Desdiciéndose
de sus planteamientos anteriores, Cesare Segre afirma en el mismo
año1
la imposibilidad de aplicar las concepciones de Bakhtin a la obra
folenguiana, pues, aunque ciertamente latín y dialecto son las voces
de ambientes y culturas distintas, por un lado, el desfase
cronológico entre ambos quita a su choque parte de su potencial
conflictivo social, y por otro, Folengo no aparece nunca como
portavoz o defensor del mundo popular y su cultura2.
Folengo,
en opinión de Segre, se mueve del terreno del latín al del
dialecto, no viceversa. Considera que para ello basta reflexionar en
las consecuencias de la función englobante y directiva que tiene el
latín en el macarroneo folenguiano. Analizando estos versos elegidos
al azar:
Nil fuit ad tantam
nostra haec pancera feritam,
Saepe licet steterit
schioppetti salda balottae
(Baldus
V I, 229-230)
Nada valió la coraza
nuestra en tan grande impacto,
Aunque aguantara a
menudo de la escopeta las balas.
Segre señala que el ‘shock’
producido por términos como pancera, schioppetti y
balottae es en cierto modo atenuado, además de por su entrada
en el ritmo del hexámetro, por la participación en hipérbatos
(“tantam nostra haec pancera”, “schioppetti salda balottae”),
característicos del discurso poético latino. Ve, en suma, dos fases
casi sincrónicas: una primera de sorpresa, y otra de homologación3.
Y eso no
es todo, según Segre: “En los momentos de emoción o de arrebato
polémico, Folengo no busca sus armas en el vulgar, sino en el latín.
En estos casos, el dialecto no asume la función de desmistificar por
dentro al latín; a lo más, es el contraste entre la elaboración
del estilo y la rusticidad o la virulencia de los contenidos lo que
sirve para desplegar la labor de ruptura”4.
Entre los que considera infinitos ejemplos posibles, cita el mensaje
mandado por Tognazzo a Berta con las anáforas ininterrumpidas de
quantas, quantos y quot, en número de trece,
“mimesi di alta lirica per una comica affettività”5:
“Tognazzus mandat
tibi tantas, Berta, salutes,
Quantos in coelo video
de sera lusores,
Quantas cuncta foram
buttant boscamina foias,
Quantas Millanus bene
grassas vendit ofellas,
Quantos per Venetum
spendunt cannalia bezzos,
Quot sanctitates
peregrinis Roma palesat,
Quot vermocanos mandat
Valtropia Bressae,
Quantas tota stryas
Piamonti patria brusat,
Quantas consumant
fratrum refetoria tortas,
Quantos in Napoli gens
buttat ubique naranzos,
Quantos Cipadae piccat
provincia ladros,
Quotve solent guastas
spetiari vendere cosas,
Quot ve ladri zaffi,
navaroli, stirpsque gabellae,
Quotve molinari
robbant, ostique rapinant”.
(Baldus
V VII, 151-164).
“Tognazzo a ti te
manda, Berta, tantos saludos,
cuantas luces contemplo
en el cielo durante la noche,
cuantas hojas se ven
nacer en todos los bosques,
cuantos grasientos
hojaldres pone Milán a la venta,
cuantas monedas gastan
los maleantes del Véneto,
cuantas santidades en
Roma ve el peregrino,
cuantas las modorras
que envía la Val Trompia a Brescia,
cuantas brujas quema
cabal piamontesa la patria,
cuantas tortas consumen
los refectorios de frailes,
cuantas naranjas en
Nápoles tira la gente doquiera,
cuantos ladrones cuelga
en su provincia Cipada,
cuantas cosas podridas
suelen vender los drogueros,
cuantos ladrones hay
entre esbirros, fleteros y fieles,
cuantos molineros y
taberneros roban”.
Análogas consideraciones podrían
hacerse para los apuntes de polémica religiosa. La estupenda tirada
siguente sobre el pulular de frailes y órdenes monásticas:
Tunc quia promptus
erat, fratazzos iudicat esse
Illos qui renegant
tonsuram mille fiatas.
“Unde diavol”, ait,
“tanti venere capuzzi?
Non nisi per mundum
video portare capuzzos.
Quisque volat fieri
frater, vult quisque capuzzum.
Postquam giocarunt
nummos, borsamque vodarunt,
Postquam pane caret
cophinus, vinoque barillus,
In fratres properant,
datur his extemplo capuzzus.
Undique sunt isti
fratres, istique capuzzi:
Qui sint nescimus,
discernere nemo valebit
Tantas vestarum
foggias, tantos ve colores.
Sunt pas turchini, pars
nigri, parsque morelli,
Pars bianchi, ruffi,
pars grisi, parsque bretini.
Ipsorum tanta est
passim variatio fratrum,
Quod male discerno quid
Christi, quis Macometti.
Quantae stant coelo
stellae, foiamina sylvis,
Tantae sunt normae
fratrum, tantique capuzzi.
Si per iter vado
terrarum, cerno capuzzos.
Si per iter pelagi, non
mancum cerno capuzzos.
Guardo per armatos
campos, ibi cerno capuzzos.
Sive forum subeo, seu
barcam, sive tavernam,
Protinus ante oculos
aliquem mihi cerno capuzzum.
Nil nisi per stradas
video trottare capuzzos.
Nonne satis bastat
sapientis regula Christi?
Horum fratorum [sic]
cumulatio tanta fiebit,
Quod sine soldatis
christianica terra manebit,
Non erit aequoreis qui
remum ducat in undis,
Non qui martellet
ferrum, qui tecta covertet,
Non qui per terras
cridet: “Oh spazza caminum”,
Non qui scarparum tiret
cum dente coramum,
Non qui substigans
asinum pronuntiet ari,
Non qui ventrazzos ad
flumina portet onustos,
Non qui verghezet
lanam, gucchietque berettas,
Non qui bagnificet
barbas molletque rasoros,
Non qui formentum
masinet, robbetque farinam,
Non qui porcellos
castret, conzetque lavezos,
Non qui sit sguatarus,
sitque ostus, sitque fachinus.
Hoc genus est hominum,
qui quando in claustra serantur,
Quando lavorandi sibi
tota fatica levatur,
Buttatisque viam
strazzis nova cappa covertat,
Quando parecchiatam
possunt invadere mensam,
Ac implere uteri saccum
de pane bufetto,
O patria o mores, nihil
est poltronius orbi
Talibus unde venit
cunctorum fezza malorum;
Unde bonae gentes,
personaeque unde galantae,
Sanguine nassutae
claro, lettrisque pienae,
Tot tolerant scornos,
tot afannos, totque malhoras,
Ut sit earundem
reverentia nulla capuzzis,
Ut sit nunc monachi,
fratresque, bonique romiti
Facti pro culpa
poltronum fabula mundi”.
(Baldus
V VIII 472-521).
“Entonces porque era
despierto, juzgan que han sido frailuchos
de aquellos que
reniegan de la tonsura mil veces.
“De dónde diablos
–dice- vinieron tantas capuchas?
Por el mundo llevar no
veo más que capuchas.
Todos volando a
frailes, todos desean capucha.
Después de jugarse los
cuartos, después que vaciaron la bolsa,
Después que falta el
pan en el cesto y el vino en la cuba,
Corren donde los
frailes, y tienen al punto capucha.
De todas partes son
estos frailes y estas capuchas:
Ignoro quiénes son,
distinguir no habrá quién alcance
Tantos de vestir los
modos, y tantos colores;
Parte azulados son,
parte negros, parte violáceos,
Parte blancos, robines,
grises, parte gorritos.
Es tan grande la
variedad de estos frailes doquiera,
Que mal distingo quién
es de Cristo, quién de Mahoma.
Cuantas estrellas hay
en el cielo y hojas en bosques,
Tantas son las reglas
de frailes y tantas capuchas.
Si recorro senderos del
mundo, veo capuchas;
Si las estelas del mar,
continúo viendo capuchas.
Miro por campos de
tropas, allí sigo viendo capuchas.
Si voy a la plaza, a
una barca, o una taberna,
Antes que otra cosa veo
alguna capucha.
Por las calles no veo
afanarse más que capuchas
¿no hay bastante con
la regla de Cristo maestro?
El cúmulo de estos
frailes a ser llegará tan enorme,
Que sin soldados se
quedará la tierra cristiana,
No habrá quién el
remo gobierne por entre las ondas marinas,
No quien martille el
hierro, ni los techos recubra,
No quien
“deshollinador” por el barrio vaya gritando,
No quien con diente
estire el cuero de los zapatos,
No quien “arre”
diga al asno que lleva aguijando,
No quien al río cargue
las cestas de la basura,
No quien abatane la
lana, ni haga birretes,
No quien remoje las
barbas, ni quien afile navajas,
No quien muela el
trigo, y harina ajena se guarde,
No quien castre
marranos, ni quien componga marmitas,
No quien sea pinche,
ventero, o mozo de cuerda.
Este es un tipo de
hombres que cuando se encierra en el claustro,
Y se les quita de
trabajar cualquiera fatiga,
Cuando tiran harapos, y
nueva capa les cubre,
Cuando a una mesa
puesta pueden lanzarse,
Y de tierno pan
llenarse el saco del vientre,
¡oh patria!¡oh
costumbres! No hay nada más vil en el mundo
que éstos de los que
proviene la hez de todos los males;
por eso las buenas
gentes, por eso personas gentiles,
de noble sangre
nacidas, y de ciencia colmadas,
tantos oprobios, tantos
afanes y ayes soportan,
que cualquier
reverencia han perdido por las capuchas,
que ahora los buenos
monjes, frailes y recoletos
son la burla de todos
por culpa de unos golfantes”.
basa su efectividad no en unos pocos
términos despreciativos (“fratazzos” 472; “cunctorum fezza
malorum” 515), sino más bien en el elenco de las actividades menos
nobles de los frailes dentro de esquemas de alta retórica. Cita
Segre como ejemplo las “apremiantes e irresistibles” series
epifóricas de capuzzi, capuzzos, etc. al fin de los
vv. 475-476, 479-480, 488, 494, 519, o más ampliamente cerno
capuzzos o capuzzum 489-491, 493, y la serie anafórica de
nueve non qui en los versos 499-507; el uso eficaz de las
figuras de correlación (“tantas vestarum foggias, tantos ve
colores” 482; “sunt pars turchini, pars nigri, parsque morelli”,
etc. 483; “tantae sunt normae fratrum, tantique capuzzi” 488,
etc.), que culmina idealmente en la maliciosa alternativa “quod
male discerno quis Christi, quis Macometti” 486. Piensa Segre que
lo macarrónico aquí no está más en la interferencia de lenguas,
sino en emplear un ardor predicatorio en beneficio de una divertida
burla y un vituperio despreocupado6.
Concluye
Segre hablando de una fagocitación “lúdica” que no “paródica”
del elemento rústico –lingüístico, temático, polémico, tonal-
de parte de un discurso que en las formas se mantiene siempre a un
alto nivel. En la base de esta operación está la confianza en la
vitalidad del latín, considerado capaz de asimilar también
temáticas difundidas en la contemporaneidad, y de extender su
capacidad tonal a todos los ámbitos socio-culturales a través del
robusto sendero de la burla. Observa Segre que mientras autores como
Francesco Colonna o Camillo Scroffa buscaban adaptar un léxico o un
gusto latinizante a un discurso en lengua o versos vulgares, Folengo
utiliza el celebrado discurso latino como vehículo para un tesoro de
léxico dialectal o divertidas onomatopeyas y para contenidos, más
que realistas, expresionistas. “De este modo, Folengo se distancia
tanto de un esfuerzo humanista de reactivación de la lengua y del
mundo clásico, como de una aceptación del mundo popular emergente,
y sobre todo de su lengua. Esta polaridad excluye una elección
ideológica: el equilibrio obtenido es un juego de equilibrio. El
cual exige, naturalmente, espectadores que lo aprecien y sepan
disfrutar”7.
2
Cf. C. SEGRE, o.c., p. 21. Hace notar por contra los
ecos de la tradicional “sátira contra el villano”.
3
Cf. C. SEGRE, o.c., p. 22
4
Cf. ib., p. 22
5
Cf. C. SEGRE, o.c., p. 22
6
Cf. C. SEGRE, o.c., p. 22
7
Cf. C. SEGRE, o.c., p. 26. Se pregunta a continuación
por la identidad de estos espectadores, y opina que Folengo no
parece querer definir un lector ideal, siempre dirigiéndose a un
genérico lector, y que a la indefinición de los destinarios
se contrapone la omnipresencia del poeta (p. 27). Bruno Migliorini
(o.c., p. 77) señalaba cómo difícilmente habría
persistido durante una treintena de años en la labor de revisión
de su obra macarrónica si no hubiera contado con la adhesión de un
público relativamente amplio (eclesiásticos, médicos, boticarios,
notarios, hombres de leyes) y culto, capaz de apreciar, al menos,
parte de sus alusiones clásicas: “[...] Quale sarà stato questo
pubblico? Non certo di laici, urbani o rustici, ignari del latino,
ma di persone in grado di gustare almeno alcune delle sue
innumerevoli allusioni a Virgilio, a Ovidio, ad altri scrittori
classici, e d’altra parte pronti a divertirsi a facezie non oscene
ma spesso tutt’altro che castigate. Nelle molte peregrinazioni che
don Teofilo compì nei due periodi della sua vita monastica, certo
molti confratelli l’avranno sollecitato a legger loro dei brani
della sua opera, e l’avran letta con gusto ecclesiastici, medici,
speziali, notai, uomini di legge. Chi, se non una persona colta,
capirebbe che Baldo s’incammina verso Mantova dove il Folengo dice
“imo bianoream damatina caminat ad urbem” (III, v. 74)? Chi
apprezzerebbe l’emistichio “veteres migrate fasoli” (Caos,
ed. Renda, I. p. 261), se non la confrontasse mentalmente col
virgiliano veteres migrate coloni?”. Para Miklós Fogarasi
(o.c., p. 398) el tipo de público que menciona Migliorini,
que no deja de coincidir paradójicamente con el practicante del
latinus grossus, es la confirmación de su idea de que “la
lingua maccheronica del Folengo è il superamento parodistico
dell’umanesimo latino realizzato da un umanista latinamente colto.
E come tale è una manifestazione di crisi. Sebbene la combinazione
con la morfosintassi latina supponga un pubblico umanisticamente
colto, eppure non è segno di un aristocraticismo linguistico ma
un’apertura verso un pubblico nuovo”. Pero no es sólo el
conocimiento de la morfosintaxis latina la que supone un público
culto, sino, ante todo, el conocimiento de la poesía romana y sus
normas, y la capacidad de apreciar ese “diálogo subterráneo con
los clásicos” presente en la poesía macarrónica, y del que
hablaba Mario Chiesa. Es esto lo
que que provoca que las macarroneas de Folengo tengan su público
más fiel, así como algunos imitadores, entre la élite cultural de
distintos países europeos (En España, Juan de Vergara, Lope de
Vega, Góngora, Cervantes, Rodrigo Caro, Tomás de Iriarte, Sánchez
Barbero, etc.). Es la apreciación de esta relación autor-lectores
lo que parece separar fundamentalmente las concepciones de Curti y
el último Segre.
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