Aquí encuentra un horrible combate, y penar miserando:
aquí entre espadas cien, y un centenar de puñales
ve que Baldo está, quien lucha con sola un asta.
Aquí encuentra un oso entre rabiosos mastines,
y entre cuervos halla un águila que abre sus garras. 220
Entonces se une al combate, baladroneando cual sigue:
"¡Soy Cíngar; resiste, Baldo fiero, resiste a las armas!,
entre las cuales mejor muramos honor obteniendo,
en vez de ser de Gaioffo presa llenos de oprobio.
¡Vosotros, ruines, raza del cobarde Martano1, 225
quitaos de mi presencia, cerdos, largaos, bribones!
¿No os da vergüenza, no os avergonzáis pues?,
¿tantos contra uno solo?, ¿qué gloria, qué fama se alcanza?"
Así grita Cíngar, y en medio del gentío clavado,
bien demuestra que tras las palabras siguen los hechos. 230
Sigue exhortando a Baldo, y tripas atravesando.
Da con el pie de la lanza, o su punta, salta a lo alto,
gira en torno sobre sus pies, para golpes doquiera.
Baldo, al ver que Cíngar acude ya en su ayuda,
maneja con fuerzas tan acrecidas su asta de fresno, 235
que, más de cien mil pedazos haciendo de aquélla,
de tal golpe tumbó por tierra a no pocos hombres.
Apenas aquella gentuza vio la rotura del asta,
que al momento se dispusieron prietas las filas,
y cual montaña se lanzan contra el ardido guerrero. 240
Baldo no tiene nada en las manos, salvo los guantes;
aprieta, pues, los puños, al tiempo que dientes en boca,
y con los dientes y puños, y pies entabla batalla;
golpes en vano no da, cada golpe un enemigo derriba,
y si acaso patada da a alguno en el culo, 245
aquél volando como corneja se eleva en el aire,
y va a romperse el cuello contra el techo cimero.
Cíngar, teniendo siempre los ojos sobre el amigo,
es decir, su mirada a Baldo volviendo sin pausa,
velo, ¡ay!, rodeado de tantos ya rota su lanza. 250
Por eso se lanza, igual que un jabalí, contra aquéllos,
y al lado del paladín esforzado toma su puesto,
y allí con su lanza a los mosquitos que lo circundan
espanta, y panzas perfora con su punta afilada.
Después de su vaina saca de Baldo la espada esplendente, 255
y tendiéndosela gritó con voz estentórea:
"Aquí tienes ya por fin tu espada, ¡tómala, Baldo,
y ponla color de sangre, el coral imitando!"
Baldo, ufano, la ha cogido de un súbito salto,
y, empuñándola a dos manos, lleno de furia, 260
comienza con harta saña una carnicería tan grande,
como no acometió Reinaldo2 en Roncesvalles.
Nada so el alto techo del cuarto salvo tronchados
miembros veías, cabezas y piernas al aire volando.
Con el furor con que un toro, de la becerra encelado, 265
siendo aperreado doquiera por gruesos mastines,
ya los estruja con sus pezuñas, ya los cornea,
levanta arena, y duras coces tira en el aire,
y de su boca mugisonante ardiente babea,
así encendido, Baldo, el campeón generoso, 270
cabezas y piernas cercena, junto con brazos y manos,
y gira sus ojos de cólera y rabia enrojecidos,
y el cuerpo suyo tiene empapado de sangre enemiga.
Cíngar está a su lado, con mucho denuedo combate,
y tajos tira, tajo ascendente con los reveses3. 275
Luego grita a Baldo, de modo que todos lo escuchan:
"¡Eh, Baldo, ven tras de mí!, bajar la escalera a la fuerza
ya quiero; ¿qué espada, qué partesana4 a pararlo?"
Tras esto, escinde las filas cerradas con su arma sangrienta,
y empieza a bajar el primero de la escalera peldaños. 280
Detrás le sigue Baldo, y a Cíngar protege de golpes,
pues le es imposible olvidar lo que debe a su guía.
Mas toda la gente acudiendo tiraba piedras, ladrillos,
a mansalva les caen de lejos densos cascajos,
y, que es peor todavía, de agua hirviente calderos 285
vierten de los tejados sobre los combatientes.
Y aquí no se mira quién es amigo o quién enemigo,
por lo que un centenar de capullos quedaron pelados,
como ahora el mal francés pela a famosos
mil putañeros, como la sucia tiña a mendigos. 290
No te libraste, Cíngar, ni tú del agua hirviente,
porque de tu cabeza cayeron muchos cabellos,
y "¡cocoliso, cocoliso!" llamábante todos.
Unos no cejan nunca de brasas ardientes tirarles,
y otros lazos, hechos de cuerda o de cadenas, 295
por si capturaran a Baldo, tal como antes hicieron5.
Pero escapada una vez, nunca más retorna6 la urraca.
Y Cíngar ya había bajado abajo de la escalera;
Baldo síguelo siempre con la vista y el paso.
Había un pequeño corral en medio de aquella gran casa, 300
pasando por el cual del establo al umbral llegarías.
Allí va Cíngar, que ya había aparejado caballos;
una patada le da a la puerta, y túmbala a tierra,
y en el abierto establo entra delante de Baldo.
Entonces Baldo, mientras Cíngar monta a caballo, 305
se fija como si fuera pilastra al umbral de la puerta,
donde meterse ni Mandricardo, ni Sacripante
mismo, ni Rodomonte7, Baldo allí estando, podrían;
allí retomóse de hecho tan espantosa reyerta,
que en poco tiempo formóse de cadáveres monte. 310
Como el respeto que, bien el suizo8 bien el germano
infante siente al pasar de la fortaleza la puerta,
que se somete a saqueo, llena de muchas riquezas
-pues entrar adentro y subir a los torreones
ésa es la empresa, el trabajo, y hay que sudar la camisa, 315
mientras ve un enorme cañón que tiénelo en mira,
y de un momento a otro amenaza escupir una bala-,
tal precaución esa gente adopta de detenerse,
y retroceder, mientras mata la espada de ese diablo
de Baldo, que cual culebrina resulta haciendo heridas. 320
Cíngar aparejara al uso de guerra caballos,
atando frontales9 a las cabezas, y bardas a flancos,
y amplios pechos cubriera con una malla ligera.
Encima de Rocafuerte10 monta, y la maza ferrada
empuña, y embraza una adarga11 con la cubierta de hierro. 325
Saliendo después como un rayo del umbral del establo,
a Baldo aconseja que monte a caballo de modo parejo.
Éste se mete dentro, mientras Cíngar en misma
la puerta resiste al ataque, haciendo que retrocedan.
Baldo se planta sobre el enorme Rompecadena12, 330
y ambos, picando espuelas, a la manera de acuoso
turbión sobre mieses cuando de Júpiter ira retruena,
do es más espesa la turba lanzan sus cabalgaduras,
que ya de sus cascos hieren, ya en su empuje arrollan,
ya a mordiscos trituran el cuello de los moribundos. 335
Ensangrentando bocados, llenan sus ojos de fuego,
y cuando se alzan sobre sus patas con túrgido pecho,
y cuando se abajan de nuevo hiriendo con doble casco,
dado seríate ver hombres muertos volando a los cielos.
Nada valía frente a tales caballos Bayardo13, 340
aunque llevara sobre sus ancas a siete diablos;
ante sus cascos hoja de hierro no hay que resista,
todo reducen a polvo, y dejan hecho cachitos.
Tal y tamaño frisón14 teniendo Baldo se alegra:
dobla el poder del caballo al que tiene el soldado; 345
pero tanta gente acude de dondequiera,
que, cuantos más matan, tantos más nacerles parecen,
y una enorme montaña de muertos se eleva hacia el cielo.
Ya agotado estaba Cíngar, ya Baldo tenía,
aunque no fuesen de cierto mortales, cinco heridas; 350
así grita Cíngar: "¡pongamos, Baldo, pies en polvorosa,
mientras podamos contar con la ayuda de los caballos!."
Baldo, alabando tal parecer, empieza a seguirlo,
y escaramuzando valerosamente a todos aquellos,
salen de esa taberna abriendo un hueco en las filas. 355
Y ya vuelan hacia la puerta picando espuelas,
y dan los caballos en ágil carrera velas al viento,
pero el pueblo, perseguidor, llena el aire de gritos:
"¡Coged los bandidos, venga, tira, para, cilafnech15!"
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1Alusión a un personaje ariotesco (Furioso, XVII, 86, 2) (Faccioli-Chiesa)
2Quantum non fecit in Roncis valle Rinaldus. Sobre Reinaldo o Reinaldos, y su relación con Orlando o Roldán v. libro I vv. 2, 73, 75. Chiesa señala en nota que no se trata de una distracción de Folengo, refiriéndose a la gl. en la red. Toscolanense X 257: "Adheret opinioni Alovisii, qui contradicit Spagnae auctori" (Se adhiere al parecer de Luigi, que contradice al autor de Spagnae). "Luigi es obviamente Pulci y para Reinaldo en Roncesvalles v. Morgante, XXVI-XXVII; la parte asignada a Reinaldo es ciertamente una de las novedades que distinguen el relato del Morgante del de Spagna in rima, que, por lo demás, es la fuente seguida por Pulci para el episodio". La Spagna es un poema caballeresco escrito en octavas reales a finales del s. XIV, que es también una de las fuentes principales del Orlando Innamorato de Boiardo.
3Mandrittosque tirat, montanos manque roversos. cf. 191-92.
4Arma ofensiva, a modo de alabarda.
5cf. V 361-70
6Sed scampata semel, nunquam mulacchia ritornat. Es decir, a la trampa que se le ha puesto.
7Caballeros sarracenos personajes del Orlando Innamorato y del Orlando furioso. Estas referencias literarias, junto a las de los versos 225 y 262, quieren hacer más evidente al lector el alineamiento de esta segunda parte del Baldus con la tradición del poema épico-caballeresco italiano de Pulci, Boiardo y Ariosto.
8Señala Chiesa que la fama del mercenario suizo había decaído en los años treinta del siglo XVI, cuando en la misma redacción Toscolanese (1521) eran citados como ejemplo de audacia temeraria.
9Eran cuerdas que ceñían la frente de los caballos.
10cf. X 521
11Escudo ovalado.
12cf. X 522
13Es el nombre del caballo de Reinaldo.
14cf. X 495
15Prendite ladrones, day, day, tira, para, cilafnech! Chiesa en nota reproduce las glosas explicativas de la red. Toscolanense (X 356: dai, dai, incitantis est -es propio del que incita-, y IV 339: Gilafnech [en el texto 'cilafnech'] id est gruplacten -cilafnech, es decir, gruplacten [burlesco sinónimo de otra palabra inventada y sin sentido]-).
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