sábado, 24 de diciembre de 2016

ZAMBELLO Y TOGNAZZO (Baldus V, 4, 160-367)




Zambello entretanto ya era un hombre hecho y derecho.                   160
Zambello, nacido de Berto y de su madre Tontina1,
que era tenido como sangre y hermano de Baldo.
Él también mujer desposara, Lena de nombre,
y tío Tognazzo fue el instigador de tal casamiento.
Este Zambello más que una bocha2 era redondo,                               165
y agudo como la mano de almirez de la ajada;
todo cuanto ganaba con la azada y arado,
gastábalo Baldo en ventorros, y cuentas de la taberna.
Sin gastos mirar en la mesa, Baldo quiere cabritos,
coallas3, faisanes, presas de gavilanes y azores;                                170
Zambello, en cambio, ajo y fuertes cebollas apenas
come, y conténtase con lamer rara vez la escudilla.
Si fuera por Baldo, no dormiría siquiera de noche,
tras obligarlo a deslomarse de día en el campo.
Aquél, trabajando, de qué comer apenas tenía,                                  175
Baldo, remoloneando, la bolsa y dineros tenía.
El pobre hombre a alguien querría contar sus desdichas,
mas teme que el acostumbrado bastón las espaldas le mida,
que cada tarde su chepa probaba camino de casa.
Así pues, cierto día solo solito en el campo                                        180
él trabajaba con gran esfuerzo sobre sus judías.
Febo apuntaba apenas por las vicentinas montañas4,
y de comer el deseo ya atormentaba a Zambello,
que en su barriga ruido hacer a sus tripas vacías
siente, y por el estómago fuertes rugidos de hambre.                         185
Mas dado que ninguna alforja cuelga del olmo,
do haya al menos un cacho de pan mohoso o de queso,
mas dado que ninguna bota de vino aguado,
con el que pueda al menos mojar su boca reseca,
tira lejos la azada, y, desesperado, del hondo                                     190
del pecho suelta un suspiro por detrás y delante.
Rascando después la cabeza con diestra, y el culo con zurda
(el vientre saciar no pudiendo, sus uñas quiere ahítas),
farfulla entre dientes, en baja voz masculla palabras,
y barbotea igual que una olla de nabos hirviendo.                               195
Blasfema, su boca maldice, y dedica denuestos a Baldo;
de hecho, tiene el ombligo hundido hacia la espalda.
Sin ya poder más, al fin gritó tal a grandes voces:
"¡ay, a ver si revientas!, ¡ay, que el diablo te lleve!,
¡ay de mi estómago, ay de mi panza, ay de mis tripas!                        200
¿siempre así callaré?, ¿moriré así de hambre canina?,
¿me angustiaré, desdichado?, ¿ninguna ayuda me busco?,
¿qué desgracia mayor puede ahora acaecerme,
si, ¡puta mierda!, voy a contar a otros mis penas?
Sea; me machacará la espalda el tirano canalla.                                  205
¿No me la machacará, y sigue, empero, haciéndolo,
sólo teniendo ganas de algo decir de lo mío?
Encontraré finalmente quien me libre de cierto
de tantos desfallecimientos, putadas y desventuras.
¿A quién hallarás en fin? Ninguno se encuentra, te digo,                       210
nadie que quiera la vida jugarse contra los tiranos.
La horca hallarás que sea el final de los sinsabores.
¡Ay! A mí todos me apartan, todos a mí me rechazan;
porque llevo un gabán desgastado y remendado,
ninguna gorra cubre la mi cabeza tiñosa,                                             215
ningún calzón recubre mis posaderas desnudas,
y en fin, ni una calza barata lleva mi pierna,
en cambio, en mis rotos zapatos ventanas hallaron mis dedos;
en mi bolsa no hay ni una puta moneda,
con la que pueda comprar un mendrugo de pan hecho moho,                220
con la que el barbero quiera a mí los piojos cortarme,
que, de jabón privado, me atacan de día y de noche.
Asco doy al pueblo, la gente me toma a chacota,
soy el hazmerreír de los locos, y el vaina de nuestra Cipada.
No faltan hombres bien avisados que danme consejos,                          225
pero faltan quienes se dignen prestarme una ayudita.
Todos médicos son, pero su medicina la niegan;
todos amigos son, mas de amigo a su plato no tengo.
Soy rico, todos a dar la vida por mí están listos;
soy pobre, nadie a gastar un duro por mí está listo."                             230
Tal decía, cuando a lo lejos pasando a Tognazzo
ve oportunamente, para contarle sus penas.
Es éste el famoso anciano, padre de la patria, el Tognazzo
nacido en Cipada para el azote de sus malhechores.
Fue con frecuencia cónsul, y dictador de Cipada,                                   235
pues mañas se daba con las leyes senatoriales.
Quien fuera buscando de un Catón el consejo,
al punto se encaminaba a hablar al sabio Tognazzo.
Llevaba un birrete que usaban en tiempos de Maricastaña,
de cuyo pliegue cuelga un mogollón de escrituras.                                 240
Propio resulta de un cónsul llevar aquestos papeles,
de donde dáse a saber la ciencia de docta cabeza.
Recuerdo forma tal de birrete haberla a veces visto
de carnaval en las fiestas, y en tiempos de cuchufletas,
cuando máscaras pónense los bufones y memos.                                  245
De este birrete saca Tognazzo unas orejas,
tan llenas de mierda que mal bastaría un badil5 a limpiarlas.
Siempre tiene un moco colgando de sus narices,
de donde sale un olor que apesta como cagadero.
Le cae de los hombros giornea6 de terciopelo gastado,                          250
según la moda que usaba la gente de tiempos pasados.
Ésta apenas cubre las bragas en torno del culo.
Suele ponerse, como se usa, unas calzas abiertas,
y para tenerlas sujetas se sirve de dos imperdibles,
que cuando sopla el viento, descubre sus posaderas.                            255
Una escarcina7 en media vaina le cuelga a un lado,
con la que saca camisa a anguilas, y braga a las ranas.
Aunque tiene joroba, camina muy engallado,
y, caminando, lleva entrambos brazos en jarras,
por lo que parece una piñata8 de las de dos asas.                                 260
Y pavoneándose menea el trasero cual oca.
Hartas veces, empero, las bragas le hacen de guantes,
pues allí, cuando frío hace, calienta sus dedos.
A éste, pues, viendo, Zambello con ledo semblante
se acerca, corre deprisa, y grita: "¡Hola, Tognazzo!                               265
¡hola, Tognazzo! con vos deseo hablar un momento."
Aquél se da la vuelta con gravedad catoniana:
"¿Quién me llama?" -dice- "¡oh!, a ti, Zambello, buscaba;
ahora mismo objeto eras de mis pensamientos.
¿Qué ocurre? ¡te veo tan delgado, tan macilento!                                 270
¿aún comido no has?,¿aún no has bebido, Zambello?
Es de comer el momento, ¿dónde el carnero? ¡a verlo!"
"¡Ay!" -suspira Zambello- ¡ay, de mí, desdichado!
Pan no tengo, mira mi alforja del todo vacía,
vino no tengo, mira también mi bota vacía.                                         275
¡Oh, Dios, ojalá que así como yo comiesen el propio
Baldo y Berta, de mi hacienda devoradora!
¡Ah, cojones, con qué injusticias aquél me atormenta!
Con la autoridad ardo en deseos de hablar propiamente,
puede que ya no más me atribule aquel asesino.                                 280
Dame consejo: ¿hablaré?, ¿la cosa oportuna la encuentras?
Tognazzo, escupiendo su cólera y fuego por las narices,
responde:"¿oportuna la encuentro?,¿hablarás?, ¿y de mí solicitas
consejo que incluso tu propia azada habríate dado?
¡Oh, tontorrón, tontorrón!, pues loco estás de remate,                        285
¿Qué esperas aún, merluzo?, ¿qué?, ¿acaso el sustento,
acaso un bocado esperas de otra parte, bobazo?
No es uso, empero, de los hombres de ahora socorro
alguno prestar a los pobres, si premio no hay de por medio.
No obstante, habla en fin: ¿Qué hace aquel sinvergüenza?                  290
que sogas ciento merece, y un centenar de tenazas.
Di, amigo Zambello, habla, ¡venga!, no llores,
confía siempre tus pensamientos a viejos sagaces,
que pueden darte el consejo de su sapienza probada.
Sabes con cuán estrecho afecto estamos ligados,                               295
sabes que siempre te llevo pegado a mis entretelas."
Zambello replica: "tienes, Tognazzo, razón por entero.
Pero, sentémonos antes, te ruego, en esta umbría,
que no nos vea por malaventura aquél discurriendo,
y piense que despotricamos de sus malvadas empresas,                     300
y te caliente sin miramientos a bastonazos.
No lo digo por mí, que acostumbrado a tales
palos estoy, y tengo ya duras estas costillas."
Tognazzo arrugando los huecos de sus narices furiosos:
"¿Qué cuchicheas? -dice-, ¿acaso parezco un don nadie,                     305
y un cobardica a ti?, a mí la pujanza de Baldo
entera ni un mínimo pelo de barba podría arrancarme.
Tenga cuidado consigo, y donde sepa que paro
no ose sus pasos encaminar o volver la mirada.
Tal charlatán, aunque tenga la fama de a muchos cargarse,                310
digo, aunque tenga la fama de todo aplastar en bravatas,
a éste, empero, y otros parejos no estimo una higa.
Si no hay hechos y sólo palabras, en éstas me cago,
y digo que son cobardes los perros ladrando a la luna.
Estos matones llevan espadas ceñidas al flanco,                                315
mas justo cuando llega el momento de desenvainarlas,
oponen talones, y dan la espalda en vez de la cara.
Éstos adornan sus gorros con tremolante penacho,
que cubren un ojo, sea el derecho, o bien el izquierdo;
tajos cien les dan a sus calzas9 en torno a sus muslos,                       320
y llevan casacas de corta talla, y capas pequeñas10,
porque se vea sus piernas cubiertas de terciopelo,
y daga bresciana con un cordón de oro ligada.
Nada, empero, de pan hay que tengan dentro de casa.
Entran a veces en grupo en las tabernas los jaques,                           325
y con terrible estropicio asaltan pesados bocales,
y expugnan el vino griego a vasos, y el corso11 a garrafas.
De aquí, pues, de aquí tenemos aquellas sonoras
palabras de la bravata, como: "sagrada, la puta,
coño, reniego de dioses", y muchas y más de los jaques,                    330
las que pueden espanto dar incluso al cielo.
Ahora, esto lo dejo de lado, pero a aquellos
todos haré vaciar las tripas sin lavativas.
No te vengo con cuentos, sé lo que llevo en el pecho."
Zambello, rascándose la roña, de la que abunda,                               335
empieza: "¡Ay, Dios mío!, que muerto soy, Padre mío!
No tengo tiempo de darte cuenta de tantos manejos.
Esto solamente quiero decirte, que Baldo
nos hace morir de hambre a mí, mi mujer y mis hijos.
Siempre yo me mato a cavar, a hilar mi parienta,                              340
a pastorear la marrana los niños; ni azada, ni rueca,
ni puerca, empero, nos valen; todo Baldo devora,
todo Berta agarra para ella misma y sus hijos.
Cuando vuelvo a casa con brazos entumecidos,
pensando encontrar alguna cosa puesta de cena,                              345
primero las buenas tardes me da un bastón portanudos.
Sólo como patadas en panza, y puños maduros,
y la paciencia me presta una extraña cuchara,
pues el bellaco dame de palos hasta hartarse,
y con un garrote ayuda Berta a su marido.                                        350
¿Por qué -me dice- regresas a casa tan tempranito?"
Luego de nuevo me pegan, me descalabran, y aterran:
éstos mis víveres son, tal cena se me prepara,
y buen remedio no hallé de curar mis carnes menguadas.
Lena, viendo tantas ofensas, se araña con uñas                                 355
la jeta y sus trenzas, y golpes se da también en la panza.
Yo mismo duermo, igual que un mastín, encima de paja,
ése reposa con su esposa sobre mi lecho.
Ayuda, te ruego, y esclavo tuyo seré para siempre,
y un quesito de leche, y un pan hecho de mantequilla                        360
a cambio de este favor robaré para hacerte regalo."
Al cual Tognazzo responde: "Razón tienes toda, Zambello,
y una gran compasión por ti, pobrecito, yo siento.
Ahora esta encomienda déjamela a mí toda;
haré que aquél ladrón no te cause jamás más perjuicio."                    365
Tras esto decir, se va a la ciudad con harta presteza
Tognazzo, y torna de su azadón al trabajo Zambello.
















1Zambellus Berto natus et matre Tonella. "El nombre de la mujer de Berto y madre de Zambello es Dina (v. III, 63-4); aquí Tonella no es nombre propio, sino que está por "tonta", según un uso de la Italia septentrional" (Chiesa).
2Bola de madera de mediano tamaño usada en el juego de bochas.
3Codornices.
4Se trata de los montes Béricos, al nordeste de Mantua (Chiesa).
5Quas male sufficerent plenas nettare badilus. Paleta de hierro o de otro metal.
6Cascat de spallis frusti zorneia veluti. Término al que no encuentro una equivalencia exacta en español. Designa una sobrevesta amplia abierta por los lados con el fin de dejar ver la ropa que cubre; ya estaba en desuso a comienzos del siglo XVI (Chiesa).
7Espada corta y corva, a modo de alfanje.
8Especie de olla panzuda.
9Según la moda española de las calzas acuchilladas (Chiesa).
10También a la moda española.

11v. I 503 y 511

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