Togna1, cabeza del mundo, luz de Cipada, que ahora
cuán grande es, o fue en el pasado, o será venidera
lo muestra la escabechina que hizo de las lasañas,
mientras a cantar se dispone estupendas batallas,
hete que llega, llega inspirada: ¡guardaos, botazas, 5
de aquí apartaos vasos y bien colmados barriles!:
vuestra ruina llegó, beberá todo como tudesco,
y luego, furiosa, añicos hará de toda botella.
No sé lo que contará; por eso, gente, escuchadla.
Dispuesto a mucho añadir de primeras y las segundas 10
causas, hete que acercarse Cíngar tres fustas
vio a lo lejos, y con el dedo mostrolo a su gente.
No así del alto del cielo el halcón se descuelga,
cayendo a plomo cuando una braca le afana una oca,
como se acosta ¡ay! la fusta de los galeotes gallardos, 15
que a los remos se aplican, sin que los ate ninguna cadena.
Dentro se encuentran piratas, corsarios, y gente ladrona
que en Cristo Señor no creen o de Él renegaron,
"Velas -gritan- plegad al momento, ¡eh!, prisioneros
nuestros sois, bajad de la nave; llegó vuestra hora." 20
Apenas esto dijeron, que otra galera bastarda2
y otra detrás de aquélla se arriman a prisa ominosas.
Hay en el puente un hombrón, capitán de esta gente, y les urge
a sus remígeros como si fuese Turno en persona.
No hubo en el mundo nunca nada de más despiadado; 25
a ese ladrón las ladronas estirpes lo llaman Lirono.
De férreo porte, cuya barba de sangre reciente
siempre apesta, y come carne humana cual fiera.
Tres fustas, pues, se aprestan a hacer de la nave abordaje,
dejando tras de sí en el agua espumosas estelas. 30
Baldo acude a las armas, saca y blande su espada,
embrazó de su escudo la rueda, y bajó su visera.
También Leonardo se planta codo a codo con Baldo,
y presto se tiene tomando su estoque y su rodela.
El timonel entre tanto, viendo a tales guerreros, 35
no teme nada; incluso, dirige su nave a las fustas,
y se dispone a una guerra, que a todas supera en peligro.
Los de Chioggia y eslavos3, expertos en luchas navales,
toman las armas y animosamente a todos animan.
Llenan de polvo de azufre los arcabuces ruidosos, 40
y giran los martinetes4 haciendo curvar las ballestas.
Parte sube a la gavia, y otros quedan abajo,
cuadruplican sus fuerzas, estando Baldo presente.
La sola esperanza de los mercaderes está puesta en Baldo.
Ya se arrima primero una galera de remos, 45
maniobra en torno bramando; el timonel habilmente
gira el timón entonces, cual si tirase de riendas.
He visto a menudo a Francesco Maria di Montefeltro5
en cuyo exiguo cuerpo reinan máximos dones,
cabalgar un joven asturcón6 con donaire; 50
bien que su docta mano tire o afloje las bridas,
al punto el caballo obedece a la rienda y deseo del amo;
caracolea, sin que se distingan ancas de testa,
tan pronto el caballo gira, tan presto a correr arremete.
No menos rápido el timonel maniobra el gran barco, 55
siempre poniendo la proa a donde la fusta amenaza.
Conque de pronto hacen fuego trescientos mosquetes,
y las ballestas disparan mil de sus nueces7 virotes8,
nadie contar podría los ástiles de las saetas.
Ya empezaron a levantarse gritos al cielo, 60
pues caen heridos sin número en el asalto primero.
Piedras vuelan, gruesos maderos y pez encendida;
el fuego artificial hace trizas las armas y el hombre9.
Entonces, cual jabalí animoso, Baldo da de alta
proa un formidable salto y en la galera 65
en medio se planta de los enemigos y su hierro ensangrienta.
Cíngar lo sigue, de grande adarga así protegido,
y vibra con todas las fuerzas que alberga su cimitarra.
Luego Leonardo, tomando impulso, da un gran salto,
y aterriza de un corsario sobre la espalda, 70
a quien arroja al mar, mientras hiere a otro su espada.
Paladín indefenso, Baldo, apenas llegado,
al timonel de la fusta sagazmente se acerca,
y como barrena girando su puntiagudo estoque,
le salta las tripas del vientre de una parte a la otra. 75
Y los corsarios, cuyos baladros alcanzan los astros,
alrededor de Baldo cierran un círculo amplio.
Mas el caballero llama a su pecho las sólitas fuerzas,
se precipita do el enemigo es más numeroso,
y allí de armaduras las hojas a desbaratar da comienzo. 80
Aquéllos, de pronto asustados, ancha plaza le hicieron.
A quien rompe el yelmo, a quien el escudo, a quien la celada,
a quien destroza la cofia10, el espaldarón11, y golpea
y les tritura las carnes; ni los yelmos ni las corazas
resisten de Baldo a los golpes orlandinamente12 asestados. 85
Cabezas y troncos al par da a los peces como alimento;
y lo que hace la llama en cañares al soplo del cierzo,
Baldo lo hace, espada en mano, a los ladrones.
Quien lucha en el mar no tiene ninguna escapatoria:
la muerte hallará ya sea entre espadas o entre las olas. 90
Tamaña furia incita al fogoso Baldo, que no, ni
a san Francisco cuartel podría haberle ofrecido.
Y Cíngar tardo no se demora en seguirlo, y a éste
de Leonardo la fuerza: dan ambos tremendas palizas.
Estos tres compañeros en golpear son maestros, 95
y sonlo en tajos, en estocadas, y en reveses.
Todo llenan de sangre el mar y aterran diablos.
Hete que acude Lirono a la galera bastarda13,
una alabarda empuña, y a todos supera en altura.
No hombre, sino la mole parece de gruesa pilastra. 100
Manda que la galera gire detrás de la nave,
mientras ésta de las otras dos se defiende.
Presto le obedecen, y asalta la nave a su espalda;
allí su alabarda blandiendo de todas sus fuerzas, con solo
dar un mandoble cortó el pesado timón de la popa. 105
El capitán piensa entonces que su final ha llegado,
porque a su caballo le faltan el freno y las riendas.
Lirono cruel con sus manos sujétase a la nave,
ya a subir se prepara, y el hombretón no fracasa.
Aunque le tiren los de Chioggia piedras, maderos 110
teas de azufre, pez y resina incandescente,
aquel temerario, seguido de sus compañeros, a la alta
se alza popa y en medio se lanza de los enemigos,
que hace el polvo morder sin los brazos y sin las piernas.
No cúrase de mosquetes, de arcos, ni de ballestas, 115
y al capitán de la nave cortó la cabeza de un tajo.
Fígurate, lector, que alguno en tienda entrando
hasta los topes de ollas, jarros y escudillas,
comienza a hacer remolinos con una gruesa garrota:
¡oh, cuántos cascajos produce, cuántos los pedacitos! 120
Tal hace Lirono, huyendo por doquier los eslavos,
a quienes trocea, desgarra, hace cuartos, destripa, y revienta.
Boccalo, que en un rincón escondido permanecía,
y del mucho miedo no cagarse encima intentaba,
(no sabe ni nunca se preocupó de saber qué es batalla) 125
y allí estaba acurrucado, su suerte esperando.
Que venza su nave, que venza la fusta, ¿qué diferencia hay?
Al vencedor de bufón con su arte vencer se propone.
Mas cuando vio al enorme gigante al abordaje,
y lejos mandar en el cielo las bolas de las cabezas, 130
sintiose morir al momento, y qué hacer, trastornado, elucubra.
Ve por suerte aparejado el esquife dispuesto
presto a ir y venir por el acarreo de víveres.
Al mar cautamente lo echa de Giuberto ayudado,
y ambos se desarriman, llevados por el botecito. 135
Baldo no diose cuenta de tan importante suceso,
es decir, de que había Lirono tomado la nave;
y así, más ardido, cumple a espada cruentas hazañas,
y como león desencadenado ruge, y a todos
completamente muertos los deja, o bien moribundos. 140
De su furibundo porte cada quisque se espanta,
y por la borda tirarse prefieren en su desamparo,
como de la sartén saltando hacen los peces.
Aquí y allí taja, allá y acá los hiere y golpea,
y bufa, del sangrar de los muertos todo cubierto. 145
Abasto para contar no doy de Lirono la fuerza:
adonde dirige sus golpes, allí las señales se muestran.
Su sanguinolenta alabarda cayendo las carnes lacera,
conque todos huyen, y atrás y delante se dejan
pulmones, bazos, tripas, mesenterios e hígados. 150
Sólo se oye el clamor y lamentos de los moribundos,
y gritos horrendos el cielo quiebran con su estridencia.
Algunos a san Nicolás14 invocaban y a Jesucristo,
otros al cornudo Mahoma, y al Diablo.
Nunca se oyó, desde que orejas hay en el mundo, 155
tan mayúsculo ruido, estrépito, estruendo de guerra.
Baldo en la parte opuesta, a modo de río rabioso,
que, de elevada peña cayendo, las oceánicas
aguas hiende, y escinde del mar el dorso su vórtice,
así Baldo contra enemigos del Evangelio se lanza, 160
hasta que liquidó con Cíngar y con Leonardo
a todos cuantos la fusta albergaba sin excepciones.
Y más limpia quedó que de barbero bacía.
Lirono entre tanto tomado había toda la nave;
¡Oh, cuán ufano está de tal ganancia haber hecho! 165
Mientras imprevisto les llega de austro un soplo,
a todo pirata a su mando ordena subir a la nave.
Y puesto un nuevo grueso timón en la parte de popa,
con viento a favor se desparte sobre la líquida vía,
con cantos de júbilo síguenlo las dos otras galeras, 170
que tres se creen que son Lirono y sus compañeros,
pues a menudo el contento nuestra mente enceguece.
Vuelan, pues, de la presa todos gritando contentos,
mas Baldo no tuvo motivo ninguno para alegrarse.
"¡Ay! ¿por qué -dice Cíngar-, así engañar nos dejamos?175
La avidez de riquezas nos engaña a menudo.
Baldo, ¿ves?, nuestra nave se va, ¿a dónde la llevan?"
Baldo, tal viendo, se persigna el ceño arrugando,
calla, qué decir no sabe, y no dice nada.
Leonardo, por el contrario, empieza a darse puñadas. 180
"Ah, mala suerte -dice-, harto contraria nos eres!
Róbannos los caballos tan bellos y tan generosos,
que de la tierra parte ninguna los ha engendrado.
Si a éstos no los encuentro por aguas o por el abismo,
juro por todos los dioses que darme la muerte deseo, 185
y nunca me quitaré de encima esta coraza,
hasta encontrar los ladrones, y al jefe de los ladrones,
al que acabaré, o seré por él acabado."
Enfurecido estaba Baldo, y ardiendo de cólera,
porque veía imposible perseguir los ladrones: 190
No hay quien maneje los remos en la vacía galera.
Cíngar dice: "¡Ánimo! espero recuperar los caballos".
Esto dijo Cíngar para animar a Leonardo,
está lleno, empero, de dudas, y se estruja los sesos,
por conseguir de algún modo o guisa salir de la nave. 195
____________________________________________
1Togna será la musa inspiradora de los libros XVI a XX.
2Era así llamada una galera mayor que las demás y de más amplia capacidad de combate.
3Chiozzotti et Schiavi. Sobre los primeros cf. II 112 y los segundos, marineros y sobre todo hombres de armas a sueldo de Venecia, provenían de Dalmacia, región que entonces se llamaba también Schiavonia o Slavonia.
4Instrumentos para tensar el arco de la ballesta.
5"Duque de Urbino (1490-1538), comandante general del ejército de la república de Venecia, al que Folengo conoció en persona" (Faccioli).
6Villanum Spagnae. cf. I 166.
7Pieza sujeta al tablero de la ballesta para afirmar o tensar la cuerda.
8Especie de saeta guarnecida con un casquillo.
9Arma virumque. Calco textual jocoso del incipit virgiliano.
10"Birrete almohadillado, a veces con armadura de hierro, que se llevaba debajo del yelmo" (DRAE) o "Pieza de la armadura antigua que se atornillaba a la calva del casco para reforzarla, y de la que pendían tres ramales articulados para la protección del cuello." (DRAE).
11Pieza de la armadura que cubre la espalda (Chiesa).
12Orlanditer. He intentado reproducir en la traducción este tipo de travestimientos morfológicos de los sustantivos tan bienquistos para el autor, quien no quiere dejar olvidar al lector la estela de la épica caballeresca italiana en que sitúa a su héroe.
13cf. v. 21
14San Nicolás de Bari, del siglo IV, patrono de Bari y protector de las gentes del mar (Faccioli).
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