Mientras, Cíngar no había aún recobrado el sentido;
cárgaselo el buen centauro en sus hombros equinos,
y tras recoger los dardos tirados, se marcha cargado, 500
y busca una fuente de agua por una parte y por otra,
para que vuelva en sí con el baño el desvanecido.
Llega a la postre al arroyo y prado reverdeante,
donde yacen muertos el pobre Leonardo y los osos.
Allí dirigiendo la vista, mira, y enarca, en sorpresa, 505
las cejas, y arrugas profundas en la su frente se marcan.
Ve al hermoso joven de lacerada garganta,
con una osa muerta fundido aún en abrazo.
Libró de sus hombros a Cíngar a la par de la fuente,
y admira del bello muchacho la donosura y los años; 510
habiendo atónito largo tiempo quedado, y llorando,
lo coge en sus brazos con la intención de darle sepulcro;
recuerda haber de cierto visto un túmulo antiguo,
en cuya busca las selvas recorre llevando a Leonardo.
Mientras, Cíngar recobra poco a poco el sentido, 515
como sucede a quien salir del sueño le cuesta.
Poniéndose en pie, estima hallarse ante Molocco,
y, como cree que blande en su mano la cimitarra,
tira golpes, el viento hiere, y loco parece.
Luego, en sí volviendo, mira en torno, y rastro 520
ninguno cerca ve de Molocco ni de la muchacha,
ni de Beltrazzo tampoco, sin entender el motivo.
Llegando a la fuente, encuentra de Leonardo la espada,
y dos osos muertos descubre junto al arma de guerra.
Al punto se espanta; piensa que es, no piensa que sea 525
de Leonardo el estoque, y mientras todo contempla,
hete que un carmen ve de la fuente en lo alto colgado:
"Cuán grande el honor del pudor, aquí con la muerte se prueba.
Morir prefirió Leonardo, a ser de mancilla el objeto."
Dieron las ninfas del carmen como autor a Serafo, 530
que ya de Febo discípulo, ya de Zoroastro pupilo
se dice, y a los caballeros da honor con la luz de la fama;
ya lo nombré, y desde ahora lo nombraré con frecuencia,
como profeta de lo porvenir y siervo del genio.
Ya dudas no alberga, ya tiene como cierta y palmaria 535
de Leonardo la muerte Cíngar, y culpa a la bagasa,
pues de las bagasas Cíngar conoce los usos y artes.
"¡Oh, Dios mío! -exclama-, ¿ha muerto Leonardo?¿la inicua
Fortuna así lo quiso? De ira tendrá Baldo muerte,
y de rabia por el amor que tiene al muchacho. 540
¡Qué haré, ay, pobre de mí!¿adónde ir se me diera?
¡oh, desventurados amigos, en tantas desgracias probados!
¿Privado de vida yace Leonardo?¿acaso de fieras
pasto ha sido? ¿ni siquiera verlo difunto
podemos?¿en una cárcel oscura se pudre Falchetto? 545
¿no veo a Baldo?¿Moschino lejos se está demorando?
¿tantos poderes dan los astros a una ramera?
¿tan propicios son los hados a una arrastrada?
¡jamás tendrás mi perdón! ¡dispuesto a cualesquiera
peligros estoy! La muerte no me importa un pimiento." 550
Tal diciendo Cíngar, empuña presto la espada,
y entra en el denso bosque y las madrigueras de liebres;
a cada paso se estruja el caletre y llama a Leonardo,
hasta que entre las selvas frondosas oye un estruendo
terrible, que hace temblar la tierra y sonar las riberas. 555
Intrépido, ansiando morir, adonde el ruido restalla
dirige los pasos, y espera allí encontrar la ribalda.
Hete en cambio que ve combatir a dos caballeros:
uno era Baldo, rabioso como un perro,
que, justo encontrando al centauro que llevaba a Leonardo, 560
creyó que de tan gran guerrero era el asesino;
conque blandía con fuerza desmesurada su espada,
con la idea fija de masacrar al centauro,
y luego de degollarse sobre el caído Leonardo;
porque morir mil veces al héroe nada le importa, 565
tras desprovisto quedar de la vista de tal compañero.
Hace frente el centauro a Baldo con mucho empeño,
a quien cree palos estando darle de ciego:
En vano dardos lanzole, sin resultado blandía
su maza de hierro; no obstante, con valor resistía. 570
No más allá de Leonardo los restos en tierra yacían;
cuantas veces lo mira Baldo con ojos llorosos,
tantas se lanza con furia crecida contra el centauro,
y sin darse respiro crueles le tira estocadas.
Cíngar llega llorando; viéndolo Baldo, del fondo 575
del pecho suspira, de tanto dolor del alma abrumado,
no aguanta, como cuando el penar vence nuestros sentidos,
y cae a tierra desvanecido, y no siente nada.
Ante este terrible suceso, detúvose el centauro,
y en el combate cejó, no creyendo que fuera honorable 580
(noble como era) herir a un enemigo caído.
Entonces Cíngar eleva sus ojos llorosos al cielo,
y grita: "¡Vosotros, oh dioses, de piedad desprovistos,
tened suficiente con nuestra joya habernos robado,
perla de la virtud, y de la urbanidad un tesoro! 585
¿Queréis acaso también abatir al enérgico Baldo?
Si os ensañáis así, si queréis así ser crueles,
¡venga!¿a qué esperáis?¿qué os está deteniendo?
A mi y a mi amigo Falchetto quitaos también de la vista,
¿a qué esperar?¡saciad ahora por fin vuestra rabia!" 590
Tal habla, y volviendo el rostro al centauro, furioso le dice:
"¿Qué fama, Centauro, consigues, qué gloria tan renombrada
habiendo matado un cordero, el más manso de los que existen?"
Responde el centauro: "¿yo?, estás errando, amigo.
No es culpa mía, sino de la bellaca Pandraga, 595
como podrás tener por seguro junto a la fuente,
do te llevé, caballero, para poder darte un baño,
conque pudieras, en agua empapado, expulsar el veneno;
allí hallé a este joven de muerte cruel liquidado,
y mientras tumba de piedra le estaba yo aparejando, 600
llegó este nuevo Orlando, Héctor de nueva simiente,
así puedo dar idea de su potencia inhumana."
Cíngar quedó suspenso un poco, y luego pregunta:
"¿Qué hado, centauro, me ha echado entre tus uñas?"
Entonces Virmazzo contó a Cíngar todo por orden; 605
Cíngar corre a darle un abrazo con afecto fraterno,
y besos hasta trescientos le estampa al centauro en el pecho.
"¿A ti -dice- debo la vida? Aunque ésta odiosa
por siempre será, y por siempre ansiosa de liberarse
de estos huesos, después de haber tal amigo perdido. 610
Este valiente al que el dolor a tierra ha tirado,
es Baldo: sé que tuviste prueba de su proeza,
que conocieron los cielos, tierras y mares profundos.
No es posible encontrar en el mundo quien se le acerque,
digo, en la gallardía y en el saber conducirse, 615
de quien te haré un hermano, al par que fiel compañero.
Te ruego entre tanto, de nueva fraternidad por los lazos,
hazme un favor, y no me tengas por un villano."
Responde el centauro: "Haré todo aquello que se me ordene.
Manda, órdenes dame; ten por hecho lo dicho." 620
Cíngar dice: "Busca ya de Pandraga la choza,
para evitar que escape la fiera de nuestras manos.
Retenla hasta que vaya yo, y presto verasme."
"Así lo hare" -responde, y entonces al punto por bosques
tupidos corre, ruido armando de ramas quebradas. 625