illis / Elógios fáciunt tam solùm de Guapetónis, / De Pastoráli vita cùm mille patráñis, / Vel de Mozâbus, vel vino laetificante".

41 Cf. metr. 23-29: "Enséñat Physicam; sed materiáliter ut sic. / Divertiméntos buscat quos máchina donat, / Experimentáles osténtans mille tramójas, / Quómodo mille álias quas fingunt Titiritéri. / Et pesant áërem, & chispas de córpore sacant, / Et petra-imáne sciunt libram suspéndere ferri, / Múltaque fúrfuris ejúsdem, ejusdémque tenôris".

42 Cf. nota crítico-scholástica a metr. 52: "Sunt áliqui Modérni qui praeténdunt distínguere Astronomíam ab Astrologîa; sed haec distínctio debet esse sophística, quia in Universitâte Salmanticénsi Doctor Dóminus Dídacus de Torres appellabâtur promíscuè Astrólogus vel Astrónomus, quod idem sonat. Itaque, quomodocúmque nominêtur talis sciéntia errónea, servit principáliter ad componéndos Kalendários". Astrónomos y matemáticos son despachados en metr. 52-58 y 129-143.

43 Diego de Torres Villarroel es presentado por Cadalso e Iriarte como modelo de lo que no debe ser un matemático. Espíritu inquieto y aventurero como refleja su autobiografía, Diego de Torres escribe que "sin director y sin instrumento alguno de los indispensables en las ciencias matemáticas, lidiando solo con las dificultades, me aprendí algo de estas inútiles y graciosas disciplinas [...] A los seis meses de estudio, salí haciendo almanaques y pronósticos" (citado por A. ÁLVAREZ, o.c., p. 7). Con este bagaje de diletante se presentó en 1726 a las oposiciones a la cátedra de Salamanca de las Matemáticas, que ganó de modo increíble pues en ellas sólo pudo realizar el primer ejercicio, la exposición de un punto elegido de entre tres sacados al azar de entre todos los que formaban el programa. El segundo, que era un examen ante el claustro pleno, no se realizó, "porque no tenía entonces esta escuela sujeto alguno que estuviese instruido, porque entre los más de sus profesores pasaban nuestras tablas y figuras por una especie de brujería y cabalismo" (cf. ib. p. 15). Torres Villarroel fue el más famoso escritor de pronósticos de su época. Los almanaques (donde el autor se limita a señalar las festividades y las estaciones del año basándose en el cómputo de las lunaciones) y los pronósticos (que incluyen predicciones de acontecimientos futuros que entran de lleno en el arte adivinatoria) constituían una literatura popular que cobró un auge inusitado hasta 1767. Los autores de pronósticos, por regla general, se consideraban "filomatemáticos", dada la estrecha vinculación de las matemáticas con la astronomía, dedicándose a esta tarea, como la más honrosa de las profesiones, los profesores universitarios de matemáticas (cf. F. AGUILAR PIÑAL, o.c., pp. XII-XVI).

44 El satírico moderno es el P. Isla quien la utiliza en su Fray Gerundio. Un padre maestro (en artes) le propone esta ridícula cuestión ("si una quimera, zumbando en el vacío, puede comerse segundas intenciones"), a modo de burla al "escolasticísimo" fray Toribio aficionado al blictiri (cf. supra n. 34). Éste, entusiasmado, se afirma dispuesto a defenderla en sentido afirmativo en acto público (cf. l. II, cap. 1, pp. 350-351). No falta en metr. la mención al Fray Gerundio (cf. metr. 103 y "n. critico-scholástica" correspondiente). Esta obra, concebida como una sátira de los malos predicadores, expone también los defectos del sistema educativo de la época. Su primera parte aparecida en 1758 fue incluida en el Índice en 1760, y la segunda parte hubo de publicarse en el extranjero. Puede deducirse de las obras de Cadalso e Iriarte cómo se convirtió en un símbolo para los medios ilustrados de la época, que la buscaron y leyeron ávidamente a pesar de las prohibiciones.

45 Cf. metr. 67-70: "Ista Novatóres inventavêre modérni, / Credéntes nostris Majóribus esse magístros, / Qui jam matérias, antíquo témpore, de omni / Scibili apurârunt...".

46 Este espíritu es el que subyace a la descontextualizada cita que hace Iriarte de la epístola 88 a Lucilio de Séneca al comienzo de la composición: "Ista liberálium ártium consectátio moléstos, verbósos, intempestívos, sibi placéntes facit; & ideò non discéntes necessaria, quia supervácua didicêrunt".

47 El muy docto magister Aquario Lodola se presenta como un erbolatto, es decir, un herbolario-parlanchín, en suma, un solemne charlatán (cf. ed. Zaggia, p. 7).

48 Cf. Fray Gerundio..., l. I, cap. IX, p. 315.

49 La poco clara distinción de estas personas literarias -e ideológicas-, que no engañó al irónico corresponsal del Censor (cf. supra 3), ha desorientado a parte de la crítica española. Así, el decimonónico Carbonero y Sol escribe que la metrificatio en cuanto a su contenido "encierra una crítica severa de las extravagancias de los pretendidos sabios, de la falsa ciencia de los enciclopedistas del siglo pasado, de las aberraciones con que contaminaron éstos á sus contemporáneos y de los que tratan de ocultar su ignorancia con un lenguaje pomposo y petulante" (cf. Esfuerzos..., p. 414). Más recientemente, el doctor Salas considera la carta de Duron de Testa como un "elogio / censura irartiano, reivindicando el latín (aunque sea en la vertiente más sencilla)" (cf. o.c., p. 334). La ridiculización de los nuevos saberes en metr. es, en su opinión, una "intracensura" en el seno de los innovadores (p. 339). Las afirmaciones francófobas contenidas en la metr. llevan al estudioso a una inesperada conclusión: "La convicción de este autor [Iriarte] a no acatar exclusivamente el modelo francés y el profundo amor a su patria le hacen dudar también de todo lo extranjero y proponer, en forma de parodia, lo que caracterizó a España durante mucho tiempo: la enseñanza de la Escolástica que, como se sabe, fue lugar común en la mayor parte de las Universidades y "libro de texto" de la mayoría de las órdenes religiosas, en especial de la Compañía de Jesús" (p. 342).

50 Cf. E. BONORA, Le Maccheronee di Teofilo Folengo, Neri Pozza, Venezia 1956, pp. 48-53.


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