1. El léxico macarrónico1.
1. 1. Macarronismos léxicos.
El
macarronismo léxico, recordamos, consiste en la latinización
sufijal de una palabra vulgar, y junto con el error gramatical latino
que representa el macarronismo morfológico, constituye la forma más
elemental del macarroneo literario, en cuanto parodia de los
despropósitos del latinus
grossus. Estos
macarronismos léxicos predominan ampliamente en Bald.:
(agenis, agujeta,
assechabat, batallam, baxando, blasfemat, bolvamus, burlas, cabeçam,
cabis, calças, callet, callans, carreras, comunerum, contare,
cortare, cosis, demandis, desonrras, ducatos, ducatis, exculpat,
faxas, flamingos, fortalezas, gatus, gritos, gualdrapis, hermanus,
jubonem, leuantans, mamam, mamare, manauit, mantillas, mentiras,
metat, mirat, obispatos, oreja, pagas, pagasse, pagatum, pagatus,
parescit, parlas, passamus, preguntas, presidentem, quexabor,
ratonem, renegat, señores, soldatos, soldatum, susurrones, taitam,
tetam, tocauit, tramat, tramauit, trocando, villas).
Dentro
de este tipo, destaca por su efecto cómico la macarronización de
una palabra derivada que no tiene correspondiente formal en latín
(achaquiqum,
barbaza, barrizo, culatis, mamarron, pañaletos).
Se
detecta una tendencia aleatoria al empleo de un léxico marginal
(garduñare,
mamarron), que
lleva a registrar algunos hapax:
(achaquiqum,
barrizo, mamolum).
Es de resaltar el caso del macarronismo flamingos,
que presenta un lexema no castellano, sino neerlandés, lo que no
debe sorprender en Vergara, dado su conocimiento del país.
Ciertos
macarronismos léxicos sufren una alteración gráfica que pretende
dar una pátina clásica a los macarronismos (achaquiqum,
anquis, borachus, capitaneos, capitaneus, capronis, lochi, pañaletos,
phanpharrones, spiare),
mantener una grafía vulgar característica (dubdas),
o hipercaracterizar un término vulgar (attare,
pallis, sallit).
No
se da en Bald.
la macarronización desinencial de palabras o sintagmas vulgares
invariables, acompañada a veces de aglutinación, que constituye un
rasgo llamativo del macarroneo folenguiano.
1. 2. Macarronismos morfológicos.
La
presencia de macarronismos morfológicos en Bald.,
es decir, de palabras latinas deliberadamente erradas, es
prácticamente inexistente. El abl. forato
de Bald.
87 por el documentado foratu
resulta un
testimonio demasiado aislado que podría explicarse o por corrupción
textual o por un proceso de asimilación a la segunda declinación
que corrobora la tendencia diacrónica del sistema lingüístico
latino, y del que quizás puedan existir ejemplos anteriores en el
tiempo. La parodia de la insuficiencia lingüística del latinus
grossus que puede
estar en el origen de la creación macarrónica italiana, resulta
evidentemente extraña como motivación a los émulos folenguianos
extranjeros, humanistas seducidos por los aciertos de la primera
persona macarrónica. Por otra parte, es posible afirmar que tales
macarronismos morfológicos serían menos extraños si tras las
macarroneas se ocultara un designio de parodiar el latín humanista,
como se ha sostenido frecuentemente.
1. 3. Macarronismos heteróclitos o “irregulares”2.
No hay huella de ellos en Bald.
Es de notar el caso de mamarron, construido sobre un calco
textual folenguiano con el término macaron. En aquél se
halla un caso de desinencia cero al asimilar el sustantivo al modelo
de los de la 3ª declinación en –n. El problema de la
discrepancia de acento entre sustantivo llano latino y español agudo
es resuelta por la caida del ictus en última sílaba. En los
otros macarronismos en los que podría plantearse esta cuestión se
evitan los casos nom.-voc. sing. (capronis, jubonem, ratonem,
señores, phanpharrones, susurrones), así como en los declinados
según el modelo ns, -ntis (presidentem), donde el
nom.-voc. singular *presidens se alejaría demasiado
morfológicamente del vulgar ‘presidente’ (cf. lat.
‘praesidens’). Para casos parecidos como ‘buffone’ y
‘galante’ Folengo habilitaba audaces macarronismos heteróclitos
como buffonus (junto a buffon) y galantus, que
le permiten conservar el característico acento y morfología vulgar,
más perentorio si cabe en los macarronismos españoles de acento
agudo.
1. 4. Macarronismos semánticos.
Como
tales pueden señalarse camiseas,
cedent, cedet,
demandat, habere,
latinum, mandat, pensiones, procurat, sallit, saltare, villas,
volvebam (cf.
glosario para ‘villas’).
1. 5. Macarronismos de locución o de calco.
Encontramos
dos ejemplos que reproducen expresiones vulgares y populares: se
metat in culum linguam
(v. 7), in anquis
agenis (v. 23),
trocando pro veris
(v. 38) y de capa
caita (v. 83) ‘de
capa caída’. Paoli establecía la superioridad del macarroneo
italiano sobre el de otros países, basándose en la posibilidad,
extraña a otros macarroneos, de recrear el latín sobre los modos
del habla vulgar y dialectal.
1. 6. Macarronismos folenguianos.
El
aspecto más espectacular del léxico de Bald.
es la presencia, casi siempre con coincidencia de sede métrica, de
una serie de calcos textuales de las macarroneas folenguianas que
validan plenamente la idea de J. F. Alcina de que la poesía
macarrónica española es un género de derivación: agraffaset,
becibus, budellas, creparent, gridans, padellas, sborante,
scambiettos, spiccauit, (rumpere) testam, tif taf.
Algunos
de ellos (agraffaset,
budellas, busias, creparent, gridans, sborante, spiccauit, testam,
tif taf) son
relativamente frecuentes en la macarronea foleguiana, pero otros son
extremadamente raros, al menos en la acepción usada (becibus,
busias, padellas, scambiettos).
Uno de ellos sólo puede encontrarse en la red. T (busias),
no en la P, y otro sólo presenta coincidencia de sede métrica en
aquella redacción (scambiettos).
Este hecho nos asegura la dependencia de Bald.
de esta redacción.
1. 7. Frecuencia de los macarronismos.
Es éste un elemento de
primer orden para el estudio de la evolución de la macarronea
española. Ettore Paratore en su artículo de 1977 establecía tres
categorías: versos con un solo macarronismo en fin de verso, versos
con varios macarronismos y versos íntegramente latinos3.
Nosotros modificamos tal clasificación en la primera categoría,
dando cabida a los versos en que ése único macarronismo pueda
ocupar otras posiciones (recordemos el valor estilístico relevante
que adoptan también los términos colocados al comienzo de verso y
ante cesura).
En la primera categoría se encuadran 28 versos (vv. 6,
7, 8, 11, 12, 15, 17, 18, 24, 26, 28, 33, 35, 39, 43, 46, 48, 62, 65,
69, 74, 75, 79, 80, 87, 88, 91, 92) que representan un 30,10 % del
total.
En la segunda 39 versos (vv. 1, 3, 5, 9, 13, 20, 21,
22, 23, 25, 27, 29, 30, 31, 32, 34, 36, 37, 38, 41, 42, 47, 49, 50,
51, 52, 55, 64, 71, 72, 76, 77, 78, 81, 82, 83, 84, 89, 93) que
constituyen un 41,93 % del total.
En la tercera 26 versos (vv. 2, 4, 10, 14, 16, 19, 40,
44, 45, 53, 54, 56, 57, 58, 59, 60, 61, 63, 66, 67, 68, 70, 73, 85,
86, 90) que suponen un 27,95 % del conjunto.
La deducción más notable que puede realizarse de esta
estadística es la alta frecuencia de versos íntegramente latinos,
común también a las primeras fases de la producción macarrónica
folenguiana.
1. 8. Función estilística de los macarronismos.
Bonora,
Paoli y Parattore han señalado la habilidad de Folengo para adaptar
su macarroneo al tono cambiante de sus poemas. Cuando tal tono se
eleva, sobre todo en las aventuras caballerescas de la segunda parte
del Baldus,
el componente latino pasa a primer plano, apareciendo incluso tiradas
enteras de latín perfectamente regular; e igualmente, cuando el tono
se abaja en un contexto rústico predominante, como el de la primera
parte del Baldus,
el componente vulgar o francamente dialectal predomina con fines
claramente expresionistas. Mediante un sabio juego de equilibrios
Folengo consigue que su heterogéneo lenguaje exprese, a su
conveniencia, la majestuosidad lapidaria del latín o la vulgaridad
connotativa del dialecto.
Tal
esfuerzo estilístico se detecta en Bald.
Los versos íntegramente latinos aparecen unas veces como renvíos a
la tradición clásica, en forma de referencia mitológica o
histórica (vv. 2, 4, 14, 16), o como parte de una comparación (vv.
53, 85, 86); otras veces, cuando el discurso alcanza un tono elevado,
por su contenido de denuncia moral (vv. 19, 40, 44, 45, 73, 90).
Relacionados con este segundo empleo, aunque con un carácter
marcadamente irónico, son los versos latinos insertados en las
palabras de protesta del soldado ante el césar Carlos por no ver
recompensados sus imaginarios méritos (vv. 54, 56, 57, 58, 59, 60,
61, 63, 66, 67, 68, 70).
La
elegante dispositio
de elementos heterogéneos destaca sobre todo en los versos
macarrónicos donde convergen diversos estilemas. Nótese así las
aliteraciones del v.1 (Altissimas
dubdas dudum tua Musa tocauit),
animadas por la paronomasia del v. 3 (Quo
cedent uates, cedet Cocaius et ipse)
y 4 (Et callet
caecus, caeco qui stamine tramat),
que es reforzada por quiasmo en el v. 12 (Atque
barrizo grosso grossaque Minerua),
figura que se une también a la aliteración en el v. 24 (Miraris
contentum nullum nullumque pagatum).
Si una crítico italiana define el macarroneo como figura, como
oxímoron lingüístico4,
de mano de Vergara podríamos hablar de quiasmo estilístico y
cultural, como delata el v.12, donde, bajo el amparo de una
reminiscencia folenguiana (cf. Baldus
T II 310: “Parma facit grossas scocias grossosque melones”), se
disponen en antítesis la poderosa expresividad del ʿάπαξ
español barrizo,
y la referencia clásica de la crassa
Minerua horaciana.
Un modelo de construcción resulta el v. 26 (Haec
diuersa tuam disturbant ualde cabeçam),
con el posesivo resaltado ante cesura y el macarronismo en frontera
versal, a lo que se une el efecto de expectación conseguido con la
disyunción del sintagma nominal y la aliteración. Es notable la
ruptura violenta conseguida con el vocativo macarrónico del verso
siguiente, feliz hallazgo construido por analogía fónica con un
calco textual folenguiano. La anáfora con el latino uix
anima la enumeración macarrónica de los vv. 29-31, en línea con la
idea de Segre de considerar al latín como elemento directivo del
discurso macarrónico.
Destaca la habilidad del autor para
insertar los calcos textuales en el molde del poema, tanto los
clásicos (v. 46: #alter in alterius iactantes# mille desonrras),
como los folenguianos. En estos se alcanza las mayores cotas de
expresividad del poema. Véase el v. 27 ya comentado, u otros versos
en los que se da la combinación de dos calcos folenguianos como el
55 y 89. Es marcadamente expresionista el v. 55, que recoge una
inesperada onomatopeya, figura muy apreciada por Folengo, y sustituye
las balotta que disparan las escopetas del hexámetro
merliniano por el contundente ʿάπαξ
folenguiano busias, las mentiras que con tanta desvergüenza
divulgan los falsos servidores del rey. Otros versos parecen
elaborados mediante el cruce de calcos clásicos y folenguianos, como
los vv. 12, 27, 53, 55, 80.
Ilustración: Grabado de la red. Toscolanense en la edición facsímil de Amici di Merlin Cocai
1
La localización de cada macarronismo, su escansión y un eventual
comentario se sitúa siempre en la correspondiente entrada del
glosario de cada capítulo de mi tesis doctoral aún inédita.
2
"Macarronismo irregular" es el término que emplea Paoli, que nosotros preferimos sustituir
por el de "heteróclito", carente de las connotaciones de
logicismo gramatical del paoliano.
3
Cf. E. PARATORE, "Il maccheroneo folenghiano", Atti
Convegno 1977, pp. 56-57.
4
Cf. A. PISCINI, "Per allegri segni", Filologia e
critica, IV, 1979, p. 381.
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