sábado, 18 de abril de 2020

"ARS EMBLEMATICA" EN LA MACARRONEA GADITANA "OTIOSITAS VITANDA"





3. 2. 1. 3. Ars emblematica en la macarronea gaditana.

Robert J. Clements establece cinco variantes de aproximación entre lo que llama ars emblematica, entendida como un tipo especial de literatura, y el ars poetica renacentista1. El análisis de estas particularidades aplicadas a otios. darán razón de su legitimidad emblemática.

En primer lugar, destaca en el emblemista su mentalidad metafórica. En línea con su preferencia por lo simbólico, los emblemistas practicaban la metáfora y la expresión metafórica. La metáfora, sea dibujada o escrita, es un recurso que proporciona variedad y que ahorra palabras, y los emblemistas se sintieron atraídos por ella. Para Alciato y sus muchos seguidores la literatura creativa era inseparable de la metáfora y el emblema. De este modo, el autor de otios. explica sintéticamente las diferencias de su Macharronicum opus con la communis Macharronea empleando dos comparaciones que culminan señalando a toda la composición como una metáfora (cf. glosa a otios. 9: “esta macharronea es sumpta methaphora...”). Para el simbolismo medieval la realidad era realmente un thesaurus emblematum, porque las cosas, que son un reflejo de su Creador, y por tanto un medio de conocimiento, poseen por naturaleza representandi vis2. Este discurrir simbolista propio de la emblemática aflora en otios.: “Ponenle a Minerua vna punta muy aguda en la mano, para dar a entender el agudeza de ingenio que ha de tener el que huuiere de aprender sciencia” (cf. glosa a otios. 41); la lechuza a la que le molesta la luz del sol es “Ierogliphico de quien haze lo mesmo: qui male agit, odit lucem” (cf. glosa a otios. 42). Se extraen símbolos del desarrollo de la trama que son otros tantos emblemas en potencia: “este es simbolo de la auaricia: vn gato asido a vn palo con vna argolla y liadas las manos y braços en dos palos, y en las manos asido vn plato con ratones biuos, cada vno en su cadenilla, como que trae el almuerzo a los que trabajan en la fragua; y ninguno de los quatro gatos, ni el que trae el plato, puede llegar a los ratones, figura muy semejante al auariento, de quien se dize: “auaro tam deest quod habet quam quod non habet”” (cf. glosa a otios. 221); “Assi aqui se representa el pauo quando haze rueda y da quatro passos como rebentando, mouiendo la cola y arrastrando las alas; y assi se repite muchas vezes la .t. para hazer el sonido de aquel natural retumbo. Y aquel pedaço de carne que suele tener recogido y de color blanco aplumado lo suelta de manera que cae sobre el pico, que parece que rebienta de sangre, symbolo de la propia estimacion; y para los que tienen dones naturales y no los refieren a Dios agradeciendolos es ierogliphico del amor de la propia excelencia” (cf. glosa a otios. 237).

La segunda característica especial de la teoría literaria de los emblemistas era la función moral y didáctica que asignaban a la literatura de creación. Como los humanistas más militantes, los emblemistas no vacilaron en igualar la literatura con el conocimiento y el amor a la sabiduría (philosophia)3. Muchos escritores de emblemas fueron maestros o clérigos entregados a un propósito didáctico. De tal suerte, el clérigo segoviano Horozco y Covarrubias avanzaba en sus Emblemas morales la creencia de que la sabiduría es la verdadera fuente de las Musas y la Poesía. Los emblemistas, pues, se vieron fácilmente a sí mismos como maestros y a sus libros como manuales. Menestrier llamaba al emblema “une espèce d’enseignement mis en image, pour régler la conduite des hommes”. Incluso el eminente Bacon admitía las extraordinarias propiedades del emblema como recurso didáctico: “Emblems reduce intellectual conceptions to sensible images, and that which is more sensible more forcibly strikes the memory and is more easily imprinted on it than that which is intellectual”. El emblemista Wither aspira a un fin didáctico en su poesía “without darkening the matter, to them who most need instruction”. Se concluye que la función didáctica del arte y la literatura –literatura vista en sentido amplio como una rama del conocimiento, la filosofía y la ética- es afirmada reiteradamente en el ars emblematica mucho más que en el ars poetica, o incluso en el ars pictoria. Una finalidad moralizadora es la que mueve al autor de otios., que escribe básicamente su emblema en contra de la ociosidad (“Al vso. 61. arriba pagina .8. en el margen se pone el fin para que se hizo esta emblema que es persuadir al trabajo y honesta occupacion huyendo de la ociosidad, raiz de todos los vicios [glosa a otios. 137]”). Pero se señalan además las lecciones y enseñanzas que pueden extraerse de la observación de la naturaleza (cf. glosa a otios. 43, 46, 489), de los mitos (glosa a otios. 46, 104, 106, 112, 113, 181, 225, 270, 271, 283), de los proverbios y clásicos (otios. 102, 103, 304, 334, 341, 466, 470), y de las historias antiguas y sagradas (otios. 103, 106, 107, 109, 142, 163, 237, 268); y se dilata el contenido de las digresiones y se condiciona el desarrollo del poema al fin de dar en las glosas consejos de variado tipo: sobre la moderación en el vestir (glosa a otios. 34), la educación de los niños (otios. 35), el cuidado de la salud (otios. 38), preceptos de moral cristiana (otios. 40), la libertad en la elección de oficio y vida (otios. 120, 198, 477), el celo de los gobernantes (otios. 142), la conveniencia de evitar la ira (otios. 163), ocupaciones de la vejez (otios. 204), la compostura exterior y urbanidad (otios. 304), la necesidad de que todos trabajen (otios. 310, 311) y la conveniencia de verificar la verdad por parte de los jueces (otios. 386). Predomina, pues, el estilo sentencioso y austero, basado en la acumulación de citas proverbiales, frecuentemente entrecortado (cf. p. ej. glosas a otios. 34, 40, 61, 137), que Sánchez considera propio del proceder emblemático4.

La tercera divergencia señalada por Robert J. Clements radica en una concepción de la literatura que trasciende el terreno de las belles lettres. La cualidad centrífuga del pensamiento de los emblemistas, que trasluce en la diversidad de sus fines didácticos, caracteriza a menudo sus discusiones sobre literatura, a la que nunca se la considera como existente en el vacío, como ocurría a veces en las artes poeticae, sino de hecho como firmemente compenetrada con otras actividades humanas. Los libros de emblemas presentan especulaciones literarias relacionadas con el simbolismo, las ciencias naturales, filosofía, política y arte de gobernar, religión, moral, pedagogía, historia, astrología, sin olvidar los temas más tradicionales y controlados de la crítica renacentista: prosodia, estilo, la definición e indentificación de géneros, etc. Las glosas de otios. responden, en verdad, a los más variados temas e intereses, que no se contradicen en absoluto con el designio moralizador y práctico del conjunto, sino que más bien lo confirman al actuar frecuentemente, sobre todo las mitológicas e históricas, como fuente de ejemplos. Asi, hay glosas que inciden en la historia local (otios. 15, 18, 19, 21, 22, 23, 24, 25), artes liberales (otios. 26, 319, 330, 332, 413, 421, 446, 457), historia natural (otios. 52, 172, 202, 206b, 208b, 209b, 240b, 365, 470) y antigua (otios. 61, 98, 105, 106, 107, 109, 115, 304), arquitectura (otios. 76), mitología (otios. 90, 97, 101, 104, 108, 109, 110, 111, 112,113, 115, 116, 117, 165, 181, 271, 334, 453, 455, 463), y jurisprudencia (otios. 107, 142, 237, 268, 386). No faltan tampoco glosas sobre prosodia, estilo y género literario (otios. 2, 4, 6, 9, 237). En ellas demuestra una vasta cultura enciclopédica, que encaja perfectamente con la amplitud de miras del género y con la identificación tradicional entre poeta y filósofo.

La cuarta divergencia entre la teoría literaria del ars emblematica y la de la crítica dominante surge de su autonomía de espíritu. Los emblemistas no sentían la obligación de conformarse a los patrones de un pensamiento grupal5, por lo que sus comentarios sobre literatura podían ser más impredecibles, y sus puntos de vista sobre ella más sinceramente creídos e íntimamente sentidos. Otra diferencia de espíritu nacía del hecho de que los críticos predominantes intentaban guiar y liderar el pensamiento del tiempo, para convencer y propagar, mientras que los emblemistas intentaban conscientemente reflejarlo. Querían que sus libros reflejaran el pensar de la época, lo que trasciende en el título de muchos libros (Speculum, Bespiegelingen, Mirrour of Maiestie, Espejo de príncipes)6. Las advertencias sobre la métrica empleada contenidas en otios. 1-14 y, más que nada, sus correspondientes glosas sorprenderían, sin duda, a cualquier mínimo conocedor de la prosodia y métrica latina. El autor decide emplear libertades prosódicas (largas por breves), y variedad de metros (hexámetros latinos no siempre ajustados a medida, macarrónicos, versos mixtos o híbridos, e hispanos) “por entremeter algunos refranes y dichos communes (glosa a otios. 4)”, es decir, para dar entrada más fácilmente a refranes y proverbios españoles, que son espejos de la sabiduría popular y tradicional. La sorprendente justificación que se da a continuación en esa misma glosa sobre la libertad prosódica trasluce cierta despreocupación por los aspectos puramente técnicos y su valoración crítica, aparte de un trato poco frecuente con las Musas. La pretensión de deleitar con la variedad de versos (otios. 14) responde al antiguo precepto horaciano que pide la unión de lo agradable y lo útil en la poesía.

La quinta y última divergencia señalada por Clements estriba en la intención particular que los emblemistas revelan tras sus preceptos sobre técnica. Tal tipo de preceptos prácticos eran de rigor en los tratados teóricos de poesía durante el Renacimiento. Probablemente, las más persistentes indicaciones de naturaleza técnica hacen referencia a las interrelaciones existentes entre grabado, lema y texto. En otios. no se dan indicaciones de tipo técnico sobre los emblemas, a diferencia de lo que ocurre con su poema. Señala Sánchez Pérez que el carácter de autoridad que alcanza Alciato impedía quizás que se intentaran nuevas formas o variantes en la expresión del mismo género7. A esto hay que añadir probablemente la evidente supeditación que hace el autor de todos los recursos artísticos e intelectuales que maneja a su fin moralizante, despreocupándose de su caracterización particular.

En esta finalidad didáctica y moralizadora asociada indisolublemente al emblema, y que lo señala como un óptimo instrumento pedagógico, radica la elección genérica del escritor gaditano. Éste se sitúa conscientemente en un género aún reciente pero ya consolidado, asumiendo sus peculiaridades, como acaba de ser demostrado a través de la argumentación de Robert J. Clements. Presenta, asimismo, todas las características que marcarán a la emblemática española en su conjunto: escaso interés por crear un obra de arte ad hoc, carácter enigmático mitigado en la imagen, predominancia del comentario sobre el resto de elementos del emblema, y sometimiento del conjunto al adoctrinamiento y la moralización8. El carácter emblemático de la macarronea presente no es, por tanto, anecdótico, sino que son las mismas exigencias didácticas de la literatura emblemática las que condicionan la elección del género y el desarrollo y extensión del poema, cuyas glosas son una ampliación susceptible de ser continuada (cf. glosas a otios. 205b, 237).







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1 Para la argumentación que sigue cf. R. J. CLEMENTS, o.c., pp. 228-235
2 cf. A. SÁNCHEZ PÉREZ, o.c., p. 47. Esta opinión medieval queda perfectamente expresada en un poema de Alanus de Insulis: “Omnis mundi creatura / quasi liber et pictura / nobis est et speculum: / nostrae vitae, nostrae mortis, / nostri status, nostrae sortis / fidele signaculum” (cf. M. PRAZ, o.c., p. 21).
3 El mismo Alciato presentaba una síntesis o identificación entre poeta y filósofo. También Horozco y Covarrubias impresiona al lector con esta identificación en el prólogo a sus Emblemas morales. El hecho de que sus verdades filosóficas estén expresadas en verso no debe provocar rechazo en el lector. Después de todo, Solón y otros escribieron sus preceptos en poesía, y Platón admitía en su República que incluso las leyes podrían ser enseñadas en verso (cf. R. J. CLEMENTS, o.c., pp. 98-99). Tal identificación, que resulta extraña a la cultura actual, tiene su origen en el alborear mismo de la literatura en Occidente con Homero. Hesiodo rechazará a Homero en nombre de la verdad, y ambos lo serán por la naciente filosofía con su rebelión del logos contra el mythos. Heráclito, Jenófanes y Platón los fustigarán sucesivamente, llegando este último a expulsar a los poetas de su República. Pero los griegos no querían renunciar ni a Homero ni a la ciencia; buscaron una solución de compromiso y la encontraron en la interpretación alegórica del poeta. Ésta correspondía a un aspecto esencial del pensamiento religioso griego: la creencia de que los dioses aportan su mensaje bajo una forma enigmática, por medio de oráculos o de misterios. Incumbía a los iniciados desgarrar los velos que ocultaban el secreto a ojos de los hombres. A partir del siglo primero de nuestra era la interpretación alegórica gana terreno. Todas las escuelas de filósofos encuentran sus propias doctrinas en Homero, que es promovido a hierofante, guardián de los secretos esotéricos, y eso incluso para los neoplatónicos. El paganismo en su ocaso sometió igualmente a Virgilio a la exégesis alegórica (Macrobio). Alegorías bíblica y virgiliana se confunden en la Edad Media en una misma corriente, con la consecuencia de que la alegoría se convierte en el principio de toda interpretación de textos. Teóricamente separada del alegorismo, pero normalmente unida a él, es la idea de que la poesía no es solamente la expresión de una sabiduría oculta, sino también del saber universal. Así, Quintiliano asegura que Homero conocía todas las ciencias, afirmación que Macrobio harán después sobre Virgilio. Alain de Lille une alegorismo con polymathia en el prólogo del Anticlaudianus, cuando declara que su obra puede ser de utilidad a todos aquellos que quieran instruirse, independientemente del grado de sus conocimientos. El sentido literal es accesible a los principiantes, el sentido moral a los que están más avanzados; pero la sutileza de la alegoría aguijoneará aún el espíritu de los que han llegado al término de su formación. Las mismas poéticas de la época exigían al poeta que poseyera un saber enciclopédico (cf. E. R. CURTIUS, o.c., pp. 327-333).
4 Cf. A. SÁNCHEZ PÉREZ, o.c., p. 148
5 Existe una mezcla confusa de objeciones a los críticos literarios en los emblemas, que llega a la sátira de los críticos de nariz larga (cf. R. J. CLEMENTS, o.c., p. 232). La nariz como instrumento metafórico de una crítica hiperexigente era un topos de la sátira latina, cf. el hiperbólico nasum rhinocerontis de Marcial II, 3, 6, que reaparece en el “prohoemiunculum” a la Zan. T: “Libriculum quicumque capit, quem perlegat, istum, / cesset, si nasum rhinocerontis habet. / Non me nasutis, non meque dicacibus edo. / non quibus est humiles nausa videre libros. / Me legat amussim quisquis legit omnia, quisquis / scit quia fert aliquid lectio quaeque boni” (cf. ed. Zaggia, pp. 57-58). Se detecta, no obstante, en Folengo una preocupación por el juicio crítico que merezca su obra, que está prácticamente ausente del autor de otios., como se ve en su “preambulum” (otios. 1-14).
6 En esto incide J. M. Maravall: “El contenido de esas obras responde a una concepción tradicional del saber. El emblema –como el apólogo o como el aforismo- no es un método de investigación y conquista de nuevos conocimientos, sino de distribución –en este caso, sí, para mayores masas- de un saber constituido. Se trata de la alimentación fija de las mentes en una sociedad estática” (cf. o.c., p. 187). Contundente era el juicio de Praz: “Los escritores de emblemas capitalizaban los lugares comunes y el depósito de la cultura literaria, por lo que difícilmente pueden reclamar el honor de ser los creadores de nada. La literatura de emblemas es el ejemplo más espectacular de la vulgarización y liquidación de una forma de pensar que había tenido su apogeo en la Edad Media. Los emblemistas divulgaron muchos repertorios eruditos, principalmente para la decoración interior y el entretenimiento de la sociedad galante, proporcionando elegantes diseños para escayolistas bordadores, temas de moda para la conversación y lemas para damas y cortesanos, hasta que tras el siglo XVII las vulgarizaciones posteriores se convirtieron en un juguete de parvulario” (o.c., p. 234).
7 Cf. A. SÁNCHEZ PÉREZ, o.c., p. 179

8 cf. ib., pp. 168-171


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