sábado, 19 de septiembre de 2020

FRAGMENTOS DE MI TRADUCCIÓN DE 'BALDO' DE MERLÍN COCAYO: De cómo Baldo, Cíngar y Leonardo escaparon de la ciudad de Mantua y de la terrible venganza que Cíngar tomó del tirano Gaioffo (Baldus V, 11, 446-542)


 


Mientras Baldo llegó del palacio a la parte más alta,

cuya espada sangre y sesos ya chorreaba;

y, aunque potencia posea por don de la naturaleza,

el odio, empero, le da una fuerza aún más intensa.

Quiere dar muerte a toda costa al tirano Gaioffo,                 450

no tanto por haber sido de éste con trampa cogido,

sino por que era de los ciudadanos honrados azote.

No se enfrentan a Baldo las dos veces cinco familias

que de Sordello en el tiempo solían darse a la guerra:

Agnelli, Abbati, Capriani, la estirpe de los Folengo,              455

Gorni y Alebrandí, Tosabezzi, y luego Copini

y Conegrani, Cappi; estos linajes de siempre

han sostenido la noble ciudad de Mantua con gestas.

Mientras Baldo va a matar un monstruo tan feo,

a él entre gritos ininterrumpidos le tiran encima                 460

piedras, trabes, brasas ardientes, calducho sobrante.

Tal bravo, no obstante, sale de bajo tales derrumbes,

sin que la suciedad la más mínina mancha le deje.

Llegando a la postre donde ya ninguna de escape

hay vía a Gaioffo, a menos que de una ventana se tire,      465

y de mil cavezzi1 dé un salto en el aire,

dale un tremendo revés manejando su espada estridente,

pero no le dió; ¿por qué?, no lo sé; basta que ese

golpe falló; sin embargo no siempre será de tal modo.

Mas fue de la fuerte espada tocada una enorme columna, 470

que, en tres trozos rota, se desmorona por tierra,

y cae con ella una amplia porción de la gruesa muralla,

y hombres innumerables murieron entre ladrillos.

No por esto, empero, ceja en correr nuestro héroe,

pisa los pies a Gaioffo, quien pide, grita socorro.              475

Vuélvese a Baldo de tanto en tanto, y pide entre súplicas

que lo perdone, y le promete darle un tesoro,

si a un desgraciado se digna otorgarle salva la vida.

Se indigna el paladín, y rehúsa darle respuesta.

Cuanto más le ruega, más hace sordos oídos.                  480

Si entonces quisiese en regalo dar de Génova bancos,

y cuantos ducados trafican los de la ciudad de Florencia,

la probidad gentil del guerrero no habría aceptado.

Cualquiera se caga en el oro, si al propio honor pone estima.

Finalmente de un rincón consigue que salga.                   485

Inútil el grito de hombres, las armas y bravuconadas;

pasa por medio de las espadas, empero, llevando

al vil bajo el fuerte brazo; su otra mano a espada

miembros siega, mientras se apresta a bajar la escalera.

La baja, y a viva fuerza se arrima a su caballo,               490

salta sobre el arzón, ¡y su pie no tocó el estribo!

No de otro modo he visto a veces por entre los campos

a un lobo llevar un cordero, o zorra una gallina,

que ni los mastines ladrando, ni del lugar habitantes

pueden recuperar ni con hechos ni con palabras;            495

así lleva Baldo al rey indigno a fuerza de brazo.

Pero entretanto Cíngar cejó de blandir la su espada:

el puente ya había sido bajado, y de escape expedita

hay vía; viéndolo Baldo, primero llama a Leonardo,

y escapan los tres a la vez, pues del escuadrón de Leonardo 500

nadie estaba en pie, ninguno quedaba con vida;

tres son, digo, los que se escapan, y toman las de Villadiego.

De perseguirlos no se preocupan, cansados, los necios,

y a Dios agradecen de tres diablos haberse librado.

Cada cual regresa a su casa, y a muchos los llevan         505

a pulso en parihuelas, ya muertos, ya malheridos:

quién privado de un brazo, quién de una pierna, del cuello;

quién sin rodilla cojea, quién de cadera carece,

uno, en búsqueda de su nariz, no la encuentra, y un otro

no se rascará nunca más la cabeza a falta de uñas.        510

Entonces los herbolarios Scardaffo, Aquario, y aqueste

Rigo2 que usaba de agua bendita hacer lavativas

acumularon de aquellos pocos sin duda curados

mil cequíes3 y de no pocos por ellos matados.

Así se desvela el por qué, y la cuestión queda clara,      515

por la cual esos tres el mundo de laudes de Baldo

llenaron, y al par escribieron libros de gracia pujantes;

pues si se da de ganar la ocasión, de cantar asimismo,

y de Marón la boca no ensalzaría a Augusto,

si de Marón en la bolsa no hubiera de Augusto florines. 520

Mas a la postre Baldo, Cíngar y el joven Leonardo,

después de trece millas entre trote y galope,

de Verona llegan hasta aquella campaña4,

donde durante tres días sin pausa piedras llovieron.

Aquí desmontan de sus caballos, ya fatigados,             525

y luego al podestà atando sin miramientos,

lo azotaron entero con flagelos de mimbre.

Cíngar solo, con arte suprema, cumple el oficio;

Baldo camina ocioso, y con Leonardo conversa,

pues, aunque no lo mereciera, podrían haberse apiadado, 530

si visto hubieran las penas sufridas del cuerpo malvado.

Cíngar es diferente: él mismo al mísero ata,

y las pelotas le corta junto al miembro perverso,

que tantas veces entró en boquetes por ley prohibidos.

Le hace a la fuerza comerlos como si fuera higadillos.       535

Aquel desdichado devora sus genitales del mismo

modo que una gata, maullando, una cebolla.

Luego, sin tijeras usar, la nariz le arranca,

y las orejas, ojos y dientes con una tenaza:

y dejáronlo tan malparado y tan maltratado,                    540

que, vuelto a la postre alimento de tábanos implacables,

el desdichado alma y espíritu dio al diablo.



___________

1cf. VIII 353

2Recuerda Chiesa que en el "Epistolium colericum", uno de los textos prologales de la redacción Toscolanense (1521) Aquario, presentado en la primera redacción Paganini (1517) como descubridor y primer editor de los libros de Merlín Cocayo, ataca furibundamente a su colega Scardaffo, porque se los robó e "inordinatos et male castratos imprimere fecit"; Rigo aparece sólo en este paso.

3cf. v. 38

4Faccioli y Chiesa, citando a Messedaglia, señalan que esta campaña estaba situada al sur de la ciudad, a la derecha del río Adigio, cubierta hasta tiempos recientes de guijarros aluvionales, llovidos del cielo según una leyenda.

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