Vieras, lector, las altas murallas de gente repletas,
Y muladares y cerros, igual que la tierra y el suelo;
No había ningún lugar que allí la gente no ocupe, 85
Pues al Almirante nadie hay que ver no desee.
He aquí que el Almirante a Sevilla por caso se acerca,
Y en muchos coches una cuantiosa turba venía.
Entonces todos a una mucho armaron de ruido,
Entonces al tiempo murmullos en ronda sonaron tremendos: 90
Unánimemente desean al punto verle la cara
Al gran Almirante, nadie el último quiere quedarse.
Dan rempujones, dan de golpes, y danse moquetes;
Ya capas rasgan, ya los mantos, y en oleaje
Caen a cientos sin parar, desgreñando melenas. 95
De la tierra surgiendo polvo al cielo subía,
De henchido polvo una enorme nube se había formado,
Y tan crecida que a todos la vista quitarles podía;
Innumerables entraban los coches cargados a tope,
Muchas carrozas y alguna que otra silla volante. 100
El Almirante en persona llegó por fin a la villa.
Él en vistoso coche de seis mulas venía,
Al que dos cocheros del Rey, en mate librea
Vestidos, mandaban; su séquito siendo muchos lacayos
El Duque Osuniense venía cerca del Almirante, 105
Y caballeros venían, cuál fuera su número ignoro1.
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