sábado, 7 de julio de 2012

LA FUNCIÓN DEL LATÍN EN EL HÍBRIDO MACARRÓNICO (II)


Desdiciéndose de sus planteamientos anteriores, Cesare Segre afirma en el mismo año1 la imposibilidad de aplicar las concepciones de Bakhtin a la obra folenguiana, pues, aunque ciertamente latín y dialecto son las voces de ambientes y culturas distintas, por un lado, el desfase cronológico entre ambos quita a su choque parte de su potencial conflictivo social, y por otro, Folengo no aparece nunca como portavoz o defensor del mundo popular y su cultura2.

Folengo, en opinión de Segre, se mueve del terreno del latín al del dialecto, no viceversa. Considera que para ello basta reflexionar en las consecuencias de la función englobante y directiva que tiene el latín en el macarroneo folenguiano. Analizando estos versos elegidos al azar:

Nil fuit ad tantam nostra haec pancera feritam,
Saepe licet steterit schioppetti salda balottae
(Baldus V I, 229-230)

Nada valió la coraza nuestra en tan grande impacto,
Aunque aguantara a menudo de la escopeta las balas.

Segre señala que el ‘shock’ producido por términos como pancera, schioppetti y balottae es en cierto modo atenuado, además de por su entrada en el ritmo del hexámetro, por la participación en hipérbatos (“tantam nostra haec pancera”, “schioppetti salda balottae”), característicos del discurso poético latino. Ve, en suma, dos fases casi sincrónicas: una primera de sorpresa, y otra de homologación3.

Y eso no es todo, según Segre: “En los momentos de emoción o de arrebato polémico, Folengo no busca sus armas en el vulgar, sino en el latín. En estos casos, el dialecto no asume la función de desmistificar por dentro al latín; a lo más, es el contraste entre la elaboración del estilo y la rusticidad o la virulencia de los contenidos lo que sirve para desplegar la labor de ruptura”4. Entre los que considera infinitos ejemplos posibles, cita el mensaje mandado por Tognazzo a Berta con las anáforas ininterrumpidas de quantas, quantos y quot, en número de trece, “mimesi di alta lirica per una comica affettività”5:

“Tognazzus mandat tibi tantas, Berta, salutes,
Quantos in coelo video de sera lusores,
Quantas cuncta foram buttant boscamina foias,
Quantas Millanus bene grassas vendit ofellas,
Quantos per Venetum spendunt cannalia bezzos,
Quot sanctitates peregrinis Roma palesat,
Quot vermocanos mandat Valtropia Bressae,
Quantas tota stryas Piamonti patria brusat,
Quantas consumant fratrum refetoria tortas,
Quantos in Napoli gens buttat ubique naranzos,
Quantos Cipadae piccat provincia ladros,
Quotve solent guastas spetiari vendere cosas,
Quot ve ladri zaffi, navaroli, stirpsque gabellae,
Quotve molinari robbant, ostique rapinant”.
(Baldus V VII, 151-164).

“Tognazzo a ti te manda, Berta, tantos saludos,
cuantas luces contemplo en el cielo durante la noche,
cuantas hojas se ven nacer en todos los bosques,
cuantos grasientos hojaldres pone Milán a la venta,
cuantas monedas gastan los maleantes del Véneto,
cuantas santidades en Roma ve el peregrino,
cuantas las modorras que envía la Val Trompia a Brescia,
cuantas brujas quema cabal piamontesa la patria,
cuantas tortas consumen los refectorios de frailes,
cuantas naranjas en Nápoles tira la gente doquiera,
cuantos ladrones cuelga en su provincia Cipada,
cuantas cosas podridas suelen vender los drogueros,
cuantos ladrones hay entre esbirros, fleteros y fieles,
cuantos molineros y taberneros roban”.

Análogas consideraciones podrían hacerse para los apuntes de polémica religiosa. La estupenda tirada siguente sobre el pulular de frailes y órdenes monásticas:

Tunc quia promptus erat, fratazzos iudicat esse
Illos qui renegant tonsuram mille fiatas.
“Unde diavol”, ait, “tanti venere capuzzi?
Non nisi per mundum video portare capuzzos.
Quisque volat fieri frater, vult quisque capuzzum.
Postquam giocarunt nummos, borsamque vodarunt,
Postquam pane caret cophinus, vinoque barillus,
In fratres properant, datur his extemplo capuzzus.
Undique sunt isti fratres, istique capuzzi:
Qui sint nescimus, discernere nemo valebit
Tantas vestarum foggias, tantos ve colores.
Sunt pas turchini, pars nigri, parsque morelli,
Pars bianchi, ruffi, pars grisi, parsque bretini.
Ipsorum tanta est passim variatio fratrum,
Quod male discerno quid Christi, quis Macometti.
Quantae stant coelo stellae, foiamina sylvis,
Tantae sunt normae fratrum, tantique capuzzi.
Si per iter vado terrarum, cerno capuzzos.
Si per iter pelagi, non mancum cerno capuzzos. 
Guardo per armatos campos, ibi cerno capuzzos.
Sive forum subeo, seu barcam, sive tavernam,
Protinus ante oculos aliquem mihi cerno capuzzum.
Nil nisi per stradas video trottare capuzzos.
Nonne satis bastat sapientis regula Christi?
Horum fratorum [sic] cumulatio tanta fiebit,
Quod sine soldatis christianica terra manebit,
Non erit aequoreis qui remum ducat in undis,
Non qui martellet ferrum, qui tecta covertet,
Non qui per terras cridet: “Oh spazza caminum”,
Non qui scarparum tiret cum dente coramum,
Non qui substigans asinum pronuntiet ari,
Non qui ventrazzos ad flumina portet onustos,
Non qui verghezet lanam, gucchietque berettas,
Non qui bagnificet barbas molletque rasoros,
Non qui formentum masinet, robbetque farinam,
Non qui porcellos castret, conzetque lavezos,
Non qui sit sguatarus, sitque ostus, sitque fachinus.
Hoc genus est hominum, qui quando in claustra serantur,
Quando lavorandi sibi tota fatica levatur,
Buttatisque viam strazzis nova cappa covertat,
Quando parecchiatam possunt invadere mensam,
Ac implere uteri saccum de pane bufetto,
O patria o mores, nihil est poltronius orbi
Talibus unde venit cunctorum fezza malorum;
Unde bonae gentes, personaeque unde galantae,
Sanguine nassutae claro, lettrisque pienae,
Tot tolerant scornos, tot afannos, totque malhoras,
Ut sit earundem reverentia nulla capuzzis,
Ut sit nunc monachi, fratresque, bonique romiti
Facti pro culpa poltronum fabula mundi”.
(Baldus V VIII 472-521).

“Entonces porque era despierto, juzgan que han sido frailuchos
de aquellos que reniegan de la tonsura mil veces.
“De dónde diablos –dice- vinieron tantas capuchas?
Por el mundo llevar no veo más que capuchas.
Todos volando a frailes, todos desean capucha.
Después de jugarse los cuartos, después que vaciaron la bolsa,
Después que falta el pan en el cesto y el vino en la cuba,
Corren donde los frailes, y tienen al punto capucha.
De todas partes son estos frailes y estas capuchas:
Ignoro quiénes son, distinguir no habrá quién alcance
Tantos de vestir los modos, y tantos colores;
Parte azulados son, parte negros, parte violáceos,
Parte blancos, robines, grises, parte gorritos. 
Es tan grande la variedad de estos frailes doquiera,
Que mal distingo quién es de Cristo, quién de Mahoma.
Cuantas estrellas hay en el cielo y hojas en bosques,
Tantas son las reglas de frailes y tantas capuchas.
Si recorro senderos del mundo, veo capuchas;
Si las estelas del mar, continúo viendo capuchas.
Miro por campos de tropas, allí sigo viendo capuchas.
Si voy a la plaza, a una barca, o una taberna,
Antes que otra cosa veo alguna capucha.
Por las calles no veo afanarse más que capuchas
¿no hay bastante con la regla de Cristo maestro?
El cúmulo de estos frailes a ser llegará tan enorme,
Que sin soldados se quedará la tierra cristiana,
No habrá quién el remo gobierne por entre las ondas marinas,
No quien martille el hierro, ni los techos recubra,
No quien “deshollinador” por el barrio vaya gritando,
No quien con diente estire el cuero de los zapatos,
No quien “arre” diga al asno que lleva aguijando,
No quien al río cargue las cestas de la basura,
No quien abatane la lana, ni haga birretes,
No quien remoje las barbas, ni quien afile navajas,
No quien muela el trigo, y harina ajena se guarde,
No quien castre marranos, ni quien componga marmitas,
No quien sea pinche, ventero, o mozo de cuerda.
Este es un tipo de hombres que cuando se encierra en el claustro,
Y se les quita de trabajar cualquiera fatiga,
Cuando tiran harapos, y nueva capa les cubre,
Cuando a una mesa puesta pueden lanzarse,
Y de tierno pan llenarse el saco del vientre,
¡oh patria!¡oh costumbres! No hay nada más vil en el mundo
que éstos de los que proviene la hez de todos los males;
por eso las buenas gentes, por eso personas gentiles,
de noble sangre nacidas, y de ciencia colmadas,
tantos oprobios, tantos afanes y ayes soportan,
que cualquier reverencia han perdido por las capuchas,
que ahora los buenos monjes, frailes y recoletos
son la burla de todos por culpa de unos golfantes”.

basa su efectividad no en unos pocos términos despreciativos (“fratazzos” 472; “cunctorum fezza malorum” 515), sino más bien en el elenco de las actividades menos nobles de los frailes dentro de esquemas de alta retórica. Cita Segre como ejemplo las “apremiantes e irresistibles” series epifóricas de capuzzi, capuzzos, etc. al fin de los vv. 475-476, 479-480, 488, 494, 519, o más ampliamente cerno capuzzos o capuzzum 489-491, 493, y la serie anafórica de nueve non qui en los versos 499-507; el uso eficaz de las figuras de correlación (“tantas vestarum foggias, tantos ve colores” 482; “sunt pars turchini, pars nigri, parsque morelli”, etc. 483; “tantae sunt normae fratrum, tantique capuzzi” 488, etc.), que culmina idealmente en la maliciosa alternativa “quod male discerno quis Christi, quis Macometti” 486. Piensa Segre que lo macarrónico aquí no está más en la interferencia de lenguas, sino en emplear un ardor predicatorio en beneficio de una divertida burla y un vituperio despreocupado6.

Concluye Segre hablando de una fagocitación “lúdica” que no “paródica” del elemento rústico –lingüístico, temático, polémico, tonal- de parte de un discurso que en las formas se mantiene siempre a un alto nivel. En la base de esta operación está la confianza en la vitalidad del latín, considerado capaz de asimilar también temáticas difundidas en la contemporaneidad, y de extender su capacidad tonal a todos los ámbitos socio-culturales a través del robusto sendero de la burla. Observa Segre que mientras autores como Francesco Colonna o Camillo Scroffa buscaban adaptar un léxico o un gusto latinizante a un discurso en lengua o versos vulgares, Folengo utiliza el celebrado discurso latino como vehículo para un tesoro de léxico dialectal o divertidas onomatopeyas y para contenidos, más que realistas, expresionistas. “De este modo, Folengo se distancia tanto de un esfuerzo humanista de reactivación de la lengua y del mundo clásico, como de una aceptación del mundo popular emergente, y sobre todo de su lengua. Esta polaridad excluye una elección ideológica: el equilibrio obtenido es un juego de equilibrio. El cual exige, naturalmente, espectadores que lo aprecien y sepan disfrutar”7.






1 Cf. C. SEGRE, “Baldus, la fantasia e l’espressionismo”, Atti Convegno 1991, pp. 21-31
2 Cf. C. SEGRE, o.c., p. 21. Hace notar por contra los ecos de la tradicional “sátira contra el villano”.
3 Cf. C. SEGRE, o.c., p. 22
4 Cf. ib., p. 22
5 Cf. C. SEGRE, o.c., p. 22
6 Cf. C. SEGRE, o.c., p. 22
7 Cf. C. SEGRE, o.c., p. 26. Se pregunta a continuación por la identidad de estos espectadores, y opina que Folengo no parece querer definir un lector ideal, siempre dirigiéndose a un genérico lector, y que a la indefinición de los destinarios se contrapone la omnipresencia del poeta (p. 27). Bruno Migliorini (o.c., p. 77) señalaba cómo difícilmente habría persistido durante una treintena de años en la labor de revisión de su obra macarrónica si no hubiera contado con la adhesión de un público relativamente amplio (eclesiásticos, médicos, boticarios, notarios, hombres de leyes) y culto, capaz de apreciar, al menos, parte de sus alusiones clásicas: “[...] Quale sarà stato questo pubblico? Non certo di laici, urbani o rustici, ignari del latino, ma di persone in grado di gustare almeno alcune delle sue innumerevoli allusioni a Virgilio, a Ovidio, ad altri scrittori classici, e d’altra parte pronti a divertirsi a facezie non oscene ma spesso tutt’altro che castigate. Nelle molte peregrinazioni che don Teofilo compì nei due periodi della sua vita monastica, certo molti confratelli l’avranno sollecitato a legger loro dei brani della sua opera, e l’avran letta con gusto ecclesiastici, medici, speziali, notai, uomini di legge. Chi, se non una persona colta, capirebbe che Baldo s’incammina verso Mantova dove il Folengo dice “imo bianoream damatina caminat ad urbem” (III, v. 74)? Chi apprezzerebbe l’emistichio “veteres migrate fasoli” (Caos, ed. Renda, I. p. 261), se non la confrontasse mentalmente col virgiliano veteres migrate coloni?”. Para Miklós Fogarasi (o.c., p. 398) el tipo de público que menciona Migliorini, que no deja de coincidir paradójicamente con el practicante del latinus grossus, es la confirmación de su idea de que “la lingua maccheronica del Folengo è il superamento parodistico dell’umanesimo latino realizzato da un umanista latinamente colto. E come tale è una manifestazione di crisi. Sebbene la combinazione con la morfosintassi latina supponga un pubblico umanisticamente colto, eppure non è segno di un aristocraticismo linguistico ma un’apertura verso un pubblico nuovo”. Pero no es sólo el conocimiento de la morfosintaxis latina la que supone un público culto, sino, ante todo, el conocimiento de la poesía romana y sus normas, y la capacidad de apreciar ese “diálogo subterráneo con los clásicos” presente en la poesía macarrónica, y del que hablaba Mario Chiesa. Es esto lo que que provoca que las macarroneas de Folengo tengan su público más fiel, así como algunos imitadores, entre la élite cultural de distintos países europeos (En España, Juan de Vergara, Lope de Vega, Góngora, Cervantes, Rodrigo Caro, Tomás de Iriarte, Sánchez Barbero, etc.). Es la apreciación de esta relación autor-lectores lo que parece separar fundamentalmente las concepciones de Curti y el último Segre.

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